viernes, 27 de mayo de 2011

Encantamiento 32:



Cumplimos nuestros respectivos castigos. Yo tres días de cárcel, extra de trabajo como limpiador y las futuras entrevistas en las que tendría que vender a los Seamair (por Dios, qué mal…). Campbell se libró de dormir en el calabozo porque C.Lence los convenció e, igual que a mí, le pusieron a un Guardián para controlarla: Lena (¿¡por qué cojones a ella sí y a mí no!? ¡Esto es una injusticia, yo habría aceptado pasarme los días con Lena en lugar de con Colyn por muy castigo que fuera…!). Ella también tendría que colaborar, pero de nuevo C.Lence logró posponerlo hasta que yo saliera de entre barrotes y así hacerlo conjunto. Me sorprendía hasta qué puntos llegaba el control de aquella mujer y el “señor Destino” sobre los miembros de la Orden.
Tener que hablar sobre los planes secretos de los Seamair iba a terminar provocándome una ulcera por el estrés; no paraba de pensar que a lo mejor decía algo que de verdad arruinara sus planes y que haría que no me lo perdonaran y ya no podría volver, aunque trataba de que no se me notara. Mentí descaradamente en todo aquello que sabía que Campbell desconocía, pues a ella le iban a preguntar por las mismas cosas para verificar nuestras versiones y sabía que era una absoluta negada para mentir (si nos pillaban diciendo cosas distintas podíamos acabar mal. Lo malo es que hemos tenido que contar bastantes verdades, datos útiles que los Guardianes desconocían).

Lo peor fue que, mientras yo no podía salir, volvió el-que-se-hace-el-héroe. ¡No he podido ni disfrutar de quince minutos de lo que es estar viviendo allí sin la presencia de ese tipo! ¡¡Mundo cruel!!
Pero me aguantaba muy dignamente. Para qué mentir; ESTO ES UNA PUTA Y ABSOLUTA MIERDA, JODER; NI UNA A DERECHAS QUE ME SALE. ¡SI ES QUE SOY GAFE!
Pero centrémonos (¿por qué… POR QUÉ A MÍ?).
Se suponía que hace no-sé-cuántas décadas, la Flor de Oro se encontraba bajo la protección de un templo budista del centro Este de China, hasta que al estallar la Guerra Civil, la Flor tuvo que ser escondida. Y desde entonces se había desconocido su paradero (hasta que llego C.Lence con su señor destino y nos lo dijo). Pero, qué casualidad, resulta que había acabado escondida en una vieja mina abandonada del siglo pasado de la región bajo el dominio de esta Orden de Guardianes de la Luz. El viaje de esa planta hasta aquí seguramente valdría para hacer un libro (una guía turística, por lo menos).
Por lo que habían llegado a explicar delante de mí, la misión era localizar a la poderosa flor mágica llamada Flor de Oro y, entonces, trasplantarla y llevarla al cuartel para su “estudio”. No sé qué pretendían conseguir a partir de esa planta aunque sus poderes estaban bastante extendidos en forma de mitología (y si no, consultad wikipedia). A mí me sonaba a triquiñuela desde el principio, pero no tenía ni voz ni voto; que hicieran lo que les diera la gana.
