lunes, 10 de enero de 2011

Encantamiento 4: Receta para hacer croquetas de guardián.



Jersey apar

Jersy apareció en la puerta con su sonrisa radiante y el mandil de El Trébol de las Cuatro Hojas sobre un hombro en lugar de atado a las caderas.
Alec, hola! Estás hecho una mierda. –puso un puño sobre la cadera alzando con la otra mano la bandeja por encima del hombro. Las copas rellenas de un líquido violeta y naranja producían volutas luminiscentes sobre ellas-. ¿No te dije que no jugaras en las cloacas?



-Es que no me puedo resistir. Son taaaaan divers.
Al echar un vistazo sobre su hombro comprobé que el local estaba medio vacío; no me extrañaba, aun era de día.
Jersy meneó la cabeza de un lado a otro. Las rastas de colores se balancearon a su compás produciendo un siseo.
Creó que éramos amigos. Pero no estaba seguro, lo de “amigos para siempre”, “intimísimos” y esas cosas nunca habían ido conmigo y aun hoy no consigo hacerme a la idea de su concepto; son simples palabras que la gente dice. Por muy penoso que pueda parecer visto desde afuera, no lo entiendo. Me parece todo una gran fachada, simples conveniencias de tipo temporal. Me siento más cómodo utilizando el término de “ser amistoso, no peligroso; no matar”. Agh, no quiero hablar de chorraditas sentimentales, ¡se siente!
Me despedí de él sin más miramientos. No tenía ningunas ganas de soportar a Jersy.
Una vez creí tener una verdadera amiga, pero… se fue y ya no supe nada más de ella.
Yo era muy pequeño en aquel entonces, unos siete años o así, lo mismos que ella. Cuando los otros niños del orfanato me dejaban de lado por “rarito”, ella no lo hizo. Se acercó a mí y me pregunto “¿juegas a los ejércitos militares? Es muy fácil, yo soy el jefe de tu sección, así que tienes que obedecer mis órdenes y morir en mi lugar si me atacan; ¿te apetece?”.
Ella no era de mi orfanato, por supuesto. Nadie en aquel sitio se comportaría tan bien conmigo. Yo en aquella institución destacaba más de lo normal y se encargaban de hacérmelo ver más de lo necesario, también los adultos.
Creo que aquella chica vivía cerca de allí, nunca me lo dijo… en realidad no sé casi nada de ella. Ahora ya solo era un bonito recuerdo en mi cabeza, aunque en aquel entonces lo fue todo para mí. Supongo que es bastante comprensible que ella se convirtiera en mi primer amor. Pero nunca correspondido. Recuerdo haberme armado de valor y con un regalo hecho con mi propia magia plantarme delante de ella el mismísimo día de San Valentín… Para que ella me dijera que no volvería jamás; se mudaba y ya no podíamos mantener ningún tipo de contacto.
Cuando desapareció sin decir a dónde, mi vida siguió siendo igual de horrible que siempre, pero además teniendo que echarla de menos. Llegué incluso a sentirme culpable de su marcha y no saber el motivo de mi error lograba desquiciarme. Y aquí viene la típica lección híper básica pero que aún así nadie se mete en el coco: no merece la pena apegarse mucho a nada porque tarde o temprano siempre lo vas a perder. En ese momento de mi vida me di cuenta hasta que punto era cierto. Suena resentido (yo también leo mucho y sé la impresión que pueden dar estos discursillos), pero a ver quién es el listillo capaz de rebatírmelo. Yo personalmente prefiero ser realista y atenerme a las consecuencias (aplicaros el cuento y dejad de engañaros a vosotros mismos; no por eso van a dejar de ser cierto), así que dejadme seguir con mi decisión que para algo se supone que este es un país libre.
Joder, he empezado a desvariar otra vez… Agh, mi cabeza… Tal vez deba contar mi historia hasta llegar aquí.
Poco después de que esa niña se largara pasaron “otras cosas” que me tuvieron fuera del orfanato lo que a mí me pareció más de una eternidad, para reincorporarme de nuevo a él como si nada (sí, mis queridos lectores, tal cual suena; ni yo mismo consigo entender cómo lograron que nadie en el orfanato dijera una sola palabra sobre que se me hubieran llevado durante casi dos años. Es prodigioso cómo lograron escurrir el bulto). La vida siguió, yo seguí en aquel centro ultra católico casi cuatro años más… No sé cómo pude aguantar tanto tiempo allí.
Y al cumplir los catorce años me escapé del orfanato. Lo hice el día de mi cumpleaños (el dos de septiembre); así era como una especie de autoregalo. Tuve la suerte, por así decirlo, de que ese mismísimo día el orfanato estalló en llamas. Esta otra es una historia larga e incomprensible que en verdad no nos importa mucho ahora. Nadie sobrevivió y a mí también debieron de darme por muerto por lo que nadie intentó buscarme. Quedé libre de ir a dónde yo decidiera.
