sábado, 22 de diciembre de 2012

Encantamiento 68, 2ª parte



Conseguí convencer a ModositoMan de que me llevara la bandeja de comida con la excusa de las muletas mientras buscábamos un lugar donde sentarnos.
Habían pasado tres días desde que me enrollara con Lena y no nos habíamos vuelto a ver. A mí me parecía genial, odiaba cuando empezaban a perseguirme y atosigarme con planes y arrumacos (la mutación en pegatina de los Osos Amorosos que suele sucederse al día siguiente). Yo no buscaba esas cosas y tampoco Lena lo demostraba, si es que lo hacía. Según pintaba el panorama a mis ojos, aquella iba a ser la relación más relajada y cómoda de las que había tenido.
Hasta que vi a Lena hablando con el-que-se-hace-el-héroe en el comedor, con una sonrisilla tímida en el rostro. Los aguijoneé mentalmente al recordar lo que había escuchado en el balcón sobre su casi-beso-en-la-juventud, pero estaban demasiado lejos para siquiera sentir los escalofríos.
Se me pasó por la cabeza la posibilidad de si éramos pareja. Tal vez no. Después de todo, no hacíamos nada de lo que se suponía que debían hacer las parejas; ni siquiera nos hablábamos.
El amor es una puta mierda.
-Guárdame la comida un momento (y no escupas en ella)
-¿Eh, qué ocurre? –preguntó ModositoMan.
-La sociología dictamina que he de marcar mi territorio. Espérame aquí, Rachel.
-¿Rachel? ¡Yo no me llamo Rachel!
No le hice el menor caso a ModositoMan (para acordarme de su nombre estaba yo) y me dirigí hacia los dos casi-tortolitos-en-la-juventud. Escuché poco de la conversación, pero lo suficiente para percatarme de que Lena estaba feliz y aliviada de que el-que-se-hace-el-héroe aún le hablara. Rob parecía algo apagado, como si algún problema le impidiera ser del todo el gallito prepotente de siempre (lo disimulaba fatal aunque él no lo sabía porque sus compañeros se esforzaban en que pensara que lo conseguía. Pobre e iluso imbécil).
-Bu.
Lena se giró hacia mí. Pegó tal chillido que casi me deja sordo, lanzando su bandeja con pudin de carne contra el-que-se-hace-el-héroe. Si no llego a engancharla del borde de los vaqueros, se mata contra el suelo.
La puse recta y me crucé de brazos.
-Deberías haberte visto la cara, ha sido memorable –confesé negando de incredulidad.
Lena jadeaba medio histérica de vergüenza. -¡¡No hagas eso!! –Miró a nuestro alrededor, nos estaban mirando (¿cómo no hacerlo con semejante reacción?).
-Si sólo te he soplado en la oreja (no sé si quiero ver qué pasa de tocarte el culo; apuesto a que sería graciosísimo, pero lo mismo te da un infarto).
-¿Por qué te vas tomando esas confianzas, escoria? –me gruñó el-que-se-hace-el-héroe quitándose grumos de pastel de carne de la pechera.
-Se supone que mi nueva posición me otorga tales muestras de cercanía pública.
Su cara de imbécil se volvió más estúpida: -¿Qué?
-No sé qué parte de esa frase no has entendido.
-¡Toda…! –se quejó.
Guardé silencio. –En serio, reitero lo dicho.
-¿Quieres que te de un puñetazo?
-Da igual cuantas veces lo preguntes, la respuesta va a seguir siendo NO.
-Que no es una pregunta literaaaaaal… -rechinó los dientes alargando las palabras por la frustración. Tenía terminantemente prohibido mientras siguiera convaleciente y en “tratamiento” psicológico, así que tenía que aguantarse (algo bueno tenía que tener este estado, al menos consigo frustrar al héroe). Aah, los pequeños placeres de la vida.
-¿Qué haces aquí…? –preguntó Lena, evidenciando por su forma de mirar en derredor que lo que de verdad le preocupaba era el público presente. Me molestó que lo hiciera.
Y percatarme de la verdad me puso tan nervioso que seguí enrevesado la contestación con vocabulario técnico: -Reivindicar mis privilegios sobre ti ante potenciales individuos motivo de discordia de acuerdo a lo que las convenciones sociales estipulan en estos casos –ole yo.
Puso una cara de estupidez muy parecida a la del-que-se-hace-el-héroe. -¿Eing?
Apreté las mandíbulas y me incliné hacia ella: -¡Que tengo derecho a ponerme celoso si te veo de risitas con alguien que hasta hace nada te gustaba y que casi te morrea, coño, no es tan difícil! –bueno, a lo mejor un poco-. Para algo soy tu novio  -Me cabreé de lo estúpido que me sentía. Patético, patético, ve a buscar una piedra bajo la que esconderte; canturreaba mi fuero interno.
Lena se ruborizó de la cabeza a los pies. Rob tenía la misma expresión que si alguien le hubiera golpeado con una pala en la cara (pues le sienta bien…).
-¿Novio?
Guardé silencio, analizando la sorpresa que la palabra había provocado en Lena. No era precisamente la que se espera de una chica locamente enamorada. Yo qué sé, no esperaba que se me lanzara a los brazos, pero… podría no poner la misma cara que si tuviera un trozo de lechuga entre los dientes. -Ohm… -murmuré- Vale, ya veo. Me confundí –al parecer yo era el único que había dado por hecho que estábamos juntos Debido a la timidez de Lena y a sus concepciones tan puritanas del amor, había supuesto que el que me dejara desnudarla para ella significaba algo importante, una concesión porque yo era especial… y NO. Vaya, qué palo, parece que incluso con toda su religiosidad, Lena ha resultado una calientabraguetas (las mosquitas muertas son las peores, si ya me lo decían). Pues ya puestos, ¡si quería una noche loca, podría haberme dejado terminar! Menuda cagada más grande: en estos momentos yo era ese molesto trozo de lechuga entre a dentadura de su relación con el héroe. Bueno, ahora ya sabéis lo que toca, mis queridos lectores: HUYAMOS CON SUTILIZA. –Lo lamento, sigue riendo con Rob; no molestaré más.
-¿Pero a dónde…? ¡No, yo, Alec, espera! –dio un cómico brinco hacia mí.
Me giré, inclinándome para estar a la misma altura y acribillarla con la mirada, lo que provocó que se encogiera. Quizá demasiado interés por mi parte. -¿Sí?
-Na-nada…
Resoplé. Me di la vuelta. Y desaparecí de allí.

