lunes, 27 de agosto de 2012

<<#4: Aguantar sin quejarme y dando las gracias por estar vivo. “Gracias”>>



Yo estaba barriendo cómo todas las tardes. Por las tardes barría y quitaba el polvo, por las noches fregaba y abrillantaba y por las mañanas interrogatorios; en eso se había convertido mi rutina. Nada de dormir; las pesadillas eran horribles.
Lo poco de novedad es que yo nunca tenía ganas de pasarme por las revisiones médicas y Gin, al saberlo (se lo decía muy poco fisnamente a la cara), había decido perseguirme en lugar de esperar a que ese día optara por ser prudente con mi salud. El medicucho seguía igual de cansino con el tema de la ayuda psiquiátrica, los antidepresivos… así que aparte de limpiar me la pasaba intentando esquivarlo (con bastante éxito por el momento; aunque estaba empezando a considerar la opción de las pastillas sólo para que se callara…)
Abrí la ventana para que el frío de afuera entrara, necesitaba algo que me relajara de aquel agobio que era la Orden; no quería seguir allí, pero no encontraba buenas opciones con las que librarme.
Me miré en el cristal empañado. Se notaba que desde mi boda no me había mirado a un espejo. Tenía el pelo sucio y encrespado echado hacía atrás por el pañuelo; me negaba a lavarlo todavía porque la Luz era como una sesión de quimioterapia demasiado intensa: el pelo se me quedaba quebradizo y las raíces débiles, y hasta que eso no mejorara, el pelo se me caía a mechones si lo frotaba demasiado. Era un completo engorro (nunca mejor dicho), pero la otra opción (la calvicie) me resultaba peor. En otros sentidos en los que resultaba igual a la radiación era que no podía comer nada pues vomitaba con facilidad. Resoplé, comprobando el estado de mi cuello en mi reflejo; en consecuencia tenía las mejillas chupadas y la piel cetrina y llena de arañazos se me pegaba al hueco de los ojos y la mandíbula. Moradas ojeras rodeaban mis ojos enrojecidos. Lo cierto es que tenía un aire calaverizo nada halagüeño. Y esto era sólo lo que podía verse a simple vista, al recordar las horribles cicatrices negras en mi estómago sentí nauseas.  Lo odiaba, era justamente igual que el estado en que me dejaba Dande cuando era pequeño. Eran la prueba de mi debilidad, de que había llegado a desmoronarme una y otra vez, un recuerdo de que ni siquiera en aquella ocasión había conseguido librarme.
Tuve que reprimirme para no golpear con puñetazo el cristal.
Respiré con fuerza, saqué el cuerpo fuera y aspiré un aire inusualmente fresco para la época, por el espesor del aire sabía que aquel septiembre nevaría. La esencia de la vegetación que nos rodeaba decía a gritos que aquello era el Reino Unido.