Después de eso, de huir, estuve callejeando bastante tiempo. En esa época lo pase realmente mal. Llegó el invierno y la gente no te dejaba quedarte con ellos por las buenas; estaba demasiado crecido para despertar la ternura de un niño, demasiado delgado para que las bandas callejeras se interesaran en hacerme miembro aunque supiera pelear, tampoco era guapo como lo soy ahora, así que ganar dinero con la prostitución estaba fuera de mi alcance… y, bueno, no me fue bien. Pero por muy duro que fuera, nunca me arrepentí de haberme ido. Yo empezaba a estar verdaderamente desesperado cuando apareció él: Kristofino; un irlandés un poco raro y muy poderoso que regentaba este bar además de muchos otros negocios que, si el gobierno supiera, ilegal los consideraría poco. Me ofreció amparo y protección, si pasaba una prueba y aceptaba trabajar para él en lo que me pidiera. Así que entre deambular por las calles tentando a la suerte o estar bajo el cobijo de un ser poderoso… pues pasé la prueba con sangre fría y acabé trabajando en el Trébol de las Cuatro Hojas.
A cambio de mis servicios como camarero obtuve un techo al que intentar llamar casa y comida que llevarme a la boca todos los días; unas grandes mejoras. Y además siempre me ofrecían trabajitos extras para sacar algún dinerillo (en mi opinión, son los trabajillos lo que de verdad me mantiene aquí y que lo de camarero solo es una fachada por si preguntan). Otro día os habló de mis trabajillos, ¿ok?
Kristofino era un pariente lejano de mi madre, de hecho, creo que la crió él. Así que me hacía llamarlo tío aunque no lo fuera exactamente (el árbol genealógico es más bien complicado de explicar). Quizá deba contaros algo más…
Kristofino es un demonio, toda mi parte materna lo es.
Los demonios normalmente habitan en una dimensión alternativa a la Tierra muy conocida: el Infierno. Y solo mediante invocaciones o portales pueden llegar a este lado y nunca por mucho tiempo. Entonces ¿qué hacen Kristofino, las mafias y todo el mundillo mágico aquí congregado en la Tierra?; os preguntaréis. Existe una clase de demonios que han sido exiliados del Reino de los Infiernos a los que se les llama “los Repudiados”. Los Repudiados son, a casi todos los efectos prácticos, demonios exactamente iguales a los que habitan en el Infierno, sí, pero de algún modo son también distintos; están unidos a esta tierra y por ello, utilizando la energía de la “corriente vital” de este planeta, son capaces de soportar las condiciones de esta dimensión (y a su vez, los del Infierno están atados a la “corriente de vida” del Infierno y por eso sobreviven solo allí. En verdad es algo muy simple; si cortas el lazo que los une a la dimensión que habitan, se mueren). Aunque las diferencias no eran en realidad muy marcadas… pero que todos nos lleváramos muy bien y correteáramos por campos de flores es mucho pedir. A veces era por maldiciones o por accidentes pero, convertir a un demonio en un Repudiado, era la mayor condena que existía, peor que la muerte o la tortura: estos demonios tendrían que vivir para siempre en la Tierra sin posibilidad alguna de volver a su hogar, como castigo a alguna ofensa contra los altos cargos demoníacos o delitos extremadamente graves. Este último era el caso de toda mi familia materna (mi parte demoniaca; recordad que yo soy medio humano también); no solo habían condenado a mi antepasado más lejano sino a todas y cada una de sus generaciones futuras. De este modo los Seamair tuvieron que establecerse en la Tierra como demonios indignos, pero se alzaron como una de las familias demoníacas más poderosas (las que dirigen los cotarros). Dentro de lo que cabe, habían sabido aprovecharse de su condena. En esta dimensión, ellos eran las altas esferas, ponían las leyes; y yo trabajaba para ellos.
Una larga historia. Os he contado parte de mi vida y la historia de mi familia; un capítulo bastante productivo, sin duda.
Suspiré subiendo las escaleras que conducen al primer y segundo piso, donde están los apartamentos. También hay una entrada trasera que da directamente al callejón pero es menos elegante. Kristofino da un trato preferente a sus trabajadores a la hora de alquilar los apartamentos (sospecho que para mantenerlos mejor controlados) así que no soy el único bala perdida que vive y trabaja aquí.
No me asustaba que los Guardianes venginieran hasta aquí. No soy el único al que pagan por poner barrearas (aunque sí que soy de los mejores, no es por echarme flores). Hay tantas que prácticamente la manzana podría borrarse de Google maps. Y en cuanto Kristofino se enterara… bye, bye. Haríamos croquetas al día siguiente… (yo lo dejo ahí, vosotros sacad conclusiones). Como la vez en que un hada de los bosques se le puso chulita porque no quería pagar su consumición. Al día siguiente tuve que quitarle un ala a la ensaladilla; no preguntéis.
Tendría que buscar a Kristofino cuanto antes, pero ahora no estaba (creo que andaba por Irlanda).
Los Guardianes parecían que no me habían registrado las cosas; y si lo habían hecho, al menos se molestaron en volver a ponerlas en sus respectivos bolsillos. Saqué mi llave y la introduje dentro de la cerradura. Dos empujones y una patada y la puerta se abrió; ya lo tenía calculado, la patada hay que darla por encima de la marca de garras junto a la quemadura de ácido (no preguntéis, de verdad, es mejor que no lo sepáis).
Con tirarme en la cama fue suficiente para dormirme profundamente.

