sábado, 30 de abril de 2011

Encantamiento 30: Regreso y enlace para “Encantamiento 31”.

Nos unimos las manos con una cuerda de pelo de unicornio con el poseedor de nuestro propio cuerpo y bebimos la pócima que yo había preparado  aún caliente. Al recitar unas palabras, la magia empezó a bullir en nuestros estómagos y las luces giratorias nos rodearon logrando incrementar la sensación de mareo.
Luego, todo se calmó. Todas las sensaciones se restablecieron, volvían a ser iguales a cómo eran antes de estar en el cuerpo de Lena. Incluso sentía el dolor de la pierna herida como estaba acostumbrado a sentirlo. Era agradable volver a ser uno mismo. La paz de aquel primer momento era insuperable, mis queridos lectores.
Todos estábamos cansados, así que decidieron que nos fuésemos directamente al cuartel y allí enviar a una patrulla a limpiar los restos (no tenían ningún teléfono a mano).
Gin había sido tan prevenido de traerse un botiquín médico en el coche (¡un fuerte aplauso para esté medicucho con un nombre completo tan complicado!). Yo mismo me cosí la pierna y ayudé a Gin con las heridas de los demás; se me daban bastante bien esas cosas médicas. Gin estaba preocupado por el golpe que Lena (cuando yo estaba dentro de ella) había recibido en la nuca y que podía provocarle una conmoción.
Por suerte, estábamos tan cansados que no teníamos ganas de discutir. Cosas como que yo me había escabullido sin avisar a nadie, que hubiera vestido a Lena de “punk lolita” (aunque la verdad, no estoy del todo seguro de que eso sea punk), las explicaciones que tendría que dar sobre que mi prima había intentado matarnos a todos o de dónde había sacado la ropa y el libro de conjuros. Incluso nos habíamos enterado abiertamente de hasta qué nivel llegaba el historial amoroso de Lena…
Hablando de Lena, ¿eso querría decir que nunca ha tenido un novio? ¿O ha tenido solo amores platónicos? ¿O habrá tenido algún lío muy puritano? A lo mejor es que directamente no creía en el amor o deseaba hacerse monja. Ey, queridos lectores, que no quiero saberlo en plan cotilla, en serio. Lo que pasa es que ese tipo de cosas son muy importantes a la hora de entender el comportamiento de una persona y cómo podría reaccionar a distintas situaciones; una persona se mueve por su manera de pensar.
Seguí haciendo ver que ojeaba las páginas del cuaderno de conjuros recientemente conseguido.
Y luego estaba lo ocurrido con Albert.
Los dedos se me crisparon.
    En la Iglesia, mientras preparaba la pócima tuve que apartarme   porque su olor se me estaba atragantando en la garganta. Me senté en uno de los bancos e inevitablemente había mirado el cadáver de Mikie que tenía al lado; un cuerpo irreconocible y calcinado (si exceptuamos la ropa que tenía un fuerte hechizo para ser ignifuga y se mantenía como los chorros).
    -Era buena persona; me ofrecía caramelos de café... –había comentado con un suspiro sin darme demasiada cuenta. Mikie siempre se compraba la bolsa de caramelos de todos los sabores, pero como el café no le gustaba, se los encasquetaba a quién podía.
       Sin duda mi estado de ánimo se había desplomado por debajo del umbral de la dignidad. ¡Pero si había aguantado muy bien hasta ese momento, mierda! Quería desesperadamente volver a mi cuerpo capaz de saltar desde palcos de veinte metros y correr a toda velocidad sin problemas y ver bien en la oscuridad con los dos ojos y quería volver a tener mis colmillos y estar con mis piernas largas y resistentes. Fue entonces cuando sentí el ojo ardiendo y las mejillas húmedas. En ese momento no supe lo que me pasaba exactamente pero enseguida me puse a pensar en que me habían rociado con ácido los ojos.
      Recuerdo perfectamente que me ordené parar, y recuperando la compostura, me obligué a aplacar a esos pensamientos caprichosos y poco útiles que habían aprovechado para hacerse hueco y extendí una nueva oleada de cuerdas para someter los músculos de Lena a mi voluntad.
     Había vuelto andando con paso firme hasta la pila bautismal dónde se preparaba el brebaje (no necesitaba fuego, una suerte) aguantando la respiración para no marearme.
Logré que mi voz saliera tan insensible como lo habría hecho de estar todavía en mi cuerpo al anunciarles que le quedaba poco a la pócima. Había mirado hacia arriba al sentir la presencia de otra persona cerca. Gin estaba curando a los otros... Era Albert.
     -Alexander... Muchas gracias, me has impresionado -sentía los músculos flojos y mi expresión se convirtió en una mueca. No sabía cómo reaccionar a esas palabras de Albert; aquello era demasiado raro.
      Con el dorso de su mano me limpió… las lágrimas. Me sorprendí al descubrir aquellas gotas incoloras sobre su piel. Mi cuerpo carecía de lagrimales, era uno de los rasgos que heredé de mi estirpe demoníaca. Por consecuencia, yo nunca había llorado, nunca. La primera vez que lloriqueaba en mi vida y no sé si sentirme orgulloso.
Pero volvamos a este todoterreno de cristales tintados; después de todo, no es una historia tan importante…
Aunque había sido, sin duda, rarísimo. Nadie había sabido muy bien cómo reaccionar (Colyn y Lena habían estado un poco distraídos con Gin, pero éste y Robert lo habían visto de pleno). Por patético que suene, por muchas vueltas que le diera me seguía pareciendo incomprensible. Entendía que me hubiera abrazado porque necesitaba sacarme lejos de los demonios rápido y no podía andarse con remilgos como el asco (porque entonces podría haber muerto y ninguno de sus Guardianes, incluido su hijo, podría regresar a su cuerpo); la situación lo exigía. Pero que me hubiera secado las lágrimas... (por no mencionar que aún se me hace raro la idea de que yo haya llorado por primera vez en mi vida por  haber estado en un cuerpo que sí tiene lagrimales. Es una sensación también muy rara...).  No sabía si lo había hecho porque el que lloraba era el cuerpo de Lena o... porque quien lloraba era yo.
Me mordí los labios y miré el asiento delantero, donde Albert descansaba mirando por la ventanilla.
Ya podría haberse estado quieto y no complicarlo todo de esa manera.
Y más cabos sueltos... De momento no tenía suficientes datos para saber qué era exactamente lo que Kaila buscaba conseguir con las Puertas del Infierno ni lo que necesitaría para ello o si lo hacía siguiendo órdenes de Cristofino; aunque tenía una cierta idea. Debía de estar siguiendo órdenes porque ella no se atrevería a hacer cosas tan importantes como aquella sin la aprobación de sus jefe por muy chulita o poderosa que fuera. Estaba casi seguro de que buscaba un beneficio, eso era obvio, algo suficientemente grande como para arriesgarse a alterar las leyes del mundo que prohibían la apertura de las mismas. Y tendría que seguir investigando qué ingredientes necesitaba para hacerlo… No podía hacer otra cosa que resignarme a darle más vueltas por el momento.
La cabeza de Lena se apoyó en mi hombro. Me puse rígido en el acto. Lena estaba rumiando medio dormida. Se le cayó uno de los cascos y el sonido de un maxi sólo de guitarra inundó la parte trasera del vehículo (no sé cómo puede dormir con eso tan fuerte). Bueno... en ese caso no pasa nada, no hace falta que reaccione de ninguna manera...
Me encogí sin darme cuenta. Por muy Lena que fuera seguía sin gustarme que invadieran mi espacio vital de buenas a primeras.
Miré en otra dirección. Colyn me estaba mirando de pleno con una ceja levantada. Pi-lla-do.
¡Dignidad, rápido, estés donde estés, vuelve!
No tan deprisa. ¡Que no he hecho nada! Lena está tirando a dormida y se ha apoyado en mi hombro y yo me he encogido, ¡ya está! (Bendita mi cara ilegible de póquer que evita que de verdad me meta en más de un embrollo)
Le rebatí con la mirada, sin necesidad de usar la asesina, y al cabo de cinco segundos se vio obligado a mirar para otro lado.
Y yo que pensaba que mi vida era rara... Dónde me he metido.