Pero las cosas no parecieron salir tan bien como esperaban. Uno de los Guardianes que había partido murió a causa de un desplomé, pero en seguida sustituyeron su lugar con algo que allí encontraron. O más bien, alguien. No habían sido los únicos en ir a buscar la Flor de Oro y al parecer esos derrumbes en la mina activaron los mecanismos de defensa de la planta (recordad que es una planta mágica, sino no se llamaría “flor”), la cual parasitó en un ser con habilidades motrices: la persona en cuestión con la que se encontraron allí de casualidad. Esa persona era humana (vamos, que no tiene ni idea de que van todos estos chanchullos mágicos) y tuvieron que salvarla (porque la misión de los Guardianes en este mundo es proteger la vida humana) y al final la convencieron para que viniera al Cuartel general e intentar curarla (pues como no se lo amputen…)
A pesar de que había un nuevo intruso entre ellos, a aquellos fanáticos ostracistas no parecían molestos al respecto. De hecho estaban tan felices que apenas les importaba la presencia de la chillona, saltarina y estrambótica chica-rana que ahora me seguía a todos lados. Tampoco se estaban metiendo conmigo por la paliza que le di a aquel Guardián (aún hospitalizado) y eso sí que es raro. Y apenas estaban de luto por el compañero muerto en la misión. Empezaba a pensar que aquel encuentro no había sido tan casual como se empeñaban en convencerme.
Más cosas “preocupantes” (entre comillas porque en realidad me aburre. Bueno, me aburría; la cosa cambió con el tiempo): Robert (el-que-se-hace-el-héroe; recordad que, aunque  no se lo merezca, ése también tiene nombre) se pasaba los días con aquella humana. De hecho, últimamente éste estaba pasando mucho (completamente) de Colyn. Nuestros dos guardas (Lena y Colyn) cada día estaban más moscas con la ausencia del “héroe”.
La conocía; esa humana que fue parasitada y que ahora está en el Cuartel de los Guardianes, pues la conozco, joder si la conozco… Al menos esta vez me contuve muy bien y no puse caras raras (ya era hora, este ritmo de vida es insoportable); por alguna razón ya no me sorprendía encontrarme a gente conocida en el sitio más inesperado de la galaxia (¿por qué será…?). Ella también disimuló bien la sorpresa que solo se mostró a través del brillo de sus ojos (os adelanto que ella tenía cosas de su anatomía más llamativas que sus ojos, no hay ningún peligro de que alguien se diera cuenta). De modo que en realidad solo nos hemos visto dos o tres veces desde que llegó y ninguno parecía haber dicho nada al respecto del otro. Mejor así, pues nosotros teníamos una especie de historia en común y, bueno, yo sería el malo de esa historia; mejor que no se enteren o mi imagen empeorara más de lo que ya está (que ya es decir).
Me divertía bastante verla por allí. Después de todo, parece que el destino es tan magnánimo como C.Lence lo pinta. Tanto rebuscar en la basura del mundo, la chica encontró lo que buscaba.
Lo siento, mis queridos lectores, hoy voy a ser un autentico y adorable cabrón y dejaré que lo adivinéis vosotros; a ver qué es lo que recordáis de antiguos Encantamientos; pues sí, ella ya ha aparecido antes en la historia.
Y si no os da la gana… pues tendréis que leer “Encantamiento 33” para saberlo.

