sábado, 31 de marzo de 2012

Encantamiento 62: preparativos de una boda celti-demoniaca. La historia de Kaila Seamair.



Pasé tres días inconsciente (igualito que Jesucristo, a los tres días resucite; salvo que yo no uso alpargatas) pues así me mantuvieron mis tías mientras los preparativos se llevaban a cabo. Sin duda lo hicieron para privarme de tiempo en el que planear mi huida (soy un obseso planeador con tendencias manipuladoras, ¿recordáis? Alexander “el Traidor”, ugh, es que suena tan mal…). Y supongo que con Kaila sucedió exactamente lo mismo, no podía estar seguro pues desde que nos separaron no vuelto a saber más de ella.
Pero no era lo único; todo el poder que había atesorado me había sido arrancado y embotellado… hasta después de la ceremonia, decían. Y lo mismo intentaron hacer con los datos que yo robé a Dande, pero con menos suerte (mis súper barreras de protección mental furulan incluso en automático).
Mientras repasaba todo aquello miré hacia abajo. Sólo uno de mis pies tocaba el suelo.
Habían llegado al extremo de cortarme una pierna, a la mitad de la tibia y el peroné aprovechando que el disparo de Dande había partido el hueso y tenían la mitad del trabajo ya hecho; así no echaría a correr… No me acostumbraba a la sensación de carencia; ya había intentado un par de veces levantarme y empezar a andar antes de recordar que… no podía (básicamente casi me doy dos batacazos contra el suelo). Me aseguraron que me la devolverían para que me la cosiera, pero la verdad es que ya me importaba poco (con una boda por delante este me parecía un mal menor).
¡Pero intentemos ser positivos por mucho que pueda costar! Al menos se tomaron la molestia de curarme todo lo que pudieron (que estamos hablando de Luz, exigir milagros no serviría de nada) y despertarme unas horas antes de la ceremonia aunque solo lo hubieran hecho para que, al aparecer allí, no estuviera completamente grogui por los fármacos y haciendo eses en el altar… ¡Joder, no engaño a nadie! Arf… Lo siento, ser positivo no será posible hoy.
Me sentía acorralado. Gran cantidad de cadenas y anillos de metal me cubrían el cuerpo, bien tapados por las ropas ceremoniales. Me apretaban las heridas y cada minuto las sentía más tensas. Estaban hechizadas por las gemelas y si no accedía a beber la pócima que me uniría sensorialmente con Kaila (la cual mezclarían con el vino de la ceremonia) a las cadenas les saldrían clavos internos y se cerrarían partiéndome todos los huesos. Si huía, pasaría lo mismo.
Me toqué una de las gargantillas metálicas que tenía alrededor del cuello, tragando saliva con dificultad. Me sentía impotente, incluso atemorizado. Las posibilidades de que sobreviviera a lo que Krisof me tenía preparado eran…
Automáticamente una de las esclavas de las gemelas llegó para arreglarme el cuello de la capa de forma que no se me vieran, distrayéndome con sus prisas.  Otra vino corriendo para empolvarme la cara, pero lo único que consiguió fue que estornudara y el espejo se quebrara por la mitad (no os preocupéis, lectores, suele pasarme: cuando estornudo es como si soltara bombas de magia contra las cosas que me rodean). Habían conseguido ocultar muy efectivamente las cicatrices de todo el lado derecho de mi cara, es decir, el tajo de una bala y la red de venas negras bajo la piel usando maquillaje pues si hubieran usado hechizos los demás podrían haber detectado el rastro mágico y se habrían preguntado qué ocultaba (hubiera sido como un cartel luminoso para otros demonios). También habían aprovechado para dejarme con un buen color de piel y borrarme las ojeras y llagas de los labios; por lo demás no necesitaba retoques, podía presumir de poseer unos rasgos armoniosos, aunque no siempre fue así (de pequeño era un adefesio, recordad, sé lo que es parecer un trol, mis queridos lectores). Lo cierto es que me habían dejado mejor incluso que el-que-se-hace-el-héroe, pero eso no me animaba demasiado (seguro que esta pinta me sirve para camelar a la peña de un simple sonrisilla, pero el tiempo y trabajo que precisa no me compensa).
Las criadas pasaron a pelear con mi rebelde pelo, intentando que todos esos mechones desigualados a tajos colaboraran en un único peinado sin que nada se saliera (buena suerte).
-Ama, tal vez… pudiéramos cortárselo bien… -sugirió completamente aterrada ante Anara.
Mi pelo lo dejáis tranquilo; me incliné lejos del cepillo con el que se me acercaba. Aunque era verdad que se me estaba quedando algo largo no tenía ganas de colaborar de ninguna de las maneras en aquello (ya verás cómo me engancho el pelo en alguna alambrada, seguro, con lo gafe que soy).
Anara dejó un papel frente a mi tocador.
-¿Qué es esto?
-Tus votos.
-¿No podíais elegir una cursilada más grande? ¿Qué mierda es esta? -Agité el papel de malos modos después de echarle un vistazo-. Y para qué, hace solo tres días de la pelea en el parque. Nadie se lo tragará.
¡Sí, mis queridos lectores! Aunque parezca increíble iban a intentar vender el enlace como consentido por ambas partes (¡viva la hipocresía, viva!). Ogh, Satanás… (Imaginadme poniendo los ojos en blanco, por favor). En realidad era la práctica habitual, y aunque sospecharan, nadie se atrevería a mencionar el engaño. No siendo Kristofino su promotor. El mundo es cruel y tened por seguro que nadie que ame su vida contradeciría lo más mínimo (ni siquiera lo intentaría) los deseos de Kristofino.
Anara se limitó a encogerse de hombros. -¿No dicen que del amor al odio hay un solo paso?
Y también del asesinato; pensé para mis adentros.
Alguien tocó la puerta. Ésta fue abierta por uno de los esclavos de Kristofino dedicados a la seguridad.
-Solicitan la entrada a este lugar –informó con tono seco.
