domingo, 17 de abril de 2011

Encantamiento 29, 1º parte: una virgen no es mucho precio por las “Puertas del Infierno”.

El dolor palpitante fue lo último que sentí y lo primero que me recibió al despertar. Eso y la humedad de la sangre que me bajaba por la nuca.
-Sinsie, no habrás avisado tú a estos jóvenes Guardianes, ¿no? -la voz de Kaila parecía siempre más dulce de lo que era.
El tal Sinsie respondió atemorizado por la posibilidad de tener problemas con un demonio de los Seamair como lo era mi prima.
-Nunca, lo juro, lo juro. Bueno, sabía que aparecerían inconvenientes, ya le avisé de esa parte.
-Bueno, estoy de buen humor, así que te creeré; de momento.
Abrí los ojos con dificultad. Si mi control sobre aquel cuerpo era débil antes, ahora mejor no hablamos. Intenté enfocar algo. Seguía en la iglesia de los Marianicos y podía distinguir el brillo rojo de la melena de Kaila.
Estaba tirado sobre el altar y atado de pies y manos. Las cuerdas me quemaron al intentar desasirme. Ninguno de los presentes me prestaba atención.

Reconocí a Sinsie, un traficante mágico, con dos guardaespaldas tensos a su lado (ellos tampoco querían vérselas con una Seamair). Kaila estaba en mitad del pasillo entre bancos con un vestido azul marino de satén que remarca su figura esbelta y curvilínea. Iba bastante más formal de lo normal con los cabellos rojo intenso sueltos y enmarcándole su cara pálida de muñeca, en lugar de los tops de tubo y pantalones militares con coleta que acostumbraba a llevar.
-Traed a los prisioneros dónde pueda controlarlos -ordenó y cinco demonios entraron en la habitación, los conocía a todos pues trabajaban para los Seamair. Kaila no necesitaba escolta para enfrentarse a nadie, pero aun así prefería llevarse a gente por si había que mancharse mucho; seguramente planeaba matar a Sinsie en cuanto consiguiera lo que quería del comerciante. Pero nada de eso fue lo que me impactó. Los gorilas de mi prima arrastraron a unas personas que tenían reducidas en el otro lado de la iglesia. Al acercarlos pude reconocer a Colyn, Gin y a mi cuerpo. ¡Mi cuerpo!
Me costó respirar. Los habían atrapado, mierda. Al parecer habíamos escogido justo el sitio para refugiarnos en el que se estaba haciendo un negocio entre demonios y nos habían atrapado a todos. No, espera, de los que hemos intercambiado el cuerpo estamos yo, el cuerpo de Lena y el cuerpo de Colyn. ¡Eso quiere decir que por algún lado debe de estar el cuerpo del-que-se-hace-el-héroe! No habrían venido solo ellos, ya que para el conjuro necesitamos a los cuatro.
Cruzamos las miradas. Ellos ya parecían estar un poco menos sorprendidos de verme allí; debían de haber llegado antes mientras estaba yo inconsciente (espero no haber babeado ni ninguna cosa vergonzosa de esas).
Los obligaron a arrodillarse cerca del altar. Kaila los miró y abrió muchísimo sus grandes ojos de color verde claro como el césped artificial.
-¡Alec! -la alegría no era fingida en su tono, curvó sus rojos labios en una sonrisa. No era fingida pero tampoco era una sonrisa de buenas intenciones.

Mi cuerpo la miró de hito en hito mientras ella se acercaba con su contoneo de cadera y arrastrando del tobillo una cadena de preso producto de una maldición con la que la habían condenado a cargar mucho tiempo atrás.