La verdad es que Gin llevaba razón, yo era el primero en darme cuenta: estaba deprimido. Se había hecho evidente, para todos. De la melancolía a la tristeza sólo había un paso y yo había tropezado y caído de cabeza al pozo. Pero no era la primera vez y aunque ahora no me viera con ánimos para nada… ya había salido adelante antes, solo.
No quería prestar más atención a mi dolor físico, lo torpe que estaba mi cuerpo o lo amortiguados que habían acabado todos mis sentidos. Me sentía deplorable en todos los aspectos y no quería seguir recordándomelo, para eso ya estaban los demás.
Alguien se acercaba, era mejor seguir simulando que trabajaba.
Tomé la escoba y seguí barriendo, medio usando ésta como bastón.
Ella frenó en seco. Alcé la mirada. Lena intentó retroceder, luego abalanzar y finalmente se quedó allí plantada y paralizada como una estatua, mirándome (¿no podías escoger un momento en el que estuviera más presentable para cruzarnos? No, claro que no, esta historia es así…).
La observé en silencio unos segundos y entonces seguí barriendo como si ella no estuviera allí, total, no intervendría de ninguna de las maneras, era una pérdida de tiempo (y dignidad). No tenía ánimos para más momentos tensos que no llevaban a ninguna parte.
-Y-yo…
Alcé la mirada automáticamente. ¿Lena iba a decirme algo?
-¡Alec! –Nicole bajó las escaleras al trote, con esa sonrisa encantadora y rizos danzantes. Saltó los últimos escalones y me tomó del brazo, plantándome un pequeño beso en la cicatriz de la mejilla a modo de saludo. –Hola. ¿Qué tal el interrogatorio?
-Regular, más bien mal –torcí la boca por la punzada de dolor.
-¿Qué haces?
-Barrer, obviamente.
-Ya no, he convencido a Al para que nos deje un trocito de gimnasio y me enseñes a… -fue desviando la mirada conforme hablaba hasta que divisó a Lena en el pasillo y al percatarse entonces de que ésta había estado presente todo el rato su cara se ruborizó con fuerza, agachándola para que el pelo ocultase su reacción y rumiándose algún reproche con la sonrisa evaporada. -Lo siento. ¿Estabais… hablando? Puedo esperar fuera –añadió con un murmullo, casi obligado.
-¿Hablando?... Já. Ni de casualidad –solté automáticamente, sin ser consciente de mi bordez hasta que terminé de decirlo.
Lena se dio la vuelta y empezó a irse, mirando fijamente el suelo. En cuanto percibí el movimiento la observé por el rabillo del ojo largarse.
-¿A ti ella te…? –empezó a decirme la Cucaracha, pero se interrumpió y con un resoplido lastimero y ofuscado espetó:- Déjalo, prefiero no tener que saberlo…