***

ModositoMan me miraba muy raro y muy fijo todo el rato. Estaba demasiado desanimado como para gastarle alguna broma del tipo “si tanto te gusto podría dejarte ver más”, lo cual resultaba más gracioso todavía teniendo en cuenta lo que se esforzaba en mantener en secreto su homosexualidad (me encanta meterlo en apuros, es tan servil este muchacho que ni se le pasa por la cabeza guardarme rencor por las bromas).
-¿Sabías que el amor es una enfermedad mental que crea endorfinas y adicción en el cerebro? (Lo vi en un documental) Te voy a dar un consejo, muchacho (ya que eres uno de los pocos a los que no detesto con todo mi ser, y casi, casi me caes bien), ya que estás en plena adolescencia: DI NO A LAS DROGAS (entre ellas el amor), te dejan hecho polvo el cerebro y el cuerpo.
No pareció entenderlo, pero yo ya daba por perdido explicarles cualquier cosa a los Guardianes.
Suspiré quedamente. –Ains… la adolescencia… Recuerdo esos años de cambios; se ve tan lejano…
-Pero si tú tienes sólo 18 años.
Ni puto caso: -Lo mejor fue cuando perdí la virginidad y di el estirón (te lo creas o no, sucedió en ese orden. Lo alucinante es que logré ligar siendo un escuchimizado, lo cual es un milagro, potra o talento, aún no lo tengo claro) –empecé a asentir y gesticular para mí mismo.
-¿Por qué me cuentas esto?
-Intento alegrarme pensando en tiempos mejores, es lo que hacemos los viejos de espíritu. ¡Así que cierra el pico (para una vez que tengo ganas de largar…)!
-¿Alec, has bebido?
-Años dorados… sólo entonces mejoró mi vida. Casa, comida diaria, trabajo… ¡Si hasta hice amigos (Campbell es una maldita cansina empalagosa pero, tch, se le coge apego a la mocosa ésa, ¿te lo puedes creer? Con la grimilla que da…)!
-Te huele el aliento a alcohol. ¿Cuánto has bebido?
-Sólo una botella de whisky a palo seco. El mueble bar de papi es un chiste.
-¿Papi? ¿Quién es ése?
-¡Yo qué sé! –volví a suspirar-. Qué mal sustituto de la amistad eres, Lucinda.
-Daniel. Daniel Kensingtom.
-¿Y ése quién es?
-Yo.
Como si me importase. -Si estuviera aquí Yell ya me hubiera arrastrado a algún pub lleno chicas semidesnudas en donde emborracharse y desmadrarnos… A ese putero también se le acaba extrañando. ¿Te puedes creer que tiene por escrito a partir de qué número de cubatas empiezo a desnudarme y bailar en público? Se aprovecha de que a esas alturas dejo de saber qué es un uno y qué un nueve. En una de esas noches alcoholizadas acabamos dejando sin electricidad a toda Manhattan, literalmente: se nos cayó una botella de brandy y un mechero estando en la central eléctrica. Bueno, vale, caer, caer… a lo mejor lo arrojamos a ver qué pasaba… La explosión moló. Que conste: esto es un secreto, no lo cuentes. Díselo a alguien y te rajaré la garganta y te ahorcaré con tu propia lengua. ¿Sabes cómo aprendí a hacerlo? ¡Es una historia muy interesante!
-Humm. Creo que mejor si lo dejas para…
-Si al menos la Cucarachita Floreada no me huyera… Están con su “rehabilitación”. Lo que yo te diga, DROGAS, te acaban creando la necesidad. ¿Y para qué? Te acaban abandonando. Siempre. –Apoyé la frente contra la mesa. Mi padre, Lena, Nicole, Camp, Yell, Kristtoffinno. Todos los que conozco se han acabado yendo en algún momento… -Será que soy muy abandonable… ¿por qué? Vale que muy encantador no soy, lo admito, pero… ligaba midiendo un metro cincuenta y por debajo de 45 kilos… ¡se supone que ahora que estaba cañón debería tenerlo más fácil! –cuidado, Alec, empiezas a desvariar.
-¿Te tomaste tus antidepresivos hoy? –el chico empezó a sonar preocupado.
-¿Qué te crees que era la botella de wishky? –lo corté tajante.
-Te prepararé un café.
-¡Mucho azúcar! –mi vida ya tiene suficiente amargura.
Visto lo soso de este muchacho, lo perderé de vista mientras esté ocupado. Bye, Lizy, te caerá una buena por no haberme vigilado bien y dejar que me fuera solo (dije que solo me caía casi bien).

