viernes, 29 de julio de 2011

Encantamiento 38, 3ª parte: Secretos y mentiras, primera parte. //Siento la tardanza, quede incomunicada//


-¿Qué me comporte así? –exigió soltando el aire como si le hubieran pegado un puñetazo en el estómago.
-Sí. Estás haciendo daño a los que te rodean, y esto te lo digo como padre –vi cómo Colyn y Lena fruncían los labios y se encogían en sus respectivos sitios; ellos debían de estar de acuerdo, como ya había testiguado. Aparte de su personalidad prepotente y de chulito, el-que-se-hace-el-héroe se la pasaba haciendo lo que le daba la gana y todo el mundo se achantaba y lo soportaba sin decir ni mu (a mí me parece que también es culpa de los demás por no decirle cuatro cosas bien dichas en lugar de alimentar su ego).
-Deberíais tener más confianza en mí. Soy vuestro elegido, voy a salvaros, ¿recordáis? –prepotente.
-Claro que lo recuerdo, no hay día en que no oiga la misma historia. Si no eres tú, es tu madre, esa adivina o cualquier otro. Rob, no quiero que ese destino te ciegue; para empezar ni siquiera existe todavía.
La tal Karen, la esposa de Albert, bufó un poco para expresar su desacuerdo.
-¡Sí que existe! ¿No has visto a esa chica, a Nicole? Es la chica de la profecía: <<la Flor de Oro, a quién el elegido amara hasta la locura en un romance correspondido; rizos brillantes como el Sol, alma humana y un poder de los demonios concedido contra su voluntad>>. –recitó unos versos que obviamente estaban reversionados porque no había rima por ningún lado. Así que Nicole estaba dentro de la profecía que convertía a Robert en un héroe; debían enamorarse de hecho. No querían investigar con la Flor sino dar un paso en el destino de Robert hacia la gloria cuando fueron a buscarla a aquella mina. Joder, ya decía yo que lo que ocurría en torno a Nicole, cómo se comportaban, no podía ser casualidad.
Imagino que su plan habría sido no decirle una palabra a Nicole sobre profecías o intereses como aquellos y que ella fuera la única que no supiera de este entramado. No sé si son muy audaces o un poco capullos.
Pude percibir sin necesidad de mirarla que Nicole se había quedado de piedra. El tío súper caballeroso y guapísimo de la muerte con el que se la pasaba coqueteando y por el que prácticamente había abandonado a su novio, su trabajo y su vida en general acababa de llamarla “esa chica” como si hablara de un pedrusco que se hubiera encontrado por la calle.
Albert suspiró.
-Si vas a ponerte en este plan, mejor será dejarlo. Hay muchos temas sobre seguridad que aún debo tratar –sentenció con tono cansino y se alejó de allí.
Nicole salió corriendo por el lado contrario.

lunes, 25 de julio de 2011

Encantamiento 38, 2ª parte: Secretos y mentiras, primera parte.