***

-Alexander… ¡Alexander…!
Alcé la cabeza hacia ella sin relamente mirarla y rumié una pregunta para saber qué era lo que quería.
La Cucaracha suspiró. –Estás algo distriado… otra vez. Es por lo de antes, ¿verdad?
-Creía que no querías saberlo.
Me sostuvo la mirada largo raro, mientras ella misma se aclaraba. –Tienes razón… preferiría no tener que enfrentarme a ello –se dejó caer a mi lado en las gradas-. Y mejo dejamos también la autodefensa; podrías enseñarme algo sobre el mundo mágico, por ejemplo.
-¿Y qué quieres saber?
-Lo cierto es que no sé, humm –me repasó de arriba abajo en busca de algo que le despertara la curiosidad-, por ejemplo… ¿Qué son estos tatuajes? –Me acarició con el dedo el interior de la muñeca donde símbolos en tinta negra habían sido grabados sobre mi piel.- Te quemaste las manos, toda la piel, lo recuerdo pero aún así siguen estando aquí una vez regenerado.
-Porque son marcas mágicas, están gravadas sobre mi alma y nada las hará desaparecer, incluso si me cortara las manos, ellas sencillamente se quedarían fijas sobre el “aire” donde fueron grabadas, acompañándome. Aunque “acompañar” sea un verbo demasiado bondadoso para este caso: significan esclavitud; una en cada mano y en la base de cuello por cada amo que tuve.
-¿Esclavitud? –Se apresuró a contarlas- ¿Siete? ¿Tienes siete amos?
Reí automáticamente. –No, sólo se puede tener un amo cada vez (salvo escépciones), mira, están todas tachadas lo cual significa que están invalidadas. Significa que a lo largo de mi vida he pertenecido a siete amos…
-¿Y ahora eres libre?
-No exactamente –señalé la última, la más reciente- Me casé… o me casaron, qué más da ya. Cuando te casas, te conviertes en esclavo de la otra persona, y esa persona en tu esclavo (suelo tener que explicarlo muy a menudo y la gente sigue sin captarlo). Es una doble amenaza; “yo soy tuyo y tú eres mío”, lo mismo con las propiedades (incluyendo esclavos al servicio, es decir, los subditos de Kaila ahora también lo son míos) de cada uno. Y para hacerla más real… -tomé la trenza de pelo rojo alojada en mi muñeca-: pelo de esa persona, para poder maldecirla e invocarla en cuanto se quiera. Kaila también tiene una igual en su muñeca.
-Extraña concepción del amor… ¿Pertenecer es amar?
Me encogí de hombros, no queriendo hablar más. Ella lo entendió en el acto; como yo, se había percatado del tic de retorcer la pulsera cada vez que hablaba de ella.
-¿Y lo de los tobillos también son marcas de esclavitud?
Miré la única pierna que me quedaba. Un dibujo similar a una trenza de simbolo se enroscaba alrededor de mi tobillo y un pentagono del mismo tipo se alojaba en la planta. -No, son una maldición.
-Así es: la maldición que llevó a nuestro querido alexander hasta esta aventura.
Nos giramos para contemplar a la desteñida de C.Lence, con su plateado pelo suelto sobre el vesido de lunares cincuentero.
Su equeño esbirro exGuardián la seguía cual perrito faldero (y encima de verdad): -¿Maldición? ¿Qué maldición? –preguntó el Canijo Llorón con esa inocencia (ignorancia) que me sacaba de quicio.