-¿Quién?
Un hombre se inclinó a un lado del segurata lo suficiente para asomar las ondas rubiocobrizas de su pelo y unos ojos verdes plagados de motas grises. -¿Es posible una visita entre bambalinas? –preguntó a mi tía.
Ella lo miró sin rastro de alegría.
-¿Cuáles son tus motivos, Yell Güeen Seamair?
-Emborrachar al novio –enseñó lo que llevaba en las manos: dos botellas, una de hidromiel y otra de aguardiente, y unas copas.
Suspiró. –Puedes pasar
Yell así lo hizo, cerrando descuidadamente tras de sí.
-¿Qué haces aquí?-le espeté antes de que pudiera dar dos pasos dentro de la habitación- Se supone que Kristofino te mandó dirigir una legión o alguna cosa parecida en Irlanda –anda que… ¿qué clase de guerrilla radical seria se toma vacaciones para ir de convites?
Mi ceño fruncido y mi tono osco no consiguieron engañarlo, sabía que me alegraba de verlo. Él siempre sabía cómo me sentía, era el único y es que Yell tenía tanta empatía que se su propio estado anímico dependía de quién estuviera cerca. Ensanchó aún más la sonrisa. -Oh. Obtuve un permiso –su voz siempre era suave y jovial, una persona de sonrisa fácil; parecía, que pasara lo que pasara, las comisuras de sus labios siempre tiraran hacia arriba (en realidad, lo que tenía era cara de ir siempre un poco fumado)-. No podía perderme la boda de mi mejor amigo –se apoyó en el tocador. Y con una mirada me hizo la siguiente pregunta: ¿de verdad es consentida?
Se la devolví: No.
Por un leve segundo sus labios se crisparon y se apresuró a descorchar una de las botellas con los colmillos. -¡Qué inesperado fue todo! Aún así no te libraras de la despedida de soltero –me tendió una de las copas, un “en ese caso lo necesitarás”. Vacié su contenido de un solo sorbo.
-Más –carraspeé abrasado por el alcohol.
-No me puedo creer que no me hayas elegido como tu padrino –rió con esa mirada triste y algo alelada que tan bien le caracterizaba. Ya sabía que yo no había participado en la elección de nada allí, pero delante de Anara era mejor disimular.
-Tú tampoco me elegiste para la tuya.
-¡Es que tú aún no habías nacido en el Medievo!
-EXCUSAS –me serví otra copa.

¿Una pequeña presentación? Yell, más conocido como Yelloween, siempre vestía alguna prenda amarilla para contrarrestar una maldición (si no hay algo de este color en su visión empezaría a estornudar hasta la muerte; absurdo pero cierto y desconcertantemente eficaz) así como una pala mágica semicircular muy afilada que usaba como arma. Era el único Seamair que conocía que se salía un poco del canon, pues su madre había pertenecido a otra familia de demonios de la Locura del Infierno antes de ser desterrada con el padre de Yell; por ejemplo, era más rubio que pelirrojo y con su metro setenta resultaba el más alto dentro de la familia (yo soy bastardo, no cuento demasiado por mucho que llegue al 1’77 m.) y aunque no fuera muy alto estaba proporcionado y era fuerte, siempre sucio de tierra de sus jardines y huertas. Y debido a una estancia como prisionero en las cárceles Guardianicas, conservaba junto al cuello un sello, hecho con Luz y que por ello ya nunca sanaría, que contenía su nombre. Nació alrededor del siglo XV, por lo que sobraba decir que era mucho mayor que las gemelas e incluso más poderoso que ellas (por separado, en dueto lo ganan). Nos conocíamos prácticamente desde el primer día en que entre a trabajar para Kristofino pues él hacía un trabajo muy parecido al de secretario para nuestro tío (controla que todo marchara como Kristofino desea mientras él no está presente), pero no fue hasta que vino a supervisarme a Yugoslavia (conflictos de los Balcanes, ya os conté esa historia; allí conseguí mis botas) que empezamos a tratarnos. Aunque tenía una pinta de alelado que no podía con ella, me resultaba divertida su compañía (no todos los chistes se los río para hacerle la pelota, que ya es mucho). Sabía que en realidad era eficiente y prevenido, casi podría decirse que confiaba en él. Así que si tenía que pedir información fidedigna a alguien…
-Nunca me habéis contado la historia de Kaila, ¿por qué la llamáis Lesvian Vampire’s Lover? A parte de “Cadena Seamair”, claro, ese mote no tiene ningún misterio.
Yelloween se encogió de hombros. –Todos tenemos nuestra historia, la suya solo es una más.
