Conseguí convencer a ModositoMan
de que me llevara la bandeja de comida con la excusa de las muletas mientras
buscábamos un lugar donde sentarnos.
Habían pasado tres días desde que
me enrollara con Lena y no nos habíamos vuelto a ver. A mí me parecía genial,
odiaba cuando empezaban a perseguirme y atosigarme con planes y arrumacos (la
mutación en pegatina de los Osos Amorosos que suele sucederse al día
siguiente). Yo no buscaba esas cosas y tampoco Lena lo demostraba, si es que lo
hacía. Según pintaba el panorama a mis ojos, aquella iba a ser la relación más
relajada y cómoda de las que había tenido.
Hasta que vi a Lena hablando con
el-que-se-hace-el-héroe en el comedor, con una sonrisilla tímida en el rostro.
Los aguijoneé mentalmente al recordar lo que había escuchado en el balcón sobre
su casi-beso-en-la-juventud, pero estaban demasiado lejos para siquiera sentir
los escalofríos.
Se me pasó por la cabeza la
posibilidad de si éramos pareja. Tal vez no. Después de todo, no hacíamos nada
de lo que se suponía que debían hacer las parejas; ni siquiera nos hablábamos.
El amor es una puta mierda.
-Guárdame la comida un momento (y
no escupas en ella)
-¿Eh, qué ocurre? –preguntó
ModositoMan.
-La sociología dictamina que he
de marcar mi territorio. Espérame aquí, Rachel.
-¿Rachel? ¡Yo no me llamo Rachel!
No le hice el menor caso a
ModositoMan (para acordarme de su nombre estaba yo) y me dirigí hacia los dos
casi-tortolitos-en-la-juventud. Escuché poco de la conversación, pero lo
suficiente para percatarme de que Lena estaba feliz y aliviada de que
el-que-se-hace-el-héroe aún le hablara. Rob parecía algo apagado, como si algún
problema le impidiera ser del todo el gallito prepotente de siempre (lo
disimulaba fatal aunque él no lo sabía porque sus compañeros se esforzaban en
que pensara que lo conseguía. Pobre e iluso imbécil).
-Bu.
Lena se giró hacia mí. Pegó tal
chillido que casi me deja sordo, lanzando su bandeja con pudin de carne contra
el-que-se-hace-el-héroe. Si no llego a engancharla del borde de los vaqueros,
se mata contra el suelo.
La puse recta y me crucé de
brazos.
-Deberías haberte visto la cara,
ha sido memorable –confesé negando de incredulidad.
Lena jadeaba medio histérica de
vergüenza. -¡¡No hagas eso!! –Miró a nuestro alrededor, nos estaban mirando (¿cómo
no hacerlo con semejante reacción?).
-Si sólo te he soplado en la
oreja (no sé si quiero ver qué pasa de tocarte el culo; apuesto a que sería
graciosísimo, pero lo mismo te da un infarto).
-¿Por qué te vas tomando esas
confianzas, escoria? –me gruñó el-que-se-hace-el-héroe quitándose grumos de
pastel de carne de la pechera.
-Se supone que mi nueva posición
me otorga tales muestras de cercanía pública.
Su cara de imbécil se volvió más
estúpida: -¿Qué?
-No sé qué parte de esa frase no
has entendido.
-¡Toda…! –se quejó.
Guardé silencio. –En serio,
reitero lo dicho.
-¿Quieres que te de un puñetazo?
-Da igual cuantas veces lo
preguntes, la respuesta va a seguir siendo NO.
-Que no es una pregunta
literaaaaaal… -rechinó los dientes alargando las palabras por la frustración. Tenía
terminantemente prohibido mientras siguiera convaleciente y en “tratamiento”
psicológico, así que tenía que aguantarse (algo bueno tenía que tener este
estado, al menos consigo frustrar al héroe). Aah, los pequeños placeres de la
vida.