viernes, 13 de mayo de 2011

Encantamiento 31, 2ª parte: Decisión arriesgada; suicidio sí o sí.


¿¡Qué coño haces aquí, gilipollas!? ¡¡Te van a ejecutar y encima tú te entregas!! ¿¡Por qué me tuviste que seguir desde el mismísimo submundo!?

Percibí por el rabillo del ojo que la mayor parte de la ropa de Campbell estaba sobre la mesa (abrigo, guantes, bufanda, jersey… es que es de día y no puede darle la luz directamente) y que ésta llevaba la blusa completamente abierta. Le estaban haciendo un chequeo.
-Suéltala –ordené con frialdad sin prestar atención a nadie más que a los dos Guardianes que sujetaban a Campbell.
-Tú no te metas, escoria –siempre llamándome eso…
-Por favor, no vengo a nada malo, lo juró –lloriqueó la rana-. Me entregaré, solo quiero estar con Alec; es mi familia.
-¿Familia? –los Guardianes pusieron cara rara (yo tuve que aguantarme para no ponerla también).
Pero el Guardián no escuchó y forzó aún más la articulación que sujetaba haciendo que Campbell se intentara retorcer mientras las lágrimas le surcaban los ojos. Si Campbell empezaba a llorar, estaría así por horas; sería incluso más insoportable que de por sí.
-Dice que se rinde, así que déjala en paz.
-O si no ¿qué?
No pensé, sencillamente… Me lancé al suelo en placaje contra sus piernas para desequilibrarlo, golpeando con la planta de los pies sus rodillas. Apoyé las manos en el suelo alzándome y girando al mismo tiempo con la pierna le golpeé el estómago mientras este caía haciendo que saliera disparado con aun más fuerza contra el suelo. La sangre le salpicó los labios, había partido al menos dos de sus costillas.
-O si no ESO -sentía la fuerte presión en las mandíbulas a causa de los colmillos.
C.Lence apoyó su taza en el platillo con cuidado: -Te dije que te golpearía muy fuerte.
De otra patada lo mandé rodando fuera de la habitación.
Se dio la vuelta para intentar levantarse y de un pisotón aplasté su cabeza contra el parquet. La sangre empezó a chorrear. Le bloqueé los brazos pisándolos. Me agaché y cogiéndolo por el pelo le alcé a cara.
La sangre me había subido hasta la cabeza y me reverberaba en los tímpanos.
Hablé sin prisas, con tono gris y penetrante al otro Guardián que se había apresurado a agarrar a Campbell: - Vuelve a ponerle un solo dedo encima y te desmembraré ese brazo cachito a cachito y te envolveré la silla de ruedas que necesitaras a partir de entonces con la piel que te arranque.
Por muy estúpida o por mucho que se lo merezca, a Campbell solo puedo pegarle yo; así de sencillo.
-Alexander –la voz neutra de Albert apareció en escena por el pasillo (alguien debió de avisarlo. Joder, cuando intentaban darme una paliza a mí, nadie le llamaba) cargada de exigencia. Era una advertencia-. Suéltale.
-Él no soltó a Campbell –comenté sin levantar la vista con un tono algo ligero. El pelo de aquel tipo empezaba a quedárseme entre los dedos.
El arco de Lena me apuntaba a la cara, esto es malo…
Miré por el rabillo del ojo a Campbell, medio despatarrada en el suelo y temblando (ella no soportaba las escenas de pelea y le tenía cierto terror a la sangre. Sí, trabaja para la mafia y es una autentica cobardica e inútil). Enfrentarme a patadas contra todos los Guardianes de ese Cuartel era algo muy parecido al suicidio. No perdí la inexpresividad de la cara. Estaba contra las cuerdas aunque ellos no lo supieran.
Si era verdad que Campbell se había entregado voluntaria, las posibilidades de que pudiera volver con los Seamair sin recibir repercusiones (tipo muerte, tortura, etc.) eran mínimas. Con sus actos se había tirado de cabeza al suicidio sí  o sí.
-Si nos atacáis o echáis a Campbell o a mí, le mataré –chantaje, la única salida que me quedaba a esa situación.  Golpeé de nuevo la cabeza de aquel tipo contra en suelo con fuerza. Ya había perdido el conocimiento. Albert y yo nos miramos fijamente, ninguno quería ceder-. ¿Te crees que voy de farol?
-De acuerdo.
-Júramelo por todos.
-Yo, Albert Derek Kensington, te juro por mi alma que ninguno de los miembros de la Orden os provocaran daño ni a ti ni a la chica si le sueltas; pero a cambio tendrás que curarlo y decirnos cómo entrar en la guarida de los Seamair –nos miramos fijamente, éste era un giro interesante. Ya tenía pensado de antemano hacerme entregar a los Seamair, era evidente; solo estaba aprovechando la situación para forzarme a ello de una vez. Me lo pensé, ¿qué más opciones tenía? …Menuda mierda.
-Solo puedo acelerar un poco la curación, no es tan fácil. -Asentí y solté al tipo levantándome de encima suyo.- Por el momento mejor que os lo llevéis a la enfermería.
Me aparté para dejar espacio.
-A-Alec… -me giré hacia el sonido de la vocecilla llorosa. Campbell se lanzó contra mí rodeándome el torso con sus bracillos y ahogando el llanto en mi camisa. Campbell tenía cuerpo de niña pequeña, plana y con la cabeza muy grande en comparación. Creo que era la primera vez que no me molestaba que fuera tan empalagosa.
Resoplé y me agaché para rodear esos hombros tan pequeños. De alguna manera era un consuelo que no hubiera cambiado ni en lo más molesto desde que me fui.
-No deberías estar aquí –le hablé en demoníaco-. Y, rana estúpida, deja de llorar. Eres molesta.
-Yo no lloro… -tartamudeó agarrando con más fuerza la tela de mi camisa.
-Lo que yo digo: eres una rana estúpida - suspiré.