***
Llegamos sin complicaciones.
Yo mismo desperté a Lena y aprovechando el momento intenté hacerme el amistoso recibiéndola con una amable y preciosa sonrisa. -Ya hemos llegado.
Ella me gruñó y salió del coche de un salto. Tuve que contenerme para no rebotarme con ese comportamiento y hacer algo muy infantil como ponerle la zancadilla.
Hablando de comportamientos infantiloides: Robert estaba mucho más hosco conmigo de lo normal (por su culpa casi me topo contra la columna del garaje cuando me empujó al pasar). ¿Sería porque su padre me había “felicitado”? ¿Estaba celoso por eso? Anda ya...
-Ya hablaremos mañana -fue la sentencia de Albert para que, como decía mi antiguo compañero del Trébol de las Cuatro Hojas Gersey, cada mochuelo se fuera a su olivo.
Pero no. Cuál fue mi sorpresa cuando la adivina C.Lence y su nuevo discípulo, Gigi Canijo Llorón, aparecieron dando un portazo entre los coches (que tienen unos cuantos, ya que estamos). Nos giramos hacia la mujer quién se plantó frente a nosotros en un santiamén; en cambio, Gigi tuvo que correr para estar a la altura de la adivina.
-Al fin llegáis –empezó a decir. Su aspecto siempre era igual de poco usual, pensé. Costaba verle los rasgos ya que estaban como difuminados (si no me dedicara a lo que me dedico eso me habría parecido inquietante). Incluso llevaba la ropa de color rosa pastel resaltando así su aspecto blanquecino. Parecía desteñida.
-¿Qué ocurre? –Albert se puso en alerta de inmediato. Fruncí el ceño temiéndome lo peor, ni de coña me voy a tragar que estaban aquí a estas horas solo para recibirnos. ¿Es que aquí no se descansa nunca?
-Sé dónde está la Flor de Oro.
Obvio que no. Esto más que un capítulo en sí parecía un enlace para el "Encantamiento 31"; así que... LEED Y COMENTAD U OS MALDIGO PARA EL RESTO DE VUESTROS DÍAS.

viernes, 22 de abril de 2011

Encantamiento 29, 3º parte: una virgen no es mucho precio por las “Puertas del Infierno”.


Llegamos a la sala de armas de la exposición. Me dejó contra una pared y bloqueó la entrada con uno de los expositores. Era bastante eficiente, no puedo negarlo.
-Eso los retendrá -su tono no era para nada jadeante, sino igual de monótono e impactante que siempre. Ni siquiera parecía una pizca cansado, cosa que me sorprendía y molestaba-. ¿Estás bien? -me preguntó posando su atención en mí. No respondí, respirar ya me costaba bastante-. Los demás están prácticamente como tú. Gin dice que es porque la hora de que se haga irremediable se está acercando y ya no podéis controlar el cuerpo en el que estáis, que os está intentando expulsar -¿qué me cuentas? Eso ya lo sé perfectamente, estúpido. Llevo casi mis dieciocho años usando magia y conjuros, ¡pero tú no quisiste saber nada de mí! Oh... qué más da eso ahora.
No tenía fuerzas suficientes ni para enfadarme con él.
Albert cortó las cuerdas que me unían manos y pies.
-Gracias –murmuré frotándome las rozaduras. Era un gran alivio.
-¿Puedes moverte todavía? Parece que no -los demonios intentaron echar las estanterías abajo-. Voy a encargarme de ellos, quédate aquí -siguió usando su tono autoritario.
Enarboló su arma. La estantería finalmente cedió, pero solo un demonio entró; Albert podía perfectamente con eso. No tardó mucho en poder irse de nuevo.
Me dejé caer hasta el suelo con el cuerpo laxo.
Habían muerto por lo menos cinco de los demonios que había traído Kaila; debían de quedar otros seis, quizás menos.
Respiré con fuerza. Podía asomarme y  ver la batalla. Ni rastro de la melena de fuego de Kaila. Albert y Gin estaban peleando con los demonios, no se las apañaban del todo mal pero eran demasiados. Vi al cuerpo del-que-se-hace-el-héroe intentando liberar a malas penas el cuerpo de Colyn de las ataduras mágicas. Pero uno de los demonios lo apartó de un fuerte empujón y se tiró sobre él con la intención de matarlo.
Si uno de los cuatro moría podíamos no volver ninguno a nuestros propios cuerpos...
Me puse de pie en el acto. Debía hacer algo (mi vida depende de ello). Agarré automáticamente un arco y flechas cualesquiera rompiendo una de las vitrinas. No estaba seguro de ser capaz de manejar un arco pero el cuerpo de Lena reaccionó sin necesidad de pedírselo. El arco se convirtió de golpe en una extensión con más voluntad que yo mismo al apuntar al demonio. El sonido al rasgar el aire me apremiaba a respirar con más fuerza, como si pretendiera aspirar el subidón. Dos flechas sucesivas alcanzaron al demonio, dándole a los cuerpos del-que-se-hace-el-héroe y Colyn la oportunidad de escapar. Una quinta lo inmovilizó contra el suelo (joder, esto es la ostia).
Redirigí el arco hacia el resto de demonios de la sala, dejando que el instinto que Lena había inculcado en aquel cuerpo me guiará (repito: LA OSTIA MADRE MONTADA EN EL BARCO DE CHANQUETE).
Un demonio golpeó a Gin en la pierna y lo tiró al suelo. El cuerpo del-que-se-hace-el-héroe aún no podía ir a socorrerles y Albert se quedó a solas contra seis demonios. Un demonio de fuego envuelto completamente en llamas golpeó el costado de éste y otro con mandíbulas de tiburón se lanzó contra su cuello. Albert lo paró con el brazo. Mi flecha no ayudó, el demonio dientes-de-tiburón no parecía sentirlas; debía tener la piel acorazada.
El rabillo de mi ojo (del de Lena, lo siento; aún se me hace raro usar los determinantes) capto como el otro demonio dientes-de-tiburón-per-con-piel-blindada que había reducido a flechas hace un momento había vuelto a la carga y luchaba contra mi cuerpo (¡ahg! ¿No pueden morirse de una vez?), quien debía conservar mis reflejos pero no podría esquivar por mucho tiempo.
Miré al demonio con pura ira ciega. No me tocará.
Salí corriendo hacia allí. El aire me era insuficiente. A la puta mierda. Corrí soportando la asfixia.
Golpeé con fuerza la oreja del demonio dientes-de-tiburón con el extremo afilado del arco. Acerté en el oído de pura casualidad, el único punto débil de aquella especie. Me quedé estático al darme cuenta de la cacho potra que acababa de tener. Con más fuerza lo hundí casi un palmo. Debía de haber tocado el cerebro (después si eso lo compruebo).  El demonio al fin cayó a plomo tirando del arco aun hincado en su cabeza y haciéndome perder el equilibrio, muerto.
-¿Me han herido? -pregunté con voz rota a quién estuviera dentro de mi cuerpo. Los ojos empezaban a escocerme igual que los arañazos y moratones. En los libros o películas siempre pintan las peleas súper bonitas y facilísimas, pero la única verdad es que, si te enfrentas directamente a alguien a muerte, es imposible salir sin rasguños (de hecho es lo normal que acabes para el arrastre).
-Sí, estoy bien -me escupió.  Ese aspamiento de asco era inconfundible. No jodas... ¿¡Él-que-se-hace-el-héroe!? ¿Es que no podía otro meterse en mi cuerpo? Y encima me mentía: tenía una herida que sangraba en la pierna (por no hablar de los arañazos de Kaila).
Albert seguía luchando solo. Habían separado a él y a Gin y ya no podían cubrirse las espaldas mutuamente.
Saqué el arco de la cabeza del demonio (ugh, que asquito; ¡pero hay que aguantarse!) ayudándome con los pies y volví a alzar el arco inconscientemente. Atravesé con la flecha la mano de uno de los demonios con los que luchaba Albert; no le venía mal una ayudita.
-¿Y los demás? -pregunté al-que-se-hace-el-héroe-con-mi-cuerpo al no poder divisar ni al cuerpo de este, ni al de Colyn ni a Gin. Cuando te pasas la vida metido en estas cosas te acostumbras al jaleo; ya sé que vosotros os estaréis medio perdiendo a estas alturas.
-Deben haber desplazado la pelea a otra parte. Ni Lena ni Colyn están bien -ya  lo he supuesto, ninguno lo estamos-. Si tú aún puedes caminar ve y ayuda a mi padre -me ordenó. El-que-se-hace-el-héroe gesticulaba una barbaridad; mi cara no estaba acostumbrada a tanta actividad ni de casualidad, ¡iba a provocarme a arrugas!-. ¡Yo no puedo! -y esto parecía producirle una gran rabia; tenía que pedirme ayuda a mí, la escoria, para salvar a su padre porque él estaba incapacitado para hacerlo. Me encantaba ver el sufrimiento en sus ojos.
Resoplé. Bueno...
Salté sobre uno de los bancos para conseguir mayor ángulo y que la flecha se estrellara contra la zona blanda del cuello de uno de los demonios. 


Quedan dos demonios.
Uno de ellos se abalanzó sobre mí. No pude buscar la flecha a tiempo ni apartarme y me golpeó el estómago lanzándome contra los bancos traseros (sí que me va bien).
El aire me abandonó de golpe al dar contra el suelo. La cabeza me dio vueltas. Había recibido demasiados golpes ya, tenía que parar.
El demonio fue a lanzarse contra mí con su cuerpo recubierto en llamas. Lo golpeé con el arco, pero me lo quitó y convirtió en cenizas.
-¡Mikie, espera, no! -grité el nombre del demonio, quién fue a frenar medio segundo por la sorpresa.
Albert hundió su espada en el cuello de Mikie como ya había hecho otras veces antes.
El cuerpo del demonio centelleó con más fuerza aún intentando desasirse mientras moría; un par de coletazos y el fuego que le rodeaba se extinguió. La sangre cayó a chorro sobre el banco y empezó a carcomer la madera hasta hacer un agujero de diez centímetros de diámetro y abrirse paso y caer al suelo, también para deshacerlo.
Gateé lejos de la sangre corrosiva.
No se oía ya pelea, debíamos haber terminado (ALELUYA)
-¡Albert, Alec! ¿Estáis bien? -preguntó Gin acercándose a buen paso. Alcé la cabeza, Gin estaba ayudando a caminar al cuerpo del-que-se-hace-el-héroe, pálido como la leche, y el cuerpo de Colyn les seguía también muy lívido. Yo estaba en el cuerpo de Lena, Lena en el de Colyn, Colyn en el del-que-se-hace-el-héroe y éste en el mío; repasé inconscientemente. Al menos estábamos todos.

lunes, 18 de abril de 2011

Encantamiento 29, 2º parte: una virgen no es mucho precio por las “Puertas del Infierno”.

¡Dos personas! ¿Podían ser de los nuestros? No pude comprobarlo porque me distraje al ver que Kaila se acercaba con paso firme. Tenía la nariz, pequeña y picuda, arrugada por el asco. Se había hartado de mí.
-Podemos comprobar tu virginidad por las buenas o por las malas, tú eliges.
-¿Por las buenas...? ¿Estás de coña, eso existe? -intenté aflojar las cuerdas pero la magia en ellas me quemó. Oh, mierda.
-Ya has elegido -agarró con sus garras una de mis piernas para inmovilizarla y con la otra fue a quitarme la ropa.
-¡Para! -le gritó el cuerpo de Colyn desesperadamente (creo que ya sabemos quién lo posee).
Me retorcí en respuesta. Lena debe de estar en ese cuerpo, si ella no quiere que le quiten las bragas pues... eso.
-WTF?! ¡Espera, frígida! -insultarla no ayuda, lo sé, pero no puedo evitarlo-. ¡Sí que soy virgen, ¿vale?! ¡No he catado hombre en mi vida! -¿que no he catado hombre? Ya no sé ni lo que me digo
No me prestó atención.

-Con tu sangre podremos abrir las Puertas del Infierno y recuperaremos el control. Todo cambiara y seremos los dueños del mundo. Las cosas cambiaran a nuestro gusto –se recochineó en demoniaco pensando que daba igual admitirlo si yo iba a morir (típico error de malvado de película).
¿Las Puertas del Infierno?
Le di un rodillazo en lo que fue casi un milagro.
-Hija de.... -se apretó la barriga.
-¡La virginidad de Lena es solo asunto suyo, un poco más de intimidad, ¿no?! ¡¿No podríais ayudarme un poco?! -que lo estoy haciendo por el honor de Lena.
Uno de los guardaespaldas de Kaila gritó de dolor antes de caer completamente muerto en el suelo con un cuchillo en la nuca.
-¿Qué? -Kaila se distrajo un momento para intentar buscar al asesino escondido. Aproveché y volví a golpear: rodillazo y cabezazo. La garra de Kaila se soltó y rodé hacia el lado contrario del alta. Caí contra el suelo sin posibilidad de amortiguar el golpe.
-¡Gin! -la voz del-que-se-hace-el-héroe resonó con fuerza acompañado del sonido del metal.
Tras el altar no podía ver nada, pero estaba más a salvo.
No iban a poder con Kaila, ella era demasiado poderosa. Si no hubiera sido por la intervención de Cristofino, ella me habría matado en más de una ocasión.
Había hablado de las “Puertas del Infierno”, no podía ser. Las Puertas del Infierno no son otra cosa que el portal que separa la dimensión del Infierno de la de la Tierra. Pero están siempre cerradas y solo pueden ser abiertas por los altos cargos del Infierno, los demonios más poderosos; los que expulsan a los demonios impuros conocidos como  Repudiados. Busqué la conexión: los Seamair son demonios Repudiados desterrados del Infierno, tal vez… puede que hayan encontrado la manera de abrir  ese portal y regresar al Infierno. Podían no solo haber encontrado la forma de regresar sino cómo acabar con los dirigentes que los expulsaron y ocupar su puesto. El poder que tendrían sería…
Sinsei salió volando por encima de mi cabeza y se estrelló contra la figura de Jesucristo. Me encogí un poco. El sonido de la batalla se hacía más fuerte. Sinsie se levantó, estaba magullado pero vivo. Me vió y sin dudarlo se lanzó sobre mí. Lo rebatí con patadas y rodillazos.
Con un puntapié doble golpeé su cabeza. El crujido de su cuello fue perfectamente audible y cayó para no volver levantarse.
Dos de los demonios de Kaila aparecieron sobre mí. No pude despacharlos a los dos a la vez y aprovecharon mientras pateaba a uno para que el otro me agarrara. Intenté quitarme al que me sujetaba de encima de un cabezazo que lo lanzó hacia atrás. Pero el otro se me lanzó con todo su peso encima, aplastándome. No podía con un tipo de dos metros y doscientos Kilos de peso por mucho que me retorciera y golpeara.
Mierda, mierda. Tenía las piernas atrapadas. Su compañero fue a ayudarlo y entre los dos me mantuvieron inmovilizado. Me retorcí y logré liberarme varias veces, pero no tenía movilidad suficiente y me volvían a atrapar en el acto. Si hubiera estado en mi cuerpo esto habría sido distinto.

Me estaban llevando fuera de la pelea, hacía la salida. Kaila debía de haberles dado órdenes de llevárseme mientras ella liquidaba al resto.
Desequilibré a mis porteadores, momento que aprovechó la espada de Albert para partir por la mitad al demonio que me sujetaba las piernas. Caí al suelo de golpe. Pude arrastrarme antes de que la cabeza del otro demonio saltará por los aire y su cuerpo cayera donde hasta hace unos segundos había estado yo. Jadeaba, tanto esfuerzo estaba acabando conmigo, apenas podía obligar a ese cuerpo a moverse.
Tres demonios más fueron a por nosotros. Albert luchó con la espada con los tres a la vez, pero esta vez no pudo cargárselos de un plumazo (aún así era bueno que te cagas). La manera en la que luchaba era impresionante, no parecía requerirle esfuerzo como si en realidad practicara una coreografía ensayada. Los alejó dando una patada a uno y haciendo que cayera sobre los otros dos (yo también usaba esa técnica infalible). De ese modo pudo ganar tiempo. Me agarró de la cintura y me cargó en brazos escaleras arriba. El olor a pinos y sudor de su camisa me impregno la nariz. Nunca había estado tan cerca suyo; nunca me había abrazado, como mucho me puso la mano sobre el pelo dos o tres veces en toda mi vida. Inconscientemente también intenté apartarme, no me gustaba que invadieran mi espacio vital. Albert me apretó más contra él sin quejarse de que había intentado patearle.

domingo, 17 de abril de 2011

Encantamiento 29, 1º parte: una virgen no es mucho precio por las “Puertas del Infierno”.

