viernes, 16 de agosto de 2013

Encantamiento 69: D.T.E.B.



Pasé el resto de la velada acurrucado en mi rincón, lloriqueando como un quejica. Nadie me vino a buscar, ni siquiera me encontraron por casualidad; no se percataron de mi ausencia. Supongo que soy muy bueno escondiéndome.
Sencillamente, desde la ventana, vi al final de la noche el coche de Albert poniéndose en marcha, bajé y me monté.
Todos los Guardianes estaban muy contentos, se lo habían pasado genial. Lena estaba alegre aunque cansada, me preguntó si me había gustado y aseguró que debíamos repetirlo; ya tenía invitación para tres próximos bailes. Aún no se lo había dicho, pero no iría a ninguno de ellos.
El único que no estaba feliz era el-que-se-hace-el-héroe. Todos le preguntaron varias veces el porqué, le dijeron que contara con ellos y que él era muy grande como persona y como Guardián, intentaron bromear incluso. Él pasó de largo ante sus amigos, creo que el-que-se-hace-el-héroe ni siquiera escuchó lo que le decían estos. Nunca cuida nada de lo que tiene, no entiendo cómo aún no lo ha roto todo.

***

Los días siguientes fueron realmente aburridos. Eso es un problema porque necesito estar ocupado para no pensar en cosas feas.
RESUMIENDO…

1º DÍA TRAS EL BAILE.
Si por mí hubiese sido no habría salido de la cama en todo el día; estaba muy cansado, todo me dolía. Me desperté gritando, es raro porque con las pesadillas no suelo gritar. Sólo salto y doy patadas.
Colyn (quién se ofreció a vigilarme) se asustó, pero acabamos discutiendo porque yo quería volver a la cama. Al final me sacó a rastras.
Pasé toda la mañana “ayudando a Albert a entrenar a los futuros Guardianes”. En realidad estuve sentado en las gradas mirándolos correr de un lado a otro. Colyn siguió molesto por las cosas que le llamé en el despertar como si no supiera que tengo mal humor recién levantado. Me llamó vago y dijo que Albert me daba demasiada cancha.

2º D.T.E.B.
Al día siguiente me encontré de paso con la Cucaracha. Hablamos aunque sólo fueron unos segundos. Ella levantó una ceja y me dijo “hoy estás más apático que de costumbre”. No le respondí, ambos teníamos cosas que hacer. Usaba gafas.
Para comer hice un picnic en los jardines de la Academia con Lena. Ella estaba muy contenta, no había hecho uno desde que murió su madre. Le pregunté si creía que estaba raro. Me contestó que estaba como siempre.
Aquel día no dormí, así que no tuve pesadillas ni peleas con Colyn al siguiente.
Le pregunté a Lena por el ojo que perdió. Dijo que se debió a un vampiro que perseguía y un rastrillo; no entendí nada.
No pasó nada más ese día.
Ni los tres siguientes.

7º D.T.E.B.
Colyn me dejó dormir todo el día, ni siquiera se pasó por mi habitación. Puede que se hubiera dado cuenta de que llevaba sin pegar ojo cuatro noches.
No salí de la cama, no vi a nadie.
Fue un buen día.

8º D.T.E.B.
El-que-se-hace-el-héroe estuvo mucho tiempo mirando a Lena practicar con el arco.
Le puse cinco guindillas en su estofado ya que sabía que sólo daría un mordisco. La gente se rió pero sólo a sus espaldas, yo me hice el sorprendido.
Gin siguió presionando para que me medique, así que le dije que no era la primera vez y ya se me pasaría. En lugar de relajarlo aquello lo puso más frenético, ahora quiere saber cuántas “recaídas” he tenido. Cree que, después de lo que me hizo el Dr. Dande, su obligación como médico es salvarme; me resulta una persona cada vez más imbécil.
Albert también se había puesto en alerta.
Volví a beber con él, pero nos pasamos dos horas, cuarenta y tres minutos en silencio tomando whisky el uno enfrente del otro. Entonces se fue porque tenía que ver al cardenal. Ni siquiera usamos palabras para despedirnos.
Al menos saben que no debía enterarse nadie más.
Seguía sin dormir. Me gustaba dar vueltas por los jardines… Lo que en verdad quería era saltar las vallas.


9º D.T.E.B.
Empezaba a echar seriamente de menos a mucha gente, en especial a Campbell. Y también a Yell, aunque bastante menos. Supongo que porque sé que él no me añora a mí; no mientras tenga opio, vino y/o mujeres disponibles. Será mi mejor amigo (chico, matizo pues de lo contrario Campbell se ofende) pero también es un capullo.
Modosito-Man intentó hablar de chicas. Es gay. Normalmente verlo tan patético intentando aparentar me hubiera divertido; no lo hizo. No me reí de nada en todo el día.
Lena me rozó la entrepierna del pantalón con la mano mientras nos besábamos, hubiera sido lo más erótico que me ha hecho hasta ahora de no ser porque salió corriendo a la capilla para rezar. Esta vez me dolió ese comportamiento (no soy la lepra).
Dormí aquella noche. Me desperté llorando a las 04:31 a.m. Lo bueno es que Colyn no tuvo que venir a discutir conmigo.
Ya estoy harto de estar triste, yo no soy así.

10º D.T.E.B.
Cedí: he empezado a tomar los antidepresivos. Gin no se aclara con la dosis que debería usar, dice que tengo un metabolismo raro. Me prohibió las bebidas alcohólicas, no lo cumplí.

12º D.T.E.B.
Ese día estuve alegre todo el tiempo, las pastillas funcionan.
Fui a misa con Lena, estaba encantada con mi cambio de actitud. Ella lo achacaba al “poder del amor” o algo así, aún no sabía que usaba medicinas. Colyn también vino y bromeamos sobre que no hubiera explotado en llamas con el agua bendita. Le dije a Modosito-Man que encontraría a un buen chico que le quisiera porque era muy majo de aspecto y de personalidad y lo llamé “hermano”. Y al-que-se-hace-el-héroe que ojala yo fuese él.
Me fui a la cama con una sonrisa en la boca.
Las pesadillas fueron peores. Me desperté en el gimnasio a las 02:25 a.m.; estaba diseccionando a uno de los muñecos de prácticas pieza por pieza. No me asustó ni me pareció raro, de hecho me sentí orgulloso cuando analicé mi trabajo. Resulta que valgo para cirujano, uno de élite además.
Volví muy contento a la cama y soñé con operaciones realizadas por el Dr. Dande. En el sueño, yo era el Dr. Dande.

14º D.T.E.B.
Albert quería hablar sobre mi madre, pero nunca se atrevió. Yo lo preferí así. Al parecer ella “también” tuvo problemas mentales en vida. Creo que sé cuáles eran: Gin estaba mirando fármacos para tratar la esquizofrenia. No podía hacerme menos ilusión que si volviera a casarme con Kaila.
Lena estaba muy concentrada en sus fantasías de romanticismo. Decidió que quería que tuviéramos tres hijos: dos niños a los que llamar como a sus hermanos muertos y una niña a la que llamaríamos como su madre; no recuerdo los nombres. Preferí decirle que me parecía muy bonito honrar sus muertes de ese modo en lugar de comentarle mi esterilidad. Que odio a los niños. O que para tener niños hace fala copular (seguía sin pasar del primer agujero del pantalón).
O que está previsto que me ejecuten dentro de dos meses.

martes, 6 de agosto de 2013

ESPECIAL; 2ªparte: JUST DANCE



-Robert… -Lena se paró a pocos pasos del Guardián. No sabía exactamente qué decirle, ni siquiera por dónde empezar. Pero había ido hasta allí porque quería ser fuerte, valiente y lo iba a hacer-. ¿Estás… bien? –preguntó lo primero que fue capaz de pronunciar.

-Sí –le gruñó.

-¿Estás enfadado… co-conmigo?