-¿Qué haces aquí…? –preguntó
Lena, evidenciando por su forma de mirar en derredor que lo que de verdad le preocupaba
era el público presente. Me molestó que lo hiciera.
Y percatarme de la verdad me puso
tan nervioso que seguí enrevesado la contestación con vocabulario técnico:
-Reivindicar mis privilegios sobre ti ante potenciales individuos motivo de
discordia de acuerdo a lo que las convenciones sociales estipulan en estos
casos –ole yo.
Puso una cara de estupidez muy
parecida a la del-que-se-hace-el-héroe. -¿Eing?
Apreté las mandíbulas y me
incliné hacia ella: -¡Que tengo derecho a ponerme celoso si te veo de risitas con
alguien que hasta hace nada te gustaba y que casi te morrea, coño, no es tan
difícil! –bueno, a lo mejor un poco-. Para algo soy tu novio -Me cabreé de lo estúpido que me sentía. Patético, patético, ve a buscar una piedra
bajo la que esconderte; canturreaba mi fuero interno.
Lena se ruborizó de la cabeza a
los pies. Rob tenía la misma expresión que si alguien le hubiera golpeado con
una pala en la cara (pues le sienta bien…).
-¿Novio?
Guardé silencio, analizando la
sorpresa que la palabra había provocado en Lena. No era precisamente la que se
espera de una chica locamente enamorada. Yo qué sé, no esperaba que se me
lanzara a los brazos, pero… podría no poner la misma cara que si tuviera un
trozo de lechuga entre los dientes. -Ohm… -murmuré- Vale, ya veo. Me confundí
–al parecer yo era el único que había dado por hecho que estábamos juntos Debido
a la timidez de Lena y a sus concepciones tan puritanas del amor, había
supuesto que el que me dejara desnudarla para ella significaba algo importante,
una concesión porque yo era especial… y NO. Vaya, qué palo, parece que incluso
con toda su religiosidad, Lena ha resultado una calientabraguetas (las
mosquitas muertas son las peores, si ya me lo decían). Pues ya puestos, ¡si
quería una noche loca, podría haberme dejado terminar! Menuda cagada más grande:
en estos momentos yo era ese molesto trozo de lechuga entre a dentadura de su
relación con el héroe. Bueno, ahora ya sabéis lo que toca, mis queridos
lectores: HUYAMOS CON SUTILIZA. –Lo lamento, sigue riendo con Rob; no molestaré
más.
-¿Pero a dónde…? ¡No, yo, Alec,
espera! –dio un cómico brinco hacia mí.
Me giré, inclinándome para estar
a la misma altura y acribillarla con la mirada, lo que provocó que se
encogiera. Quizá demasiado interés por mi parte. -¿Sí?
-Na-nada…
Resoplé. Me di la vuelta. Y
desaparecí de allí.
***
ModositoMan me miraba muy raro y
muy fijo todo el rato. Estaba demasiado desanimado como para gastarle alguna
broma del tipo “si tanto te gusto podría dejarte ver más”, lo cual resultaba
más gracioso todavía teniendo en cuenta lo que se esforzaba en mantener en
secreto su homosexualidad (me encanta meterlo en apuros, es tan servil este
muchacho que ni se le pasa por la cabeza guardarme rencor por las bromas).
-¿Sabías que el amor es una
enfermedad mental que crea endorfinas y adicción en el cerebro? (Lo vi en un
documental) Te voy a dar un consejo, muchacho (ya que eres uno de los pocos a
los que no detesto con todo mi ser, y casi, casi me caes bien), ya que estás en
plena adolescencia: DI NO A LAS DROGAS (entre ellas el amor), te dejan hecho
polvo el cerebro y el cuerpo.
No pareció entenderlo, pero yo ya
daba por perdido explicarles cualquier cosa a los Guardianes.
Suspiré quedamente. –Ains… la
adolescencia… Recuerdo esos años de cambios; se ve tan lejano…
-Pero si tú tienes sólo 18 años.