El dolor palpitante fue lo último que sentí y lo primero que me recibió al despertar. Eso y la humedad de la sangre que me bajaba por la nuca.
-Sinsie, no habrás avisado tú a estos jóvenes Guardianes, ¿no? -la voz de Kaila parecía siempre más dulce de lo que era.
El tal Sinsie respondió atemorizado por la posibilidad de tener problemas con un demonio de los Seamair como lo era mi prima.
-Nunca, lo juro, lo juro. Bueno, sabía que aparecerían inconvenientes, ya le avisé de esa parte.
-Bueno, estoy de buen humor, así que te creeré; de momento.
Abrí los ojos con dificultad. Si mi control sobre aquel cuerpo era débil antes, ahora mejor no hablamos. Intenté enfocar algo. Seguía en la iglesia de los Marianicos y podía distinguir el brillo rojo de la melena de Kaila.
Estaba tirado sobre el altar y atado de pies y manos. Las cuerdas me quemaron al intentar desasirme. Ninguno de los presentes me prestaba atención.

Reconocí a Sinsie, un traficante mágico, con dos guardaespaldas tensos a su lado (ellos tampoco querían vérselas con una Seamair). Kaila estaba en mitad del pasillo entre bancos con un vestido azul marino de satén que remarca su figura esbelta y curvilínea. Iba bastante más formal de lo normal con los cabellos rojo intenso sueltos y enmarcándole su cara pálida de muñeca, en lugar de los tops de tubo y pantalones militares con coleta que acostumbraba a llevar.
-Traed a los prisioneros dónde pueda controlarlos -ordenó y cinco demonios entraron en la habitación, los conocía a todos pues trabajaban para los Seamair. Kaila no necesitaba escolta para enfrentarse a nadie, pero aun así prefería llevarse a gente por si había que mancharse mucho; seguramente planeaba matar a Sinsie en cuanto consiguiera lo que quería del comerciante. Pero nada de eso fue lo que me impactó. Los gorilas de mi prima arrastraron a unas personas que tenían reducidas en el otro lado de la iglesia. Al acercarlos pude reconocer a Colyn, Gin y a mi cuerpo. ¡Mi cuerpo!
Me costó respirar. Los habían atrapado, mierda. Al parecer habíamos escogido justo el sitio para refugiarnos en el que se estaba haciendo un negocio entre demonios y nos habían atrapado a todos. No, espera, de los que hemos intercambiado el cuerpo estamos yo, el cuerpo de Lena y el cuerpo de Colyn. ¡Eso quiere decir que por algún lado debe de estar el cuerpo del-que-se-hace-el-héroe! No habrían venido solo ellos, ya que para el conjuro necesitamos a los cuatro.
Cruzamos las miradas. Ellos ya parecían estar un poco menos sorprendidos de verme allí; debían de haber llegado antes mientras estaba yo inconsciente (espero no haber babeado ni ninguna cosa vergonzosa de esas).
Los obligaron a arrodillarse cerca del altar. Kaila los miró y abrió muchísimo sus grandes ojos de color verde claro como el césped artificial.
-¡Alec! -la alegría no era fingida en su tono, curvó sus rojos labios en una sonrisa. No era fingida pero tampoco era una sonrisa de buenas intenciones.

Mi cuerpo la miró de hito en hito mientras ella se acercaba con su contoneo de cadera y arrastrando del tobillo una cadena de preso producto de una maldición con la que la habían condenado a cargar mucho tiempo atrás.