Lo miré fijamente. –Yell…
-¿La historia de Kaila, dices? Hummm -miró al techo al tiempo que descorchaba la siguiente botella.- Supongo que no tiene porqué enterarse de que te lo he contado... De lo contrario se asegurará de hacerme daño; aunque bien mirado, una vez al año un poco de sado no hace daño –me sonrió complicemente antes de volver a perder la mirada en sus recuerdos-. Corrían los 50's o los 60's, puede incluso que fueran los 70's. La verdad es que no lo recuerdo bien, ya sabes, cuando vives tanto... dejas de prestarle atención al tiempo entre una década y otra. Bueno... ella ya tenía la edad de Yelly, no, era mayor: 17 o así, me parece. El caso es… Kristof quería expandir "el negocio". Con la guerra de Vietnam, en América había un mercado pujante, sobre todo desde que se habían lanzado de cabeza a capitalismo y... Espera, ¡si esto no es una historia sobre economía…! El caso es que quiso mandar a Kaila a América del Norte para tener contactos allí. Ella era una más, no te creas; si era menor que tú ahora... El caso es que a Kaila no le hizo ninguna gracia, ya te lo podrás imaginar, pero se aguantó. Peor le debió de sentar cuando la obligaron a terminar sus estudios en las clases nocturnas de un colegio para humanos. No sabía naaada de inglés así que iba a unas clases especiales para extranjeros... Y el barrio aquel era realmente marginal, ya sabes, allí los mágicos no solemos destacar demasiado. La gente de allí eran todos extranjeros si no afroamericanos, pues en aquella época aún estaba muy presente la segregación racial. Cuando fui a visitarla una vez, me explicaron que allí había unas mujeres, adolescentes, quienes controlaban a los de su misma edad; las cabecillas de esa sociedad humana preadulta; ¡vaya!, qué raro suena eso que acabo de decir, creo que me lo estás pegando... Pues... que Kaila se peleó con ellas, sí. Recuerdo de cuando estuve allí que nos llamaban "los irlandeses" y enseguida querían ponerse a beber con nosotros, los tópicos de siempre…, pero Kaila lo odiaba; estaba siempre de malas pulgas. Entre aquellas chicas había una que destacaba en especial, supongo que fue la que empezó a llamarla así y por eso la molestaba tanto. Era guapa, la recuerdo, pero no su nombre. Creo que Kaila quería matarla y lo intentó. Pero no llegó a hacerlo. Dos meses después de aquello me llegó la noticia de que Kaila había convertido a aquella chica en vampiro y se había fugado con ella... Fue sonado; los Convertidos deben pertenecer a un pura sangre que se responsabilice de ellos o ser destruidos, y en este caso se desconocía la sangre de quién había usado Kaila para la transformación, o si había sido voluntario... Y además... una mujer, de color, encima Convertida... Todos asumieron en el acto que debía de haber un aliciente amoroso en aquello. ¿Qué si era realmente amor? –Se encogió de hombros-. Pero en aquella época era innombrable. Enseguida exigieron la muerte de ambas, Kaila se defendió con uñas y dientes... Kritof se negaba a matarla. Al final el consejo reculó y fue magnánimo en su sentencia: Kaila tendría que llevar para siempre esa cadena alrededor del tobillo y la Convertida fue quemada al Sol... Alec, Kaila no siempre odió a las otras razas (aunque mucho apreció no es que les tuviera), no es como ahora. Sinceramente, creo que te odia... porque lo que hizo tu madre, o sea, el consumar su amor con alguien de otra especie y mandar a tomar viento a los demás e incluso llegar a salirse con la suya (pues consiguió que tú siguieras vivo) y con la cabeza bien alta aunque muriera; es justo lo que ella no consiguió. Creo que es envidia y culpa lo que la hace odiarte, que se siente responsable por seguir ella viva y no la Convertida por algo que ella llevó a cabo, aunque ni ella misma esté dispuesta a admitirlo. Pero esa es solo mi opinión.
Me quedé en silencio mirando a la nada. Nunca hubiera esperado nada parecido. ¿Kaila enamorada? Si no era de ella misma me resultaba inimaginable. Y haciendo esas locuras nada más y nada menos, ¿de verdad pudo ser tan idiota para no ver que aquella historia acabaría mal incluso antes de iniciarla?
-¿Te conmueve? ¿Es posible que lo que te he contado hará que la mires con mejores ojos?
-No –mi respuesta fue automática y tajante.
-Lo suponía.-Sonrió- ¿Dónde está lady Campbell? –estiró el cuello para comprobar todos los rincones.
-Fuera. Kristofinno no la ha dejado pasar hasta aquí –temía que si yo le pedía cualquier cosa para escapar, ella accediera a colaborar en mi plan; como es tan idiota...
-Venga, ánima esa cara. Kaila es una mujer muy hermosa…
-Y lesbiana.
-Ya… Intentaba ser positivo.
-Pues déjalo –eso ya lo había intentado yo sin ningún éxito. Ya nada me iba a sacar de mi pozo de desesperación (porrr el camino de la amargura yo vo----y---, loreieleroi lalalararara--).
Me puse en alerta al sentir que se acercaban nuevas personas, entre ellos conocidos, y apreté los puños y las mandíbulas.
-¿Quién será ahora? –Anara se levantó para atender a quien fuera que llegaba por el pasillo. La puerta se abrió de nuevo.
-¡¡Déjenme pasar!! –se escuchó una voz de mujer seguido de un fuerte eco. Me puse en pie en el acto. Yell observó mi reacción en silencio.
-Ama Anara, una mujer pretendía entrar. ¿Debemos ajusticiarla o encerrarla hasta nueva orden?
-Dejémosla pasar –propuso Yell. Anara lo fulminó con su mirada bicolor-. Estando nosotros dos aquí presentes es poco probable que ocurra algún incidente.
-Aparta –Flor empujó a un lado al esclavo.
Yeah… el tándem Cucaracha-Plantucha había decidido entrar en escena.
Y como empieza a ser costumbre en esta historia, con esta aparición inesperada se cierra un capítulo.
Hasta el siguiente, mis queridos lectores. COMENTAD, QUE PARA ESO ESTÁ EL CUADRADITO BLANCO DE ABAJO.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Encantamiento 61; 2ª parte: Bromas o verdades, con los locos nunca se sabe.

//Cuando las frases de las gemelas aparecen en mayúsculas es porque lo dicen al unísono, ¿ok?//

Creo que puse la misma cara que si estuviera chupando limones, tal cual.
No me lo podía creer, esto tenía que ser una broma de Kristofino. El rey de la Locura, como solían llamarlo, era un excéntrico, eso bien lo sabía yo. Seguro que esta era una de sus bromas, ¡lo que pasa es que no le veo la gracia por ningún lado! Oh, Satán… No, no, no, no era una broma. Lucifer, ¡joder! Sabía que no, simplemente es que no podía asumirlo. ¿Yo, casado, CON KAILA?
La desesperación creció dentro de mí, acelerándome aún más el corazón.
Anara y Arana esperaban muy serias a que Kristof acabara su exposición. Y Muggen parecía que no podía aguantarse las ganas de reír (ojala te caiga un piano encima, sanguijuela con coleta).
-Bueno, ¿qué me decís? –Kristof sonaba excesivamente jovial, como siempre, desde la bola de cristal.