Al acercarnos, se escuchaba mejor el monologo y pudimos deducir que el-que-se-hace-el-héroe ya llevaba bastante empezada su cantinela porque no se sabía muy bien del tema del que se quejaba entre tantas sandeces e injurias. La puerta estaba abierta de par en par, pero me quedé en el pasillo. Allí quieto en la penumbra, la iluminación jugaba a mi favor, ocultándonos bastante bien para las personas que estaban dentro de la habitación. Esto es lo que la adivina quería, veamos qué nos tiene preparados.
El-que-se-hace-el-héroe estaba dando vueltas en círculos mientras repetía ese movimiento inconsciente de echarse el pelo hacia tras con la mano para apartarlo de la cara, y mientras, todos los demás le miraban atentamente; igual que en el Cuartel. Esta imagen ya la tenía muy vista; antes de partir a por la Flor de Oro se paso dos días así.
-Era necesario que ellos fueran solos; es lo mejor para vuestro destino –le cortó C.Lence. Debía de seguir enfurruñado porque Nicole se hubiera ido a algo “tan peligroso” y, encima, sin él (pero si es una cucaracha, en principio lo resiste todo…).
El-que-se-hace-el-héroe cambió de cara, se estaba aguantando la rabia. Debía estar pensando algo como <Otra puta vez con la mierda profecías, perdiendo el tiempo. Sabes dónde te metería yo tus profecías. Quiero luchar y dejar de esperar>; era muy fácil (penosamente fácil) leer los pensamientos de este tío -¿Otra vez me vienes con tus malditas profecías de los cojones? Estoy harto de tener que esperar sin hacer nada -¿qué os dije…?
-Robert… -le regañó una mujer. Nunca la había visto y por eso llamó mi atención; tendría unos cuarenta y pico años por las arrugas de los ojos y las comisuras de la boca, acentuadas por la expresión de extrema seriedad de su rostro. Los ojos avellanados y los labios muy finos. Llevaba el pelo muy tirante recogido en un moño y un jersey de cuello vuelto y falda hasta los tobillos de colores tierra muy recatados. Era muy alta y con una estructura oxea remarcada, especialmente en los pómulos y la nariz ligeramente aguileña. Destilaba malas pulgas y la forma en que se sentaba, rígida y de brazos cruzados, como una directora estirada, solo corroboraba esa visión. Era como si hubieran cogido a una mujer guapa y le hubieran estirado la piel contra los huesos hasta afearla. Supuse en el acto que esta debía de ser la madre del-que-se-hace-el-héroe y del Canijo Llorón pues tenía entendido que aquí estaría ella y en la habitación no veía a ninguna otra mujer que pudiera concordar con la edad. Y hombre, bien mirado, sí que tenían la misma nariz Gigi y ella, y los pómulos de Robert… (en el “héroe” sí que quedan lindos, todo sea dicho) –No hables de esa manera tan vulgar delante de tu hermano –señaló a Gigi, quién se miraba fijamente las manos con la cabeza gacha, como si deseara no estar allí en medio.
-No seas maleducado –también le regañó C.Lence-. Te recuerdo que fue una de mis predicciones la que avisó del destino que tanto ansias conseguir y que, precisamente, es la que te favorece A TI para conseguirlo.
Agudicé el oído y Nicole se reprimió para contener la respiración al ver, igual que yo, una posible exclusiva, un secreto (parece que no escarmienta, se nota que lo lleva grabado en la piel esto de hurgar en la vida de los demás…) ¿Una profecía sobre el-que-se-hace-el-héroe? En el acto sentí cierta curiosidad por lo que diría. ¿Sería su contenido el causante de que fuera así de presuntuoso, chulito, insoportable y creído? O a lo mejor es que la estupidez le viene de nacimiento (pasa con mucha gente).
-Era una profecía, si no lo hubieras hecho tú, habría sido cualquier otro adivino.
-Pero la hice yo. Y no me la callé; por eso deberías estarme agradecido.
Vaya, eso sí que es interesante (aunque muy poco útil para emplearlo en el futuro).
-Aún así, como es mi destino se cumplirá –apartó la vista de la adivina con prepotencia en demasía-. Los salvaré.
¿Salvar? ¿Estamos hablando de una profecía en la que se vaticina que el-que-se-hace-el-héroe salva a alguien? Empecé a intentar psicoanalizar al héroe, algo muy importante para manejar al enemigo. Posiblemente esa presión debía ser lo que degenero en su personalidad (es una teoría, no hay que olvidar la posibilidad de que sea gilipollas porque sí).
-¿Preferirías no haber tenido toda la educación especial que se te dio desde tu nacimiento para que estuvieras preparado? –hizo un gesto de recochineó con la cabeza muy impropio de ella pero que consiguió sacarme una sonrisilla.
El-que-se-hace-el-héroe gruñó y le apartó la cara.
-¡Vale! –Se sentó dando un puñetazo a la mesa con el que tintinearon todos los vasos y medio empujando al que tenía al lado, a Lena, para conseguir espacio-.Estoy hasta las narices, ¿no se supone que somos Guardianes? –Ahora parecía estar gritándole a Albert- ¿Entonces qué es lo que hacemos aliándonos con sucia escoria, con demonios? También por profecías… Hasta los has metido en nuestra propia casa; ahora tendremos que desinfectarlo todo –se burló. Nicole me volvió a mirar de soslayo para ver cómo reaccionaba cuando dijo eso, pero yo me mantuve como siempre (que me insulté no es nada nuevo, la verdad; además, es tan idiota que la mayoría de veces ni merece molestarse por su culpa).
-Alexander también es necesario. Él luchará de vuestro lado cuando llegué la batalla final; le necesitáis para inclinar la balanza a vuestro favor –al contrario que con Robert, que C.Lence me mencionara junto con sinónimos de “destino”, “fin” o parecidos llamaba toda mi atención. ¿Cómo era eso? ¿Por qué coño tendría yo que luchar en la Batalla Final y encima del lado de estos?-. La presencia de Campbell solo fue una consecuencia de ello, pero ayudará.
-Alec ha sido útil hasta el momento –le respondió Albert con tono serio. Casi parecía un reproche, un “no como tú”.
Cómo no, el héroe se rebotó por mucho que fuera su padre (o quizá porque el que se  lo decía era él). Se levantó de un salto.
-¿Qué insinúas? ¿Acaso ya no confían en mí? -le espetó el-que-se-hace-el-héroe y entonces miró al resto de Guardianes que había allí para pedirles la misma explicación. Agacharon la cabeza y evitaron su mirada a excepción de su madre que parecía igualmente molesta y dolida.
-No es eso. Pero no sé qué te está pasando últimamente, Rob –Albert se apoyó en la estantería-. Ya has fallado en tres misiones consecutivas, esto nunca te había sucedido.
-No me pasa nada, solo fue mala suerte.
-Según me han contado ese dragón estuvo a punto de matarte.
-No es cierto, yo estaba a punto de…
-Iba a matarte cuando llegó Alec, si él no hubiera intervenido prefiero no saber qué te habría hecho -¿enserio, intervine justo cuando iban a cargárselo? ¡Joder, si lo sé me retraso!
-No me habría hecho nada. Podía con él.
-Nuestro hijo lleva razón. No iras a compararlo con un semi-demonio de tres al cuarto… -la señora Kensington frunció los labios de una forma muy poco atractiva.
Albert suspiró como desesperado. –Karen, por favor, no quiero tener que discutir con los dos a la vez; y menos delante de invitados –Lena, Colyn, C.Lence y Gigi estaban allí presentes. ¿Dónde se habrán metido Gin y Campbell?- Y Rob, ya no eres un niño pequeño. Vas a cumplir veinte años, por favor, compórtate como alguien de esa edad –que Albert le hablara así delante de sus amigos debía estar resultando horriblemente vergonzoso para el orgullo del-que-se-hace-el-héroe-. Por muy hijo mío que seas no puedo seguir permitiéndote que te comportes así.

jueves, 21 de julio de 2011

Encantamiento 38, 1ª parte: Secretos y mentiras, primera parte.