Dio un pequeño brinco y se amarró con las piernas a mi cintura (es una chica rana, ¿de qué os sorprendéis porque pueda saltar mucho?). Me rodeó el cuello y empezó a tartamudear entre las lágrimas, aún en demoniaco.
-Creía que no podría volver a verte. Te he echado taaaaanto de menos… Le di la carta a quién ya sabes y la respondió, pero la adivina me la quitó antes de que los Guardianes llegaran y se empeñaran en registrarme. Ay, Alec, lo he pasado fatal, una vergüenza… Pero estar contigo es maravilloso… Te veo un poco delgaducho, pero estás más moreno. ¿Comes bien? ¿Aquí la comida es buena? No… no me puedo creer que te este abrazando… -y una miríada de estupideces sin sentido más.
Crucé la mirada con C.Lence. Sabía que tenía que llevar cuidado con aquella mujer.

domingo, 8 de mayo de 2011

Encantamiento 31, 1ª parte: Decisión arriesgada; suicidio sí o sí.


La tensión en el cuartel de los Guardianes se había intensificado desde el anuncio de C.Lence, entre otras cosas porque no pudieron salir de inmediato a por la Flor, como tanto deseaban; en especial Robert (el-que-se-hace-el-héroe). Esperar dos días fue mucho para su paciencia. ¿Qué porqué precisamente dos días y no en el acto? Porque al parecer era necesario para cumplir la profecía que había hecho la adivina al ver ese objeto mágico tan poderoso que era la Flor. El futuro puede cambiar con bastante facilidad por lo que cuantos más aspectos se mantengan invariables más probabilidades de que salga como se espera y tal y tal. En definitiva: hubo que joderse y hacer lo que te diga la desteñida con ojos de loca.

Pero el-que-se-hace-el-héroe pareció no entenderlo por muy sencillo que fuera y se pasó los días quejándose, protestando y lanzando injurias todo el tiempo mientras el resto de Guardianes le prestaban atención en silencio (casi parecía que él fuera el centro del mundo). Lo que más me había sorprendido fue que ese molesto comportamiento desembocó en una especie de idolatración hacía el-que-se-hace-el-héroe o algo así por parte de todos sus compañeros, incluso los soldados expertos, que pasaron a intentar contentarlo el máximo posible y aguantar sus continuas quejas sin rechistar (repito: ES QUE SE CREE EL CENTRO DEL UNIVERSO. ¿Entendéis la repugnancia que me da tener que ver eso a diario?). En el cuartel todos parecían comportarse así ­ (que es lo peor); incluso Colyn (que se suponía que era su amigo íntimo y un año mayor) me había sorprendido rebajándose ante él. No entendía por qué no le habían cruzado ya esa cara por muy apuesto que fuera, así solo estaban consiguiendo que se hiciera aún más insoportable.
Vale que Robert debía ser muy buen soldado por la cantidad de marcas que de su brazo derecho habían desaparecido. No habéis entendido ni jota, ¿verdad que no, mis queridos lectores? Parte de la tradición Guardianica era tatuar a los iniciados, en el brazo con el sostenían el arma y con una tinta especial, una especie de intrincado laberinto. Cada vez que mataban a un ser mágico, la magia que estos despedían al morir hacía que una pequeña parte del tatuaje desapareciera. Era como una metáfora: el tatuaje simbolizaba el camino de la experiencia y cuanto más luches, más habrás andado y más cerca estarás de la perfección. Una chorrada, prefiero seguir hablando de cualquier otra cosa.
Sinceramente, creo que allí los únicos que no le consentíamos todo, éramos Albert (aunque sí que le deja ir mucho a su bola, sin duda, al menos Robert parece obedecerle cuando le ordena algo), C.Lence (que muy bien no le va) y yo (si es que el fondo soy un alma caritativa y…no cuela, ¿verdad?).
Pero ahora el-que-se-hace-el-héroe se había ido y encima llevándose al grupito de Guardianes que más violentos eran conmigo (¡al fin, ya no les soportaba! Estos dos días se me han hecho eternos). Quizá tardaran; imaginar que se pasan allí una semana es mucho, pero uno o dos días…
Exacto, yo no estaba en la misión de búsqueda de la Flor de Oro, ¿os decepciona eso, mis queridos lectores? Estoy seguro de que suponíais que me llevarían y me veríais en acción y flores y arcoiris.
Y encima con tanto ajetreo se había vuelto a retrasar la regañina por lo de la Iglesia de los Marianicos; puede que incluso no me la echaran. Por no hablar de que ahora sabía que Cristofino (mi “tío” y jefe de la mafia y el bar) estaba dispuesto a iniciar las negociaciones para que yo pudiera volver y que creía en mi versión. ¡Sí, habéis leído bien!