***

-¿Ha-abéis visto a Alec? ¿Alec ha estado por aquí…? ¿Sabéis si Alec…? -Me encontré a Lena preguntando a cualquiera que andaba cerca exactamente lo mismo. Y siempre le respondían lo mismo: yo estaba con un tal “Dani” pero a saber dónde.
Me mantuve siguiéndola un par de pasillos; escucharla pronunciar mi nombre era extraño y quería saber el por qué.
Lena está sola Y QUIERE VERME; me repetí. Este era un evento como el de los cometas: pasaban cada mil años. Tenía que aprovecharlo. Di un paso hacía allí…
Y me di la vuelta. Tampoco era tan importante… total, a las malas podía intentar hablarle en una esquinita del comedor… ¿¡Tú estás tonto!? Si lo haces delante de otros Guardianes Lena estará pensando todo el rato en lo que pensaran sus compañeros y será como hablarle a una silla. Ya… pero… ¿y qué se supone que le iba a decir? Tch, siempre se puede empezar con un “hola”. Entonces ella tartamudeará una respuesta y hará el intento de ocultarse debajo de una mesa como una cría pequeña, yo me cabrearé y la sacaré a rastras, ella se asustará, seguro que chilla algo, algún Guardián viene y a mí me pegan… Pues podría ser más lanzado, visto que la “aclimatación a mí” no es viable. Pero si me paso de borde (que hay una alta probabilidad de que así sea) también chillará. Mejor me voy y me lo pienso. ¡De pensar nada, toma las riendas de tu vida ahora e improvisa un plan sobre la marcha! ¡Sé valiente y enfréntate a tus problemas! 
Di tres pasos hacia Lena con andar firme.
¡Una mierda, hasta ahora me ha ido muy bien con la cobardía! Media vuelta y hacia la salida; si hasta ahora he sido un cobarde no veo porqué tendría que cambiar, ¿no? Pues ale, a otra parte, jaja. ¡¡Agh!! ¿¡Se puede saber porqué narices tengo que pelearme conmigo mismo y desgastar el suelo con tanto cambio de idea!?
-¿Alec?
Mierda. Lena me pilló gesticulando al cielo en una pose de “voy a estrangularte como bajes, maldito Dios” de lo menos natural (de atractivo ya ni hablamos). ¿¡Y de esta cómo salgo!?
-H-holaaaaaaaa –me sacudí la pernera del pantalón, ni de coña se iba a tragar que estaba maldiciendo por el polvo de mis pantalones, pero bueno…
-Hola… -agachó la cabeza, muy sonrojada.
Lo sabía: silencio.
La gente normal cuando se pone nerviosa suele reír tontamente, sonrojarse… Yo me cabreo y me pongo impertinente, siempre:
-Estoy aquí. ¿Qué?
-¿Eh?
-¿Qué quieres de mí? –espeté rudamente.
-Yo…
-Tú… -La miraba desde arriba y en plan matón de discoteca, me daba cuenta, pero “Amar en tiempos de cuernos” estaba a punto de empezar y no quería perderme aquel episodio por nada del mundo (hoy se decide si Gabriella Chevalier se fuga con su hermanastro Kira Lee Mendoza o finalmente se casa con Daan Mufflin, el amante de Miren Mamor Tellechea; ¡es el capitulazo de la temporada! ¡DE LA TEMPORADA digo!).
-¿Significó algo?
-Precisaría de más información para responder.
-La otra noche, cuando… pues eso. Yo creí… Tú… te fuiste de esa manera. Tan frío... Cr-creí que no querías saber de mí.
Fruncí el ceño. Sabía la respuesta sincera, pero me conocía a mí mismo lo suficiente para saber que no estaría dispuesto a abrirme. Ni ante Lena ni ante nadie. No era capaz.
Estaba nervioso, pero no podía permitirme que se notara, de modo que la angustia fue creciendo en silencio hasta abarcar todos mis pensamiento. Iba a salir mal; hiciera lo que hiciese, yo acabaría con una puñalada en el pecho. No quería contestar, si no empujarla contra la pared, salir corriendo y meterme en el agujero más oscuro que encontrase. ¿Negativo yo? Maldiciones mil si no era esa una esperanzadora idea.
-¿Significó para ti? –le espeté.
Lena respiró exageradamente y con fuerza. Agachó la mirada y volvió a fijarla en mis labios para luego mirar sus deportivas, completamente azorada.
Gruñí. Pero no llevé a cabo el plan de huida que seguía trazándose en mi mente. Aún quería una oportunidad; aunque hubieran pasado 11 años, aún necesitaba saber que era capaz de sentir algo por mí.
Me agaché, en cuclillas, de modo que me tuviera que encarar aunque siguiera mirando al suelo.
-Lo hizo –murmuró muy bajito.
Me puse en pie al tiempo que le regalaba un beso por su valor. El que a mí me faltaba.
-¿Hueles a alcohol?
-Nah, ¿qué cosas dices? ¡Rápido, el capítulo va a empezar!