La casa de campo de los Kensington estaba muy a las afueras de la ciudad, perdida entre hectáreas de montaña, bosque o prado. Solo existía una única y solitaria carretera de un carril llena de baches y grietas abiertas entre los altos árboles (al menos era de cemento).
Nicole conducía siguiendo las indicaciones de Ikon (aunque, como digo, no tiene mucha perdida), pues logramos convencerle para que no lo hiciera él (teniendo una conmoción no puede ser muy seguro que vaya al volante).
Yo, en cambio, estaba despatarrado en el asiento trasero. Mis únicos compañeros de asiento eran el discoduro y la papelera. Nos mantuvimos en silencio por largo que fue el camino. Podía imaginarme perfectamente cómo se sentiría y en que estaría pensando ahora mismo la cucaracha. Yo ya había sospechado de los problemas de la pareja y de que con el paso del tiempo su relación se había quedado en puro interés y conveniencia (da más prestigio tener una pareja de éxito y que aparenta quererte que ser un solterón,  y como trabajaban juntos podían obtener beneficios como encubrimientos, emperchar trabajo, etc.), a pesar de que las dos partes simulaban seguir apreciándose incuso entre ellos. No había mucho que decir al respecto y, además, quedaría un tanto incómodo. Nicole y yo no nos llevábamos bien y lo sabíamos, así que no fue tan grave que nos ignoráramos un poco.
Hasta que de repente el bosque a ambos lados se acabó y entramos  en un puente, la carretera seguía sobre un pequeño lago de aguas color plata. Las montañas rodeaban el pequeño valle y, allí en medio, se levantaba una pequeña islita en la que, entre las copas de los árboles, se distinguían los tejados de una edificación y un campanario.
Me arrimé hacia la parte delantera. A los dos se nos quedo la boca abierta.
-Vaya, desde luego, cómo se las gastan aquí…
Yo no entendía mucho de arquitectura así que no sabría deciros a qué siglo artístico pertenecía aquella estructura de ladrillo y enredaderas, pero sí que tenía el encanto antiguo de una gran casa señorial que realmente sigue manteniéndose en pie con sus materiales de partida y sin atisbo de ir a caerse.
Nos bajamos del auto y nos quedamos mirando con la cabeza bien alta las ventanas de marco azul marino.
Al cabo de unos instantes que se hicieron eternos, fue evidente que no debían haberse enterado de nuestra llegada porque nadie apareció para recibirnos.
Cruzamos una mirada automáticamente para preguntarnos si entrar.
Me acerqué a la entrada y me sorprendió cuando, nada más posar la mano sobre la puerta, ésta se abrió con un ligero chirrido. Una hoja de papel cayó al suelo planeando desde las dos juntas. Como no había indicios de que nada especialmente peligroso estuviera sucediendo (como que hubieran forzado la puerta o que ese papel contuviera una maldición), me agaché y tomé la hoja doblada.
-“Bienvenidos del viaje, chicos. Será mejor que dejéis a Ikon dormir en el coche y vosotros paséis a dentro. Id al salón; no tiene perdida. Y otra cosa: no hagáis ruido y, si eso, quedaros en silencio hasta que yo vea conveniente. Atte.: C.Lence” –leí en voz alta. Lo que yo digo, esta tía es una rebuscada. Resoplé y le pasé la hoja a Nicole no fuera que ahora no se creyera que de verdad ponía eso (es que si no lo ves, no te lo crees; así de sencillo)-. Pues vamos.
Entré por la puerta. La casa también impactaba por dentro, luminosa y decorada con muebles antiguos. Me sorprendió descubrir la esencia de espíritus protectores impregnada por las paredes; puede que fueran espíritus de Guardianes fallecidos, seguramente de antiguos miembros de la familia Kensington. Enseguida escuché la voz de Robert más alto de lo normal. C.Lence tenía razón, el salón no tenía perdida, sólo hacía falta seguir las vociferaciones del-que-se-hace-el-héroe. La cucaracha me siguió obedeciendo en completo silencio.

lunes, 18 de julio de 2011

Encantamiento 37: irse a la mierda en no más de cinco minutos.

