sábado, 31 de diciembre de 2011

Encantamiento 55: “El mundo es un sueño y soñaré”.

Por narices tengo que dedicárselo a un duende de las montañas que siempre me ayuda mucho ^^

<<El irregular pitido de una máquina contaba los latidos del niño que reposaba en la cama, cada vez más lentos. A pesar de estar postrado en aquel colchón, en este sueño observaba de pie, junto a la entrada; como un fantasma invisible. Odiaba reconocerme en aquella cara amarillenta y llena de cicatrices. Lo odiaba, lo odiaba; me odiaba. No era justo que algo que yo no me había buscado me hiciera sentir tan mal conmigo mismo.
El Dr. Dande estaba sentado a mi lado, mirándome fijamente con esa media sonrisa que lo hacía parecer simpático. De haber estado consciente, hubiera sentido asco de su mirada como lo hacía ahora que lo miraba desde fuera. Que se fuera…
Las puertas se abrieron y una enfermera entró acompañada por otra mujer vestida de calle. El doctor miró fijamente a esta última. Algo anodina pero alta, vestía una gabardina rosa claro muy ochentera, mayas de topos con botines blancos y gafas grandes y redondas de mosca.
-Dr. Dande, ha venido a verlo… -empezó la enfermera.
-CAMILA LENCE; MAGISTRAL ADIVINA AL SERVICIO ÚNICO Y EXCLUSIVO DE NUESTRO SEÑOR DESTINO –la interrumpió sin remordimientos, quitándose las gafas y aireando su melena blanca con la que le propinó un buen latigazo a la enfermera. Le dedicó esa sonrisa dibujada al Dr. Mi yo externo se sorprendió de verla allí (¡¡¿C.Lence se llama Camila; EN SERIO, DE VERDAD?!!). No había cambiado un ápice (ni siquiera sus entraditas teatrales), ni una sola arruga, salvo unas pocas puntas castañas al final de su cabellera. Echó una mirada al crío enfermo, o sea, a mí-. Debe liberarlo.
El doctor se enfurruñó; a casi nadie le hacía mucha gracia que C.Lence pululara a su alrededor dando órdenes (y cuando no, te manda a la muerte con una sonrisa, la muy…).
-¿Cómo osas…? Lo que propones no es factible ahora que por fin estoy a punto de curar a este niño.
-¿Curarlo? Se muere. Usted es el médico, sus gráficos deberían de habérselo advertido hace mucho –zas, en toda la boca.
-Es normal que el cuerpo se resienta un poco –intentó excusarse burdamente-, pero los resultados…
C.Lence se acercó sin hacerle el más mínimo caso a la cama y apretó un par de botones del monitor al azar. Las constante cesaron de golpe y un largo pitido inundó la habitación. Él gritó saltando de su sitio y empujó a un lado a la adivina para volver a ponerlo todo como antes; el arrítmico sonido se reconstituyó.
-¡¡Loca, podrías haberlo matado!!
-¿Yo? Eres quién lo ha dejado en ese estado –suprimió en el acto el trato de respecto; ella tampoco parecía considerar que como un necio que era lo mereciese-. La Luz es un arma peligrosa. Hasta ahora crees –C.Lence usó el término correcto, sabía que él estaba errando con sus diagnósticos; debía de ser la única- que has estado matando solo a su oscuridad, pero también haces perecer su otra parte. Y los Guardianes deben proteger la vida humana igual que a los suyos, ¿cierto?
-¡Sabes que sí, adivina! –seguía sin mostrase muy dispuesto a dejar amedrentarse ante la adivina y su Destino.
-Ya no ves magia en él –volvió a usar las palabras exactas-, déjalo marchar –lo persuadió con tono seco.
-NO. ¿Y si reaparece? Además, su caso es excepcional, ¡podríamos aprender mucho de él y…!
-No… reaparecerá –C.Lence mintió descaradamente. Me fijé en que apretaba los puños, un dato interesante. Los adivinos no estaban obligados físicamente a decir siempre la verdad como los vampiros, pero la profesión exigía un grado de sacrificio para conseguir credibilidad; si eran mentirosos estaban cavando su propia tumba.
Él se quedó en silencio mirando los controles varios minutos, sin que nadie en la habitación hiciera el más mínimo movimiento. Cavilando.
-De acuerdo… Si en dos meses no hay señales de sucia magia demoniaca en él… le daré el alta. Vete de mis laboratorios –y sin embargo fue él el primero en marcharse de la habitación. La enfermera esperó fuera.
C.Lence se acercó a la cama y me miró fijamente, inclinándose hasta que sus cabellos se deslizaron sobre mi frente.
-Hola, pequeño hibrido –susurró con una pequeña sonrisa. Pasó su dedo a lo largo de una fea cicatriz que comenzaba en mi parpado y bajaba hasta la clavícula. Su expresión se mantenía tan artificial como en la actualidad, sin dejar ver  si le divertía o entristecía verme así-. Asegúrate de no morir; aún debes sufrir mucho. Pero ese sufrimiento es necesario, espero que lo entiendas, todavía has de traer un poco más de caos a este mundo. Es tu Destino, la única razón de tu existencia... -Se separó- No hace falta que me des las gracias, el Destino es el que desea que vivas, no yo. –Dio un pequeño toqué en mi nariz-. Dulces pesadillas, pequeño medio Guardián.