Ni puto caso: -Lo mejor fue
cuando perdí la virginidad y di el estirón (te lo creas o no, sucedió en ese
orden. Lo alucinante es que logré ligar siendo un escuchimizado, lo cual es un
milagro, potra o talento, aún no lo tengo claro) –empecé a asentir y gesticular
para mí mismo.
-¿Por qué me cuentas esto?
-Intento alegrarme pensando en
tiempos mejores, es lo que hacemos los viejos de espíritu. ¡Así que cierra el
pico (para una vez que tengo ganas de largar…)!
-¿Alec, has bebido?
-Años dorados… sólo entonces
mejoró mi vida. Casa, comida diaria, trabajo… ¡Si hasta hice amigos (Campbell
es una maldita cansina empalagosa pero, tch, se le coge apego a la mocosa ésa,
¿te lo puedes creer? Con la grimilla que da…)!
-Te huele el aliento a alcohol.
¿Cuánto has bebido?
-Sólo una botella de whisky a
palo seco. El mueble bar de papi es un chiste.
-¿Papi? ¿Quién es ése?
-¡Yo qué sé! –volví a suspirar-. Qué
mal sustituto de la amistad eres, Lucinda.
-Daniel. Daniel Kensingtom.
-¿Y ése quién es?
-Yo.
Como si me importase. -Si
estuviera aquí Yell ya me hubiera arrastrado a algún pub lleno chicas semidesnudas
en donde emborracharse y desmadrarnos… A ese putero también se le acaba
extrañando. ¿Te puedes creer que tiene por escrito a partir de qué número de
cubatas empiezo a desnudarme y bailar en público? Se aprovecha de que a esas
alturas dejo de saber qué es un uno y qué un nueve. En una de esas noches
alcoholizadas acabamos dejando sin electricidad a toda Manhattan, literalmente:
se nos cayó una botella de brandy y un mechero estando en la central eléctrica.
Bueno, vale, caer, caer… a lo mejor lo arrojamos a ver qué pasaba… La explosión
moló. Que conste: esto es un secreto, no lo cuentes. Díselo a alguien y te
rajaré la garganta y te ahorcaré con tu propia lengua. ¿Sabes cómo aprendí a
hacerlo? ¡Es una historia muy interesante!
-Humm. Creo que mejor si lo dejas
para…
-Si al menos la Cucarachita
Floreada no me huyera… Están con su “rehabilitación”. Lo que yo te diga,
DROGAS, te acaban creando la necesidad. ¿Y para qué? Te acaban abandonando.
Siempre. –Apoyé la frente contra la mesa. Mi
padre, Lena, Nicole, Camp, Yell, Kristtoffinno. Todos los que conozco se han
acabado yendo en algún momento… -Será que soy muy abandonable… ¿por qué? Vale
que muy encantador no soy, lo admito, pero… ligaba midiendo un metro cincuenta
y por debajo de 45 kilos… ¡se supone que ahora que estaba cañón debería tenerlo
más fácil! –cuidado, Alec, empiezas a
desvariar.
-¿Te tomaste tus antidepresivos
hoy? –el chico empezó a sonar preocupado.
-¿Qué te crees que era la botella
de wishky? –lo corté tajante.
-Te prepararé un café.
-¡Mucho azúcar! –mi vida ya tiene
suficiente amargura.
Visto lo soso de este muchacho,
lo perderé de vista mientras esté ocupado. Bye,
Lizy, te caerá una buena por no haberme vigilado bien y dejar que me fuera solo
(dije que solo me caía casi bien).
***
-¿Ha-abéis visto a Alec? ¿Alec ha
estado por aquí…? ¿Sabéis si Alec…? -Me encontré a Lena preguntando a
cualquiera que andaba cerca exactamente lo mismo. Y siempre le respondían lo
mismo: yo estaba con un tal “Dani” pero a saber dónde.