El portal era una maravilla. Ni mareaba en exceso ni nada.
En cuanto fue posible nos fuimos sin perder más tiempo. Me sorprendió bastante el gesto que hizo Colyn al prometerme que cuidaría de que a Campbell no le pasara nada hasta que yo reapareciera, pero lo acepté.
Fue posar los pies junto a la antena de retransmisiones y una bola de fuego iluminó la ciudad a lo lejos. El edificio ya había sido destruido; una cosa menos.
Me sentía pesado, pero evitaba al máximo pensar en lo que pasó con Lena.
Empezamos a provocar cortocircuitos y derrumbamientos alegremente para que pareciera un poco más causal (aunque sigue sin serlo ni por asomo). Al final, Nicole fue una gran ayuda, porque a Ikon y a mí todas las antenas nos parecían iguales.
Se nos hizo medio día con la tontería.
Al final llegamos al edificio del Canal 7, donde Nicole trabajaba.
-Podemos bajar y destruir mis archivos. Será un momento; me llevo el disco duro y listo. Si vemos que hay gente lo dejamos.
-Aún no he roto esto, va a llevarme tiempo –explicó Ikon.
-¡Iré con Alec! Tiene órdenes de no hacerme daño, ¿no? ¡Y de todos modos no se puede ir a ninguna otra parte! –eso, hurgando en la herida-. Estaré alerta, sé bastante bien de lo que es capaz.
-Vale… volved en menos de 5 minutos o habrá represarías –eso iba por mí.
Bajamos corriendo por las escaleras los cuatro pisos. Nicole iba delante de mí, saltando los peldaños de cinco en cinco.
-¿De repente te fías de mí?
-No, pero Ikon ha sufrido una buena conmoción (resumiendo; se tropezó por un terraplen y se dio un tortazo en la cabeza de tres pares de narices) y desde el segundo derrumbe me dice a todo que sí.
Me reí un poco. Cierto, yo había conseguido que me jurara por su alma que me compraría una buena video consola de las caras.
Llegamos a la planta correcta. Hacía tiempo que yo no iba por ahí, la verdad, y me trajo consigo recuerdos de cuando todavía vivía en el Trébol.
No había nadie excepto…
-¡Kevin! –exclamó Nicole. El hombre levantó la cabeza del ordenador… de Nicole-. ¿Qué haces, me estás registrando?
-¿Qué, Nicole? ¡No, que va! –se puso nervioso. Mentiroso. Los cajones del escritorio estaban abiertos, obviamente habían forzado la cerradura de uno, y la mesa estaba llena de papeles; Nicole nunca hubiera sido tan desordenada por muy semejante que ella me pareciera a las cucarachas.- ¡E--es que, estaba, esto, preocupado! Hace días que no sé de ti, mi amor, Niccy… Y como sucedió lo de ese edificio pensé que a lo mejor estaba relacionado con lo que me contaste y…
-¡Y que podrías robarme todo mi trabajo y enriquecerte a mi costa mientras yo no aparecía! –se acercó pisando fuerte.
-¡¡No!! Pensaba que podrías… estar en peligro. Tenía miedo.
-Apártate de ahí –le gritó. E hizo ademán de coger la pantalla para verla.
-¡Espera, Nicole!
-¡Es mío y haré lo que me venga en gana con él…!
Kevin la empujó de malos modos.
-No te estoy robando nada. ¡Escúchame! ¡No me escuchas! –Se quejó como un niño al que le da una rabieta-. No te robo; tú me lo contaste, por si no te acuerdas.

-Y me tomaste por loca; ¡parece que tú también olvidas cosas!
-SEGURO QUE SABES ALGO DE LO QUE ESTA PASANDO –empezó a acusarla. Estaba frenético, se le ponían ojos de loco histérico-. Y si es así no dejaré que toques nada.
-¿Qué? –Resopló- Nunca te has fiado de mí, no sé de qué me sorprende de que ahora quieras culparme. ¡Pues sí, estoy con ellos y si hubieras tenido un poco de fe en mí desde el principio quizás ahora no lo estaría!
-¡No sabes hacer otra cosa que culpar a los demás, avariciosa! ¡No dejaré que te quedes con todo el prestigio cuando esto se publique! Serás detenida, terrorista.
-¡Sabía que solo estabas buscabas aprovecharte de mis esfuerzos! Para una vez que necesité tener a alguien, fuiste TÚ quien me dio de lado.
Esta conversación era cada vez menos cariñosa, menos mal que eran pareja. Miré el reloj. Como sigan así nos íbamos a sobrepasar de los cinco minutos.
