sábado, 12 de marzo de 2011

Encantamiento 24: Dos semanas después.

Habían pasado pocos minutos desde el amanecer y los rayos del sol se filtraban por los cristales dentro de la habitación.
Aquel loft estaba en las afueras, en una zona abandonada y en decadencia, pero poseía muy buenas vistas del río. De hecho pasaba justo bajo mis pies.
Dejé que el astro incidiera sobre mí para calentarme con su pobre luz. 
-Alec, ¿podrías dejar de mirar las motas de polvo? –me espetó de malos modos el pelirrojo desagradecido, Colyn. Me aparté con un suspiro. Cierto, estaba aquí para trabajar. Al menos él usaba mi nombre y no me decía cosas tipo “escoria” o “gusano callejero” como el-que-se-hace-el-héroe.
Me giré. La tarea no estaba ni a la mitad. El cadáver de un minotauro de dos metros y medio no es fácil de limpiar.
No estaba muy de ánimos, aquello me aburría. No era la primera vez que limpiaba la escena de un asesinato o “rastros de batalla” como aquí los llamaban, en realidad lo había hecho miles de veces con los Seamair. Los Guardianes tenían la cosa organizada de manera que un grupo mataba a los delincuentes mágicos o los apresaban y otro grupo venía detrás a limpiar los estropicios. Desde que acepté ese contrato, limpiar muertos era lo único que hacía (¡¡¡Viva la vida loca!!!, y que se note la ironía).
Sí, mis queridos lectores que no leyeron “Encantamiento 23”, acepté, claro que acepté, ¿qué iba a hacer si no? La otra opción era que me mataran.
No me arrepentía del todo, o al menos me hacía responsable de lo que decidí. No fue difícil: nos hicieron firmar un contrato para la adivina y otro para mí. Y como no soy estúpido, me había asegurado de releer rápidamente una y otra vez el mío hasta lograr memorizar cada coma del documento antes de escribir con sangre (si ellos creían que era necesario… La sangre tiene sentido si el contrato es mágico, aunque no había ningún tipo de magia por el que vincularme al papelejo aquel; fue un poco inútil. En cosas como esa se nota lo incultos que son con respecto a la magia) mi nombre en varias casillas y líneas de puntos para que me quitaran de una vez las abrazaderas de aquella silla tan horrible; estar atado solo traía malos recuerdos que tanto me esforzaba en olvidar; me recordaba a “él” y sus “curas”.
Con el papeleo finalizado pasé a ser considerado un “Guardián más” (entre comillas porque eso no se lo cree nadie). Era perfectamente consciente de que tendría que pagar un alto precio con ese contrato, pero me resignaba.
Estaba vivo habiendo sobrevivido a un juicio de los Guardianes: algo inaudito. Ya no había más vuelta de hoja, al menos para lo que a mí respecta; no importaba lo que tuviera que hacer, sobrevivir siempre estaba por encima de cualquier sacrificio. Siempre.
Sé que no hago más que reafirmarme en lo mismo, lo siento, es que estoy intentando labarme en el cerebro.
Yo soy de los que se calientan bastante la cabeza y como no podía ser menos, lo había pensado y ya tenía un nuevo plan: ahora contaba con la protección de los Guardianes, ellos me protegerían y yo les ayudaría hasta conseguir algo lo suficientemente jugoso con lo que ganar mi vuelta con los Seamair. Quiero decir, que si actuaba como un aliado y me ganaba su confianza, quizás podría llegar hasta algo importante para comprar el perdón de Cristofino. Un arma, la destrucción de los Guardianes, cualquier cosa que le demostrara que seguía siendo fiel a él.
Sí, aún quería volver con ellos a pesar de que me buscaban para acabar conmigo. Los conocía y una vez que demostrara que todo había sido una trampa de Kaila volvería a ganarme su respeto. El quid de la cuestión era encontrar algo con lo que demostrárselo.
