martes, 24 de enero de 2012

Encantamiento 58; 2ª parte: Campbell en conserva.

Campbell y yo nos tiramos en la gigantesca cama de la habitación y allí nos atrincheramos con un alijo de chucherías, comida rápida, refrescos y patatas fritas; nada sano pero todo delicioso (qué lástima que aún no pudiera comer).
Mientras Nicole intentaba con la ducha adecentar su pelo y hacer desaparecer las mellas que la prisión había dejado en su piel, Campbell me contó su historia. Empezaba con el calvario que se había vuelto la situación con la señora Karen: tenía a Campbell aterrorizada y a Nicole desmoralizada de tanto desprestigiarlas, culparlas y amenazarlas. Incluso la habían escuchado planear el usar mi ausencia (cuando no pudiera defenderla) para aprovechar y llevar a Campbell a una cárcel… Y cuando yo me cabreara por no encontrarla… conseguir una excusa para también encarcelarme a mí. Pero entonces Nicole se entrometió y empezó a defender al Renacuajo.

-Antes de eso casi no hablábamos; los buenos días y poco más, ya sabes, ¿sí? Ella me parecía agradable y yo quería que fuera mi amiga, pero es que ¡siempre, siempre aparecía el-que-se-hace-el-héroe y se la llevaba o cualquier cosa! Pero como ése se enfadó tanto por vuestra culpa y se fue... ¡Aún así no me esperaba que me ayudara! ¡Deberías haber visto a Nicky plantarle cara a la vieja, moló casi tanto como tú! ¡Y le pegó un corte… wah! Y después también, o sea, me consoló. Y a los días siguientes me dejó desayunar junto a ella. Y, y… ¡Y empezamos a llevarnos bien! Tenías razón: ella es muy lista… y serena, pero alegre –frunció el entrecejo-. O sea, creo que no le ilusiona mucho el “Sing Star” pero intenta cantar algo, ¿sabes? Pero me gusta. Jugamos a la play con Gigi y un día accedió a hacer un pase de modelos conmigo –o lo que es lo mismo, se dejó vestir como Campbell quiso. Aquella pequeña anfibio era temible una vez entrabas en su “Imperio de la Moda”-; ¡tengo fotos en el móvil!
Alcé una ceja. ¿La Cucaracha con una minifalda de volantes, ligas y 
un corsé? Estaría bien ver eso.
-Pues… ¡a ver, a ver! Humm –se concentró para retomar el hilo de la conversación-: Como te habías ido y no sabía nada de ti, ¡estaba muy preocupada…! Nicky también estaba muy inquieta, ¡el día que te marchaste golpeó al señor Kensington y lo tiró al suelo, ¿te lo puedes creer?! ¡Yo me pensaba que eran amigos, que se llevaban bien a pesar de todo! No sé por qué pasó eso, pero yo creo que era por ti… -Casi seguro… pero no iba a explicarselo. Nicole había intentado ayudarme cuando supo que me mandaban a una misión suicida (para mí), pero se lo impidieron y no pudo hacer nada. Maldita sea. No era fácil olvidar su voz llamándome desde el otro lado del portal; no todos los días alguien intentaba salvarme la vida tan desesperadamente. Tal vez debiera haberle agradecido su interés en ese momento, pero no quería admitir ante ella que aquello me hacía sentir alagado. Si la Cucaracha se había comportado alocadamente es porque sentía algo por mí (sea lo que fuera exactamente eso), no quería que esos sentimientos se me contagiaran y también me nublaran a mí el juicio. Campbell seguía hablando aunque no la escuchaba-: Pues después de eso siguió muy molesta, creo que fue la gota que colmo el vaso, ¿es así el dicho?, porque ella no estaba nada a gusto prisionera en esa casa. Como yo. Por eso nos entendimos bien, yo creo. Y cuando empezamos a oír los rumores aquellos de que habías provocado una sublevación en unos laboratorios… ¡Si te mataban, yo hubiera ido detrás, como tú me dijiste! ¡Solo de pensar de que te me mataban…! Nicky también se dio cuenta, así que ese mismo día, cuando todos estaban distraídos,  me dijo que preparara mis cosas y nos fuimos con la moto de Rob, esa tan cara. ¿Sabías que Nicky tenía una Harley, pero que tuvo que venderla para la entrada del piso de ella y su ex porque el ex no ganaba casi nada? Pues eso, que conseguimos irnos. ¡Casi nos pillaron! Pasé un miedo… y bueno… no pude despedirme del doctor Ginneas, claro, aunque él fue muy bueno conmigo… -la mirada se le ensombreció y los labios le temblaron. Su ánimo se desplomó con solo recordarlo como si acabaran de ponerle una tonelada sobre los hombros-. Así fue cómo vinimos aquí –se hundió entre los almohadones-. Íbamos a decidir si buscarte… pero Nicky tuvo un problema en un bar mágico y los vampiros se la llevaron. ¡Es que le entraron de una forma más poco elegante…! Yo en su lugar también me hubiera cabreado como Flor, se llama así, ¿no? –Salvo que a ti nadie te tira los tejos así ni de ninguna manera; me tuve que callar-. Me pidió que me quedara aquí antes de que se la llevaran, pero… si no llegáis a volver, no sé que hubiera hecho –la voz le tembló. Me senté erguido y posé una mano sobre su cabecita-. Gracias… gracias por no dejarme –se frotó los ojos e hizo un esfuerzo por respirar acompasadamente.
En ese momento, la Cucaracha salió del baño vestida con un pijama de franela.
-¡¿Te lo desenredo?! –Campbell enganchó unos productos del pelo de su bolsa nada más verla. Nicole la miró un momento dudando, pero al verle los ojos húmedos, accedió sin problemas. Se sentó a los pies de la cama para que Campbell se enfrentara con todo lo que tenía a sus rizos mojados.
-¡Ya le he contado a Alec qué hicimos nosotras, Nicky! –en su voz se notó que estaba intentando darse ánimos a sí misma para no molestarnos. Pues era evidente que estábamos cansados y no quería darnos más problemas.
-Oh, ¿sí? –la Cucaracha tomó una bolsa de gusanitos de goma para ella-. ¿También la escenita que montó Flor a mi costa? –se rió amargamente.