Me giré para el lado contrario, haciendo un herculeo esfuerzo por controlar mi lengua. Robert y (su esbirro, otro perrito faldero) Colyn venían hablando con los dos primeros y, cuando me vieron a mí, Rob hizo ademán de largarse en plan malhumorado (y claro, Colyn tenía que seguirlo detrás; que acaban de hacer las paces y no combiene volver a enfadar al niñito), pero en cuanto vio que la Cucaracha también estaba… tiempo le faltó para apróximarse hasta una distancia en la que poder vigilarnos sin perderse el más mínimo detalle (sería un muy buen acosador, este héroe nuestro).
El Canijo seguía preguntando. Hice un gesto malhumorado para que se largaran, pero C.Lence debía de tener ordenes de su señor Destino de fastidiarme un buen rato: -Sí, de hecho la maldición que pesa sobre Alexander consta en la profecía de Robert, pues es la que los llevó a encontrarse.
-¿Sí, en qué consiste?
Gruñí sin mirarles.
-Él se estrelló contra un árbol –espetó el-que-se-hace-el-héroe para desacreditarme aún más. Pero eso era verdad: salí huyendo, me tropecé, di una vuleta de campana y perdí el conocimiento al darme en la cabeza contra un tronco; solo por eso me atraparon la primera vez... allá, en el principio de los tiempos.
-Pues eso mismo; nuestro querido irlandés está obligado a tropezar cada 6999 pasos.
A todo el mundo se le quedó una muy conseguida cara de póquer y a mí se me cayó el alma a los pies. La asesiné con la mirada. ¡So capulla, ese secreto ni siquiera lo había admitido ante mis lectores! Pues sí… Este es el secreto de por qué si tengo tan buen equilibrio, me meto los ostiones que me doy.
-¿¡Qué, cómo!?
Refunfuñé cosas en demoniaco antes que la droga me obligara a explicarlo bien: -Antes de encontrarme con Kristofino (cuando aún vivía en la calle), una vieja me echó esta misma maldición; cuando estaba a punto de conseguir que me la quitara, un camión la atropelló, y ale, ¡así para el resto de mis días! –volví a resoplar, los hombros se me hundían con cada palabra-. Se supone que nadie escepto la hechicera (ahora difunta) y yo lo sabíamos, ¿se supone que tengo que darte las gracis? -Me guardaba ese pequeño detalle para mí, mucho menos lo comentaba en mi curriculum (no da mucha confianza a la hora de contratar a alguien saber que se tropieza cada dos por tres). También es el motivo de que siempre lleve unas botas militares con suela antideslizante y cargadas de hechizos para reducir los efectos; explicaba muchos misterios de mi forma de ser.
-¿Tú maldición es ser torpe? –dijo Rob con tanta incredúlidad que aún no lo procesaba, a punto de empezar a burlarse de mí.
-No. Me maldijeron con ser periódicamente torpe –me crucé de mala gana con gesto serio; atrevedse a meterse conmigo-. No es de las peores maldiciones; mi primo Yell Güeen le dan ataces de estornudos si no tiene algo amarillo cerca (con la tontería ahora todo el mundo lo llama Yelloween, eso y porque cultiva calabazas explosivas de colores) –me escudé tontamente en lo primero que se me ocurrió.
-Alec, si va ser que eres tan simpático que hasta el suelo te quiere –se rió la Cucaracha a mi costa-. Madre mía… qué gente…
-Vete haciendo a la idea, Cucky (de Cucaracha), ahora es tu mundo también. Y si con esto vale como clase de introdcción a la magia… yo me largo. Con un poco de buenasuerte, hasta nunca para todos.