Tendría que tener mucha paciencia con mis nuevos protectores...
Me recliné contra el cristal y seguí dejando que Colyn se peleara con la moqueta (mira que soy generoso, no puedo quitarle toda esa diversión al pobre). El-que-se-hace-el-héroe estaba también en ese grupo de limpieza, podía escuchar el sonido de sus pesados pies tres habitaciones más lejos.
Pero sigamos con la historia de estas dos semanas tan... ¿interesantes? (por llamarlas de alguna forma). Tras instalarme y superar los primeros “roces” con mis nuevos compañeros, se instauró la rutina. Mis horarios de sueños se trastocaron (como si no tuviera ya suficiente con mis problemas de insomnio) pasando a realizar todas las actividades en horario de día, justo cuando yo dormiría de haber seguido en el Trébol de las Cuatro Hojas. Las jornadas empezaban siempre a las cinco, con los golpes de Colyn contra mi puerta. Dos veces al día me paseaba por la enfermería a que me cambiaran las vendas (Gin seguía un poco decepcionado a pesar de que me estaba curando más rápido que un humano medio; no sé qué se esperaba que pasara exactamente, ¿que se me cayeran y me crecieran unas manitos nuevas?). Hablando de eso, ya podía mover las muñecas y cerrar algunos dedos sin morirme de dolor ni desangrarme (lo cual ayudaba a mejorar mi ánimo). Lo más alentador eran mis nuevas esposas. Estas no estaban unidas físicamente, no tenían la cadena que me quitaba tanta movilidad aunque el efecto sobre mi magia era el mismo: la reprimía e inutilizaba por completo (creo que funcionaban como el Wifi o el Bluetooth pero no me supieron o no me lo quisieron explicar). La sensación de libertad era maravillosa. ¡Al fin podía hacer movimientos de 360 grados con los brazos!
Mi vida social se podía decir que estaba, como mínimo, en coma profundo. Los momentos de socialización eran muy escasos, porque, aunque estuviera en lugares públicos seguían tratándome como a una escoria diabólica (el-que-se-hace-el-héroe sin ir más lejos). O no me hablaban o usaban malos tonos (algunos seguían desenvainando sus espadas…).
Además mientras no estuviera en la “celda” (sigo sin acostumbrarme a llamar a ese cuartucho como un espacio de vivienda) debía seguir a Colyn de un lado para otro. Prácticamente tenía prohibido separarme de él, en cuyo caso no se responsabilizaban si acababa con un miembro menos. Como había sido una orden directa de su superior, éste siempre me estaba controlando, pero enseguida me acostumbré.
Miré la habitación de arriba abajo, no era fea, aunque había esqueletos de ninfas que yo nunca habría elegido para la decoración (queda demasiado recargado). Y otra vez a mi compañero. Desde luego... qué mal se le daba hacer saltar la sangre de la moqueta. Esta tarde iban a venir los de la constructora para revender el piso “que había quedado libre”, no creo que les hiciera mucha gracia encontrarse al antiguo inquilino con como veintitrés flechas atravesándole (Lena…).
Con Colyn las cosas estaban raras (y que yo, precisamente yo, tenga que usar ese adjetivo calificativo...). Estaba intentando llegar a un trato con él, pero las cosas estaban tardando más de lo que me gustaría en llegar a donde quería.
Estaba convencido de que yo era la única persona que sabía lo de su licantropía (seguro que no se lo dijo a nadie, no se atrevería). Incluso había logrado convencerle en una de esas con unas medicinas robadas de la enfermería (no le hizo mucha gracia saber de dónde las había sacado pero es que tampoco podía perdirlas por las buenas, habrían preguntado) de que me permitiera curarle la herida porque no podía ir por ahí con un mordisco abierto que se le podía infectar. Estaba lo suficientemente desesperado como para aceptar mi ayuda, pero era tan cabezón que no me escuchó en nada más.