-¡Nunca! –chilló Kaila
-¡Jamás! –grité yo.
-Ujummmm –se escuchó su mohín enfurruñado- Jopeeeeee. Pensadlo: es lo mejor. Es más rápido que esperar – ¡estábamos a punto de acabar con todo esto (¡y tenía posibilidades de ganar yo!) pero tú lo interrumpiste!-. Así no tendré que elegir sucesor.
¿Su-sucesor? Los ojos se me desorbitaron. ¿Kritof se planteaba que Kaila o yo le sucediéramos? ¿Cómo, qué, cuándo? ¿Esto es otra broma? Kaila… bueno, sí, siempre fue una lameculos y sus ansias por gobernar ocupan lo mismo que el estado de Kansas, y era pura raza Seamair (endogamia pura y dura) y por herencia le tocaba una buena tajada del tesoro… ¿Pero yo? Un crío que ni había cumplido las dos décadas de vida, era un bastardo, mestizo además. Solo por eso la mitad de los Seamair’s y sus súbditos (la mayoría esclavos sin voluntad propia) ya me odiaban. ¡Y yo no quería tal cargo! Mucho trabajo, aún menos tiempo libre y me pondría en el puno de mira de las mafias rivales. Asumámoslo, ¡soy un pasota conformista! ¡Me gusta mi vida actual (quiero decir la de antes de acabar con los Guardianes luminiscentes) por muy sangrienta y deshonrosa que pueda ser la labor de sicario! ¡No soy capaz de preocuparme de los intereses de algo más grande que yo mismo, seguro que llevaría a pique a la mafia o me tiraría por la ventana, una de dos! ¡¿De dónde coño ha sacado este la idea de que yo pudiera ser bueno para el puesto?!
Un momento, chillidos histéricos de mi subconsciente aparte (difícil ignorarlos, pero bueno). Entonces… ¿¡era por eso que Kaila me tenía tantísima tirria e hizo lo imposible por quitarme de en medio (me tendió la trampa que nos condujo a toda esta historia), porque me veía como una amenaza!? Ahora me cuadrada (suponiendo que lo que dice Kristofino sea verdad, claro).
Ugh. Mentira cochina; esto no es un puzle, es arte abstracto como mínimo. Demasiado para asimilar. Agh. ¡¿Por qué no despierto de una vez de esta pesadilla?! Alec, piensa…
No. Kristof era inteligente, no podía arriesgar todo su legado por un capricho. ¿O sí? Estábamos hablando de Kristofino… -Tío, usted sabe que no… -que no me obedecerían, que yo no lo soportaría.
-JAJAJA, ¡POR SUPUESTO QUE NO, ERES UNA MIERDECILLA! Pero casado con un alto cargo tu estatus aumentaría mucho y a lo mejor… -se encogió de hombros. Kristof debía haberlo pensado también porque no fue desencaminado al adivinar lo que quería decir (¿debería sentirme más aliviado?). Aún así parecía empeñado: -. Oh, serás un buen líder, tranqui, baby. Y ya verás, en cuanto lo pruebes te gustará hasta el punto de negarte a soltar el poder… Solo precisas un empujoncito –soltó una risilla edulcorada. ¿¡Y por eso me empujas al vacio y sin paracaídas con Kaila!?
Que Kristof admitiera tantos favoritismos hacia mí colmató la furia de Kaila; por el momento ella solo veía cómo esto me podía beneficiar a mí a su costa, lo cual la enfurecía. -¡¡Nunca me casaría con ese hibrido!! Maldito seas, enano, mataste a… -la voz se le quebró- ¡la mataste!, me pusiste esta maldita cadena –agitó los grilletes mágicos que debía llevar alrededor del tobillo-, y ahora conciertas mi matrimonio. ¡No permitiré que sigas jugando con mi corazón! ¡Desde siempre he odiado ser una de tus piezas en este juego!
Silencio.
Se escuchó una leve risotada que puso los pelos de punta. -¿Te sigues quejando, Kaila querida? Deberías haber muerto ajusticiada, fue gracias a mí que se quedó en esa simple cadena.
-¡Hubiera preferido la muerte!
-¿La muerte? Lo único que nos espera a los Repudiados una vez morimos es la tortura eterna en el Infierno, alimentando con nuestro dolor a los infernales. ¿Realmente es eso lo que deseas, Kailin? Ja. Es la ira quién habla, no tú. Sé lo que es querer cambiar las cosas y no poder. Por eso precisamente sé que gobernaras con mano de hierro (ensangrentado) cuando yo no esté (quieran los Infiernos que ese día no llegue); a pesar de que tu temperamento te pierde. Por eso soy de la opinión de que un ser frío a tu lado ayudaría a templarte, ¿y quién mejor que uno de tus primos? –Suspiró dando lugar a su tono de madre dolida:- Me hubiera gustado que estuvierais juntas, Kailita, de verdad. ¡El amor enloquece hasta al más cuerdo y yo amo la locura! Pero quebrantaste demasiadas reglas de oro y me exigían sangre a cambio; y la tuya era demasiado valiosa para derramarla. Sabes que debemos atenernos a las leyes que marcan en el Reino de los Infiernos, lleva mucho tiempo siendo así. Y hasta que deje de serlo… deberemos hacer lo que se nos exige, guste o no.-Suspiró profundamente en esta ocasión transmitiendo tanta impotencia que hasta a mí se me estrujó el corazón. Cuando Kristofino hablaba, el resto callábamos; lo tomaba como una exigencia tan natural que ni me cuestionaba el por qué. Sólo una vez te daba a entender que había acabado tenías permiso para replicar:
-Pero tú dijiste que lucháramos entre nosotros para comprar tu perdón. Tengo gran cantidad de información secreta de los Guardianes, ¡sabes que eso basta para dejarme volver a territorio Seamair una vez la verifiques! –me quejé a sabiendas de que no iba a funcionar. Mis planes se iban a la mierda.