viernes, 17 de agosto de 2012

<<#3: Ser educado y obediente hasta en los interrogatorios>>

//Como hace mucho que no subo, este capítulo contiene las claves de la trama. Prestadle mucha atención y así os reincorporaréis.//



-¿Cuál es tu nombre?
-Alec.
-¿Tu nombre verdadero?
Suspiré dejándome deslizar por la silla atornillada al suelo hasta una posición cómoda. Sabía que debía comportarme, es decir, nada de rebotarme ni volverme sarcástico por muchas estupideces que preguntaran: –Alexander Reifen-Reïk, sin apellidos; soy bastardo y ninguna de mis familias reconoce mi existencia.
-¿Dónde y cuándo naciste?
-El 2 de Septiembre de hace 18 años, 19 próximamente, en el orfanato católico de la Virgen de la Pureza en Cobh, Irlanda. Desaparecí de los registros a los 14 años, cuando se me dio por muerto en el incendio de mi orfanato.
-¿A qué especie perteneces?
-Soy un hibrido, no pertenezco a ninguna. Pero asumo que preguntáis por mis poderes, de modo que os aclaro que mi madre era un Demonio de la Locura (siempre, siempre preguntáis lo mismo. ¿No os cansáis o es que sois tan duros de mollera?).
-Alexander… -me advirtió Albert con tono de reprimenda.
-¿Sí, Albert? –alcé la barbilla hacia la esquina donde el Guardián observaba el interrogatorio; otros dos Guardianes permanecían en la pared tras de mí y suponía que alguno más estaría tras el cristal falso.
-Sé educado –sentenció con aire de reprimenda, mosqueándome.
Le saqué la lengua infantilmente. –Oh, por favor, Albert, no seas grosero y haz el favor de no interrumpir la conversación entre este tipo sentado frente a mí que me mira tan mal mientras transcribe nuestra conversación y yo; el momento interrogador-interrogado es algo muy intimo ¡y debería ser respetado como tal! Tú estás aquí para vigilarme, no para regañarme como a un niño pequeño.
-¿Tienes amos? –me giré automáticamente hacia el Guardián que me interrogaba y quien obviamente empezaba a hartarse de estas sesiones conmigo.
Con la nueva pregunta surgían esas ganas, como olas que te arrastraban, por contestar y con ellas olvidaba completamente los temas anteriores: -Ahora mismo… tan solo mi esposa…: Kaila Lute Seamair; pero ella también me pertenece a mí, es mutuo (así son los matrimonios demoniacos, cuando se pertenece al otro es literalmente) así que se anula… más o menos. Por lo demás se supone que soy libre, aunque juré lealtad a Kristofino Seamair no está por escrito en ningún lado.
Me apresuré a soltar la pulsera hecha con pelo de Kaila, mi alianza, al darme cuenta de que estaba jugueteando con ella, dándome pequeños tirones y arañazos. Era una nueva manía que había adquirido y repetía cada vez que acababa hablando de mi matrimonio. Detestaba todo lo que suponía aquel objeto.
-¿Trabajas para los Seamair?
-Se supone, ya no lo sé.
-Pero estás casado con una de ellos…
-Mi matrimonio fue concertado por Kristof, y con poco tiempo de antelación además –de nuevo empezaba a rascarme la muñeca.
-¿Porqué?
-Kaila es lesbiana y yo estéril: para tenernos marcarnos durante el juego supongo, quitarnos de en medio y que no le diéramos muchos más problemas mientras intentáramos sobrevivir a los nuestros. Es obvio que esos fueron sus motivos; Kaila odia a Kristof porque dio la orden de matar a su novia y yo… humm, supongo que Kristof asumió como riesgo que mis relaciones con los Guardianes me hacían más voluble de cambiar de bando: éramos los candidatos más probables para desestructurar desde dentro su mafia y alianzas.
-¿Si eras peligroso para Kristof, quiere eso decir que conoces sus planes, por qué los Seamair’s necesitaban de una virgen con sangre de Guardián?
-Sí… Es por la esclavitud de los Repudiados.
-¿Esclavitud?
-Sí, una muy antigua. No quiero explicarlo, tendría que remontarme desde el albor de los tiempos y eso resulta muy tedioso (sobre todo para idiotas ineptos de mollera dura como vosotros. ¡Tendría que explicarlo como para niños pequeños (y aunque lo parezca, resulta que mi paciencia es muy pequeña)!).
-Inténtalo.
-…Tardaría mucho, es algo muy complejo y… bien mirado es una manera de  perder el tiempo y no dar información sobre mí –murmuré bajo, alzando una ceja-. Traedme folios y lápices, total, no tengo nada mejor que hacer y estoy seguro que las personas detrás de ese cristal se están aburriendo mucho. Así que ¡empezaré una clase de orígenes y alianzas! (y que se note lo falso de mi voz al parecer emocionado). Pero lo hago esquemático, tened en cuenta que no dibujo tan cutre normalmente… (la demostración de mi poder artístico queda para otro día). Si me disculpáis… –Subí las piernas a lo alto de la silla, en cierta manera alegre por la distracción. Me mordí las yemas de los dedos y manché varios lápices con mi sangre, alcé las manos y estos cobraron vida sobre el papel-. Es un rollaco, yo advierto.


>>Todo empieza, como he dicho, en los albores del mundo, cuando el planeta Tierra surgió la vida por primera vez. Supongo que sabéis que nuestro planeta es especial porque posee un tipo de energía llamado “vida” (veo que no… cada día está más patente vuestra ignorancia. Ains… -puse los ojos en blanco- de acuerdo, también explicaré eso:)


>>La vida hace nacer y crecer a los seres, y cuando estos mueren, la energía que contenían es liberada para que otros seres puedan aprovecharla. ¿Conocéis eso de “la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”? Pues eso.
>>En la Tierra durante mucho, muchísimo tiempo se sucedió este ciclo, hasta que surgieron un nuevo tipo de seres los cuales tenían “conciencia”. Seguían inmersos  en este ciclo de vida, pero por el camino eran capaces de producir Mal y Bien (llamémoslo así aunque muy científico no sea), los cuales también eran liberados al morir el organismo productor.

>>Ambos residuos fueron acumulándose en dimensiones adicionales del planeta, formando el “Cielo” y el Reino de los Infiernos, y a sus habitantes característicos que se alimentaban de ellos. El sistema se mantuvo en equilibrio durante eras, pero  (siempre hay un “pero”)… -pasé el siguiente folio.
>>Los demonios de los Infiernos, llamados Infernales, descubrieron la forma de entrar y salir del Reino de los Infiernos a la Tierra. Los Infernales se han creído de siempre guachi-pirulís, y resulta que no pueden mantenerse mucho tiempo en la Tierra sin morir, porque están conectados con el Infierno… Pues así y por todo ello inventaron el exilio a la Tierra como la mayor de las deshonras. Los Repudiados, aquellos traidores y peores maleantes que enfurecían a la corona infernal, eran expulsados a vivir a la Tierra a través de las Puertas de los Infiernos. Pero resultó que muchos no morían, si no que pasaban a formar parte del ciclo de la Tierra. Los Repudiados, como obviamente asumieron que tendrían que quedarse indefinidamente en la Tierra, tuvieron que buscarse la vida y, a pesar de los muchos inconvenientes, encontraron algunas ventajas (por ejemplo podían instar a los terráqueos, como humanos y espíritus, a producir mucho más maldad de la que alimentarse o incluso tomar directamente sus almas sin intermediarios, etc., etc.).
>>La situación continuó mientras el número de Repudiados crecía. Entonces “el Cielo” decidió mandar también a algunos de sus efectivos para luchar con estos Repudiados y restablecer el equilibrio, pero igual que los Infernales, no podían estar haciendo viajes constantemente; debían mandar a seres con su poder para que se quedaran permanentemente en la Tierra y lucharan allí por ellos: los Guardianes de la Luz. En realidad la existencia de los Guardianes es muy similar a la de los Repudiados, están condenados a vivir en esta dimensión junto a los terráqueos, sin elección y al servicio de unas dimensiones que ellos mismos alimentan, ¿no cree? Hay varias teorías sobre el origen de los Guardianes, así que no me voy a atascar en eso.


>>El caso es que se pensaban que ya estaba todo arreglado. –Tomé aire- E hicieron un pacto de modo que los Guardianes al morir irían directamente al “Cielo” y los Repudiados directamente al Infierno, era lo justo, ¿no? 
>>¿El problema? Al vivir en la Tierra, Repudiados y Guardianes habían entrado en su dinámica y eran capaces de producir sus propios sentimientos de Bien y Mal, cosa que en sus dimensiones de origen no ocurría. 
Y por culpa del pacto anterior, Luz entraba directamente a los Infiernos y Oscuridad en el “Cielo”, destruyendo ambas dimensiones. Del Cielo nunca se ha sabido mucho, su propia existencia está en duda, pero del Reino de los Infierno está bien catalogada y medida la destrucción que llegó a suceder.



