martes, 15 de marzo de 2011

Encantamiento 25: Jusjus, la mejor mascota posible (y una mierda).


Pues, “Abu”, ya sé que no lees esto, pero como te quiero (aunque tú a mí no ¬¬) te lo dedico tanto a ti como a esas galletas que siempre me restriegas que haces sin venir a cuento y que nunca me traes xD




Unos golpes en la puerta hicieron que levantara la vista del portátil (si Colyn veía que estaba jugueteando con las cosas del muerto en lugar de limpiar me capaba; pero es que hacía siglos que no me pasaba por algunos blogs (¡¡La maldita autora de “La asquerosa vida de Rose Darling” dice que ya no sube, será...!!), y yo no soy tan imbécil de meterme en redes sociales ni en servidores que pidan datos y dónde puedan localizarme (sí, pueden hacerlo; el mundo de la tecnología es así de inseguro, mis queridos lectores; aceptadlo)).
Me quedé estático hasta que la voz de Lena se produjo al otro lado de la puerta principal.

Cerré a toda prisa el ordenador y salté del sillón atusándome inconscientemente la ropa y el pelo para ordenarlo, cosa que en el acto me pareció inútil porque. Mejor me quedaba con el estilo despeinado y natural que por algo es el que mejor me sienta (y es el más sencillo del universo en mi caso; luego hay gente que se tiene que pasar horas delante del espejo para dejarlo “casual” y, bueno, no sé porqué me pongo ha hablar de estas cosas…). Sacudí la cabeza y todo volvió a su estado atractivo en el acto (ya dije que en mi caso es súper sencillo, no me hacen falta peines). Normalmente no me preocuparía así por mi aspecto; me siento imbécil.
Fui hasta la entrada aguantándome el patetismo extremo y la vergüenza que me daba comportarme así. Allí estaba el-que-se-hace-el-héroe cerrando la puerta mientras Lena se quitaba el abrigo.
-¡Hola, hola, chicos! –ya me estaba acostumbrando a su espectro de voz más bien agudo y taladrante.
-¿Qué haces aquí? Deberías estar descansando -le dijo Colyn. Lena había participado en la misión que estábamos limpiando; Colyn tenía razón, se supone que debería estar descansando.
Lena rió haciendo que ese sonido se me clavara en los tímpanos.
-Eso puedo hacerlo aquí igual que en el cuartel -se sentó en el sofá para tranquilizarnos-, Además -sacó un táper de su bolso de arpillera-, ¡os he traído galletas!
El-que-se-hace-el-héroe alzó una ceja. -¿Tú, galletas?
-Ey, un poco más de confianza que yo no uso matarratas -¿por qué diantres ha desviado la mirada medio segundo hacía mí?-. No, no son mías. Me las dio tu madre para vosotros -las pasó para que Colyn y Robert cogieran y en el acto guardarlas. Solo estaba a dos pasos y me acaba de ignorar a lo bestia; como que me siento un pelín marginado…
Me esclafé en el sillón orejero de color malva fosforito que tenía al lado. Obviamente no iba a dejar que mi cara de póquer se descompusiera ni un milímetro.
En momentos como este se hacía más evidente que me excluían; no era nada nuevo, yo jamás pertenecería a su grupo. Ellos tenían un pasado en común ya que habían crecido juntos, sus familias se conocían, también compartían ideales (prejuicios) y ese tipo de relación tan consolidada con chistes privados y miríadas de anécdotas y más chorradas por el estilo. Cuando empezaban a hablar era inútil que intentara seguir la conversación (bien, Alec, ahora lo único que queda para no sucumbir al aburrimiento es limpiar, mirar las motas de polvo o aburrir al personal).
Toca aburriros con mis penas y embrollos mentales: Yo también compartí mucho con Lena, estuvimos varios años teniéndonos solo el uno al otro, ¿por qué Lena no podía recordar eso? ¿Acaso para ella no significó nada? Me sentía impotente ante la rabia que me producía. Odiaba sentirme así, en realidad Lena conseguía que sintiera demasiadas cosas que yo no quería sentir.
-¿Quieres? -me giré para observar la galleta que Colyn sostenía frente a mi cara. ¿De verdad me la estaba ofreciendo?
Las tripas me temblaron en una más que evidente suplica para que la aceptase bajo pena de muerte por inanición (creo que exagero después de todo hoy he desayunado; asquerosas y nutritivas gachas, pero he desayunado).
-Gracias -añadí antes de cogerla y lavármela a la boca (¿qué, estómago, ya estás contento? (por dios, sí que estoy mal, ya hasta hablo con mis órganos internos)). Así que éstas eran las galletas caseras de la madre del-que-se-hace-el-héroe; y la mujer a la que Albert le puso los cuernos con la mía. Humm, parece que la imagen se perturba un poco si añades información, y no precisamente para bien. Estaban riquísimas.
El pequeño puente de unión en forma de galleta entre el grupo de Guardianes y yo se disolvió tan rápido como se formó y yo volví a quedar apartado de todos.
No tenía muchas ganas de analizar mi vida, ya me aburría repetir siempre la misma película. Bueno, ahora tocan las motas de polvo…
La tarde se fue deslizando pesada y lenta a lo largo de los cambios de conversación de los Guardianes. Yo solo escuchaba trozos, en especial si salían a tema grupos de mafias o simplemente que Lena tomaba el control sobre la conversación.
-¿Habéis oído eso? -me senté recto y estirado como un felino al acecho. Más que oírlo había sido sentirlo. Lo sentía en la piel y en el aire. Subí los pies sobre el sillón en cuclillas para tener una mejor panorámica de todo el suelo.
-¿Qué...? -les mandé callar antes de que protestaran y agudicé mis orejas puntiagudas. Estaba en tensión, preparado para que cualquier cosa me atacara. Ahora sí que podía oírlo: seis patitas con garras como las de una rata.
Cogí el teléfono, lo primero que pillé; lo tiré contra la estantería sin pensarlo dos veces. Los libros y trastos se cayeron y un jusjus (ahora tuerto) chilló.
¿Es que la gente no entiende que las mascotas con dientes afilados y que expulsan veneno tienen que estar guardaditas en sus jaulas? El jusjus es una especie de... nogmo por así decirlo; mide 25 cm, y parece una rata llena de tumores de lo fea que es; vamos, la mejor mascota posible (y una mierda).
El bicho peludo me miró muy mal y rumiando cosas sobre mis antepasados (saben hablar, mal, pero saben).
-Jujusjusjus -resopló como si riera (de ahí el nombre)-, estúpidos, asesinaron a mi amo y yo acabare con vosotros -regurgito un frasco (que asco) y un interruptor (aún más asco)- ¡Hay una bomba! -y pulsó el interruptor lanzándonos además el frasco.
Oh, oh. Esto no pinta muy bien.


2 comentarios:

  1. Bueno, he hecho un alto en la historia (llevo un rato leyendo) para comentarte. Primero , me encanta como escribes, es muy natural y no se ve forzado ni nada así ^^
    Segundo la historia está genial, es muy original, más de lo que me esperaba y eso me encanta ^^
    Y tercero soy seguidora tuya porque quiero saber como continúa esto ^^
    Pooor cierto, eso no pintaba bien? Por la bomba o por que les había tirado el frasco? XDD
    Muy bueno, un besazo!!
    P.D: mi blog es http://invasion-z.blogspot.com/
    Si te apetece pásate, sino no importa XD

    ResponderEliminar
  2. Oh, en serio? Pues me llenas de orgullo y satisfacción (como el rey)!!
    Supongo que pinta mal por las dos cosas xD

    ResponderEliminar