8 comentarios:

  1. Buenooo he conseguido llegar al 4!!! Seguiré, te lo prometo, me gusta mucho, el problema es la falta de tiempo..
    bueno, que está genial, muchos besoss!!!

    ResponderEliminar
  2. En serio, tu estilo es tan fluído que los capítulos se leen superrápido >w< Y, bueno, la primera vez que lo leí, como pasaba igual bastante tiempo entre que leía uno y el siguiente, me liaba un poco con los nombres. Ahora los pillo todos a la primera. jaja Me siento tan orgullosa de mí como tú leyendo mis caos/relatos y entendiéndolos!!!

    ResponderEliminar
  3. uuuys, a este chico no le hace falta abuela eh??
    En todo caso, recuérdame que no me pare a comer en el Trébol de Cuatro HOjas... quiero seguir viva... ¿de verdad pasan las inspecciones de sanidad bien? ¿o directamente pasan a los inspectores por el horno? :P No me enrollo más y me paso al cap 5!!

    ResponderEliminar
  4. Seguro que no te apetece probar el "inspector que pone puntos negativos" a la cazuela? Y no son tan bestias de echarlo directamente al horno; primero lo rocían con salsa para que este más jugoso xD

    ResponderEliminar
  5. no no no... yo prefiero una pizza de las normalitas ;P Nunca se sabe lo que ha podido consumir el inspector antes de ir al TDCH... :P

    ResponderEliminar
  6. jajajaja, pero si queda bien asado, no hay posibilidad de contagio xD y te falta la L de Las Cuatro Hojas XD

    ResponderEliminar
  7. ._. Qué canívales, no? Pobre hada creída...

    Y el tío ese se llama Jersey? ê.e Original, original... Mmm... tengo curiosidad por saber quién es esa chica de su infancia. Aiiix, el amor.

    ResponderEliminar