-Es cierto… Y hasta estaba dispuesto a dejar que se resolviera de esa manera, pero los acontecimientos se han adelantado a nuestras previsiones y no podemos permitirnos tener rencillas abiertas entre nosotros cuando lo peor se nos venga encima, ¡tenemos que resolver todas estas triquiñuelas a marchas forzadas aunque el resultado sea un tanto... sucio! ¡Y los matrimonios gustan al pueblo! –Enunció cada frase con un movimiento de manos-: Son festejos en sus aburridas vidas de labranza. ¡Significan unidad y fortaleza! Hubiera preferido esperar antes de tomar esta decisión, pero se precisan ánimos para los duros tiempos que nos esperan… Realmente creo que os podríais complementar, no lo digo por bromear; por separado ni de coña, pero juntos… ¡casi, casi incluso podríais ser como yo! ¿No os parece una idea idílica? Y sobre lo de consumar el matrimonio… Bueno, los híbridos son estériles así que nadie tiene porqué sospechar mientras Kailin no mantenga relaciones con ningún hombre, lo cual dudo mucho que pase –podía ver lo planificado y bien atado que lo había dejado todo de antemano sin necesidad de que hablara más (aquí un maestro y obseso planeador con tendencias manipuladoras. Joder, qué bien aprendí de Kristofino). Y por eso mismo sabía que esperaba no contar con nuestra bendición para llevarlo a cabo; no se iba a detener por mucho que pataleáramos. Kristof giró el cuerpo de medio lado, como si se fuera-. Aún así utilizaremos bien la información que nos ofreces, Alec. Mientas “nos la traspasas” dejaré que Anara y Arana… os “ayuden a cambiar de opinión” –y con esa macabra nota en la voz cortó la llamada.
-¿Qué nos vais a hacer? –recuperé la voz para dirigirme a mis tías.
Guardaron silencio. Habían sacado unas cadenas que ahora sostenían en las manos.
-…Sería mejor si no os resistierais mucho.
-¿Cuál es vuestro plan? Aunque estemos casados seguiremos intentando acabar con el otro; nuestra rivalidad no acabará por unas nupcias –si acaso empeorará.
-Por eso mismo Kristof llegó a la conclusión de que solo existe una solución -Sabía que no podía ser nada bueno.
-Debéis realizar el hechizo de “Unión Sensorial” -acerté.
-¿Qué? Es imposible que sobrevivamos a eso. -¿no dijo que quería que fuéramos sus sucesores? ¿Por qué nos sentenciaba entonces? “Unión Sensorial” era un hechizo casi prohibido, mortal. Se parecía a lo que ocurría entre Flor y Nicole, salvo que en lugar de ser dos espíritus en un mismo cuerpo, era uno en dos cuerpos. Mucho peor, pues era sentir dos sensaciones al unísono, creaba desorientación extrema y al final incluso las funciones internas se desajustaban. Al contrario que con la Cucaracha-Floreada, no tendía al equilibrio y la sincronización si no todo lo contrario. También impedía que los que lo portaban se alejaran mucho, de lo contrario morían. Y si uno sufría daños o perecía, lo mismo le ocurría al otro. Joder, entendedlo, o tu organismo se vuelve en tu contra y te aniquila o algo le pasa al otro y te mata a ti también. -¿Estáis locos?
Se encogieron de hombros: -SOMOS DEMONIOS DE LA LOCURA.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Encantamiento 61; 1ª parte: Bromas o verdades, con los locos nunca se sabe.

Un fuerte golpe de aire nos separó, lanzándonos por los aires en direcciones opuestas contra paredes de cemento.
Mi hombro derecho impacto con fuerza contra la pared, luego contra el suelo y rodé aparatosamente sobre su superficie. Grité con fuerza, las heridas se me reabrieron con los golpes. Sentía todo mi cuerpo palpitando y ardiendo. También sentía como mi sangre salía a borbotones, la ropa húmeda se me pegaba a la piel.
No veía. El mundo se había vuelto demasiado oscuro. Solo escuchaba mis jadeos y un fuerte pitido que seguramente estaba sólo en mi cerebro.
Concéntrate. Debíamos estar en el subsuelo del parque. Era una sala de altos techos de hormigón, unas turbinas atronadoras se escuchaban incluso desde aquí. Parecían unos corredores del metro o de las cañerías ya abandonadas, pues el techo goteaba debido a la humedad ambiental y olía realmente mal. Entre los demonios, habitantes nocturnos, era común crear espacio bajo el subsuelo, protegidos de la luz solar (en realidad, hasta a mí me hacían sentir más cómodo).
Jadeé desesperadamente. Me ahogaba, no podía respirar y el esfuerzo me mataba. Mi pecho se sentía aprisionado, se me habían hundido un par de costillas. Era como estar bajo un peso de una tonelada; no iba a poder escapar de ninguna manera, me di cuenta.
Tenía que aceptar mi derrota… Pero sentía los pies de dos personas pequeñas, de la altura de unos niños acercarse. Pude reconocer las auras de quienes se me acercaban en la piel: más Seamair’s. No podían ser otras que…
(un fanart de mi buena amiga Carmen B. Gracias.
Aunque al final este no exactamente su peinado)
-Señorita Arana, señorita Anara…
-GENERAL MUGGEN –las gemelas hablaron al unísono, de esa forma que solo usaban cuando tenían intención de amedrentar a sus espectadores (y lo cierto es que lo consiguen. Qué puto mal rollo que dan, parecen sacadas de una película de terror antigua)-. PERMITE QUE SE PELEEN A PESAR DE QUE SE LO ADVIRTIERON, ¿ES ASÍ COMO CUMPLE SUS ÓRDENES?
Cierto, Muggen dijo que lo enviaban Kristof, rey de la Locura, y Laraiis, líder de los vampiros, querían vernos. Y los vampiros no pueden mentir… (pero yo estaba demasiado ocupado dándome de ostias con la perra lesbiana como para reparar en eso).
