martes, 22 de febrero de 2011

Encantamiento 20: Ginneas Jeis Finnekan; un nuevo personaje ya aparecido.


Todos mis músculos volvieron al modo alerta aunque en realidad nunca la había abandonado; dudo que en mi vida llegara realmente a relajarme alguna vez. La respiración se me complicó, faltaba el aire, era como volver a sentir el frío de esa celda calarme en los pulmones.
Quise dejar de pensar en ello. Aquí no estaba él, no podía hacerme daño. Era solo un recuerdo, pero sentí cómo si volviera a estar allí. Volvía a oír el sonido seco y rítmico de sus mocasines contra el asfalto, cada vez más cerca.
No, él no estaba allí. Yo estaba en una enfermería, en un rascacielos. Ya no tenía nueve años, él ya no estaba. No intentarían volver a experimentar conmigo, no volverían a intentar “curarme”; me repetía, pero ni mi cuerpo ni mi cabeza atendían a razones. La sensación de desesperación me consumió.
No, yo ahora estaba bien y seguiría bien. No me harían nada…
Espera, ¿cómo podía estar tan seguro de que no lo harían? A lo mejor ahora mismo estaban decidiendo en qué mazmorra encerrarme, cómo atarme a una camilla y clavarme las jeringuillas. Si jugarían conmigo o directamente me llevarían a rastras. Quizá incluso “él” estaba allí; podía seguir vivo y persiguiéndome sin yo saberlo.
Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Sentía la adrenalina envenenarme las venas. La boca seca. No, no debía dejar que el miedo se adueñara de mí. Tenía que mantener la cabeza fría. Si dejaba que ese miedo me venciera ahora me dominaría para siempre, no sería capaz de volver a vivir tranquilo.
Y yo necesito vivir.
Cerré los ojos, me mordí los labios y respiré (mis métodos de relajación). Dejar la mente en blanco y entonces, concentrarme en lo que iba a hacer.
El recuerdo de su sonrisa amable, como me decía “pronto estarás bien” antes de inyectar el fuego en mis venas se hizo un poco más endeble.
Pensar en “eso” había logrado revivir los fantasmas del pasado tan convenientemente alejados de mi mente consciente.
-Ey, ¿estás bien? – Di un respingo regresando a la enfermería amarilla. Fue como una bofetada para despertarte, pero la verdad es que la agradecí. La voz logró dispersar casi por completo el recuerdo o al menos acercarme un poco más a la realidad. Conseguí disimular bastante bien el susto. Miré a mi salvador: era el médico que siempre aparecía cuando estaba en este cuartel. A su vez me miraba con expresión curiosa y una pequeña sonrisa en sus labios. -¿Te duele mucho? –volvió a preguntarme.
Yo estaba sentado rígido (lo cierto es que me empezaba a doler un poco, pero no hice ningún caso) sobre la cama.
Miré rápidamente a Colyn. Este tenía los ojos fijos en mi cara (¿habré puesto algún careto extraño? No creo, no soy de los que gesticulan inconscientemente) bien quieto en la pared. Con ésta ya me había visto ponerme raro dos veces; eran demasiadas…
Me quedé con mi cara de póker y en silencio sin saber si responderle.
Tendría unos treinta y tantos años, supuse, con una apariencia joven pero donde empezaban a marcarse arrugas alrededor de los ojos y la boca al sonreír. Llevaba el pelo completamente despeinado como recién levantado, lo que le daba un aspecto un tanto desaliñado. La parte dada a los guiones culebriles de mi cabeza me sugirió en seguida que posiblemente fuera una rata de biblioteca (ya tengo mi primera teoría sobre él; segunda si contamos la del torturador).
Se ajustó las gafas en un movimiento distraído. -Sé que hablas mi idioma, según me han dicho. Aunque solo sea para meterte con Robert – ¿Robert? Ah, claro, el-que-se-hace-el-héroe… Se rió como si de verdad le hiciera gracia que chinchara a uno de sus compañeros. Permanecía un poco inclinado, apoyando las manos sobre las rodillas para que nuestras caras estuvieran a la misma altura, un gesto que me sorprendió. Visto desde el mundo de la sugestión (que tan bien domino) eso pretendía un acercamiento para que yo estuviera cómodo y me abriera a él. Intentaba hacerse el simpático a ver si colaba conmigo, lo cual me puso enfermo. “Él” también hacía eso.
-¡Oh, ya caigo! Querrás que te lo prometa… Yo, el médico Guardián Ginneas Jeis Finnekan, te prometo por mi alma que no te haré daño mal intencionado, solo te trataré tus heridas. –Me tendió las manos enguantadas en látex-. Es por tu bien…