Me mantuve siguiéndola un par de
pasillos; escucharla pronunciar mi nombre era extraño y quería saber el por
qué.
Lena está sola Y QUIERE VERME; me repetí. Este era un evento como
el de los cometas: pasaban cada mil años. Tenía que aprovecharlo. Di un paso
hacía allí…
Y me di la vuelta. Tampoco era
tan importante… total, a las malas podía intentar hablarle en una esquinita del
comedor… ¿¡Tú estás tonto!? Si lo haces delante de otros Guardianes Lena estará
pensando todo el rato en lo que pensaran sus compañeros y será como hablarle a
una silla. Ya… pero… ¿y qué se supone que le iba a decir? Tch, siempre se puede
empezar con un “hola”. Entonces ella tartamudeará una respuesta y hará el intento
de ocultarse debajo de una mesa como una cría pequeña, yo me cabrearé y la
sacaré a rastras, ella se asustará, seguro que chilla algo, algún Guardián
viene y a mí me pegan… Pues podría ser más lanzado, visto que la “aclimatación
a mí” no es viable. Pero si me paso de borde (que hay una alta probabilidad de
que así sea) también chillará. Mejor me voy y me lo pienso. ¡De pensar nada,
toma las riendas de tu vida ahora e improvisa un plan sobre la marcha! ¡Sé
valiente y enfréntate a tus problemas!
Di tres pasos hacia Lena con
andar firme.
¡Una mierda, hasta ahora me ha ido
muy bien con la cobardía! Media vuelta y hacia la salida; si hasta ahora he
sido un cobarde no veo porqué tendría que cambiar, ¿no? Pues ale, a otra parte,
jaja. ¡¡Agh!! ¿¡Se puede saber porqué narices tengo que pelearme conmigo mismo
y desgastar el suelo con tanto cambio de idea!?
-¿Alec?
Mierda. Lena me pilló gesticulando al cielo en una pose de “voy a
estrangularte como bajes, maldito Dios” de lo menos natural (de atractivo ya ni
hablamos). ¿¡Y de esta cómo salgo!?
-H-holaaaaaaaa –me sacudí la
pernera del pantalón, ni de coña se iba a tragar que estaba maldiciendo por el
polvo de mis pantalones, pero bueno…
-Hola… -agachó la cabeza, muy
sonrojada.
Lo sabía: silencio.
La gente normal cuando se pone
nerviosa suele reír tontamente, sonrojarse… Yo me cabreo y me pongo
impertinente, siempre:
-Estoy aquí. ¿Qué?
-¿Eh?
-¿Qué quieres de mí? –espeté
rudamente.
-Yo…
-Tú… -La miraba desde arriba y en
plan matón de discoteca, me daba cuenta, pero “Amar en tiempos de cuernos”
estaba a punto de empezar y no quería perderme aquel episodio por nada del
mundo (hoy se decide si Gabriella Chevalier se fuga con su hermanastro Kira Lee
Mendoza o finalmente se casa con Daan Mufflin, el amante de Miren Mamor
Tellechea; ¡es el capitulazo de la temporada! ¡DE LA TEMPORADA digo!).
-¿Significó algo?
-Precisaría de más información
para responder.
-La otra noche, cuando… pues eso.
Yo creí… Tú… te fuiste de esa manera. Tan frío... Cr-creí que no querías saber
de mí.
Fruncí el ceño. Sabía la
respuesta sincera, pero me conocía a mí mismo lo suficiente para saber que no
estaría dispuesto a abrirme. Ni ante Lena ni ante nadie. No era capaz.
Estaba nervioso, pero no podía
permitirme que se notara, de modo que la angustia fue creciendo en silencio
hasta abarcar todos mis pensamiento. Iba a salir mal; hiciera lo que hiciese,
yo acabaría con una puñalada en el pecho. No quería contestar, si no empujarla
contra la pared, salir corriendo y meterme en el agujero más oscuro que
encontrase. ¿Negativo yo? Maldiciones mil si no era esa una esperanzadora idea.