-¡Primito, eres tú, ¿en serio?! -se arrodilló frente a él con su expresión encandiladora en la cara. El parecido físico, delicado y dulce, era inconfundible. El asco que sentía era difícil de reprimir. ¡Aléjate de mi cuerpo!-. ¿Realmente tú con Guardianes? -Miró a los otros dos-. Vaya, vaya, resulta que va a ser verdad y todo. Mucho mejor, así no estaré contándole mentirijillas a Cristofino -sonrió aun más. Guarra, todo lo que me ha pasado es por tu culpa, tú me tendiste la trampa.
La mano de Kaila se alzó, rápida y en un parpadeo sus dedos se convirtieron en largas y afiladas garras negras. Descendieron contra mi cara. La cruzó y la sangre surgió de tres líneas en la mejilla de mi cuerpo.
Ninguno de los tres Guardianes entendió lo sucedido, se veía en sus caras. Kaila estaba hablando en demoníaco, de ahí que les costara incluso más asimilarlo siendo ella tan aparentemente cariñosa que me golpeara. Tenemos una relación complicada.
Kaila le agarró la cabeza a quién estuviera en mi cuerpo, haciendo que la alzase y que la sangre se deslizara por entre el cuero cabelludo hacia las sienes. ¡Deja de hacerme cortes, para ya! Quería golpearla, destriparla y emparedarla.
Mi cuerpo se mordió el labio inferior con los colmillos para aguantarse el dolor; ese gesto había perdurado aunque yo no estuviera.
-Primito, me encanta cuando te aguantas el dolor de esa manera. Preferiría que gritaras, sinceramente; sueño con ello -cambió del demoniaco a lengua de humanos; ¿¡por qué coño haces eso!? ¡¡Que ya me miran raro sin tu colaboración!! Se levantó y se alejó de los tres prisioneros-. Ya pensaba que no podría matarte con mis propias manos, ¡es una suerte tener ahora la posibilidad! Y además, nuestro tío Cristofino me llenará de regalos por ello. Nunca debió recogerte -su cara cambió; ya no era dulce sino una máscara tétrica que desencajó aun más a todos los presentes-, una escoria como tú debería morir lentamente, híbrido-escupió la palabra como un insulto; muchos lo hacían-. Yo me encargaré de que así sea. Pero primero -se giró-, he de terminar unos negocios; no desesperes, pronto estaré contigo y tus amiguitos.
Sinsie y los guardaespaldas estaban a la espera, no se atrevían a interrumpir a Kaila. Ni siquiera los que salieran de allí con vida se arriesgarían a contar lo que habían escuchado.
-Bien, Sinsie, ¿y mi virgen?
Sinsie tardó en reaccionar: -Oh, aquí está -señaló al altar donde estaba como abriendo un escaparate-, como le prometí: la virgen con sangre de Guardián -¿¡Qué!? ¿¡Yo... esto, ¡Lena!!? Puse cara extraña de “wtf?”, en Lena me costaba mantener el control que requería una cara de póquer-. El adivino que contraté nos indicó el lugar exacto en que aparecería y estaría más débil -oh, entonces nos estaban esperando-. Tuve que disfrazarme de cura y me estampó una patada en la entrepierna pero logré conseguírsela.
Kaila me repasó con la mirada de arriba abajo, no sabía quién era en realidad.
Alzó una ceja despectiva. -¿Estás segura de que esta tía es virgen? -el escote y la minifalda parecieron destacar aún más-. Si no es una autentica virgen de Guardián el ritual no valdrá nada, serán años de preparación tirados a la basura, ¿entiendes? -¿Preparación para qué?
-¡Segurísimo, el adivino me lo confirmó! Puedo comprobarlo para usted, si lo desea -corrió hasta el altar, hacía mí. ¿Va a...? ¡Ni de coña!
Lo atravesé con la mirada. -Atrévete y te meteré ese crucifijo -señalé con la cabeza al Jesucristo de dos metros de largo que había tras de mí- por el culo -Sinsie dio dos pasos atrás.

-Pues realmente no parece una virgen... -volvió a repetir Kaila, consiguiendo que Sinsie se pusiera aún más pálido. Parecía no decidirse entre quién le daba más miedo, si Kaila o yo (Kaila está desatada, sin duda es ella la más peligrosa). Seguí mirándole fijamente; acércate y sabrás lo que es recibir de verdad. Sinsie volvió a retroceder inconscientemente.
-¡Pues anda que tú...! -le espeté a Kaila.
-Se nos pone chulita.
-Sí, es que las zorras no me dan miedo; yo me hago bufandas con ellas. ¿Para qué me quieres comprar? ¿Un ritual o es que también eres bollera? Te gusta violar a jovencitas sin experiencia...
Distinguí como sus orejas puntiagudas se agitaban una sola vez entre el pelo. Le estaba molestando. Eso siempre sienta genial.
Pero duro poco. Pude distinguir sobre su brillante melena el movimiento de personas el palco del coro.

sábado, 9 de abril de 2011

formspring.me

Ya podéis hacerme preguntas en: http://formspring.me/AlecSurrealista

Si ganaras un vale de mil dólares para compras en cualquier tienda, ¿qué tienda elegirías?

Ni idea, me guió más por lo que tienen que por el nombre del establecimiento

What's your favorite clothing brand?

Ninguna; me gusta la ropa en general y ya está. Aunque si que me gusta casi (CASI) todo lo que cose Campbell (aunque claro, eso no es ninguna firma comercial ni de casualidad)

Ask me anything

¿Cuál es tu deporte preferido?

Baloncesto,sin duda.
Y supongo que le seguirían natación y ajedrez (sí, considero el ajedrez un deporte del cerebro)

Ask me anything

¿Preferirías ser rico o famoso?