-Señoritas, vivos siguen…
-PORQUE NOSOTRAS LOS DETUVIMOS –lo callaron con un buen corte.
-Bue-nas… tías –me incorporé un poco cómo pude, escupiendo algo de sangre hacia un lado.
-BUENAS NOCHES A TI TAMBIÉN, ALEC –se apresuraron a responderme. Aunque aparentaran no más de diez años, en verdad tenían varios milenios a sus espaldas y eran terriblemente omnipotentes. Normalmente los demonios iban envejeciendo con los años, pero cada vez más lento hasta que era imposible apreciar los cambios. Pero ellas dos habían nacido “defectuosas”; su crecimiento había cesado antes incluso de llegar a la pubertad. Pero no solo eso, eran unas deformes: cada una tenía un ojo verde y el otro negro por completo, y tan solo podían convertir en garras uno de los brazo, el opuesto al ojo negro. Puede que a vosotros, personas “normales” os parecieran chuminadas campestres, pero entre demonios se valoraba el pedigrí, la pureza y ellas eran productos defectuosos, malas copias de lo que realmente debía ser un Seamair: en definitiva, una deshonra. No habían sido asesinadas por pura potra, gracias al apoyo de Kristofinno. Lo sabían y por ello le servían fielmente; eran parte de sus esbirros personales.
-¡¿Qué hacéis aquí vosotras, deformes?!
Anara mandó una ráfaga de aire cortante que arrastró rudamente a Kaila de nuevo contra la pared, quién gimió penosamente.
-¿Sois vosotras las emisarias de Kristof? –Muggen había dicho que quería hablar con nosotros, sí, pero al parecer no sería en persona.
Arana asintió sacando una bola de cristal de su bolsa. Marcó un número en su base y arrojó ésta por el suelo, dónde rodo hasta detenerse en un punto intermedio entre Kaila y yo.
Los pitidos dejaron de escucharse. -¡¡Hola, mis chicos!! Uuuuhhhg, ¿ya os habéis peleado? Tch, ayayayay… ¿¡qué habré hecho para que salierais así de violentos..!? ¡Ah, no, que os crié precisamente para que así fuera! JAJAJA ¡Qué malas pintas, rey Lucifer! Seguro que mi pequeña anfibio-linda-monísima diría lo mismo, ¿está por ahí la verdura de mis ojos?
Empalidecí ligeramente. -No… -mejor no mencionar que la había abandonado por ahí en mitad de una pelea.
-Vaaaaaaaaaaaaayaaaaaaaaaaa. Bueno, es mejor que os diga ya porqué os reuní aquí.
-¡Habla de una puta vez, maldito enano!
Anara calló a Kaila de una buena patada en la cara. Contuve una carcajada.
-Oinssss, ¿estás enfadada conmigo, Kailita? ¿Otra vez? Bueno… si quieres que hablemos de tus sentimientos…
-¡No quiero hablar de mierdas contigo!
-Claro, ¡ahora no! Jajaja. Me refería a después… Y también tengo que hablar con Alexandrito por lo de ese laboratorio en Canadá, oins… solo de pensar por lo que habrás pasado, mi chico. ¡Se me pone la piel de gallina! Cuentan de historias…: que si genocidio, no sé qué de una puja, unos ahorcamientos en video, torturas a los torturadores… ¡Tan irónico esto último! ¡Debiste montar un buen caos, una gran locura…! –Me felicitó riendo macabramente- ¡Quiero todo lujo de detalle! Lleva cuidadín o tu primo te vencerá, Kailin –carraspeó para diluir un poco su alegría inicial- Pero ahora estamos de trabajo. Recordáis la prueba a la que estáis sometidos, ¿cierto? –como para olvidarla. Kaila vs. Alec; los dos estábamos pendientes de ejecución por traición, pero como nuestras versiones se contradecían dejaría que nos matáramos entre nosotros, y el que sobreviviera sería quién decía la verdad (así se ahorra un montón de tiempo y trabajo como por ejemplo el tener que buscar pruebas, es poco avispado este tipo…)-. ¡Pues hay una manera de cancelarla!
-¿¡Cómo!?
-EXACTO. ¿No es genial? No tendréis que mataros para conseguir el puesto del otro porque lo unificaremos: VAIS A CASAROS.
¡Jajajajaja…! Creo que tengo un coagulo de sangre en los oídos o estoy teniendo alucinaciones porque no ha podido decir lo que yo he oído. No, no, no, imposible. ¿Verdad?
¿VERDAD?

miércoles, 14 de marzo de 2012

Encantamiento 60: Títulos e instituciones mágicas (SUELE PASAR).


//Dije que en un mes subía sí o sí Y AQUÍ ESTOY, para que veáis que cumplo mis promesas/amenazas (incluso esas de los concursos que están abandonadillas pero no las olvido)//

El plan había sido, una vez nos hubiéramos  despedido (desecho/librado) de la Cucaracha, coger un portal público que hiciera transbordo hasta Central Parck y allí tomar otro que nos llevara directos a la taberna del Trébol de las Cuatro Hojas (sencillo, barato y para toda la familia). Pero nos encontramos con que aquella misma noche se estaba desarrollando una gran fiesta mágica en el parque. Con tantísimo tiempo incomunicado no es de extrañar que no hubiera recibido ninguna invitación, pero la verdad es que era una molestia. Los carteles de “SE BUSCA” con mi foto impresa aún seguían empapelando la ciudad (dichosa prueba de Kristofino, a Kaila no le hizo lo mismo…).
Intenté cubrirme con el gorro de ala ancha que llevaba (entre esta peña creedme que no destaca nada) y avanzar con la cabeza baja, arrastrando a Campbell detrás, pero resultaba difícil porque el torniquete de la pierna me hacia cojear y no existía ya lugar que no hubiera sido invadido por alocados bailarines (que parecían estar sufriendo ataques epilépticos más que seguir la música; SUELE PASAR).