***

Llevo tres días con Lena. ¡Wo, increíble, ¿no os parece, mis queridos lectores?! Admitidlo, creíais que este día no llegaría hasta el último capítulo de todo el libro (la verdad es que yo pensaba lo mismo). Por eso, no me queda otra que deciros que ha sido un placer contar con todos vosotros a lo largo de toda esta aventura. Desgraciadamente, por falta de presupuestos no habrá segunda parte.
Hasta siempre, mis queridos lectores.

FIN.







Puajaja, ¡ni de coña! Hago eso con la de cabos sueltos que han quedado y nos ahorcáis a mí, todo el reparto y la Supervisora. Guardad las estacas y antorchas, queridos lectores, aun queda mucho que contar.
¿Qué tal en mi relación amorosa? Pch, sí… Nadie está muriendo, no hay gritos, ni veneno en los cereales; podríamos hablar de éxito.
Y vamos mejorando lo de pasar tiempo juntos…

***

En seguida me aburrí de escuchar a Lena tocar. Sus dedos danzaban sobre las teclas sin prestarles demasiada atención, y aún así no desafinaba. Debería de parecerme interesante, pero… Sinceramente, la música nunca me ha apasionado; simples distracciones con las que perder el tiempo si es que lo tenías. No entendía que alguien pudiera ponerle tanto empeño a algo tan sumamente superfluo como lo hacía Lena. Pero me callaba. A ella le gustaba y era de la opinión de que la música era el reflejo de nuestras almas, las emociones y blabla: si le decía la verdad, ella me clasificaría como alguien sin alma, tal era su devoción.
Me molestaba que lo tiñera todo con su mentalidad religiosa, siempre dividiendo entre lo que sí y lo que no se hace (sin punto medio). Pero en las relaciones hay que ceder… la convivencia y pactismo, ya se sabe. Joderse y disimular.
Al menos la música hacía que se olvidara de los nervios de tenerme cerca o que me quedara mirándola fijamente, estaba en otro mundo. Pero tal nivel de evasión suponía ignorarme por completo. Hablarle en mitad de su interpretación de Mozart era menos efectivo que cotillear con el taburete.
Me aguanté un resoplido.
-¿Qu-qué tal?
-¿Eh? –me giré de repente, no me había dado cuenta de que hubiera acabado (si ella se la pasa en su mundo cantarín, por qué no iba yo a hacer lo mismo en mi mundo de libros y telenovelas). No supe qué decir, “que bonito” o “ha estado chachi” me parecían comentarios muy infantiles. A mí me parecía bien, pero no tenía la más remota idea de si había errado notas o no… Tampoco tenía vocabulario para soltarle un piropo intelectual. Pues nada, comentarios simples:
-Wow –casi que hubiera sonado mejor el “ha estado chachi”.
-Gracias…
-Lo siento, me distraje pensando en mis cosas.
-¿En qué pensabas?
En si Miren Mamor Tellechea de “Amor en tiempos de Cuernos” se habrá quedado embarazada de Daan o de Kira Lee Mendoza. …Ni de coña le voy a decir eso.
-En que me gusta cómo tocas el piano -me acerqué con la excusa de toquetear un poco el teclado y apoyé una mano al otro lado de su cuerpo de modo que quedaramos estratégicamente muy juntos. Le dediqué una sonrisa suave y ligeramente picarona-.  Pero me gustaría más poder tocarte a ti.