-¿Significó para ti? –le espeté.
Lena respiró exageradamente y con
fuerza. Agachó la mirada y volvió a fijarla en mis labios para luego mirar sus
deportivas, completamente azorada.
Gruñí. Pero no llevé a cabo el
plan de huida que seguía trazándose en mi mente. Aún quería una oportunidad;
aunque hubieran pasado 11 años, aún necesitaba saber que era capaz de sentir
algo por mí.
Me agaché, en cuclillas, de modo
que me tuviera que encarar aunque siguiera mirando al suelo.
-Lo hizo –murmuró muy bajito.
Me puse en pie al tiempo que le
regalaba un beso por su valor. El que a mí me faltaba.
-¿Hueles a alcohol?
-Nah, ¿qué cosas dices? ¡Rápido, el capítulo va a empezar!
***
Llevo tres días con Lena. ¡Wo,
increíble, ¿no os parece, mis queridos lectores?! Admitidlo, creíais que este
día no llegaría hasta el último capítulo de todo el libro (la verdad es que yo
pensaba lo mismo). Por eso, no me queda otra que deciros que ha sido un placer
contar con todos vosotros a lo largo de toda esta aventura. Desgraciadamente,
por falta de presupuestos no habrá segunda parte.
Hasta siempre, mis queridos
lectores.
FIN.
Puajaja, ¡ni de coña! Hago eso
con la de cabos sueltos que han quedado y nos ahorcáis a mí, todo el reparto y
la Supervisora. Guardad las estacas y antorchas, queridos lectores, aun queda
mucho que contar.
¿Qué tal en mi relación amorosa?
Pch, sí… Nadie está muriendo, no hay gritos, ni veneno en los cereales;
podríamos hablar de éxito.
Y vamos mejorando lo de pasar
tiempo juntos…
***
En seguida me aburrí de escuchar
a Lena tocar. Sus dedos danzaban sobre las teclas sin prestarles demasiada
atención, y aún así no desafinaba. Debería de parecerme interesante, pero… Sinceramente,
la música nunca me ha apasionado; simples distracciones con las que perder el
tiempo si es que lo tenías. No entendía que alguien pudiera ponerle tanto
empeño a algo tan sumamente superfluo como lo hacía Lena. Pero me callaba. A
ella le gustaba y era de la opinión de que la música era el reflejo de nuestras
almas, las emociones y blabla: si le decía la verdad, ella me clasificaría como
alguien sin alma, tal era su devoción.
Me molestaba que lo tiñera todo
con su mentalidad religiosa, siempre dividiendo entre lo que sí y lo que no se
hace (sin punto medio). Pero en las relaciones hay que ceder… la convivencia y
pactismo, ya se sabe. Joderse y disimular.
Al menos la música hacía que se
olvidara de los nervios de tenerme cerca o que me quedara mirándola fijamente,
estaba en otro mundo. Pero tal nivel de evasión suponía ignorarme por completo.
Hablarle en mitad de su interpretación de Mozart era menos efectivo que
cotillear con el taburete.
Me aguanté un resoplido.
-¿Qu-qué tal?
-¿Eh? –me giré de repente, no me
había dado cuenta de que hubiera acabado (si ella se la pasa en su mundo
cantarín, por qué no iba yo a hacer lo mismo en mi mundo de libros y
telenovelas). No supe qué decir, “que bonito” o “ha estado chachi” me parecían
comentarios muy infantiles. A mí me parecía bien, pero no tenía la más remota
idea de si había errado notas o no… Tampoco tenía vocabulario para soltarle un
piropo intelectual. Pues nada, comentarios simples:
-Wow –casi que hubiera sonado
mejor el “ha estado chachi”.
-Gracias…
-Lo siento, me distraje pensando
en mis cosas.
-¿En qué pensabas?