-¡Aján! ¡La verdad es que eso fue muy gracioso, parecía que te estaba dando un ataque de convulsiones esos! –la cucaracha le echó una mirada de falso odio- Uff, me alegro de que estéis aquí… -los tres nos dimos cuenta de que de nuevo peligraba con echarse a llorar, así que se apresuró a sonar más alegre- ¡estaba que me subía por las paredes a saltos literalmentne, jajaja! Y ahora me tenéis que contar qué hicisteis vosotros. ¿Cómo os reencontrasteis? –el color apareció en las mejillas de la Cucaracha al recordar que me había besado en la prisión, pero el renacuajo no lo percibió-. Y también… -me miró a través de su pelo castaño- tú nos contaras lo tuyo… ¿no?
Las dos me miraron fijamente. Mierda, se habían compichado de antemano para hacerme cantar. Mi AJS se puso en marcha, previniendo una guerra. No podía subestimar a este frente unido, en parte porque sus lazos parecían serios y difíciles de romper. Nicole se estaba comportando como una hermana mayor intentando cuidar y alegrar a Campbell y a cambio, Campbell estaba desarrollando un amor incondicional hacia su persona; en verdad se habían hecho amigas…
-Dinooooosloooooooooooooooooooooooooo.
-Esto tiene que ser reciproco para que funcione –apostilló la Cucaracha. ¿Qué? ¿Desde cuándo se nos ha emperchado oficialmente? Como que voy a dejar que esto se convierta en una triada…
-Ya lo dije: un doctor raro intentó meterme en su programa de laboratorio sin consultarme.
-¡Nooooooooooooooooooo! Sabes perfectamente a lo que me refiero –alcé una ceja haciéndome el idiota-. ¡Pues que estás metido en alguna cosa con ese médico! Se apellida Dande, como Lena, ¿¡es que es su padre!? –me suplicó con la mirada, esos ojillos brillantes se clavaron en los míos-. Dínoslo, porfi, please, ¿no me quieres? ¿Ni siquiera un poco?
-Pues no –fui cortante.
-¡MALVADO! ¡No me hagas recurrir al cansinismo, sabes que lo haré! –me amenazó con el cepillo que llevaba en la mano- Sí, sí. Témeme porque hasta tengo refuerzos para cuando flaqueé, ¿eh? –Palmeó a la Cucaracha en el hombro-. Pooooorrrrfaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Dilo, dilo, dilo, dilo. O estaré suplicándote día y noche, ¡me compraré un redbul y sabrás lo que es bueno! Lo juro por mis branquitas. Confiesa y cuenta. Ya estás tardando. ¿A qué esperas? ¡¡Dímelo!!
Resoplé. Con lo a gusto que había estado yo sin estas tonterías…
-Lena… -miré al techo- era una amiga mía de hace mucho.
Ale, ya lo había dicho.
Campbell guardó silencio de golpe, apretando con muchísima fuerza sus labios hasta dejarlos verde pálido mientras el resto de su cara se volvía azul marino debido al aumento de sangre. Amenazaba con estallar como un globo con demasiado aire, y eso mismo pasó: -¡¡¡¡¿QUÉ?!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¿ÉSAAAA?!!!!!!!! ¡¡Si a esa tipa solo le faltaba escupirte a la cara!! ¡¡¡¡¡¿Y POR QUÉ NO ME LO HABÍAS DICHO ANTES?!!!!!
-¡Pues porque sabía que ibas a gritarme!
-¡¡Más!! –Se arrojó sobre mí- ¿Qué MÁS?
¿¡Será posible que esta mindundi me vaya a esta exigiendo ahora!?
-Quita o te tiró.
Se sentó recta sobre los talones muy obedientemente, aunque por su cara aún parecía que iba a darle un síncope.
Me mordí el labio. Resistirme supondría una discusión y no tenía fuerzas para tanto. Además, acabarían por enterarse de un modo u otro…
-Resulta que su padre se enteró de que éramos amigos… Así que le borró todos los recuerdos sobre mí.
-¡¿En serio?! ¿Qué clase de padre es ese? –un ramalazo de pena consiguió distraerla. Mientras estuviera diciendo tonterias, a mí me dejaría tranquilo- De verdad… yo no creo que Cristofino me fuera a hacer nada parecido aunque yo le hiciera algo horrible a él… No sé…
Me encogí de hombros, algo enfurruñado. Odiaba tener que responder tantas preguntas.
-¿Y tú estás bien? –Nicole habló por primera vez. Parecía tranquila y sosegada, sin hacer aspavientos ni alzar la voz como el Renacuajo, aunque en sus ojos miopes brillaba la preocupación.
-¿Yo?...-no pensé que fueran a preguntarme eso. No siendo tan morboso el tema de mi relación con Lena y su padre-. Eso fue hace mucho tiempo –di largas.
-¿Seguroooooo? –inquirió Campbell al contagiarse de la Cucaracha.
Apreté las mandíbulas. Odiaba que me tuvieran lástima, era un recordatorio de lo débil y penoso que yo era.
Nicole se levantó en ese momento. –Bueno, es hora de dormir, todos estamos cansados.
Campbell se apresuró a quejarse, como una niña pequeña: -¡No es cierto! ¡Y además, yo quiero saber…!
-Pero nosotros sí que necesitamos descansar –empezó a recoger las bolsas de chucherías y apartarlas a un lado.
Lo estaba haciendo aposta. Hablando de otra cosa para que el Renacuajo dejara el asunto, ¿se había dado cuenta de que me dolía hablar de ello? La observé cómo intentaba pacientemente convencer a Campbell para que se metiera en la cama entre los dos y taparse hasta la nuca con las mantas. La gente no podía leer mis sentimientos si yo no se lo permitía y no se lo había permitido. Pero ella había conseguido deducirlo, seguramente suponiendo una generalidad; después de todo yo seguía siendo como el más común de los mortales, por mucho que nos empeñemos en creernos únicos y especiales. Y ella era un enemigo a tener en cuenta.
Apagué la luz de la mesilla.
-Dulces pesadillas a los dos. Gracias por no dejarme –no había manera, el Renacuajo estaba ñoña y no se iba a quedar a gusto hasta que se desahogara.
-Anda y cierra la boca o “Campbell’s” se convertirá en una sopa de rana.

sábado, 21 de enero de 2012

Encantamiento 58; 1ª parte: Campbell en conserva.

