lunes, 10 de enero de 2011

Encantamiento 3: ¡3 capítulos y ya me matan, que cutrerio!




Me sentí bastante aliviado nada más cerrarse las puertas del ascensor. Dudaba mucho que los Guardianes, por muy entrenados que estuvieran, fueran capaces de forzarlas…

En el ascensor iba solo y cuando empezó a sonar Only Tonight por los altavoces. No me corté un pelo en ponerme a bailar mientras me ponía las botas. Puede que sea un poquito lenta para dar brinquitos pero me permitía zarandearme de un lado a otro, que es lo que cuenta. ¡Estoy vivo! ¡Vivo y no me falta ningún miembro!
Bueno, felicidad a parte, ha llegado el momento de AJS (Análisis de la Jodida Situación). Descartado la posibilidad de que lleve un dispositivo de rastreo, tampoco parece que me hayan inyectado sustancias extrañas (ya me ha pasado, tanto que se acaba desarrollando la habilidad para identificarlo). Me he conseguido escapar, es posible que si logró llegar a la gran vía y mezclarme con la gente a tiempo, aunque manden personas detrás de mí, no puedan atraparme. Podría coger el metro para poner distancia entre nosotros lo antes posible; si estamos en el centro tiene que haber alguna boca de metro por narices, solo habría que buscarla. O también podría meterme en alguna alcantarilla, conozco de pe a pa el sistema de alcantarillados de esta ciudad.
Una vez me perdieran la pista estaría a salvo. A no ser que hubieran conseguido alguna pertenencia mía (un pelo, sangre, las bolitas que se forman en los calcetines…), entonces podrían “rastrearme”, es decir, usar un método parecido a la invocación para saber el lugar exacto de mi posición a tiempo real. En ese caso estaba completamente jodido. Podía llenarme de protecciones que anularan todos sus intentos por seguirme, pero para conseguir que me perdieran la pista tendría que utilizar muchísima magia y me quedaría demasiado débil como para huir; era un arma de doble filo.
Lectores (aunque dudo que tenga muchos) es posible que la historia acabe pronto (3 capítulos, hay que ser cutre…) debido a mi muerte prematura, así que solo quiero deciros que ingreséis tres mil euros cada uno en la cuenta de suiza… ¡Maldita supervisora! No me dejas ni que diga mi última voluntad a mis queridos lectores (esos cuatro gatos con mucho tiempo libre).
Nada, nada, sigo contando mi vida…
Me puse dos protecciones, pero dudaba de que hicieran mucho efecto para frenar los posibles rastreos (solo causarían interferencias y datos falsos).
La calle estaba abarrotada (gracias al cielo infierno) así que no fue difícil camuflarme. La parada del metro estaba al girar la esquina (si es que mis presentimientos y conjeturas son la ostia).
Sentía la presencia de Guardianes cerca. Al fin parecía que había recuperado mis sentidos de alerta completamente. El-que-se-hace-héroe de aquella vez corría detrás de mí. Mierda. No obstante, en la carrera de obstáculos de nuevo yo seguía siendo el más rápido.
En la estación me colé delante de una chica que abría las puertas mecánicas con su billete sin atender a sus replicas. Había un tren en el andén, un poco de suerte al fin (si no hubiera estado allí tendría que haberme tirado a los raíles y correr por la vía hasta encontrar alguna de las salas de mantenimiento).
Me monté en el último momento, rozando el suicidio mientras las puertas se cerraban. Me giré conteniendo las ganas de jadear. Me costaba respirar y estaba a punto de ahogarme.
El-que-se-hace-el-héroe llegó y golpeó la ventana de plástico rígido.
Era atractivo, me percaté, muy alto y con el pelo negro y lacio a la altura de los hombros. Nuestras miradas se cruzaron. Sus ojos eran del color de la miel, tal vez como el oro  o el ocre. Me observó con odio y sin poder reprimir su rabia.
Solo entonces le permití a mi cuerpo relajarse. Ya no podía alcanzarme.
Le dediqué una enorme sonrisa con tintes de sadismo. Estaba tan cerca y al mismo tiempo tan lejos... Me gustaba como las venas en su cuello se hinchaban como reacción. Me llevé la mano a la frente y efectuando un saludo militar vocalicé para que él pudiera entenderlo “hasta siempre” en cuanto el convoy empezó a ponerse en marcha.
Al salir de la estación, pude perderlo de vista.
Resoplé con fuerza, no se me olvidaba que la adrenalina acumulada me daba pequeños calambrazos como cosquillas en los músculos. Y la gente de aquí dentro me está mirando…
Hice un esfuerzo casi monstruoso para taparme por completo de cualquier tipo de invocación, seguimiento o rastreo. El trabajo fue un éxito pero mi cabeza lo pagó muy caro hasta el punto que no pude seguir andando durante un buen rato. Decidí dejarme llevar por las distintas estaciones. Mis maniobras de evasión me llevaron todo la mañana y parte de la tarde. El caso es que al final del día conseguí llegar a mi destino oliendo a marea baja (me paseé por el puerto y por las fabricas de conserva para camuflar mi olor natural), sucio de tierra (del ostión que me di contra un árbol), mareado y con la posibilidad de atraer a un centenar (esperemos que exagere) de Guardianes a mi casa…
Menudo día… lo que cobré por la invocación no valía tanto esfuerzo.
Mi calle estaba cerquita del principal parque de la ciudad, a una manzana y media, así que pasaba bastante gente. Por el careto de hambre  que llevaba (estuve tentado de comerme un poco de pescado seco pero al final preferí aguantarme) y los jirones de mi ropa debían de pensar que era un sin techo. Y el olorcillo tampoco ayudaba porque a mi paso la gente apartaba la cara.
El cartel luminoso del “Trébol de las Cuatro Hojas” se me desdibujaba cuando intentaba mirarlo.
Unos cascabeles sonaron al abrir la puerta de la taberna. Para alejar a los intrusos… Yo los había conjurado y Campbell los había puesto allí. Cada mes mi jefe me pasaba una lista con las personas que estaban vetadas al establecimiento, yo cogía las campanillas y renovada las protecciones y éstas volvían a su lugar sobre la puerta. Cuando alguien que estaba vetado intentaba entrar, las campanillas hacían su magia y pobre del vetado que se arriesgó…
Como habréis supuesto ya (y si no, ya me encargo yo de decirlo), se me daban bien todo ese tipo de hechizos de protección, para más señales, son mi fuerte. Además de expulsar a los invasores también nos permitía a todo el personal saber qué tipo de clientela entraba, pues las campanillas emitían un sonido distinto (que el resto del mundo es incapaz de percibir) para cada persona.
En cuanto mis notas musicales sonaron, Jersy apareció junto a la puerta.

4 comentarios:

  1. Pues eso, corto, corto, corto!! jaja

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  2. Pobre... lo que ha pasado en un sólo día...
    Lo tendríamos que apuntar a las olimpiadas del 2012 no?? viendo la carrerita que se ha metido entre pecho y espalda... y se ha quedado sin sus amadas botas...
    Espero que el siguiente cap sea igual de entretenido, porque voy a por él!!

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  3. Jajaja, pues en el cole iba para corredor profesional (tres veces ganador consecutivo a nivel regional), pero no le gustaba converir la afición en obligación U.U Lo de las botas costara asumirlo....

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  4. Ni flashman TT Y además entra gratis en el metro. Este Alec es mi héroe *-* Es cierto que los capítulos son un poco cortos, pero así son más rápidos de leer y puedo ponerme antes al día ;P

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