Una voz empezó a llamarme. C.Lence no se inmutó.
La escena empezó a desdibujarse dando lugar a un único hexágono con puertas. Mi sueño se había diluido, pasando a un infinito cada vez más blanco y dejándome solo ante aquella puerta violeta que flotaba sobre la nada, oscilando levemente. Supe en el acto reconocer la magia que despedía. Una invitación para que me fuera de aquel sueño, ¿pero a dónde?
C.Lence ya se marchaba a mis espaldas.
Era raro, pero la curiosidad era más fuerte. La abrí.
Una luz se terminó de tragar mis recuerdos.
Cuando reabrí los ojos, estaba en un sitio completamente distinto. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que esto ya no pertenecía a mis memorias, pues yo no había estado nunca en un sitio lejanamente parecido.
Desde las grandes ventanas se veían las montañas en las que estaba, casi podía oler la humedad de las nubes colarse dentro. Las paredes y el techo estaban hechos con vigas de madera y argamasa pintas de rojo, amarillo y blanco. El suelo de tatami crujía bajo mis pies. Sobre mi cabeza colgaban platillos de incienso cuyo humo emborrachaba la atmosfera y unos cuantos retablos que parecían contar la historia de una deidad floral junto a unos escasos adornos dorados, entre ellos un gong, como único atrezo. Parecía un templo chino o eso supuse por su forma.
No estaba solo…
-Accediste a venir…
Me giré sin prisas, en cierta manera sorprendido. La hermosa mujer frunció sus carnosos labios pero sonriéndome con la mirada. ¿Nicole? ¿Qué hacía yo soñando con la Cucaracha? Pero no, no era ella. Fruncí el ceño. La curiosidad me inquietaba. Se la notaba muy diferente aunque no acertaba a ver el qué; tal vez era su aura o su actitud.
-¿Flor? –intenté adivinar.
Alzó las cejas por la sorpresa. -¿Cómo pudiste reconocerme?
Me encogí de hombros (lo dije por decir… menuda potra, que bien he quedado). –Tampoco importa. ¿Qué es esto? -Abarqué con la mirada todo el templo.
-Mis recuerdos, los míos –remarcó como intentando excluir a Nicole de aquello. Sí que parecía un edificio de otra época, demasiado nuevecito para estar en la actualidad. Flor se sentó en el pequeño altar que había en el centro de la habitación-. Aquí es donde los humanos venían a adorarme cuando aún se me tomaba en serio ciertamente se movía como por su casa; no me gustaba la idea de estar en el territorio de otro.
Mis preguntas no habían terminado: -¿Cómo has conseguido contactar con  mis sueños?
-Aquella gitana nos dio el hechizo para hacerlo.
(Toca lección, mis queridos estuante-lectores, ¡oh yeah, sí señor!:) Los Demonios de la Locura eran de las pocas especies demoniacas que podían introducirse en los sueños de otros y modificarlos (y crear pesadillas con los que enloquecer a sus víctimas), pero antiguamente podía hacerlo cualquiera que supiera el hechizo correcto (uno muuuuuuy complicado, todo sea dicho). Hasta que llego una epidemia y dos guerras que extinguieron a la raza creadora y distribuidora del hechizo y este se perdió en el olvido; por lo que, lo de los sueños solo está, hoy día, disponible para aquellos con la capacidad innata. ¡Y resulta que la gitana tenía uno de los pocos pergaminos que quedan en este mundo y se lo dio a la Cucaracha; ese papelejo cuesta millones, MILLONES!
Bueno, Alec, cálmate… que lo importante ahora es saber para qué coño te ha llamado la plantucha.
La miré de soslayo. Tenía práctica con la Cucaracha, pero Flor era una completa desconocida para mí; un nuevo enemigo a estudiar. Mentiría si dijera que la idea me emocionaba. Ella me observaba descaradamente, ni siquiera se inmutó cuando me di cuenta de ello. No fue hasta ese momento que no me fijé en mi propio aspecto: iba descalzo y llevaba una camisa de fuerza hecha girones, sucio de tierra y sangre y con el pelo lleno de nieve y las manos convertidas en garras. Debía parecer un psicópata en toda regla, pues adivinaba el sabor de mi sangre en los labios (sí que es realista esta conexión, se puede hasta saborear). En cambio ella seguía usando el cuerpo de Nicole; pero en lugar de una seria minifalda y una blusa, con un kimono que le dejaba a propósito un hombro descubierto, dándole un aire despreocupado sin dejar de ser por ello elegante; Nicole se hubiera visto realmente atractiva así en la realidad (¿habría decidido aparecérseme así por eso?).