-¡Primito, eres tú, ¿en serio?! -se arrodilló frente a él con su expresión encandiladora en la cara. El parecido físico, delicado y dulce, era inconfundible. El asco que sentía era difícil de reprimir. ¡Aléjate de mi cuerpo!-. ¿Realmente tú con Guardianes? -Miró a los otros dos-. Vaya, vaya, resulta que va a ser verdad y todo. Mucho mejor, así no estaré contándole mentirijillas a Cristofino -sonrió aun más. Guarra, todo lo que me ha pasado es por tu culpa, tú me tendiste la trampa.
La mano de Kaila se alzó, rápida y en un parpadeo sus dedos se convirtieron en largas y afiladas garras negras. Descendieron contra mi cara. La cruzó y la sangre surgió de tres líneas en la mejilla de mi cuerpo.
Ninguno de los tres Guardianes entendió lo sucedido, se veía en sus caras. Kaila estaba hablando en demoníaco, de ahí que les costara incluso más asimilarlo siendo ella tan aparentemente cariñosa que me golpeara. Tenemos una relación complicada.
Kaila le agarró la cabeza a quién estuviera en mi cuerpo, haciendo que la alzase y que la sangre se deslizara por entre el cuero cabelludo hacia las sienes. ¡Deja de hacerme cortes, para ya! Quería golpearla, destriparla y emparedarla.
Mi cuerpo se mordió el labio inferior con los colmillos para aguantarse el dolor; ese gesto había perdurado aunque yo no estuviera.
-Primito, me encanta cuando te aguantas el dolor de esa manera. Preferiría que gritaras, sinceramente; sueño con ello -cambió del demoniaco a lengua de humanos; ¿¡por qué coño haces eso!? ¡¡Que ya me miran raro sin tu colaboración!! Se levantó y se alejó de los tres prisioneros-. Ya pensaba que no podría matarte con mis propias manos, ¡es una suerte tener ahora la posibilidad! Y además, nuestro tío Cristofino me llenará de regalos por ello. Nunca debió recogerte -su cara cambió; ya no era dulce sino una máscara tétrica que desencajó aun más a todos los presentes-, una escoria como tú debería morir lentamente, híbrido-escupió la palabra como un insulto; muchos lo hacían-. Yo me encargaré de que así sea. Pero primero -se giró-, he de terminar unos negocios; no desesperes, pronto estaré contigo y tus amiguitos.
Sinsie y los guardaespaldas estaban a la espera, no se atrevían a interrumpir a Kaila. Ni siquiera los que salieran de allí con vida se arriesgarían a contar lo que habían escuchado.
-Bien, Sinsie, ¿y mi virgen?
Sinsie tardó en reaccionar: -Oh, aquí está -señaló al altar donde estaba como abriendo un escaparate-, como le prometí: la virgen con sangre de Guardián -¿¡Qué!? ¿¡Yo... esto, ¡Lena!!? Puse cara extraña de “wtf?”, en Lena me costaba mantener el control que requería una cara de póquer-. El adivino que contraté nos indicó el lugar exacto en que aparecería y estaría más débil -oh, entonces nos estaban esperando-. Tuve que disfrazarme de cura y me estampó una patada en la entrepierna pero logré conseguírsela.
Kaila me repasó con la mirada de arriba abajo, no sabía quién era en realidad.
Alzó una ceja despectiva. -¿Estás segura de que esta tía es virgen? -el escote y la minifalda parecieron destacar aún más-. Si no es una autentica virgen de Guardián el ritual no valdrá nada, serán años de preparación tirados a la basura, ¿entiendes? -¿Preparación para qué?
-¡Segurísimo, el adivino me lo confirmó! Puedo comprobarlo para usted, si lo desea -corrió hasta el altar, hacía mí. ¿Va a...? ¡Ni de coña!
Lo atravesé con la mirada. -Atrévete y te meteré ese crucifijo -señalé con la cabeza al Jesucristo de dos metros de largo que había tras de mí- por el culo -Sinsie dio dos pasos atrás.

-Pues realmente no parece una virgen... -volvió a repetir Kaila, consiguiendo que Sinsie se pusiera aún más pálido. Parecía no decidirse entre quién le daba más miedo, si Kaila o yo (Kaila está desatada, sin duda es ella la más peligrosa). Seguí mirándole fijamente; acércate y sabrás lo que es recibir de verdad. Sinsie volvió a retroceder inconscientemente.
-¡Pues anda que tú...! -le espeté a Kaila.
-Se nos pone chulita.
-Sí, es que las zorras no me dan miedo; yo me hago bufandas con ellas. ¿Para qué me quieres comprar? ¿Un ritual o es que también eres bollera? Te gusta violar a jovencitas sin experiencia...
Distinguí como sus orejas puntiagudas se agitaban una sola vez entre el pelo. Le estaba molestando. Eso siempre sienta genial.
Pero duro poco. Pude distinguir sobre su brillante melena el movimiento de personas el palco del coro.

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