//A Mail, ¡Gloomy del equipo Bear! De 9 a 11 de la noche, una hora más en canarias...//

Nicole me llevó cogido de la mano a través del distrito comercial para que el bullicioso gentío no nos separara. En cierta manera teníamos mucha suerte, pues con tan poco espacio entre persona y persona nadie tendría tiempo o sitio suficiente para ver nuestras pintas.
Supongo que estáis descolocados con el cambio de escenario, pero tranquilos, que si por algo me caracterizo es por soltar rollo: al final no hubo encuentro con los Guardianes, como muchos de vosotros, mis queridos lectores, estabais esperando, y pudimos escapar de la batalla sin demasiados problemas. Habíamos abandonado el tanque (sí, a falta de nada mejor, robamos y huimos en un tanque, ¿por qué ponéis esas caras? Ni que nunca hubierais montado en uno) a las afueras de la ciudad por motivos obvios. Desde aquí las probabilidades de que nos hubieran seguido con mi barrera puesta (y chupándome vida) eran mínimas.
La Cucaracha parecía muy segura de lo que hacía, por lo que me mantuve en silencio y sin rechistar todo el camino. Cuando se calmaba y dejaba atrás sus inconcebibles ideales, era una persona concienzuda… y soportable.
Mis dedos le dieron un ligero apretón a los suyos inconscientemente, lo que la sobresaltó. La mirada de Nicole se volvió automáticamente hacia a mí y se tropezó con un bordillo, pero mantuvo la dignidad y siguió andando sin volver a mirarme una sola vez.
Nos metimos en una calle paralela a la Gran Vía, para no ser bien vistos, hasta la entrada trasera de un hotel. No es que fuera la salida de las basuras, pero tampoco era tan lujosa como la principal; me explicó de pasada. Pero la verdad es que se veía caro.
Tuve que contener mi sorpresa cuando la Cucaracha se acercó al mostrador e informó de que se hospedaba allí. El joven nos miró raro pero no dijo nada; realmente debía ser muuuuy caro para estar dispuestos a ocultar las cosas sospechosas de los arrendados.
Ya en nuestra planta me fijé detenidamente en que había pequeñas lámparas de telaraña sobre nuestras cabezas, cuadros y espejos en las paredes, en cada rellano algún mueble de madera maciza adornado con jarrones llenos de flores naturales y remates dorados por todos lados que casi brillaban más que la melena de la Cucaracha. Yo había estado en sitios parecidos antes, pero solo para robar o como visita; nunca más de una hora. Prácticamente toda mi vida la había pasado en bancarrota; el mundo de los ricos siempre se me hacía extraño e incomodo. En cierta manera me carcomía la envidia de ver que tenían tanto dinero que podían derrocharlo en infructífera apariencia. Por eso odiaba la casa de los Kensigton, era todo derroche.
Los pies descalzos de Nicole iban dejando manchas en la moqueta de lana. -¿Cómo es que puedes quedarte en un sitio así? –dudaba que su sueldo de periodista se lo permitiera.
-He entrevistado a muchas celebridades en este hotel. Y suelo recomendarlo a los amigos y conocidos que se encuentran en esos círculos, así que me hacen un descuento por… bueno, por hacerles más publicidad –parecía incomoda al decirlo. Le hacían descuento por sus amiguitos ricos… ¿Y eso no es ilegal, tráfico de influencias como mínimo?; me aguanté de recriminárselo pues no tenía ganas de peleas y eso claramente la pondría a la defensiva.
Mi mirada medio sin darme cuenta ascendió por sus piernas hasta la curva de sus caderas y la forma tan sugerente en que la minifalda se le pegaba siempre por detrás.
-Así que “amigos”…
-Sí, al parecer suelo caer bien –se encogió de hombros.
-¿Hombres? –y poderosos.
Se giró bruscamente, con el ceño fruncido y las mejillas arreboladas. -¡Yo no soy una cualquiera!
-No he dicho que lo fueras.
-¡Pero lo has insinuado, que es lo mismo! –Se mordió la lengua. Su cara se estaba llenando de color-. Puede que… sea cierto que me traten tan bien por lo físico, pero yo nunca me insinué a ellos a propósito. Mucho menos les dejé sobrepasarse conmigo –se defendió. Sabía que iba a ponerse en este plan-. Ya sé que no es justo –si la habían escogido a ella para el telediario, había sido porque había su aspecto la había hecho destacar más que la competencia. Lo mismo pasaba en lo demás; las personas siempre sacan una mejor primera impresión de la gente guapa (existen estudios que lo demuestran)-. Pero no es mi culpa, ¿qué debería hacer, vestirme como una monja, ponerme burka, desgraciarme intencionadamente…?
-¿Lo admites? –Metí las manos en los bolsillos del mono y seguí hacia delante. Me encogí de hombros:- Es tu cuerpo; úsalo como quieras –me paré al pasar a su lado y la fulminé con una mirada de soslayo-: Pero luego no pretendas comportarte como una santa ni te creas mejor que yo.
Abrió sus ojos, aumentados por las gafas.
-¡Yo no… yo te…!
Una puerta se abrió de un portazo al fondo del pasillo. Los dos dimos un respingo y nos pusimos en posición defensiva al unísono.
-¿¡¡Nicky, qué pasa, por qué gritas!!? –un sombrero rosa con forma del archiconocido osito Gloomy (http://www.google.es/search?tbm=isch&hl=es&source=hp&biw=948&bih=463&q=gloomy&gbv=2&oq=gloomy&aq=f&aqi=g10&aql=&gs_sm=e&gs_upl=867l2521l0l2952l6l6l0l0l0l0l206l920l0.5.1l6l0) se asomó y unos ojos rasgados de color amarillo brillaron tétricamente al vernos-. ¡¡ALEC!! ¡¡NII-CHAN, ERES TÚ!! –salió corriendo de la habitación.
Resoplé cansinamente, pero una pequeña sonrisa tiraba de las comisuras de mi boca. -Claro que soy yo, Renacuajo estúpido –abrí los brazos y la muy zopenca saltó dentro, igual que se me hiciera un placaje. Los puntos del estómago se tensaron dolorosamente y un ruido muy raro se me escapó de las entrañas.
-¡Kyaaaaah, ¿qué pasa, qué he hecho?! –se apartó con rapidez. Me sujeté el vientre con un brazo, la otra mano me temblaba como queriendo rodear su cuello lleno de branquias y convertirla en sopa de rana. Campbell nos miró alternativamente de uno a otro, asustándose-: ¿NICOLE USA GAFAS? ESTÁIS HORRIBLES, los dos, ¿¡de dónde venís!?
-DEL INFIERNO –le solté con todo el énfasis.
-¿¡En serio!? –será ilusa…
Nicole suspiró exageradamente. -Mejor vamos a dentro –la Cucaracha colocó una mano sobre el brazo verde de Campbell para tranquilizarla. Tenía una sonrisa bondadosa en la cara y una mirada segura-, ¿vale, Campbell-chan?