Depende; me gusta el dinero, pero que todo el mundo me conociera sería una lata. Creo que "intimidad" jamás será sinónnimo de "fama"

Ask me anything

sábado, 2 de abril de 2011

Encantamiento 28: Regreso a la iglesia de los Marianicos de su Señor



La iglesia de los Marianicos de su Señor seguía igual que la noche antes de que todo cambiara. Allí fue dónde me encontré por primera vez con el-que-se-hace-el-héroe y me reencontré con Lena; aunque en ese momento no sabía quiénes eran (el que no se acuerde, que revise “Encantamiento 1”). En realidad allí ocurrió el principio; si Lena no hubiera bloqueado mi radar de energía con el colgante mágico que le regalé, yo no habría invocado a ese demonio Supremo y no me habrían perseguido ni arrestado más tarde por ello. De modo que no habría habido juicio ni cárcel y yo podría haber ido de vuelta al “Trébol de las Cuatro Hojas”.
Pero seguro que Kaila habría obtenido pruebas en mi contra de alguna manera, aunque sin duda habría sido más fácil intentar convencer a Cristofino de mi inocencia de haber podido estar presente. Quizás podría haberle convencido y evitar así que ahora medio mundo mágico quisiera el precio que ofrecían por mi cabeza.
¡Y de paso yo no llevaría este corpiño que pica tanto!
Pero quizás las cosas pudieran encauzarse, ahora tenía el hechizo para volver a mi cuerpo aparte de muchos otros (josjos, tengo una guía de hechizos mágicos en mi poder) y la posibilidad de iniciar los contactos con Cristofino para volver. Si de antemano sabía que deseaba estar a su lado y que lo iba a planificar todo por él, luego no quedaría como un aprovechado que utilizaba el momento (mejor si evitamos más conclusiones erróneas). Sí, podía darme por satisfecho.
Caminé por el pórtico para observar las escasas muestras de arte disponibles. Menos mal que no había gente por allí, porque una iglesia no parecía el sitio más indicado para llevar un vestido rosa tan corto ni ir enseñando el sujetador “lila y amarillo cantoso con relleno” como lo había llamado Campbell. No debería haber hecho caso a ese anfibio; la ropa que me había traído era suya, o lo que es lo mismo, se trataba de un vestido con el que era imposible correr sin que se te viera nada por debajo; las llamadas faldas-cinturón. De no haberme puesto medias (también rosas) sin duda habría acabado congelado; imaginaros vosotros la poca tela que llevo puesta. No sé yo si Lena me lo agradecerá; veo más probable que me parta la cara por haber toqueteado su ropa interior sin permiso... Al menos el lazo sí que había sido productivo ya que el pelo seguía medio quemado y deformado, y no venía mal algo que me lo apartara un poco del ojo bueno. Humm, no había pensado en el pelo; se le ha quemado la trenza. No sé si eso le molestará, pero desde luego no ha sido culpa mía sino del fuego.
Bueno, que me desvió. En cuanto encontré una cabina llamé a los Guardianes y les informé de que tenía el hechizo (solo por eso parece que me perdonaran que me largara) y quedamos en esta iglesia. Solo ha pasado eso digno de mencionar.
-¿Se le antoja algo, señorita? -me giré hacia el hombre. Con sotana y un crucifijo al cuello no podía ser otra cosa que cura.
-Oh, pues... -¿Iba a echarme por estar allí sin permiso o por indumentaria indecente? Si era así, no lo parecía.
-¿Deseas confesarte por casualidad, hija mía?
-No, solo estaba aquí... necesitaba pensar en mis cosas, usted ya sabe, este es el sitio más indicado a veces -me inventé algo para no necesitar dar explicaciones.
-Claro... Ven conmigo, joven; si no es mucha molestia me gustaría que vieras una cosa -puso una mano en mi espalda para empujarme; Lena era fuerte pero  mi control sobre su cuerpo no tanto y cedió enseguida al empuje.
Me cogió del brazo y me metió en una nave lateral. Los estantes tras el cristal de aquella sala estaban repletos de espadas, hachas y arcos entre otras cosas. Automáticamente pensé en la base de control de los Guardianes; tenía la misma decoración.
-¿Es una exposición? -pregunté al leer un cartel en la entrada.
-Así es. Me gustaría que le echaras un vistazo y me dijeras sí, bueno, ¿tú crees que esto podría interesar a la gente de tu edad? Ya sabes, como ahora la juventud está siempre con esos videojuegos tan... sangrientos y... es que necesitamos hacernos un poco de publicidad, ¿sabes? Últimamente la juventud no tiene ideales no...
No podía interesarme menos la cháchara de aquel cura.
-Mire, lo siento, pero no creo que sea la persona idónea para responder esas cosas. Pero prometo hablarles de esta iglesia a mis amigos -sólo quiero que me suelte.
-Hummm, bueno, ¿estás segura? Hay cosas muy...
-Segurísima. Lo siento de verdad -siento en el alma que haya tantos pesados en el mundo.
Un estruendo se oyó en la sala principal.
-¿Qué?
El cura volvió a agarrarme.
-No es nada, hija mía. No te preocupes.
Más ruido. Y la voz de mi prima Kaila.
Me zafé de su brazo. Corrí hasta la puerta pero el cura volvió a agarrarme. El placaje me derribó contra el suelo. Yo le propiné un fuerte codazo en la cara pero la parte trasera de mi cabeza dio contra el suelo y con el dolor agudo todo se fundió a negro.