-¡¡MENTIRA!! –Kevin le agarró con fuerza los hombros y la sacudió. Nicole le propinó una buena bofetada para hacer que se apartara, pero de repente el tío la empujó contra el escritorio (momento de intervenir o esto se pondrá realmente feo). Me interpuse entre ellos dos y de un empellón lo alejé de Nicole-. ¿¡Y tú quién eres!? ¿Otro admirador baboso de los tuyos, Nicole? ¡¿O es este niñato el tío por el que me pones los cuernos?! -¿eh, qué? No te montes más películas, chaval, que yo ya tengo bastante con lo mío-. ¡Pero si va en calzones!
-Ey, que esta es la última moda y me favorece que no veas –le repliqué automáticamente. Que mis largas y tonificadas piernas se merecían un homenaje como mínimo.
-¡Pues sí, es él! ¡En dos meses él sabe más de mí y me ha dado más alegrías que tú en cuatro años de relación! –me quedé completamente “pocker face”. Genial, ahora me pegará.
Lanzó un derechazo directo a mi cara. Esquivé con gran facilidad y le di un rodillazo en el estómago. Fue automático, lo hice sin pensar. Kevin cayó redondo al suelo con algo de sangre en los labios y sujetándose el vientre.
Nicole se apresuró a tirar todos los papeles y objetos en la papelera y me hizo arrancarle la chapa de un lado a la torre del ordenador.
-Ayúdame a sacarle el disco duro –y eso hice. Nicole enganchó la papelera con una mano y con la otra agarró la mía y salió corriendo de allí.
Esto había sido divertido.
-Creo que no es una forma muy ortodoxa de romper con alguien –no pude eliminar la sonrisa de mi tono. Empezamos a subir más despacio, nadie nos seguía.
Se paró en mitad del rellano del último piso y con un suspiró dijo:
-Lo siento, no debí meterte en medio… ¡pero es que llevaba mucho tiempo guardándome esas cosas...! –Admitió. Se le notaba el nerviosismo y el arrepentimiento en la voz y en la cara.- Por favor, no lo cuentes.
-De todos modos supongo que estoy en deuda contigo por crear esa pantalla con magia y evitar que me hiciera puré de chico guapo –remoloneé un rato. Kevin parecía haber soportado peor de lo esperado mi rodillazo porque aun sentía su presencia allí donde lo dejé.
-Ah, eso. No sé cómo lo hice, sencillamente pasó… -parecía abrumada con ello.
-Entoncés dale las gracias también a esa Flor de Oro, porque es obvio que está viva dentro de ti –subí el siguiente escalón.
Me apretó los dedos haciéndome parar el avance; aún me tenía agarrado.
-Es cierto, lo está. Al principio apenas la notaba pero ahora es capaz de hablarme. ¿Es eso normal? –Alzó los ojos y me miró directamente.
-No lo sé. Pero si no quieres, no lo diré. Aunque preferiría que a cambio tú no dijeras nada de en qué condiciones nos conocimos –ella asintió conforme; en el fondo tampoco le interesaba que supieran de nuestra “historia” juntos. Me quedé en silencio- Solo una cosa más.
-¿Qué? –volvió a ponerse a la defensiva.
-Acertaste muy bien con la fecha, hace dos meses que nos conocemos.
-¿Y? Dije lo primero que se me ocurrió. -Me apartó la mirada como si no fuera con ella.
Me giré de golpe agachándome hacía su cara. Nicole dio un pequeño bote. Nos miramos a los ojos fijamente, podía ver mis iris verdes reflejados en los suyos aunque estos eran oscuros. De hecho estábamos tan juntos que nuestro aliento se mezclaba.
 –Nicole –hablé lentamente, como saboreando su nombre-, ¿y no será que, por mucho que te empeñes, en realidad yo te gusto? –me estoy ganando una ostia, todos lo sabemos.
-P-puf –hizo un bufido un poco raro-, anda, vete a la mierda.
-Pos vale –me encogí de hombros y seguí andando como si nada con mi cara de póquer. Mi cambio repentino de interés la desencajó visiblemente; aguanté para no reírme de ella.
-Uargh –me siguió pisando fuerte. Respiró hondo y se puso a mi altura sacando pecho. Ahogué una risita. Nicole estaba acostumbrada a la tele y a parecer fuerte por muy hecha mierda que estuviera por dentro; era una de las pocas cosas que podía decir que no me desagradaban de ella, sabía sugestionar y aparentar.
–Un placer hacer tratos contigo –me reí. Ay… yo siempre consigo lo que quiero. Es una lástima que con Nicole siempre tenga ella que acabar enfadada para ello.
-¿Qué te he dicho de irte a la mierda?
-Mientras lleguemos en menos de cinco minutos, me iré a donde tú quieras.

lunes, 11 de julio de 2011

Encantamiento 36: Haces que a veces no quiera vivir; por eso te odio. (*mejor si lo escucháis con música)

Prácticamente me echaron a patadas, bueno, a patadas no, pero a empujones y codazos puros y duros sí.
-Malas bestias –escupí en demoniaco mientras tenía que trastabillar para evitar que me dieran cuando me cerraron la puerta en la narices.
Retrocedí para recuperar un poco el equilibrio pero lo que conseguí fue toparme con alguien que estaba detrás.
-¡Ayayay, cuidado! –me chilló Lena con voz sorprendida.
Di un salto otra vez hacia la puerta por la sorpresa. Había tan poco espacio que no se podía maniobrar lo más mínimo.
-Lo siento, no quería… -le agarré el brazo pues ella también había hecho un gesto muy brusco para apartarse y se había tropezado con unas cajas llenas de archivos del Cuartel.
Alec, esta es tu oportunidad; ¡nunca habíais estado solos antes (solos, solos, no estamos ni siquiera ahora, pero estamos detrás de muchas cajas que nos apartan de la marea de gente que va de un lado para otro), aprovecha, es ahora o nunca!
Alcé las comisuras y entreabriendo solo un poquito los labios en una sonrisa bondadosa (vamos, más falsa…) pero sin exagerarla para que pareciera creíble. -¿Estás bien?
-Sí, sí, estoy bien –volvió a plantar bien los pies en el suelo y agachó la cabeza con la mirada fija en el suelo-. Era yo la que estaba muy cerca de la puerta…
-Oh, ¿y qué hacías? –hice como si me interesara. Es obvio que había venido aquí con la única intención de pegar la oreja un poco ya que debían haberle vetado la entrada.- Siento la curiosidad, no me respondas si no quier…
-No, si no… Es que no... –Lena nunca terminaba las frases y mucho menos me miraba cuando hablaba.
-¿No pudiste entrar? –fui indiscreto- Ah, pues entonces no hay mucha diferencia. Ya ves lo que he durado yo ahí dentro, les ha faltado tiempo para echarme –solté un pequeño bufido poniendo los ojos en blanco. Hice el intento de  sugestionarla de ese modo para que nos pusiera al mismo nivel, como a iguales, a ver si tenía suerte.
-A-alec…
-¿Sí? –volví a prestarle atención.
-Ya puedes soltarme y… ¿Vas… en calzoncillos?
-Oh, ¿qué? –me apresuré a apartarme. Yo había sido perfectamente consciente de que mis manos no se habían movido de sus brazos, y de hecho, el hacerme el sorprendido como si no me hubiera dado cuenta de estar tocándola era una indirecta de que “no me incomodaba tenerla muy cerca sino que casi lo contrario” (sigo intentando reconstruir una buena imagen delante de ella; he de aprovechar ahora que puedo).
Me miré de cintura para abajo. Aunque sí que es verdad que se me había olvidado que le presté mis pantalones a Campbell… Bueno, tampoco es que me importe mucho, la verdad, sigue siendo ropa.
-Mis pantalones los tiene Campbell, ya sabes, por lo de la luz –aproveché para acercarme un poco más a la ventana para que la luz me diera un poco como si solo la estuviera señalando. Sí, son más indirectas; para que vea que yo no soy como los demonios que ella mata (es lo que más importa que se convenza)-. Con el lío que se ha montado se me ha olvidado completamente ir a buscar otros… -eso sí que es verdad.
Se instaló un silencio incomodo y nos quedamos ahí de pie sin saber dónde mirar.
Yo no soy una persona dada a la charla banal y mucho menos con desconocidos (Lena prácticamente lo es ahora); tampoco tengo práctica en sacar temas de conversación amistosos. Y como Lena no interfiere en las conversaciones, la cosa no mejora. Lo normal es que la otra persona diga algo con lo que dar pie a alargar la conversación, yo respondo, el otro responde y así sucesivamente; pero ella eso se ve que no lo entiende. Consigue que esto me resulte incómodo y eso que normalmente me encanta no tener que relacionarme con la gente. ¡¿Por qué me obliga a cambiar las tornas?, esto es un infierno!
Y yo no me quería ir porque, como ya he dicho, estas oportunidades no caen del cielo ni emergen del infierno; pero estaba quedando horriblemente mal y cada segundo que pasaba allí sin hacer nada perdía más sentido el quedarme. ¡Y me está poniendo de los nervios; di algo de una vez o es que voy a tener que hablar yo y volver a quedar con un subnormal! ¿Hace falta decir que estos sentimientos me hacen sentir como un idiota?
-En cambio a Nicole la dejan quedarse –me crucé de brazos (más forzado imposible…). Ella ni era Guardiana ni era nada, ni sabía de la Orden ni combatía (es una ni-ni). Era una simple humana (con un bicho mágico dentro de ella, no nos olvidemos de que eso es algo muy grave), pero bien que conseguía cosas que nosotros no.
-Eso es por Robert. Como están juntos…
Alcé una ceja.
-¿Ya es oficial?
-Pues no sé, pero, bueno, es obvio, ¿no?
Pensé en cómo se había comportado Robert antes ahí dentro o cuando salió del dragón. El ligoteo entre esos dos era algo muy evidente.
¿Yo seré tan evidente con Lena? Puede que Colyn se lo huela; siempre que aparece Lena, se me queda mirando a ver cómo reacciono.
Sentí que las mejillas volvían a calentárseme debido a la sangre. Penoso…
Ella empezó a juguetear con sus auriculares.
-Gracias… por salvar a Robert. A pesar de que eres esto…, quería decírtelo -<Esto>; ella lo decía con verdadero asco, igual que los demás Guardianes. Por suerte, yo había conseguido que no me importara mucho más que si fuera cualquier otra, aunque me dolía un poco-. Sé que no os lleváis bien… y que él es muy... así –se rió como diciendo que el-que-se-hace-el-héroe ya no tenía remedio, pero que se hacía de querer. Su voz se volvió más dulce de lo que yo la pudiera haber escuchado antes. Frunció los labios con timidez y entonces sacó una pequeña sonrisa mientras las mejillas se le sonrojaban. Las palabras parecían más fuertes que ella. Alzó la cabeza y, por primera vez desde el día en que la encontré escondida en un armario, me miró a la cara.-. Él es importante para mí. Es… mi amigo.
Apreté las mandíbulas con fuerza, los nudillos se me quedaron blancos. Tenía un ojo azul turquesa, inocente, luminoso y sincero que hizo polvo mis barreras hasta golpearme en el pecho. No lo soportaba. Era como los que usaba aquella niña de la que me enamoré, salvo que ya no los usaba para hablar de mí.
Se apartó un mechón de pelo de la cara, su sonrisa no había desaparecido.
Te odio…
Haces que me duela el corazón, que a veces no quiera vivir; por eso te odio.
Logras que me odie a mí mismo… ¿Por qué? ¿Por qué eres así? Ni si quiera te das cuenta de lo que me haces.
No dije nada. Mi apariencia había quedado aún más sin vida que de costumbre, sentía cómo me volvía más sombrío. Los ojos me escocían a pesar de que sabía que no lloraría. No puedo más, necesito que esto acabe, necesito desaparecer.
Pasé a su lado sin inmutarme lo más mínimo cuando la golpeé con el hombro y ella exclamó sorprendida. Me da igual ser un capullo; al menos no dejaré que cambies eso.
Siempre supe que no podría volver a ser todo como antes, era completamente imposible; pero ahora me daba cuenta de lo terriblemente lejos que estabas de mí. Odio que ahora hables con amor de ese capullo, y odio que eso me haga sentir celoso.
No fue buena idea intentar hablar con ella.

//Pequeño mensaje de la Supervisora: esta parte la escribí escuchando música de aeropuertos y la pérdida de personas queridas y el amor… Así es difícil no ponerse sentimentaloide (yo no soy sentimentaloide), casi me dieron ganas de llorar… (qué ridícula soy, ¿no?) Pero es que ese resentimiento de Alec me resulta tan adorable... ¡¡Leyendo esto me entran ganas de secuestrarlo y violarlo (¿?)!! T^T
Al principio iba a poner “que me quiera morir” en lugar de “que no quiera vivir”, pero es que la única ambición clara de Alec es seguir viviendo; así que lo puse así :P
No creo que estos mensajitos de la Supervisora se repitan, bye, bye//

Encantamiento 35, 2ª parte: Desmantelamiento.

Apreté la pequeña maleta en forma de ataúd con alas, la mía, contra el pecho. En la espalda y al hombro llevaba dos de las tres que pertenecían a Campbell (madre de Satanás, no sé si quiero saber qué considera ella como imprescindible). Teniendo en cuenta la situación, nadie se quejó de que viniéramos y nos lleváramos las cosas por las buenas.
En el edificio, tres plantas más abajo existía un portal; una maquina en la que introduciendo las coordenadas correctas podía llevarte a la parte del planeta que tú quisieras.
Ordené a Campbell que se quedara allí sin estorbar el paso hasta que le tocara, pues Albert me había mandado llamar.
-¿Pero y si nos mandan a sitios distintos? ¿O si no llegas a tiempo para venir conmigo? Alec, tengo miedo… -sus dedos se apretaron con más fuerza en mi brazo.
-Si eso pasa, montas un buen berrinche hasta que te salten y esperas a que yo vuelva.
Campbell asintió y aflojó un poco; a veces me asustaba que tuviera una confianza tan ciega en que yo arreglaría las cosas.
Salí corriendo a toda mecha entre la gente, esquivando como si fuera una carrera de obstáculos (en cierta manera, y al contrario que mucha otra gente, me relajaba esto de correr).
Llegué al despacho de Albert donde más personas se apelotonaban alrededor de su mesa sin dejarme pasar. Un walkie talkie gritaba de tanto en tanto cuándo había problemas y cuándo se terminaba de recoger una sala sin que se le prestara realmente atención.
-Vimos a un tipo de negro atacarnos con flechas pero no pudimos atraparlo –informó  Robert apoyando las manos sobre el escritorio. Habían dejado una de las flechas recogidas ahí delante.

-Era un vampiro –dijo C.Lence. Eso explicaría que fuera tan herméticamente tapado; para reducir el efecto de la luz solar al máximo.
-¿Vampiro? ¿Los vampiros han vuelto a intentar atacarnos? Es la tercera vez –pues yo solo he vivido las dos últimas, qué suerte-. ¿Qué es lo que buscan? –preguntó Gin, el médico con gafas y cicatrices en el cuello.
-La Luz –la gente se giró  hacia mí-. Cuando estaba preso y atacaron, un Convertido al borde de la locura entró en mi celda y empezó a preguntarme dónde guardaban la Luz; pero no le presté atención –dije con mi tono seco y monótono y la mirada ligeramente pérdida, como siempre.
-¿Y qué iban a hacer con la Luz? Los mataría.
Me encogí de hombros, a eso si que no se me ocurría nada.
-Es una opción.
-Cuéntales sobre el dragón, por favor, Alexander Derek –pidió C.Lence.
Las tripas se me revolvieron. No me hacía gracia eso de tener que ser el centro de atención, menos en situaciones como aquella.
-Creo… que estaba siendo controlado mentalmente para que atacara. Sentí ese tipo de magia al tenerlo cerca; además, tenía marcas de posesión alrededor de los ojos –aunque apenas se podía distinguir por el brillo de las escamas.
-Alexander entiende de esas cosas, después de todo –recalcó C.lence. Así me gusta, haciendo que me relacionen aún más con todo este embrollo. Pero era cierto que solo un tipo de demonios eran capaces de controlar la mente de otros seres: los Seamair, mi familia por parte de madre.
-¡En ese caso los Seamair tienen que ver! ¿No intentaban conseguir sangre de una virgen Guardiana para un ritual? –Hablan de lo sucedido en “Encantamiento 29”- Tiene que estar relacionado –concluyó alguien a quien no podía ver.
-¿Qué relaciones hay entre Seamairs y vampiros? –volvió a preguntarme Albert.
-Buenas, creo. Desde hace unos años que hay problemas y están en situación de paz precaria entre Seamairs y los licántropos de Gored –estos últimos intentaron matarme porque yo maté a unos compañeros suyos que quebrantaron el tratado de paz al vender droga en territorio Seamair (y Kaila me tendió una trampa para que me presentara delante de los hombres lobo, recordad, queridos lectores, ya habéis leído sobre eso aunque parezca un lio)-, así que tienen ciertas alianzas –los vampiros siempre están en guerra con los licántropos, no tienen remedio. Y últimamente el representante de los vampiros de Laraiss venía a menudo… De hecho hablé con él en el anterior ataqué.
Sentía la boca un tanto pastosa aunque eso no afectó a mi voz.
El walkie informó de que ya habían terminado y que la gente ya se estaba marchando por el portal.
-Bien, por el momento es suficiente; puedes irte. Ve con Ikon –señaló a un tipo afroamericano que tenía al lado- y haced lo que sea para que no sigan retransmitiendo imágenes nuestras  –fruncí el ceño, ¿y eso cómo lo íbamos a conseguir exactamente?
-En cuanto me vaya la barrera desaparecerá.
-Pues espérate hasta que todos salgan.
-¿Qué pasará con Campbell y conmigo después de eso?
-Ya se verá –me escupió uno de los dirigentes informándome de que yo no tenía el derecho para preguntar.
-Os vendréis con nosotros –dijo automáticamente Albert contrarrestando cualquier autoridad de su compañero (menudo “zas, en toda la boca” le ha hecho…).
-¿¡Qué!? –escupieron Robert y el tipo con malas pulgas al unísono. Alcé las cejas por la sorpresa.
-La decisión ya está tomada. Lena Dande y Colyn Dooflan también vendrán, así que no habrá ni que cambiar de protectores –cortó así cualquier futura réplica.
-Señor Kensington –llamó Nicole- ¿puedo ir con ellos? –me señaló solo a mí-. Yo he estado en la mayoría de las instalaciones de medios de comunicación y sé dónde están las cosas. Además, soy en parte responsable y quisiera poder ayudar de alguna manera.
-Eso no es cierto, Nicole, tú solo hacías tu trabajo –intentó consolarla el héroito muy considerado él.
-De acuerdo, puedes ir también.
-Pero es peligroso – replicó Robert.
-Estará bien, Ikon puede protegerla perfectamente. ¿No tienes cosas que hacer, hijo?  –puso fin a la conversación.

jueves, 7 de julio de 2011

Encantamiento 35, 1ª parte: Desmantelamiento.