La piel húmeda del Renacuajo se me escurrió. Ésta chilló e intenté volver por ella, pero era demasiado tarde; la marabunta se la había tragado.
Con tanta gente sudorosa, perfumada y en movimiento, no podía seguir su esencia ni lanzar un radar de búsqueda. Intenté hacerme paso a codazo limpio (a las malas se recuren a métodos más ordinarios). No la veía, lo que empezó a angustiarme. ¡Quería volver con los Seamair pronto y comprar mi libertad, estaba desesperado por terminar ya con este episodio de mi vida! Pero el destino parecía empeñado en mantenerme alejado de mis deseos (últimamente SUELE PASAR, y mucho).
Tropecé con un cubito y unos cristales rotos. Para no ser aplastado por los trolls que se acercaban bamboleándose al son de “born this way” trepé a la copa y así conseguir mejor visibilidad.
Nada.
Salté a otro árbol ignorando a la ninfa semidesnuda que me gritó cuando interrumpí su magreo con un farisille.
La siguiente canción era una remezcla en plan poligonera de “Dead”, cuando vi a los fantasmas de unos tipos decapitados flotar hasta la cima de una fuente e iniciar una coreografía, me pareció tan gracioso que estuve tentado de dejar al Renacuajo a su suerte y unirme a la fiesta.
¡Joder, si es que vivo estresado! ¿Cuándo fue la última vez que me tomé un descansillo? … Pues eso.
Me tumbé en la rama mientras seguía buscando entre los rostros mágicos, aunque bastante más indiferente sobre el asunto. Si le pasaba algo sería su culpa por no agarrarme bien; yo no era su niñera (y como sé que me van a pasar cosas mucho peores… pues relativizando no es tan malo si finalmente “se aprovechan” de ella un poco).
Pero enseguida reconocí una cara que me puso de nuevo alerta (lo que yo digo, no me voy a poder relajar sin que pase algo). Y Campbell estaba a su lado, enganchada por el cuello por aquel sujeto ni más ni menos.
Me mordí los labios reprimiendo un gruñido… ¿aún no sabéis de quién se trataba?
La pelirroja de salvajes rizos contenidos en una coleta y con pantalones militares apretó sus garras alrededor del cuello de Campbell, las branquias se le abrieron permitiendo la entrada de aire que le quemó como fuego una parte tan sensible. Gritó al tiempo que sonaba un acorde especialmente fuerte por los altavoces.
Como se suele decir: esto era de ir de Guatemala a Guatepeor.
***
-Dime dónde está él.
-¡¡No lo sé!! –Campbell apenas podía hablar. Colgaba un palmo por encima del suelo sin que nadie les prestara realmente atención. Había demasiada gente en movimiento y correteando de un lado a otro, nadie se quedaba mucho tiempo a mirar, y, por supuesto, preferían concentrarse en su diversión en lugar de meterse en una pelea (contra una poderosa demonio de la mafia, ni más ni menos) para defender a una desconocida. Kaila podría matarla y dejarla allí tirada que nadie la señalaría como autora del asesinato, y lo sabía (estábamos entre demonios después de todo, el egoísmo no está mal visto. Igual que el asesinato).
-No mientas, demonio inferior, nunca te alejarías más de dos metros de ése. –le echó una mirada de arriba abajo frunciendo los labios con desagrado- Eres patética… ni siquiera eres capaz de usar magia para salvar tu vida; como un humano… -se interrumpió y gritó con fuerza. La sangre brotó de su abdomen manchando su top verde de un rojo muy parecido al de su melena. La pistola que robé a Amy aún se sentía caliente en mi mano.
Se giró enfurecida en busca del francotirador, su expresión se había convirtió en el de una autentica fiera. Renové el cargador e hice girar el tambor del arma produciendo un agradable sonido. Kaila, al igual que yo, trabajaba en el contrabando de armas y estaba acostumbrada a aquel ruido, de modo que pudo escucharlo incluso con la música de la plaza. Después de ese segundo no le fue difícil localizarme, no había muchas personas colgados bocabajo de un árbol y con un arma en las manos. En un primer momento no pareció reconocerme, pues las gafas de aviador y la bufanda me tapaban la cara, a parte, me había vestido muy diferente a lo que solía (de cura, nada más y nada menos; por cierto, sí, estoy de pecado con sotana), todo para no ser reconocido. –Un placer volver a verte, prima. Tienes buen aspecto –sujeté el arma entre ambos, con una nota de sorna en la voz.
Pero no podía perder más tiempo (es mejor que superéis ya el shock de imaginarme con estas pintas, la acción no hace más que empezar). Me puse erguido y salté de la rama en un mismo movimiento, lanzándome contra ella con las manos en forma de garras, dispuesto a rebanarle ese delgado cuello en lugar de seguir disparando como cualquiera hubiera esperado (factor sorpresa modo on). Pero ella logró reaccionar y apartarme de un codazo en el pecho herido. Un largo tajo rojo apareció perpendicular a su yugular.
Fallé; mierda, cambio de estrategia: y con las mismas eché a correr (cojear rápido, mejor dicho) entre la multitud, para que picara bien el anzuelo. No tardó en soltar al Renacuajo e ir tras de mí.
Campbell cayó al suelo a plomo, tenía cara de ir a desmayarse por el dolor. Pero en un momento como este no podía preocuparme de si la aplastaban a pisotones.
Retrocedí entre el público. Kaila chilló y se hizo paso a empujones.
Necesitaba un ángulo por encima de toda aquella gente para no errar el siguiente disparo. Salté sobre el escenario, derrapando y empujando accidentalmente al cantante principal al mismo tiempo (aquí NO HA PASA’O NA’, sigan, sigan bailando todos).
El tiro falló por milímetros, su coletero cayó roto al suelo.
El sombrero se me deslizó y por una fracción de segundo la reacción del público fue inesperada. Empezaron a gritar “Alexander, el bastardo”, “Alexander, el Traidor” (también con posible traducción del demoniaco a “el que hace trampas”, “que no es de fiar” y por ahí andan los tiros). Me quedé de piedra.