sábado, 14 de enero de 2012

Encantamiento 57 parte: El Señor de la Luz; el Retorno de los Estúpidos.


Tiré de su hombro hacia abajo para que Nicole se agachara. El vampiro dio vueltas haciendo su guardia, ignorante de nuestra presencia gracias a mi barrera, incluso a pesar de que mi respiración ya se oía con fuerza, algo nada normal en mí. Estaría físicamente muy débil, pero había acaudalado una ingente cantidad de poder mágico.
-A la de tres… -susurré- ¡Tres! –me puse en pie con rapidez y tiré de ella para que me siguiera hasta la puerta. Volví a tomar las llaves con agilidad, la puerta en sí fue la peor oposición: pesada y chirriante (con esa falta de aceite no necesitan más alarmas). Nicole intentó ayudarme, pero ni siquiera entonces pudimos. Las pisadas de varias personas se aproximaron. Nicole jadeó al darse cuenta y me miró a los ojos. En ese momento, algo en ella cambió. Sus ojos se volvieron felinos y brillantes, su piel brillo con más fuerza y las espirales de sus piernas ascendieron por todo su cuerpo y se deslizaron fuera, rizándose en el aire. Los dibujos, como extensiones del cuerpo de la Cucaracha, agarraron el filo de la puerta y tiraron hasta lograr un hueco suficiente para que pasara una persona (bueno, si ya se encarga ella, ¡no voy a molestarla e interrumpirla tirando yo también y gastar mi magia!). Sin más demora ni perder tiempo en cosas como decir “gracias” volví a tomarla de la mano para correr por las entrañas del castillo.
-¿Sabes a dónde vamos? –su voz sonaba con cierto eco.
-Más o menos.
-¿¡Más o menos!?
La mandé callar apretándola contra la pared en una esquina: más sanguijuelas. No la solté hasta asegurarme que de que ya estuvieran más que suficientemente lejos. Lo único que tenía medianamente claro es que si veníamos del subsuelo, mejor no subir demasiado y mucho menos bajar (¿veis? Más o menos… sí que sé por dónde ir).
No parábamos de entrar y salir continuamente de grandes salones de baile y comedores, por suerte vacios en su mayoría. No sé porqué no me sorprendió que toda la decoración del castillo fuera gótica sólo salvándose las cristaleras, las cuales habían sido tapiadas o tintadas de negro (qué sorpresa…).
Unas alarmas sonaron sobre nuestras cabezas. El pánico me invadió por un momento al pensar que nos habían pillado, pero las patrullas de sanguijuelas pasaron corriendo a un metro de nosotros sin echarnos una mísera ojeadita. No era por nosotros, entonces qué. Bueno, la verdad es que no iba a gastar mi tiempo en averiguarlo.
-¡Esta es nuestra oportunidad! –tomé a Nicole de la cintura y salí escopetado pegado a la pared. Perdonad que lo diga, pero mis barreras son LA-OS-TI-A y en mayúsculas. Hasta que una sanguijuela se tropezó, cayó sobre nosotros  y perdí la concentración: ¡tachan! El vampiro se nos quedó mirando medio flipando.
-¿De dónde habéis salido vosotros?
-Esto… -no se me ocurrían escusas-. ¡CORRE! –pasé sobre el vampiro pateándole accidentalmente el estómago.
Derrapé para no chocarme con los Convertidos que teníamos delante. Un aglomerado de vampiros estaba intentando defender la entrada principal como un muro de seis metros de los que estaban intentando entrar. Aunque lo que nosotros necesitabamos era salir, iba a ser difícil saltar eso. Y detrás de nosotros venían las tropas de refuerzo. Estábamos acorralados.
Un vampiro, el mismo al que había pasado por encima, se abalanzó sobre nosotros.
Empujé a Nicole a un lado, pero no me dio tiempo a hacer lo mismo con mi pellejo. Sus uñas afiladas se clavaron en mis hombros con fuerza.
-¡Busca una estaca y levanta de ahí! –le espeté a la Cucaracha.
-¡¿Va en serio?! -¡¡Pos claro, me voy a poner yo a bromear ahora!!; me dieron ganas de soltarle, pero estaba ocupado forcejeando con Convertido. Le solté el brazo de un codazo y aproveché el impulso para darle un puñetazo en la mandíbula.
Me arañó la cicatriz de la cara. Sus colmillos se alargaron.
La visión de mi cuello lo distrajo un puco, momento que aproveché para incarle la rodilla en el estómago e impulsarme, rodamos ahora yo sobre él. Transformé una de mis manos al tiempo que la bajaba contra su cabeza. La sangre salpicó en un metro a la redonda, dejándome perdido; al menos sabía que ya no se volvería a levantar.
Alcé la mirada entre jadeos. Nicole, en colaboración con Flor, estaba despachando a un grupo de vampiros. No me extrañaba que Amy fuera general, solo  había que mirar cómo les daban pa’l pelo a esos Convertidos de tres al cuarto.
Como nadie me hacía mucho caso no me molesté en fingir un mínimo de dignidad al levantarme, así que me quejé mucho, hice varias eses hasta lograr el equilibrio y me sacudí el polvo del mono; no sabía cómo es que no me caía a pedazos todavía, en serio, alguien tenía que apuntarme en el Libro Guinesse.
Eché una ojeadita, salir discretamente ahora que nos habían descubierto iba a ser muy difícil. ¿En qué piso estaríamos? El castillo debió de estar abierto al público hasta no hace mucho porque fui a dar ni más ni menos que con un expositor de esos con un plano de “Está usted aquí” (vale, esto ya parece de cachondeo, ¡pero no voy a ser yo quién se quejé!)