-Oh, eh, gracias…
Nos quedamos en silencio, ella sabía que la miraba y por eso no se atrevía a levantar la vista de las partituras.
Temas de conversación actuales: 0. ¡Y la victoria es para: EL SILENCIO TENSO!
-T-toco desde hace mucho.
Las conjunciones de astros seguían sucediéndose: Lena me continuaba una conversación.
-Se nota, parece que le tienes práctica. Esto… -pen-san-do, pen-san-do- ¿tocas algún otro instrumento? Me suena que sí…
-¡Ah! Sí, sí… -¡el milagro continua!- El piano sobre todo, pero también  el violín y la guitarra; m-me gustan los instrumentos de cuerda…
-Humm, cómo el arco –me miró sin comprender- ya sabes, el arco… tiene también una cuerda… y está tensa… -imité el gesto de disparar una flecha y el de tocar un arpa.
-¡A-ah! Jaja. Sí, claro…
Otra vez Lena admirando la calidad artística del parquet y yo calculando el espesor de polvo de las paredes.
-Yo no sé mucho de música…
-Es una lástima. Yo la adoro… Si quieres te enseño…
-No es necesario –no voy a perder mi tiempo con el esfuerzo que eso supondría.
-Yo… pensaba dedicarme a la música, ser profesional… en lugar de Guardiana.
-¿Por qué no lo hiciste?
-Mi madre y mis hermanos… murieron… unos vampiros entraron en nuestra casa. –Se estremeció- Siempre odiaré a los vampiros.
-Y era tu deber vengarlos.
Lena se inclinó poco a poco, a trompicones, hasta apoyarse en mi hombro, así que me decidí a pasarle la mano por la cadera.
-Esto está bien –murmuró tan nerviosa que casi parecía estar preguntándomelo.
Haz algo o te volverá a llamar frío: Le di un ligero beso en el cabello. Valdrá.
Lena sonrió tímidamente, feliz. Como cuando hablaba de Robert…
Empezó a hacerme livianas carias sobre la mandíbula y las mejillas, comprobando que mis cicatrices empezaban a desaparecer.
Despacio, muy despacio empezaba a hacerse realidad. Pero tras once años me había quedado muy justo de paciencia.
-Bésame –murmuré sobre su cuello. Lena se puso como un tomate y se mordió el labio-. Siempre soy yo el que te besa a ti… -la reté. Pero amenazar a Lena tenía el efecto de congelarla en el sitio.
Suspiré y la apreté contra mi pecho, rozándole la comisura con los labios y descendiendo por su cuello.
Me pasó un brazo alrededor del cuello y gimió.
Se apartó tan brusco que por poco no se cae del asiento. Murmuró confusas  excusas, a punto de echar humo como una tetera.
Un día de estos le da un síncope, fijo.
La expresión de Gin fue bastante elocuente. -Anda, o sea, que vosotros dos… ohjojo.
-Vuelve más tarde o quédate en silencio si es que tanto te gusta mirar –amenacé al médico.
-¡Alec!
-¿Sí, mi amor? –eliminar el retintín de mi voz fue misión imposible.
-¿Qué-qué ocurre, Gin?
-Te buscaba porque tienes una misión y el coche sale en cinco minutos.
-Sí. Vale –se levantó y pasó junto a Gin sin despedirse.
Gin soltó una risilla. Idiota.