-¿Eing?... ¿QUÉ CLASE NOMBRE ES ESE? ¡NO ME LLAMÉIS ASÍ! -¿¡Ése es el “título” que me ha puesto el populacho!? ¡A ver, explicación del profesor (cura por un día) Alec!: Los títulos inventados eran algo muy común en el mundo mágico, pero solo se usaban para gente de prestigio (para poder reírse de sus defectos a sus espaldas). La verdad es que no sé si alegrarme (¿soy famoso? ¿Desde cuándo?). ¡Ese era una mierda título, fatal para el negocio (¿¡quién narices va a contratar a un sicario si le llaman así!? Yo no lo haría, no con alguien que insinúan que podría volverse contra ti y quitarte lo que tienes si te acercas a él aunque solo sea para contratarle (que alguna vez lo he hecho, pero no es el caso))! A Kaila la estaban llamando “Lesbian Vampire’s Lover” a parte de “cadena” Seamair; más de piedra me quedo si cabe.
-¡Es él, Alexander el traicionero! -¡y dale!
-¡El hijo, de “la Sangrienta”! –Alec, no gastes balas…- ¡Y esa es la lesbiana colmillera!
Me tuve que resignar y contemplar cómo mi futuro laboral se hundía igual que el titanic entre aquellos vítores. Kaila iba corriendo, literalmente masacrando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Adopté una posición defensiva. Estaba maltrecho aunque con mucho poder mágico y esto dolería mucho pero no me iba a rendir sin pelear, no teniendo ya mi plan tan bien hilvanado.
 -¡Atrapadlos! –un vampiro de cabello blanco apareció frente a Kaila, como una muralla de casi dos metros. La pelirroja se empotró contra los abdominales de éste, quién la inmovilizó con un conjuro; un pura sangre. El General Muggen acababa de entrar en escena (¿¡más gente rara, más capullos, por qué!?). El ceño se me frunció solo. No me gustaba aquel pura sangre, era poderoso y muy dado a las medidas tajantes (los putos zombis de las narices, eso no se me olvida en la vida…).
Un par de vampiros Convertidos del ejército de Laraiiss aparecieron a mi derecha. Venían a detenernos.
Pero Kaila contrarresto el encantamiento con su magia y saltó sobre el general. Se abalanzó sobre mí. Pude apartarme y a punto estuve de caer cuando se me echó encima, aún así aproveché para meterle un codazo en plena cara (no hay mal que por bien no venga).
Nos habíamos convertido en el centro de atención para la mayor parte de los asistentes a la fiesta. “La lucha de los Seamair’s: Bastardo vs. Lesbiana. Un combate mítico, señoras y señores” (fijo que esto acaba en youtube).
Empotré mi rodilla en su estómago, girando y golpeándola con la misma pierna en el cuello. La pierna en la que me apoyé, la rota, se quejó como si me hubieran dado un martillazo. Aguanté el aire apretando más los dientes.
Kaila había caído al suelo y ahora intentaba ponerse en pie. Tenía la cara llena de su sangre y estaba evidentemente afectada al oído interno por el golpe.
No perdí tiempo.
La sangre corrió.
Nunca habíamos estado tan igualados.
-No, esperen… -Muggen fue a explicarnos antes de que nos matáramos, pero era muy tarde. -¡Oh… no hagan eso! ¡Se suponía que debía llevarlos a ambos junto a Kristofinno y Larraiss…! –se quejó sin muchas ganas. En el acto se dio por vencido y se limitó a mirarnos tranquilamente.
Empezaba a resultarme difícil ver y jadeaba. Estaba medio ciego. Con los intestinos tan destrozados, comer solo habría sido una torturara que terminaría de perforar los maltratados tejidos. Estando con Amy pude hacerme una transfusión con sangre rica en nutrientes y tomar unos sueros intravenosos, pero ahora… Incluso un demonio necesita alimentarse para conseguir energía y reparar sus estructuras o muere. Si me había mantenido en movimiento hasta ahora había sido a base de dulces como caramelos, pues los glúcidos, los azúcares, y los alcoholes se pueden absorber directamente en la boca. Pero un exceso de azúcar en sangre produce ceguera; de un modo u otro estaba sufriendo los daños colaterales (nadie escapa de Dande…). Kaila llegó a estas mismas conclusiones; se movió y me rompió la sotana de un tirón, dejando a la vista las largas y negras cicatrices de mi estómago. Silbó, el público soltó un largo “¡Woh!”-. Así que este es el resto que deja la Luz en un espécimen vivo. Nunca había visto nada igual, ya sabes, nadie sobrevive para curarse… -sonaba con una ligera nota de miedo.Lo que en verdad estaba diciendo era que “nadie sobrevive a un impacto directo de Luz, ¿qué eres tú?”. Pero entonces, como para darse confianza a sí misma añadió-: Cojo, ciego y hambriento; mereces morir.
Cierto.
Fui a golpearla de nuevo pero me apretó la pierna mala con su pie y el dolor me cegó por un momento. Kaila hincó su rodilla en mi estómago, la sangre me ascendió por la boca y me entró en los pulmones.
-Hablando de tu cojera… ¿por qué será? ¿Este torniquete me intriga?
-Una lesión deportiva: de patear capullos –de un cabezazo la hice tambalearse, un sonoro chasquido y de su nariz empezó a manar hilos de sangre. Con mi garra golpeé su hombro, dislocándoselo.
-BUENO, YA PAREN USTEDES DOS. NO SEAN CRÍOS.
La tierra tembló con fuerza y el suelo se partió justo bajo nosotros. La gente corrió para apartarse, pero a nosotros, que estábamos tirados en el suelo, no nos dio tiempo y caímos en la oscuridad.
Justo en ese momento volvió a cerrarse la gran grieta como si allí no hubiera pasado nada (SUELE PASAR, lo más normal del mundo).