En si Miren Mamor Tellechea de “Amor en tiempos de Cuernos” se habrá
quedado embarazada de Daan o de Kira Lee Mendoza. …Ni de coña le voy a
decir eso.
-En que me gusta cómo tocas el
piano -me acerqué con la excusa de toquetear un poco el teclado y apoyé una
mano al otro lado de su cuerpo de modo que quedaramos estratégicamente muy
juntos. Le dediqué una sonrisa suave y ligeramente picarona-. Pero me gustaría más poder tocarte a ti.
-Oh, eh, gracias…
Nos quedamos en silencio, ella
sabía que la miraba y por eso no se atrevía a levantar la vista de las
partituras.
Temas de conversación actuales:
0. ¡Y la victoria es para: EL SILENCIO TENSO!
-T-toco desde hace mucho.
Las conjunciones de astros seguían
sucediéndose: Lena me continuaba una conversación.
-Se nota, parece que le tienes
práctica. Esto… -pen-san-do, pen-san-do-
¿tocas algún otro instrumento? Me suena que sí…
-¡Ah! Sí, sí… -¡el milagro continua!- El piano sobre
todo, pero también el violín y la
guitarra; m-me gustan los instrumentos de cuerda…
-Humm, cómo el arco –me miró sin
comprender- ya sabes, el arco… tiene también una cuerda… y está tensa… -imité
el gesto de disparar una flecha y el de tocar un arpa.
-¡A-ah! Jaja. Sí, claro…
Otra vez Lena admirando la
calidad artística del parquet y yo calculando el espesor de polvo de las
paredes.
-Yo no sé mucho de música…
-Es una lástima. Yo la adoro… Si
quieres te enseño…
-No es necesario –no voy a perder
mi tiempo con el esfuerzo que eso supondría.
-Yo… pensaba dedicarme a la
música, ser profesional… en lugar de Guardiana.
-¿Por qué no lo hiciste?
-Mi madre y mis hermanos…
murieron… unos vampiros entraron en nuestra casa. –Se estremeció- Siempre odiaré
a los vampiros.
-Y era tu deber vengarlos.
Lena se inclinó poco a poco, a
trompicones, hasta apoyarse en mi hombro, así que me decidí a pasarle la mano
por la cadera.
-Esto está bien –murmuró tan
nerviosa que casi parecía estar preguntándomelo.
Haz algo o te volverá a llamar frío: Le di un ligero beso en el
cabello. Valdrá.
Lena sonrió tímidamente, feliz.
Como cuando hablaba de Robert…
Empezó a hacerme livianas carias
sobre la mandíbula y las mejillas, comprobando que mis cicatrices empezaban a
desaparecer.
Despacio, muy despacio empezaba a
hacerse realidad. Pero tras once años me había quedado muy justo de paciencia.
-Bésame –murmuré sobre su cuello.
Lena se puso como un tomate y se mordió el labio-. Siempre soy yo el que te
besa a ti… -la reté. Pero amenazar a Lena tenía el efecto de congelarla en el
sitio.
Suspiré y la apreté contra mi
pecho, rozándole la comisura con los labios y descendiendo por su cuello.
Me pasó un brazo alrededor del
cuello y gimió.
Se apartó tan brusco que por poco
no se cae del asiento. Murmuró confusas
excusas, a punto de echar humo como una tetera.
Un día de estos le da un síncope, fijo.
La expresión de Gin fue bastante
elocuente. -Anda, o sea, que vosotros dos… ohjojo.
-Vuelve más tarde o quédate en
silencio si es que tanto te gusta mirar –amenacé al médico.
-¡Alec!
-¿Sí, mi amor? –eliminar el retintín
de mi voz fue misión imposible.
-¿Qué-qué ocurre, Gin?
-Te buscaba porque tienes una
misión y el coche sale en cinco minutos.
-Sí. Vale –se levantó y pasó
junto a Gin sin despedirse.
Gin soltó una risilla. Idiota.