-No. Somos amigos, si tú estás bien yo me alegro –mintió con descaro.

-¡Eso me hace… muy feliz, Rob! –creyó ser sincera. Y en ese momento lo fue, pero acabaría sintiendo que no lo era.

Alec era una fantasía, sí, pero Robert era casi un dios. Una de esas estatuas idílicas que hacían en la antigua Grecia. A veces se le olvidaba el efecto que tenía sobre ella, en especial cuando acababa de ver a Alec. Agachó la mirada. Soy una mala persona; pensó que le sería mucho más fácil olvidar sus sentimientos hacia Robert una vez empezara con Alec, porque había elegido a éste, pero…

Seguía teniendo dudas.

El problema es que aun seguía demasiado ciega para ver el trasfondo de sus emociones.



***



Le faltaba el aire. Siempre que se sentía apurado no había suficiente aire entrando en su cuerpo. Había tantos Guardianes allí, tanta Luz despedida de sus cuerpos, que no quedaba vida que alimentase su cuerpo.

Volvió a tropezar consigo mismo. Arrojó el bastón contra un espejo, haciéndolo añicos. Odiaba aquella pierna ortopédica, era como arrastrar una piedra taladrada a la rodilla, torpe y dolorosa. Quería la suya propia de vuelta… pero lo más probable es que la hubiesen mancillado con actos obscenos o usado para rituales aun peores.


Intentó reprimir las nauseas, intentó no sentir la rabia y la impotencia. No pudo.


Se agujereó el labio con los colmillos para no gritar. Sabor a sangre. Tenía todo el cuerpo tirante, sin darse cuenta sus garras habían hecho estragos con la moqueta.


Necesitaba aire fresco. Cualquier ilusión de libertad.


Se puso de nuevo en pie con torpeza. Encorvado y cojeando fue cosiendo el pasillo como un borracho, no se molestaría en fingir salud de ningún tipo mientras se supiese solo.


Solo es lo que quería estar.


No soportaba a aquella gente. Pero había sido amable, haciéndose amigo de seres que odiaba con todo lo que tenía dentro mientras sentía que el aire se agotaba con cada palabra como si lo tuviera medido en una única bombona de oxígeno y la presión de diez mil metros de agua sobre sus hombros, sobre una sonrisa de imitación. Ahogándose con la presión y rodeado de tiburones. ¿Por qué se torturaba, por una chiquilla? Qué bajo había caído.


Se sujetó las costuras del estómago gimiendo. Levantó la mirada. No sabía dónde estaba, no reconocía nada. Dio otro paso adelante.


Se sentía como si estuviese huyendo. El problema es que huía de algo que no estaba pero creía ver en todas partes: el Dr. Dande.


Él estaba allí, con su cronometro en el bolsillo y una jeringa de Luz en cada mano. Tocaban la música clásica que a él le gustaba. Los sonidos de fiesta lo ensordecían, se burlaban de él a cada carcajada.


Creía escuchar sus mocasines en las notas bajas de la orquesta, veía su bata blanca en cada esmoquin. El filo del bisturí en cada sonrisa, riéndose de sus entrañas.


Me estoy volviendo loco. Él estaba comatoso en una cama de hospital, no le perseguía.


Pero sentía su aura en cada Guardián, el peligro inminente. Emboscada, te tenderán una emboscada en cualquier momento porque todos ellos están en tu contra. Te ataran, te abrirán y diseccionaran mientras lo graban en video; no paraba de pensar. ¿Y qué había hecho él? Agarrarse a una botella de champan como salvavidas y concentrarse en no llorar, en no gritar ni correr para no perder más aire. En parecer alegre ante su inminente muerte.


Logró forzar una ventana. Pero fuera sólo hacía calor sin ni un atisbo de brisa que le consolara. Se acurrucó junto al alfeizar y empezó a llorar.


Quería tocar fondo para dejar de hundirse en aquel oscuro mar que lo engullía. Por aquel entonces pensaba que cuando estuviese definitivamente loco ya no le preocuparía haber perdido el juicio.