Me mordí el labio distraidamente. Debía sacar provecho de mis conocimientos sobre él como fuera, era una baza demasiado buena como para no aprovecharla.
-¿Qué te harían de saber que Girond te mordió? –volví a la carga. ¿Lo matarían o sencillamente lo echarían de la Orden?, después de todo son cazadores de demonios...
Colyn dejo caer la bayeta húmeda sobre el tobillo del tipo muerto, siempre se le ponía cara de enfermo cuando sacaba el tema (ya va siendo hora de que te acostumbraras, ¿no? Que hay por lo menos un 40% de posibilidades de que te pases la vida así) -¡Nada me mordió!
Le miré fijamente sin llegar a usar una de mis autenticas miradas asesinas. De nuevo intentaba negarlo frente a todas las evidencias.

-Bueno –que paciencia…-. Pero por si acaso fue Girond –el pura sangre-, ya sabes lo que te pasará la próxima luna llena; faltan una semana y cinco días –ya había hecho el cálculo (cae el 6 de Octubre), pero seguro que él también, cualquiera en su situación lo habría hecho.

Cuadró la mandíbula.
-Ni se te ocurra…
-No se lo voy a decir a nadie. Y tampoco creo que me creyeran, aquí cuenta mucho más tu palabra que la mía –intenté tranquilizarlo.
-Tú no digas nada o te las veras conmigo -frotó con fuerza solo logrando que se extendiera aún más el manchurrón-, te lo puedo asegurar –qué poco amigable era siempre...
-Podría ayudarte… Encubrir todo lo relacionado con tu “posible” licantropía -después de todo, aun no era seguro que se convirtiera en un hombre lobo.  Durante la conversión podían pasar tres cosas: que la superara con éxito y se hiciera un licántropo, que no saliera bien y enloqueciera con la sed de sangre/carne o que no la pudiera pasar y muriera... Y él, ¿qué esperaba que pasara? ¿De verdad seguiría viviendo como un hombre lobo con su creencia tan fuerte de que deben morir? Bueno, a mí no me importa demasiado, la verdad-; las heridas, evitar que otros Guardianes se enteren (piensa que aún no se lo he dicho ni insinuado a nadie), el temita de la conversión…
Me miró fijamente, esto tenía que ser algo bueno porque nunca lo hacía.
-¿A cambio de qué?
-Sencillo: a cambio de que me protejas. Ya te habrás dado cuenta de que no soy Miss Popularidad precisamente -no sé porqué si soy guapísimo y el alma de la fiesta (perdonad que me ría tanto con esa última parte). Sin comerlo ni beberlo ya me he metido en tres peleas y casi me atraviesan con una lanza en una de ellas-. Mira, sé perfectamente (y tú debes saberlo también ya que estuviste allí) que hay gente muy en contra de que yo esté aquí y que planean matarme y que parezca un accidente diga lo que diga ese contrato que firmé -y no lo ocultan demasiado bien, todo sea dicho-. Y para eso te necesito –seguí explicando aprovechando que no me mandaba a la mierda todavía-, necesito que seas mi “guardaespaldas”, por así decirlo, que apacigües a los más violentos y que si estoy apurado lidies de mi parte en las peleas. No es mucho, ¿no te parece? De hecho solo estarías contribuyendo a que el contrato se cumpliera.
Se quedó pensándolo.
-¿Solo eso?
-Solo eso –asentí.
Suspiró. Oh, dios, ¡milagro! Sabía que en cuanto dejara de ser tan idiota vería que yo llevo razón.
-De acuerdo –tendió una mano que acepté rápidamente y aun sonriendo. Ambos realizamos la promesa (él especificando que podría matarme si yo no cumplía lo mío).
-Anda, quita. Para la sangre de los intestinos hay que usar limpia-cristales mezclado con lejía –sienta tan bien conseguir lo que quieres que creo que limpiaré para los Guardianes y todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario