viernes, 2 de septiembre de 2011

Encantamiento 43; 2ª parte: Secretos y mentiras, segunda parte.

//A la escritora y madre de Yary Speit; una persona maravillosa con una gran fuerza de espíritu que siempre logra poner buena cara al mal tiempo. Porque te lo mereces, este capítulo extra de hoy te lo dedico a ti.//


La imagen de mi tío Cristofino apareció entre la nube negra. Acercó la cara para mirarme y la superficie cóncava deformó la apariencia de sus relucientes ojos verdes. No importaba, sabía cómo eran; verde claro que se volvía cada vez más amarillento conforme se aproximaba a la pupila, resultaban como el cristal siempre que los mirabas, vidriosos, como si no precisaran enfocarte para saber todo lo que necesitaban de ti.
-¡Alec! –En su voz se distinguió la sonrisa sin necesidad de mirar su reflejo en el cristal- Buen día, ¿estás bien? Se te ve cansado -se preocupó por mí. Su tono era amable, casi maternal.
-Tío –hice un pequeño gesto con la cabeza sin ninguna efusividad para responder el saludo; tiempo atrás me había esforzado ponerme a la par con él en ese sentido de ser tan sumamente alegre, pero ya me daba por vencido, no me salía natural y él se daba cuenta. Ambos hablábamos en demoniaco-. ¡Ja! De repente me he convertido en el chico más solicitado de toda la Orden –mi voz destiló cierta amargura.
-Ya veo… Los tiempos que corren son desesperados –y que lo digas…- Debes de estar atareadísimo; siento darte tanta guerra.
En la otra habitación se escuchó claramente un portazo, lo que me hizo alzar la vista en esa dirección. La Cucaracha se había ido prácticamente corriendo al exterior. Eso es que se iba a poner a llorar y no quería que la viera.
-¿Alec? –llamó mi atención. Volví a mirar la bola de cristal; no pasaría nada grave porque se desahogara un poco antes de aparecer yo (o, conociéndola, se desahogaría conmigo).
-¿Estás detrás del movimiento de los “Sgaret na’edna”? –pregunté sin tapujos por ese movimiento radical que estaba armando tanto alboroto en Irlanda; no había tiempo para remilgos, tenía muchas preguntas.
-Sí, veo que te diste cuenta –rió, siempre le divertía cuando acertaba alguno de sus planes-; aunque de momento no es más que un proyecto. Tu tío-primo Jell se está encargando de él en mi nombre.
¿Yell, en serio? Humm, sabía perfectamente lo destructivo y decidido que realmente podía ser a la hora de la verdad, pero su aspecto despistado y blandengue no solía inspirar demasiado respecto al resto de personas, por mucho que ya hubiera cumplido un milenio y se hablara de concederle título de diablo (los diablos son demonios de más nivel, más poderosos y malignos). Sabía que habría tenido desde el primer día sus problemas para hacerse obedecer y que no intentaran sustituirle por la fuerza, pero estaba seguro de que mi compañero de borracheras se las arreglaría.
-Les he hablado a los Guardianes sobre los Seamair –era una de las condiciones para que no nos mataran a mí y a Campbell.
Asintió, lo había supuesto y lo aceptaba.
-¿Qué les has dicho? –su tono se mesuró un poco, como recordando de que había asuntos importantes que tratar.
-Saben que tienes buenas relaciones con los vampiros que los atacan y que debió ser un Seamair quién poseyó al dragón –fui yo quién llegó a esa conclusión.
-Y así fue.
-Y quieren saber dónde está el centro de operaciones. Les he dicho que en Irlanda y que yo he estado, pero que solo fui a través de un portal así que no sé cómo más llegar –en realidad el bar del Trébol de las Cuatro Hojas se encontraba en una especie de limbo, en ningún emplazamiento en concreto, y disponía de varias puertas repartidas por el globo desde las que acceder a única y misma taberna. Podías entrar por la que estaba en Nueva York, atravesar tranquilamente el bar y salir por otra puerta a las calles de Hong Kong. En realidad conocía bien el sistema de entradas de tanto usarlas para mis “trabajillos”.
-Jaja, en ese caso creo que no has dicho toda la verdad –volvió a reírse divertido. Cristofino era un tipo alegre que sabía muy bien separar el trabajo de lo personal incuso aunque trabajaba con la familia y a veces tuviera que cargarse a alguien-. Gracias por la información; creo que no las cambiaremos de lugar por el momento -se refería a esas puertas dimensionales-, mejor que puedas venir si la cosa se tuerce –inclinó la cabeza hacia un lado cerrando los ojos con expresión de portada manga; se parecía mucho a Campbell y lo cierto es que no sabía quién había influenciado a quién-. ¿Qué más?
-Me pidieron nombres y lugares de reuniones; aun no se los he dado.
-De acuerdo… supongo que podemos arreglarlo –suspiró-. Te daré una lista. Mata a quién tengas que matar cuando sea necesario… incluso si es uno de tus familiares. No me extrañaría que algunos quisieran ponerte fin. Creo que también te pasaré una lista de a quien prefiero que no mates. Por cierto, ¿y Campbell? –Hizo un margen en la charla de negocios para lo personal- Ya sabemos cómo es esa niña; se prestó voluntaria, pero aun así me preocupa… -empezó a mecer su barba de chivo con los dedos, su tono en verdad sonaba preocupado. Se volvía incluso más maternal cuando se trataba de aquellos a los que él había criado desde pequeños. Para Cristofino era una practica habitual eso de recoger niños abandonados y cuidarlos como propios; él solito conformaba una entidad de acogida, pero sin ser tan frío como los servicios sociales, aunque suene increíble.
-Está bien… -si se metieran con ella o le hicieran daño ya hubiera venido corriendo a llorarme-. Ya me encargo de que no se meta en líos –tengo que hacerlo en el poco tiempo libre que me queda, al final nunca descanso.
-Alec, realmente me dolió la idea de que nos hubieras traicionado. Yo no me lo podía creer, te conozco desde pequeño –en realidad desde adolescente- y eres de los que saben lo que les convienen. Pero espero que entiendas lo que hice –poner una recompensa por mi cabeza-; no estás bien visto, ya sabes, de haber sido otro puede que no hubieran sido tan incisivos, pero se pusieron como perras rabiosas y debía evitar un enfrentamiento –se estaba refiriendo a los demás miembros de los Seamair y aliados; de haber sido yo un pura sangre en lugar de un hibrido me habrían rescatado y llevado ante ellos para preguntarme y habrían buscado pruebas en lugar de emitir directamente la orden de búsqueda y captura vivo o muerto (recientemente ha cambiado y ya solo me quieren vivo, mejora un poco)-. Lo que me dijiste de que Kaila te tendió una trampa con los licántropos me cuadra, pero no consigo entender qué pasó para que acabaras tan liado con esos Guardianes. Tú eres más listo que eso… -me miró fijamente a los ojos-. Ya sabes que te prometí que nunca te leería la mente y pienso mantener mi promesa –los Seamair, los únicos Demonios de la Locura de esta dimensión, famosos por sus habilidades de control mental. Podían meterse en la mente de otros y crear pesadillas, tomar el control sobre sus cuerpos e investigar en sus recuerdos y tomar posesión de ellos… además de que luego se alimentaban de las esas almas a las que atormentaban.
Me quedé en silencio; prefería que no lo supiera (demasiado vergonzos admitir que había sido tan idiota de confiar en una chica porque me gustara). Mis barreras de protección eran de las mejores que existían (incluso mejores que las de mis familiares más ancianos que sí saben usar todas esas técnicas de control mental) y mantenían alejados de mis pensamientos a cualquier ser que lo intentara (aunque expulsar a alguien de tu cerebro duele un poquitín). Pero si había alguien lo suficientemente poderoso para lograr romperlas, ese era Cristofino
-Ni yo lo entiendo bien. –Me quedé un momento en silencio- Está jugando a dos bandas, ¿verdad? –confiando en Kaila y en mí al mismo tiempo.
Sonrió con tristeza. 

1 comentario:

  1. ohmmmm, primero. ERES ADORABLE!! me has alegrado estos dias que tan duros y fríos se me presentan. Gracias, te quiero tia ^^
    Segundo, me ha encantado el momento paternal que comparten. Me encanta su tio, confió en alec aunque todo apuntara a que les traiciono y todo el rollo.
    Un capitulo perfecto ^^
    Besos ^^

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