Alargué las manos hacia él. Si intentaba algo (lo que sea, como si estornuda y con el impulso se me acerca demasiado) le partiría la cara de un puntapié. Me aseguré de estar en una trayectoria óptima para que la patada lo lanzara contra el pelirrojo desagradecido y así lo inmovilizara mientras me ponía a salvo de las repercusiones.
-Gin –de Ginneas, no me extraña que prefiera acortarse el nombre-, ¿vas a curarle? –preguntó Colyn, hablando por primera vez. No parecía ofendido como lo hubiera estado el “héroe”, solo sorprendido y quizás algo asqueado.
-Sí. Necesitamos que siga de una pieza –para mi juicio, era obvio. No podían permitirse que la palmara antes de matarme ellos.
El pelirrojo se encogió de hombros dando el tema por zanjado.
El medicucho lavó un poco mis manos y apartó con unas pinzas los restos inservibles a un cuenco al mismo tiempo que me examinaba; aunque yo ya lo había hecho. Empezó a enumerar lo que ya sabía: quemaduras graves pero centralizadas, huesos bien, tendones bien…
Seguí estudiándolo, mientras ponía cara de concentrado y Colyn controlaba la habitación con la mirada. Por encima de la camisa de lino y la bata de doctor que llevaba, podía distinguirse dos cicatrices horizontales y paralelas que le atravesaban la garganta justo debajo de la nuez. Era lo más raro de todo el conjunto. Todos los Guardianes tenían marcas y cicatrices de guerra, pero aquel médico no tenía pinta de guerrero. Quizá lo fue en su día pero se retiró para dedicarse a los heridos.
-¿Te duele? –apretó mi muñeca izquierda. Siseé en respuesta. Sonrió de nuevo haciendo que una red de arruguitas apareciera bajo sus ojos. –Eso es bueno, significa que los nervios siguen bien –cómo si no lo supiera.
Apartó el cuenco y las pinzas a un lado y me miró encogiendo un poco los hombros.
-Bueno, dime: ¿Los de tu especie pueden regenerarse?–no utilizó ningún tono para referirse a “los de tu especie”, lo dijo de forma neutra a posta, como ensayado. O lo que es lo mismo: sentía asco por todo lo referido a la magia como yo, pero no le convenía ser sincero y que yo me molestara. Pues le ha salido el tiro por la culata. La verdad es que no me sentí demasiado ofendido como debería. -¿”Qué” eres exactamente? –sí, saben que soy un hibrido y que solo soy medio demonio; se lo he repetido miles de veces, pero les sigue pareciendo raro. En este mundo no proliferan los hibridos, precisamente, y supongo que les interesa saber que especies se han mezclado dándome como resultado. Soy una especie de fenómeno.
-¡Gin! –Llamó alguien-. ¡Te necesitamos, Gin! –los tres miramos en la dirección, una persona se estaba desangrando a chorros en la camilla. Idiotas, ¿por qué lo movían si veían que estaba tan herido? Seguro que solo habían logrado abrirle más las heridas.
Gin dio un salto fuera del taburete y salió corriendo hacía allá, mientras murmuraba una disculpa.
Nos quedamos en silencio. De nuevo, Colyn y yo solitos.
Colyn se retocó el cuello de la chaqueta y al hacerlo un sonido ronco se le escapó de entre los labios. Algo le pasaba en el hombro derecho, lo sabía por la forma de moverlo. Debía de tenerlo herido. ¿Por qué no se lo decía a alguien para que lo curasen? Enseguida lo entendí: porque era algo que no quería que se enterasen, por supuesto. A ver, cuando luchamos con los licántropos parecía estar perfectamente; fue después cuando empezó a moverlo raro…
Oh. Ya veo…
Mi mente maquiavélica se puso en marcha. Esto tenía que aprovecharlo como fuera.
-Te mordieron –confirmé con un susurro. Habría sonreído socarronamente de no haber estado rodeado de tantos Guardianes potencialmente susceptibles. Esto era algo muy jugoso, podía ayudarme mucho en mi supervivencia.
Colyn se giró de golpe.
-¿¡Qué!? ¡No, nada me ha mordido! ¿Qué dices? –pero qué penoso intento de mentirme. La alarma estaba patente en su voz.
-Si tú lo dices… -me encogí de hombros-. ¿Fue Girond? –pregunté en voz baja y evitando que pudieran ver mis labios moverse (pueden haber lectores de labios, toda precaución es poca). Girond era el único sangre pura de aquel grupo, el único que podía transmitir la licantropía mediante mordiscos.
Colyn guardó silencio sin mirarme mientras se ponía completamente rígido.
Pero que muy jugoso…

2 comentarios:

  1. COLYN VAMPIROO?!! O MAMAA MIAA! DIME QUE NO AL FINAL NO SERA VAMPIRO DIME QUE NO! Que me caia bien *___*
    PD: Seguire leyendo ^^

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    1. Eing? En todo caso sería un hombrelobo, muchacha, vienen de luchar contra hombreslobo, allí lo mordieron!

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