-Así que un quinto… -Saqué un par de botellas de un antiguo mueblebar que estaba al lado. Aún me ignoraban (¡toma ya, sigue así, Flor, ese golpe lo has parado muy bien con la cara!). Me arranqué un trozo de tela, el cual prendí con un chasquido de dedos para que ardiera.- ¡Nicole, Flor… -las enganché por la cinturilla de la falda y me la pegué al costado- yo que vosotras me prepararía! –descorché una de las botellas con los dientes.
Ambas me miraron sin comprender, luego con estupor la mano con el trozo incandescente y la otra con la botella de vino pasando por momentos hacia el horror. -¡¿Qu-qué vas a hacer con eso?!
-¿No es evidente? “Medidas drásticas” yo lo llamo –puse la tela en el cuello de vidrio y con las mismas la lancé hacia los vampiros que se nos acercaban-. ¿Sabes cómo se conoce si alguién es un tipo duro de verdad? –me di la vuelta hacia la pared medio arrastrando aún a la Cucaracha por la cintura. Tomé carrerilla:- ¡“Cuando dejas de mirar las explosiones”!
-¡Dime que hay otra manera! –suplicó casi al borde de la histeria.
La hay, pero tardaría mucho. Y esto luce más…
La cristalera se hizo añicos bajo la suela de mi bota. La onda expansiva nos propulsó de cabeza al exterior.
La Cucaracha me rodeó como una lapa, casi axfisiándome, pero se lo permití porque yo sentía prácticamente lo mismo aunque no fuera a gritar tanto como ella (a mí me arrojaron de un rascacielos).
Invoqué una de mis garras con la que arañé la superficie del edificio para frenarnos antes de desplomarnos.
-Flor… si ayudaras… - Tch, al parecer la única manera de usar sus poderes era que ambas se pusieran de acuerdo, pero la Cucaracha estaba demasiado descontrolada para escucharme en esos momentos. Rompí el contenido de otra de las botellas, su contenido nos rodeó en forma de una lluvia con sabor afrutado. Con mi magia di la orden a ese líquido de apelmazarse para construir sobre él una barrera y así que ésta fuera más blanda. Y así nos dejé deslizar a velocidad de caída libre sobre mi tobogán mágico (suena a atracción de feria). Elevé la curvatura como pude para ponernos horizontales, pero cuando ya podíamos verles las caras a los que estaban en el suelo, el vino se agotó y salimos catapultados por el aire otra vez; Nicole ya se había quedado afónica a estas alturas.
El impacto dolió, pero estaba relativamente blandito. Alfalfa…
Nicole nadó entre la hierva hasta la superficie y me miró jadeándo con fuerza:
-No… Vuelvas… A hacer…. Eso… Sin avisar… -me advirtió sin casi voz. Su pelo se había convertido en una de esas matas que ruedan en las películas del oeste.
-Yo avisé –a mi manera. Escupí los matojos, intentando incorporarme; era más díficil de lo que parecía-. Y además, nos hice caer sobre un carro de paja, no te quejes porque podría haber sido peor –podría haberte usado como amortiguador contra las rocas, por ejemplo.
-¿Y qué hace… un carro de paja aquí? –buena pregunta.
Nos asomamos al mismo tiempo.
Y nos encontramos con un asedio medieval…
Gente vestida como cruzados con cotas de malla, túnicas, cascos y portando estandartes de la cruz habían rodeado el castillo vampiro. Algunos incluso montaban a caballo. Aquello parecía el decorado de una película de época a lo “Señor de los Anillos y Las Dos torres”. Lo único que no terminaba de cuadrar eran los vampiros con ametralladoras defendiendo su castillo y que había varios bazocas y hasta un tanque. No sabía si reírme o gritarles “horteras anticuados”.
-¡Alec –Nicole susurró tirando de mi camiseta para que volviera a meterme entre los hierbajos secos- son Guardianes! –eso ya me había dado cuenta, solo a los tontolabas luminosos ésos se les ocurriría venirse a una guerra con caballos en pleno s. XXI, aunque en parte en ese mismo momento se lo agradecía-. Hui de su casa con Campbell, reencontrarme con Robert o con su madre no sería una escena muy apacible… -se sentía culpable, los remordimientos la carcomían por dentro; se me hacía obvio con solo mirarla. Era lo de siempre: aunque estuviera harta del cautiverio y de esos dos, no paraba de pensar en que había otra gente más apacible que ahora la mirarían con odio y no lo soportaba. Porque se supone que los Guardianes eran los buenos y ella había ido en su contra.
Suspiré; no merecía la pena convencerla de que importaba una mierda lo que otros pensaran de ella porque era su vida o que había hecho bien si no aguantaba, pues por muy ilógico que fuera era una mácula que no podría borrarse de su personalidad.
Además, que nos los cruzáramos habiendo tanta gente ya sería demasiada mala suerte. Bueno… mejor me calló por si acaso.
-Yo tampoco quiero volver. Dije que te sacaría viva, ¿no? –esperé a que asintiera.
-Se supone.
Estábamos muy juntos, podía verme reflejado en los trozos de cristal en los que se había roto una de sus lentes y sentir su aliento en el cuello. Lo cual me ponía la piel de gallina.
-Pues eso haré. Aún tienes algo que quiero; llévame hasta Campbell.

lunes, 9 de enero de 2012

Encantamiento 56; 2ª parte: “Fuck, estás para comerte”.