Ya os lo explico (sí, lo siento, más rememoraciones del pasado; pero es necesario para que entendáis las cosas. ¡Que la otra opción es mataros de aburrimiento con cien mil capítulos!). El otro día C.Lence se me acercó durante el desayuno (mientras todos admiraban la forma en que el-que-se-hace-el-héroe daba vueltas rumiando y haciendo ese repetitivo gesto de apartarse la melena de la cara) y me tendió una lámina de papel para que le dijera si me gustaba. No sé cómo contuve mi cara de póquer al ver su contenido; me sentí mareado de repente. Se trataba de un dibujo a carboncillo de Cristofino leyendo seriamente… mi carta. Me dieron ciertos vértigos pensando que cualquier Guardián pudiera verlo. “Que no se note que me he puesto enfermo, que no se note. Si no se nota, no se darán cuentan, no miraran el contenido de la hoja y no me preguntaran por él.”, no paraba de pensar. Debajo de la ilustración la adivina había escrito: “Felicidades, ella cumplió con lo que le pediste y a C.S. le alegró mucho saber de tu versión, te echa de menos; aceptará. Estás mucho más cerca de volver a casa, solo necesitaras jugar bien tus cartas”. Casi no podía creérmelo. Cristofino Seamair me creía, tenía opciones de volver a “casa”.
El Cuartel General nunca había relucido con tan buenas perspectivas. Estaba de buen humor por primera vez en mucho tiempo.
Vi a Lena unos pasos por delante de mí.
-Hola –me atreví a ponerme a su altura (intentemos aprovechar la racha de buena suerte). Ella no me miró hasta la tercera llamada porque llevaba puestos los cascos. Era obvio que le encantaba su música y de hecho sabía que una de sus carpetas se llamaba “Banda Sonora de Batalla”, para cuando estaba de servicio. El problema es que en consecuencia siempre estaba en las nubes.
-Ah
-Siento lo del pelo –comenté para que no se pusiera el casco todavía; si lo hacía, podía despedirme de cualquier tipo de conversación.
-Oh, no importa, no quedó tan mal al final, aunque me veo muy rara –empezó a jugar con el medallón que siempre llevaba al cuello (mi medallón). Bueno… no marchaba tan mal; hoy me estaba respondiendo sin poner cara de náuseas…
-¿Alec? –me llamó Colyn. Automáticamente me giré. Puede que habláramos poco, pero sabía perfectamente que aquel tono de voz solo podía significar “problemas”.
-Hola, ¿qué pasa? –Colyn estaba evidentemente preocupado-. ¿Es por…? –por la transformación.
-No, no es eso -¿entonces?-. Creo que no deberías saberlo pero…-¿pero…? Dímelo de una vez, que me estoy haciendo viejo por momentos- ha venido alguien a por ti.
***

No me gustaba este ritmo de acontecimientos. Si esto estuviera preparado como si fuera una buena historia para un libro, todo estaría más ordenado; los acontecimientos no se sucederían tan solapados, habría espacios para la meditación, para sacar conclusiones entre batalla y batalla y cada evento sería sucesivo con referente a la finalidad de la obra (es decir, pasarían así: presentación del problema, sospechas de lo que pasa, primeras evidencias, nadie te cree, prueba de valor, descubrimiento de la verdad y victoria en la batalla final). En definitiva, ¡no esta suma mierda caótica y sin sentido llena de cosas sin aparente utilidad alguna!
Golpeé la puerta abriéndola de una patada. Sabía que era una osadía, pero no estaba para andarme con miramientos.
Bueno, supongo que así es la vida, hay que fastidiarse y sobrevivir a lo que te echen encima; pensé aguantando mi ira.
No escuché los gritos de Colyn que intentaban persuadirme para que parara.
La habitación era pequeña y gris, con solo una silla y una mesa atornillada al suelo. Se notaba que servía para los interrogatorios.
-Os dije que aparecería –comentó C.Lence dando un sorbito a su taza de té.
-¡¡Alec!! –la voz nasal de Campbell resonó detrás de un Guardián que la sujetaba, retorciéndole el brazo. Ella soltó una exclamación de dolor.
Como ahora la maten, yo no me responsabilizo.