>>La solución de ambos fue muy distinta. El “Cielo” hizo un veto: sólo dejaría entrar la Luz ya filtrada de los terráqueos, mientras que las almas de los Guardianes nunca podrían llegar a su paraíso prometido. Tampoco se les otorgó más Luz, por lo que se vieron obligados a reciclar la que llevaban las almas de sus propios muertos; pero estas, como he dicho, estaban sucias con Mal, de modo que sus reservas, querido interrogador y espectadores, son cada vez más reducidas… (esto lo digo sólo para demostrar que estoy lo suficientemente informado para conocer vuestros problemillas, armarios luminosos pero sin ideas). Y los Infernales… los Repudiados eran su problema y su responsabilidad, pero también sus pertenencias pues por sus delitos estos habían sido privados de libertad. ¿Por qué no usarlos? Eso hicieron... Cada 180 años son exigidos una cierta cantidad de Repudiados, los cuales siempre, siempre son otorgados. Sólo entonces las Puertas de los Infiernos son abiertas. A veces llegan a hacer peticiones más concretas, caprichitos para demostrar su dominio, como pedir vírgenes, niños o incluso nombres específicos… (una virgen de Guardián, mi prima Yelly…) Estos sacrificios son tomados y llevados de vuelta a los Infiernos. Y mediante unos aparejos que ahora no pienso explicar… logran que estos Repudiados actúen como imanes, atrayendo toda la Luz que pulula por los Infiernos hacia sí. Muy de rositas, excepto para los Repudiados sacrificados; el destino de estos es sufrir la tortura de la Luz hasta el día de su muerte. Eso es lo que está sucediendo… A los Infernales les entró la gana de tener una virgen de Guardián y a los Repudiados, en este caso los Seamair’s, les ha tocado encontrarla. Lena se ha salvado, pero conseguiran otra.
-¿Y por qué los Repudiados aceptarían tal trato?
-Porque han perdido mucho poder, porque tienen miedo o aun conservan la esperanza de ser reconocidos y perdonados por los Infernales; cada uno lo suyo –me encogí de hombros.
-Sucios demonios… vendéis a los vuestros como si nada.
-Eso no es cierto –espeté de forma malhumorada-. La mayoría están ya hartos de tener que seguir las leyes que les imponen y además tener que venerar a los Infernales que los condenaron y ahora controlan; somos como una colonia: la Corona no sabe nada de este lugar y aún así se empeña en decidir qué es lo apropiado para nosotros. Muchos son los que han intentado revelarse al yugo de los Infernales y aún nadie lo ha conseguido. Pff. No sois los únicos con un concepto de “familia”, si supierais… -me apresuré a cerrar el pico.
-Si supiéramos qué.
-Krisof… él tiene mucho, muchísimo poder…
-Aja. ¿Y qué más?
-Pueeees…
-¿Qué sucede con Kristofino Seamair que afecte a este tema?
-Él tenía una hija... Una HIJA BIOLÓGICA… -suspiré, la lengua me había vuelo a traicionar; Kristof me colgaría de los pulgares, mierda, mierda, agh.
-¿Cómo? Explíca eso, ¿cómo es que ese demonio tuvo una hija biológica?
-Nunca se supo quién era la madre pero se sospecha que fue una de sus primas; nunca se casaron ni siquiera llegaron a ser novios. El caso es que Kristofinno adoraba a esa niña… pero la exigieron como sacrificio. Una llamada de advertencia, para demostrar que los Infernales podían manejar incluso al demonio más poderoso de esta dimensión. Y finalmente la consiguieron; tenía cinco años… Desde entonces Kristoffinno ha tenido el hobby de acoger y criar a huérfanos (creo que intenta compensar lo que le quitaron pero nunca lo consigue…). Los Infernales cometieron un gran error: la paciencia de Kristoffinno ha ido menguando desde ese momento y estoy seguro de que lleva siglos trazando su plan… Este Sambain las Puertas de los Infiernos se abrirán… -dejé la frase en el aire, prefería no decirlo directamente por si acaso. Cuando las Puertas de los Infiernos se abran este 31 de Octubre, Kristoffino iniciará una guerra contra los Infernales.
La propia habitación aguantó la respiración.
-¿Kristofinno tiene posibilidades?
-Es Kristoffinno; él decide nuestras suertes.
-¿Tiene esto que ver con el ejercito de vampiros de Laraiiss?
-Por supuesto. Vampiros y Seamair’s son férreos aliados. Mientras los Seamair’s aguantan la estructura de todo el entramado y manipulan a las masas para alejar la atención, ordenan a los vampiros que recolecten almas, incluso robándoselas a personas vivas. Los Seamair’s son una raza de demonios que se alimentan de la energía del alma para reconstruir la suya propia… están intentando conseguir tantas para prepararse para este Sambahin, conseguir todo el poder que puedan para la apertura y la rebelión. Es obvio. Igual que es obvio que están intentando unificar las facciones mágicas para la lucha; ese movimiento radical que ha tomado Irlanda no es el único que está en marcha.
-¿Qué más sabes?
Solté una pequeña carcajada de superioridad. –Muchas cosas. De hecho lo que me extraña es que vosotros sepáis tan poco. –Resoplé-. Pero creedme: preferís no saberlo.