El vampiro cayó al suelo con el cuello roto, inconsciente pero no muerto. De su cinturón colgaban todas las llaves que necesitaba (esto ha sido ¡pan-comi-do!).
Sin más demora bajé los peldaños de piedra de tres en tres procurando ser lo más sigiloso posible. Amy me había colado allí a hurtadillas y prefería no saber cómo se tomarían los otros generales encontrarme por su castillo (sí, lectores, he dicho castillo, CASTILLO, de piedra con sus fosos, mazmorras y tal; ¡estaba metido en un castillo infectado de sanguijuelas! ¡Pero que no es para tanto, si no, no hubiera accedido a venir…! Lo único es que me gusta meter tensión para animar la cosa de vez cuando).
Supe que había llegado a las mazmorras cuando respirar se convirtió en un suicidio. Los hedores propios de la descomposición y podredumbre cargaban el húmedo aire estancado de aquel pasillo. Los corredores no eran rectos, sino que estaban construidos en arco, obligándote a pensar que te movías en círculos; los habían ideado así precisamente para extraviar a los intrusos (suerte que no soy un fisgón de tres al cuarto, yo tengo mi caché, ¿saben?).
Las criaturas escondidas tras los barrotes me taladraban con la mirada al pasar, alertados por el tintineo de las llaves; una sensación nada agradable aunque enseguida pude ignorarla sin dificultad. Al poco tiempo, casi todos los presos me suplicaban entre gritos, alzando los brazos, garras, aletas y semejantes todo lo que les permitía su prisión para intentar atraparme. Tampoco le presté a esto demasiada atención; por mí que se pudrieran allí pronto (ya he realizado suficientes fugas carcelarias, no necesito meterme en más).
Frené en una encrucijada. Mi aliento formaba nubes de vaho y un sudor frío me bajaba por la espalda. Ni siquiera sabía a dónde me dirigía, simplemente estaba esperando a sentir su presencia por algún lado.
Me mordí el labio escrudiñando la oscuridad.
Pronto Amy se daría cuenta de que no estaba y vendría a buscarme, no hace falta decir que eso no traería nada agradable. Y aunque de verdad estuviera allí la Cucaracha, eso no me obligaba lo más mínimo a tener que rescatarla porque sí. Empecé a darme la vuelta, de regreso por donde vine. Era mejor dejarlo, total…
Un tentáculo salió de entre los barrotes, enrollándose en mi pierna. Tiró de mí con extremada fuerza. Nada pude hacer ante aquello salvo darme de bruces contra el suelo y dejar que me arrastrara hacia él. Un grito me arañó la garganta debido al susto que me propinó.
Varios círculos amarillos se abrieron entre la oscuridad. Eran decenas… mejor dicho, ¡cientos! ¿Qué digo? ¡Miles! No, no, que me emociono, mejor dejémoslo en cientos… Lo dicho, los varios cientos de ojos de aquel ser viscoso, como los de una mosca, se fijaron en mí: -¿Eres el Dios de la Muerte, has venido a llevarme?-me preguntó en demoniaco antiguo (fijo que este lleva aquí metido desde los años mozos de Matusalén).
-¡¿Qué coño voy yo a ser un dios de la muerte?, suelta! -Intenté patear a aquella cosa amorfa, pero siguió succionándome como arenas movedizas, la misma sensación ni sólida ni líquida. Con la otra pierna hice palanca apoyándola en un barrote. No podía hacer magia sin alertar a los soldados y eso incluía invocar mis garras.
El resto de presos decidieron que este era un buen momento para revolverse y montar aún más escándalo (claro, y que así venga algún otro guarda, me pillé y me una a ellos, ¿no?), como animando al pulposo para que me desmembrara la pierna.
-¿Viene a matarnos?-preguntó el duende que estaba al lado del pulpo viscoso.
Ahí va un completo idiota más. -¡Pues mira, a lo mejor me lo pienso!
Una voz llamó mi atención entre el griterío: -¿¡Alec!? -Nicole. Miré hacia el final del pasillo. Solo podía distinguir unas manos brillantes sobresalir entre los barrotes que destacaban por su blancura frente a las del resto, llenas de suciedad-. ¿¡Eres tú!?
Finalmente me solté al bicharraco pisando y reventando sus ojos. Salí escopetado, corriendo a toda velocidad y derrapé ante su celda en un abrir y cerrar de ojos; el corazón me latía a mil martilleando contra mis costillas y ensordeciéndome en los tímpanos.
Era ella, ¡joder, al fin la encontré! A pesar de mi cambio de planes me sentía eufórico de haberlo logrado; tal vez alentado por el repentino subidón de adrenalina. Fruncí el ceño mirándola bien de verdad; su piel resplandecía, literalmente, en la oscuridad como una lamparilla de noche a escala humana. Algo inesperado, pero aún así sabía sin lugar a dudas que no erraba. La Cucaracha me miró abriendo sus ya de por sí grandes ojos castaños. Algunas lágrimas se habían quedado adheridas a sus largas y rubias pestañas, haciendo que brillaran como joyas.