Intentamos ir por el tipo de negro de las flechas, pero fue demasiado tarde. En eso que llegaron Albert con los demás jefes de la Orden. El caos se había instaurado en la ciudad según nos contaron; no me sorprendía.
Resultó que en el Cuartel había incluso menos personas de las que yo sospechaba: diez, de las cuales solo cinco eran Guardianes. Era casi milagro que hubiéramos sobrevivido todos. Campbell, C.Lence, Gigi y Gin se habían resguardado en la habitación anti-desastres-de-cualquier-tipo a la que Nicole y yo no conseguimos llegar (una rabia que me da esto último). Cómo no, en cuanto la ranita me vio, se tiró a achucharme y no conseguí despegármela desde entonces.
La gente empezó a congregarse en la sala principal, Guardianes que habían venido al ver el dragón desde sus casas.
El ambiente estaba muy caldeado y es que no era para menos. Ahora tocaba decidir qué se hacía para intentar remediarlo. El secreto de la magia podía haberse descubierto y en el peor de los casos eso nos llevaría a una guerra (bastante bien explicado los motivos en mi discusión con Nicole del “Encantamiento 6”: http://historiadeunsurrealista.blogspot.com/2011/01/encantamiento-6-soy-un-poco-capullo.html). Los Guardianes obviamente querrían aliarse con los humanos pero a lo mejor les costaba convencer a la opinión pública de que de verdad eran “los buenos”.
Apenas podía seguir la discusión con tanto grito aunque estaba bastante cerca, de modo que saqué  mi móvil (escondido hasta el momento de las manos de los Guardianes) del bolsillo interior secreto de mi bota; no habría ningún problema con conectarlo y que los demonios me pudieran localizar, con el jaleo ya se habrían enterado de que este era el Cuartel General de los Guardianes y de que yo me encontraba aquí (aparte de que algunas mafias, como una de vampiros, ya lo sabían) y además era aún muy de mañana y el sol brillaba mucho (Campbell tiene que llevar dos mantas para no quemarse. Encima, como la muy ceporra va siempre en minifalda, le tuve que dar mis pantalones, que eran de tela gruesa para taparse, aunque estaban algo chamuscadillos).
-Sale en todas las cadenas; están alucinando –empecé a pasar canales y me paré en uno que tenía muy buenas imágenes de lo sucedido para comprobar si se me podía reconocer. Era una mancha borrosa encaramada a una planta gigante.
<<Este hecho sin precedentes escapa por el momento de nuestra comprensión, pero recientemente fuentes de la casa lo relacionan con un incidente sucedido hace una semana en la iglesia de los Marianicos de su Señor>>; habló la maquina.
-Sube el volumen –me ordenó C.Lence.
<<Once cadáveres fueron encontrados en su interior por dos de nuestros trabajadores, quienes firmaron la escena. Los cuerpos presentaban distintos tipos de signos de lucha y fuegos controlados por todo el interior de la estancia. Por desgracia, tuvieron que abandonar la iglesia antes de que un grupo de personas entraran y destruyeran las pruebas.>> Estaban hablando de cuando intercambiamos los cuerpos (Encantamientos 29), joder, y los que se habían llevado los cadáveres eran Guardianes; sabía que tardaron demasiado en mandar al grupo de limpieza.
-¡Oh, no! –Exclamó Nicole-. Ese video es mío. Fui allí con Kevin, un compañero –en realidad era su novio desde hacía más de cuatro años, aunque no quiera admitirlo delante del-que-se-hace-el-héroe - y de casualidad nos los encontramos; así que lo filmé… Lo siento, no sabía nada de ustedes, yo solo estaba investigando sobre magia y… -se calló porque no se le ocurría nada bueno que decir.
-¿Tienes más archivos sobre la magia? –preguntó Albert completamente sereno.
-Sí, en mi ordenador de la redacción, pero tiene contraseña.
-Bien, entonces puede esperar. Alexander –uhg, qué mal me suena cuando pronuncia mi nombre de esa manera- ¿sigue tu barrera ocultando el dragón?
-Sí –y me estoy matando para que no desaparezca-, pero no aguantara más de dos horas –para entonces es posible que me desmaye.
Albert suspiró cerrando  los ojos y frotándose el entrecejo.- Bien, pasamos al desmantelamiento; recoged lo que sea imprescindible y dirigiros según el orden de la habitación que ocupasteis durante vuestra estancia  al portal. Volaremos el edificio –joder, eso son medidas drásticas; menuda manera de eliminar pruebas. Albert siguió hablando con voz tranquila y grave: -Escuadrón B y C, repartiros para desmantelar la enfermería, el laboratorio y la armería. Rápido, llamaré a los contactos que tenemos en el ejército para retrasar su llegada.
Y todos se pusieron en marcha. Me dieron bastantes empujones como a Campbell; yo sí que no sabía dónde meterme, no tenía cosas personales que recoger.
-Alec, traje una maleta tuya cuando vine aquí, pero no me la devolvieron porque le estaban haciendo el chequeó. También hay muchas cosas mías… -me suplicó alzando su cabecita fuera de mi costado.
-De acuerdo –le tomé la mano y empecé a abrirme paso. Sabía dónde guardaban esas cosas.