La curiosidad me pudo y decidí que un ataque preventivo sería lo más oportuno para obtener información: -¿Por qué usas el aspecto de Nicole? –si ella había seleccionado lugar, al igual que su atuendo, también podría haber elegido la apariencia física que hubiera deseado. ¿Acaso deseaba la de Nicole?
Me apartó la cara malhumorada y haciendo que la nube de rizos botara sobre sus hombros, calcado a Nicole. –Eso no es de tu incumbencia –esperé en silencio unos segundos hasta que finalmente accedió a contestar (¿perro ladrador poco mordedor?)-: Nunca he tenido cuerpo propio y no me apetecía volver a ser un vegetal –pero eso no respondía el por qué no había elegido a cualquier otro. Mejor sería no atosigarla la primera vez que hablábamos.
-¿Y dónde está ella? –caminé en su dirección.
Frunció el ceño. -Dormida –me contestó de forma cortante. Flor estaba resultando muy condescendiente-. Seguimos siendo mentes separadas, ¿recuerdas?
Era fácil descubrir que su unión con la Cucaracha no la agradaba lo más mínimo. Pero al mismo estaba intentando emularla, ¿simple hipocresía?
-Lo sé. Perdona si aún no me he estudiado el manual de “desdoblamiento inducido de la personalidad en seres mágicos”.
-Te perdonaré… -¿va en serio? Me aguanté otro comentario sarcástico (me da que no lo pillará o se lo pasará por el forro, una de dos).
-Bueno… tú dirás. ¿Para qué se requiere mi presencia?
Flor se levantó enérgicamente.
-Necesitamos tu ayuda –pareció que le costaba admitirlo. Alcé las cejas para preguntar a qué diablos se refería (que yo no era adivino). Flor cerró los ojos y alzó las manos al comprender. Las paredes del templo temblaron, las vigas de madera se convirtieron en bloques de piedra y las ventanas en barrotes de metal. De repente eché de menos el hedor a incienso, era preferible. Alcé la cabeza para contemplar en su amplitud la celda que Flor me mostraba, oscura y pequeña. Supe en el acto que estábamos bajo el subsuelo en cuanto la humedad del aire me erizó la piel.
-¿Os han encerrado? –concluí. Flor asintió con seriedad.
-Huimos de Kensington’s House poco después de tu marcha, aprovechando el revuelo que se montó –eso me sorprendió, cómo es que habían huido. ¿Tanto lo odiaban (vale que Robert les pareciera un capullo y no pudieran soportar a su “suegra”… pero Nicole era una de esas buenas chicas que nunca huirían de casa por temor a hacer daño a los que dejara atrás, incluso aunque le cayeran fatal)? –Pero tuvimos… un altercado con unos vampiros…  por culpa de un asqueroso troll -vaya, vaya, así que un troll les había tirado los tejos, Flor se había cabreado con él (espectáculo de gritos y convulsiones debido a la lucha por el control entre las dos asegurado) y después se les pusieron chulitas a unos vampiros que intentaron separarlas (como si lo viera)-. Ahora estamos atrapadas en este repugnante lugar –me tomó la mano. Sus ojos me parecían mucho más felinos y afilados, con un brillo amarillento; sin duda no era Nicole la que me miraba-. No nos abundan los contactos a quién llamar… -intentó bromear. Eso, en código orgulloso, era un claro “por favor, estoy desesperado” (más de una vez yo lo he debido emplear).
-Tch -¿más trabajo? No, gracias. El sueño volvió a emborronarse. Solté su mano.- Si me disculpáis, he de despertar. Un placer hablar contigo al fin, Flor. >>


Y esta es Flor en kimono y con el pelo recogido ^^

4 comentarios:

  1. Flor me gusta *-* <33
    Me gusta más que Nicole ¬¬
    Pero sintiéndolo mucho me encantó las calabazas que le dio Alec justo al final JAJAJAJAJAJA No le pega ir de héroe a rescatar a esas dos (a menos que sea Lenica), ¡ese es mi Alec! ¡Cada uno se busca la vida! ¡YEAH! XDDDD

    C.Lence me pareció muy cariñosa en este cap :3

    ME ENCANTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA :D

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  2. MUAHAHAHAHAHAHAHHAHAHAAHAAA Primera ;D

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  3. Wow, vaya capítulo un tanto extraño nos has dejado.
    Y vaya final, me he carcajeado durante un rato xD

    Espero pronto un nuevo capítulo.

    Besoos! Y feliz año 2012 y que pases una feliz noche vieja ;)

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  4. Pero... ¿qué ha pasado con la pervertida esa?
    No lo entiendo -w-
    En fin, Alec con su personalidad pasota es genial. No es el típico que va a ayudar a la primera de cambio xD

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