Se apresuró a descolgar unas gafas cuadradas de pasta gorda de su blusa y colocárselas en la cara. Los cristales eran tan gordos que le deformaban los ojos. ¿Qué coño…? Sabía que era miope, pero imaginármela con gafas había sido siempre un imposible, ¡menos con esos cacho trastos!
La exclamación que vino a continuación fue una mezcla muy extraña entre “¡Estás vivo!” y “¡Has venido!”. Aquella tontería debió hacerme gracia y no se me ocurrió otra cosa que responderle con una sonrisa (¿desde cuándo iba regalando sonrisillas así porque sí?). Las manos de Nicole salieron de entre los barrotes igual que el tentáculo de antes (¡agh, ¿qué le he hecho yo a los vástagos del kraken?!) y me rodeó el cuello. Cuando fui a darme cuenta su cuerpo y su boca se apretaban contra los míos a través de los barrotes metálicos.
Me quedé helado. Me costaba respirar por la carrera y mi pulso seguía acelerado; la cabeza me daba vueltas. Tenía todos los huesos doloridos de tantas batallas, pero allí estaban, como si trataran de confundirme más, la cálida piel de Nicole y el olor a flores que siempre desprendía su pelo. Por un breve lapso de tiempo llegó a olvidárseme el sitio en el que nos encontrábamos; la asquerosa temperatura ni fría-ni caliente, el mal olor o los gritos de aquellas criaturas mágicas desaparecieron. Después de todo lo que había pasado me pareció que se estaba demasiado bien y la idea de apartármela tardó bastante en aparecer tímidamente por una esquina de mi imaginación.
Nos separamos unos centímetros y la Cucaracha aflojó hasta soltarme. Los labios aún me cosquilleaban. Se recolocó las gafas a toda velocidad y varias veces con evidente nerviosismo, se estaba arrepintiendo de su impulsó con igual velocidad que se dejó llevar. Por alguna razón eso me hizo sentir pena, aunque sigo sin estar seguro de por quién o de por qué.
-Esto empieza a convertirse en una manía –bromeé para no hacer más tenso el momento. No estaba tan enfadado como debería por aquella violación de espacio personal.
-No esperaba que vinieses… Flor dice que gracias, bueno, lo dice a su manera –y tú a la tuya por lo que veo… Entonces me miró bien:- ¿Qué te ha pasado? –como no encontraba mi ropa, había decidido tomar prestado (sin permiso) el mono militar de Amy (el cual me venía estrecho y muuuuy paticorto, de modo que parecía una fusión de la “fiebre de la disco” y el “furor por el camuflaje”); pero creo que se refería más a la cicatriz dentada y negra que me cruzaba la mejilla, oscureciendo con un entramado de venas colmatadas de veneno, igual que una red, prácticamente todo el lado derecho de la cara (y porque no me ha visto el estómago…). Sabía que mi aspecto daba pena, pues había adelgazado con rapidez y se me veía pálido y amarillento, con grandes y ojeras alrededor de los ojos que me hacían lucir como un cadáver.
-Veo que no te han informado de lo que pasó en Canadá –y yo no tenía intención de explicárselo. Para cambiar de tema saqué el manojo de llaves de un bolsillo. Nada más verlo, la mirada y pelo de la Cucaracha se le iluminaron (oh, ¿desde cuándo hará eso?); estaba evidentemente desesperada por salir de ahí.
Bueno, llegados a este punto… Tomé las llaves para que quedara a la altura de nuestras caras -¿Qué consigo yo a cambio?
-¿Qué? ¡Alec –me tomó la mano e inconscientemente la abrazó contra su pecho, podía sentir lo rápido que le latía el corazón-, por favor, ayúdanos a salir!
-Mis servicios tienen un precio…
Alcé una ceja. ¿Qué se creía? Yo podría perfectamente volver por donde había venido, borrarle la memoria al guarda de la entrada y seguir con mi vida como si no supiera que estaba ella aquí, en lugar de ayudarla a escapar, arriesgándome a que me pillaran y consiguiendo que Amy se cabreara un montón conmigo por escabullirme a sus espaldas. De hecho, la primera opción era la más conveniente a no ser que consiguiera igualarla con algún precio.
-Pero si… -se apuró mucho en ese momento; observé que solo llevaba lo puesto, las gafas, una minifalda, la blusa revueltas y asumo que también la ropa interior. Obviamente se lo habían requisado todo antes de encerrarla. Y ella no se daba cuenta que yo podría aceptar un pagaré (pero como no pagué… recuerdo a todos que pertenezco a la mafia irlandesa). Aún así no se lo recordé pues verla al borde de un ataque se me hacía muy entretenido, añoraba esos días en los que me dedicaba a jorobarla por trabajo.
-Nada… -Volví a guardarme las llaves.
-¡Sé dónde está Campbell!
Mira, pues eso sí que me interesa.
-¿Dónde?
-Primero sácame.
Sonreí macabramente, haciendo que mi cara quedará en sombras sin proponérmelo, amenazante. La Cucaracha tragó saliva. Muy bien por ella, al fin espabilaba y empezaba a entender cómo funcionaba esto.
Giré la llave en la cerradura, enganché a Nicole de la muñeca y tiré de ella hacia la salida. En mi mente ya se maquinaba el plan de huida. 

domingo, 1 de enero de 2012

Encantamiento 56; 1ª parte: “Fuck, estás para comerte”.

Me desperté con un sabor a vómito en la boca. Y al intentar ponerme erguido me di de bruces con la tapa de madera.
-Me cago en… igh – ¡Genial, aumentando la incipiente jaqueca! La levanté de una patada. Le había repetido miles de veces a Amy que no cerrara el ataúd cuando yo estuviera, pero ni caso. Me froté la frente, menudo daño me había hecho.
Un escalofrío me recorrió al recordar el primer sueño; lo cierto es que no podía despegarme de la piel el miedo que se sentía en esa camilla. Ni siquiera sabía de la existencia de ese recuerdo (¡si yo estaba inconsciente!). Y luego la visita de Flor… Agh, ¿por qué vienen a cargarme de problemas como si no tuviera ya bastante? (Vamos, que salgan ellas solitas o se quedaran allí hasta los restos).
Desde luego, había sido un descanso más movidito que otra cosa.
La fina sábana de seda se deslizó al ponerme erguido, haciéndome cosquillas en la piel desnuda del torso. Recordé vagamente que no llevaba ropa, así que la busqué por mí alrededor. La habitación estaba completamente a oscuras y sin ventanas, pero eso no era ningún impedimento para mis ojos demoniacos. Después de un  buen rato, solo encontré las botas junto al ataúd. No sería raro que la muy *** (este es un insulto demasiado fuerte, incluso más que los que suelo utilizar; si algún menor de edad lo leyera podrían quitarme el blog. Hablo en serio) hubiera quemado las pendras con la excusa de que “con ella no las necesitaba”, así que, con todo mi talante, desistí y me dirigí al baño (no se va a salir con la suya, ni de coña, la muy… la mataré, descuartizaré y tostaré al sol hasta estar en su punto y tirarla a la piscina de los caimanes; pero no conseguirá alterarme. ¡La vida es bella...! JAJA).
El agua caliente siempre me reconfortaba. Me quedé allí, bajo el chorro de agua caliente hasta que todos los músculos del cuerpo se me destensaron por completo. Adoraba el olor a humedad en el aire y el tacto del agua corriendo sobre mi piel. No hubiera tenido inconveniente para quedarme allí durante horas.
Un ligero tufo a algodón de azúcar se coló en el baño: olor a muerte. Alguien del mundo real acababa de recordarme que mi paraíso no existía.
Gruñí al tiempo que cerré los grifos. Con una toalla alrededor de las caderas y otra para restregarme el pelo salí de la ducha sin ni siquiera dedicarle una mirada al vampiro, vestido de pies a la cabeza con un uniforme tipo SWAT, que me esperaba sentado en el lavamanos.
Sin mediar palabra se abalanzó sobre mí e intentó rodearme el cuello. Lo fulminé con la mirada enganchándole con excesiva fuerza una muñeca.
-No tengo ganas de jueguecitos –le advertí, soltándole la mano de malos modos. El vampiro se quitó el casco de motorista y sacudió sus cabellos antes de hacer un mohín muy poco serio; llevaba estos cortados sobre los hombros, con flequillo recto y teñidos como un arcoíris, multicolor. Fruncí el ceño; hacía dos horas y pico que la había visto y entonces su pelo le llegaba hasta la cintura.
-¿Mi nuevo look es de tu agrado, perrillo? –se atusó el pelo al ver que lo miraba y guiñándome al mismo tiempo uno de sus rojos ojos cargados de maquillaje oscuro.
-Pch –daba igual lo que yo le dijera, solo iba a oír lo que quisiera escuchar. Me dirigí de vuelta a la habitación.
-¡Pardiez, en tus venas hielo debe de haber! –se quejó de mi falta de entusiasmo.
-Al menos tengo algo a parte de aire.
Amy me empujó de espaldas sobre el sarcófago y se sentó a horcajadas.
Resoplé; ya le había dicho que no tenía ganas de sus jueguecillos. Ronroneó mirándome de arriba abajo. Sus colmillos se fueron alargando por la excitación y el hambre (agh, que tirria le había cogido a esos colmillos).
-¿Seguro que no es menester de cataros...?
-Si quieres quemarte los colmillos y que no te vuelvan a crecer… -la Luz aun corría, aunque ya en menor medida, por mis venas. Seguía doliendo, ardiente como si me agujerearan desde dentro con un hierro candente… Pero el whisky y la morfina ayudaban a mitigar los sentidos; ni siquiera el excesivo contacto con la mortecina piel de Amy me molestaba ya. Aunque, bien mirado, una Amy sin colmillos… Mejor no intentarlo, no sería adecuado cuando estaba allí como invitado.
La tomé por la cintura para quitármela de encima y desplazarla a un lado. Aparentaba casi treinta años, aunque sabía perfectamente que aquella londinense de pura cepa superaba el siglo de antigüedad (no digo la cantidad exacta o me cruje vivo). La vampira era obviamente una Convertida como evidenciaban sus orejas de tamaño humano y las cicatrices de la mordida que la transformó en su cuello, de mediana estatura y, aunque le sobraban un par de kilos, estos estaban estratégicamente distribuidos creándole un voluptuoso cuerpo lleno de curvas. Si quitabas las capas de maquillaje, resultaba bastante anodina; pero su atrevimiento solía hacerla parecer mucho más atractiva de lo que realmente era.
-Toma -sacó algo cuadrado y tirando a pequeño de uno de sus bolsillos y me lo tendió: mi móvil.
-Gracias... -lo acepté. No tenía batería, pero externamente parecía no haber sufrido daños.
-Mi segundo lo halló cerca de los depósitos, de ya sabes, ... difuntos -sí, de zombies-. ¿Me tienes guardada como "Vampira Ninfomana?
-¿Has cotilleado?
-Es parte de mi oficio -Pasó sus dedos enguantados por los diversos cortes en mi espalda. -¿Puedo preguntar a que se debe tu an mala condición?
-No –me levanté de nuevo para tomar la toalla de donde había caído y seguir secándome la cabeza
Bufó: -Tendrás el cuerpo de un Hot, pero sigues siendo igual de frío –saltó de su urna y enroscó sus brazos a mi alrededor-. Mas a eso se debe precisamente que a mis ojos luzcas tan… sexy. Humm, ahora eres altísimo –volvió a abrazarme, balanceándoseAis, tienes los hombros tan anchos – dijo arrastrando sus uñas por mi espalda. Apreté los dientes.
-¡No arañes! –me la aparté con un empujón.
Me golpeó en las suturas del estómago.
-¡OK! Me iré a buscar un acompañante más dispuesto pues. Aún dispongo de un tiempo propio antes de que el oficio me reclame -Alzó las cejas juguetonamente. Normalmente en los vampiros Convertidos la sed de sangre anulaba el apetito sexual, pero Amy era la excepción a esa regla. Tal vez por eso una vez consiguió despertar tanto mi interés como para dejar que se me acercara, pero con eso solo conseguí convertirme en su capricho y que ella se autoasignara el título de “mi primera novia” (a efectos prácticos ella realmente fue mi primera novia, como igualmente fue “mi primera…” muchas otras cosas… Ejem, mejor sigamos). Parecía mentira que con esa ninfomanía suya la hubieran aceptado en el nuevo ejército vampírico de Laraiss y más si teníamos en cuenta que estaba ascendiendo en el poder; ya era general, toda una hazaña para tratarse de una simple mujer Convertida, algo nada valorado en su entorno. Mientras yo pensaba pensando en mis cosas ella había continuado con su monologo: –Me han surgido inconvenientes con una zorra rubia completamente bipolar que lanza rayos. -¿Rubia, rallos, BIPOLAR?
-Cucaracha… -murmuré muy bajo-. A ver si adivino… como es más guapa que tú, te sientes amenazada –le lancé una pulla.
-Ja, anda ya. Mi ego no me lo quitaras fácilmente –cierto… No hay manera de que lo que digan de ella pudiera afectarla; algo que me parecía admirable según qué momentos-. Es una famosilla en la televisión neoyorquina…
Oh, oh, NewYork, la cosa se confirma. -¿Una famosa? Tal vez la conozca…
Frunció sus delgadas cejas depiladas. – Pardiez. ¿Y ese interés?
-Este sitio es aburrido –me dejé caer sobre la cama de nuevo.
Suspiró y se quitó el mono, dejando a la vista un corsé de terciopelo lila y negro y unas ligas y medias de rejilla; una trasformación de soldado a putón bastante impresionante.
Subió a la cama y me besó la cicatriz de la mejilla.
-Yo también extraño el buscar divertimiento. ¿Pero recuerdas lo bien que nos lo pasábamos juntos?
Se inclinó sobre mí y yo cerré los ojos cuando ella deslizó su lengua en mi boca.
Otra de las escasas virtudes de Amy es que podías encontrar diversión sin sentimientos ni complicaciones, con ella todo quedaba en el plano físico. No importa si es algo vacío.