martes, 22 de mayo de 2012

¡Especial! ¡Extra, extra Seamair!


Mientras tanto, en algún subterráneo lugar en Irlanda:

Los altos techos del templo hacían resonar con fuerza el eco de las pisadas. Nadie hubiera creído jamás que aquella enorme edificación de mármol se hallaba bajo los metros de Dublín de no estar hablando de la magia de un señor de la Locura; los límites de la realidad nunca estaban definidos con los Seamair’s.
Algunos fieles se concentraban bajo los altares de sus divinidades, pero muy dispersos. Era tan grande la distancia que los separaba que casi se podría decir que estaban en habitaciones separadas, pues a efectos prácticos era así.
Las gárgolas mecánicas contemplaban desde los techos abovedados cada centímetro del lugar como sigilosas sombras que era mejor ignorar. Eran los ojos de Kristofinno; nada en aquel sitio escapaba a su control, por algo él mismo había mandado construir aquel lugar en un ramalazo de “simpatía y amabilidad hacia su pueblo”… una gran mentira, lo único que querían era asegurarse un poco más de poder a través del sentimiento religioso de las masas; después de todo, esta técnica nunca falla.
Sólo por la existencia de esa férrea seguridad se había permitido a Yelli entrar sin sus enormes golems de piedra, sus inertes protectores. Y para mayor concesión: acompañada por una criada. La excepcionalidad del momento radicaba en lo sobreprotegida que tenían a la joven Seamair. Eran muy precavidos en cuanto a ella y no dudaban en enclaustrarla largas temporadas si así creían necesario.
Yelli ansiaba poder entablar una agradable conversación plagada de risas con Campbell, quién la seguía cabizbaja y recatadamente vestida con las ropas del servicio, portando en las manos una vasija de oro para el ritual de la sacerdotisa. Pero el cautiverio había convertido la joven Seamair en un ser antisocial y errático, el contacto social que tanto deseaba la aterraba y angustiaba, logrando que todos esos sentimientos se convirtieran en furia. Furia que siempre deseaba descargar contra el objeto de sus deseos; en esos momentos la propia anfibia.
No dudó en espiar a su nueva sierva bajo el velo. Para mayor desespero e incremento de sus inseguridades… no creía que la normalmente chillona y alegre chica-anfibio estuviera hoy capaz de reír mucho. Campbell se veía preocupada y triste, era evidente, por culpa de los problemas que rodeaban a Alexander el Traidor. Había estado así desde que Kristofino se la regaló como criada.
No llegaba a entender porqué lo que le ocurriera al tal Alexander pudiera impactar tanto en el ánimo de Campbell o su propio hermano. A Yelli jamás le habían permitido socializar para que así nunca tuviera amigos ni pudiera enamorarse, nada que la atara a la vida. ¿Debería estar agradecida de que la hubieran librado también de ese tipo de tortura?
La historia de Yelli no era nueva. Los demonios del Infierno la habían exigido como sacrificio y debería entregárseles virgen y pura cuando cumpliese los catorce, el próximo día 31 de Octubre. Y así sería. Los Repudiados podían parecer poderosos e indomables, pero los Infernales, los demonios que aún vivían en el Reino de los Infiernos, eran sus auténticos dueños y les reclamaban pagos regulares en adición a su condena eterna. Había sido así desde que se inició el exilio del primer Repudiado. Pero el pago demandado aquel año era desorbitado, no sólo incluía a Yelli, quién pudo ver la larga lista en las manos de Kristofinno. Los Repudiados estaban hartos de tener que seguir las leyes del Infierno incluso cuando ya habían sido expulsados de él, y la paciencia de Kristofinno ya no aguantaba más; hablaba de acabar con esta sumisión… de una vez por todas.
-¡Amo Yelloween! –chilló Campbell de repente. Yelli alzó la cabeza para comprobar que ciertamente su hermano estaba sentado junto al altar gaiano. El hombre les sonrió ampliamente y agitó la mano.
Yelli soltó los inciensos que llevaba en las manos y saltó para salir corriendo hacía él. Pero se detuvo; guardar las formas y no llamar la atención era lo que le habían enseñado. De modo que se contuvo y anduvo todo el camino con parsimonia.
La sonrisa de Yelloween no se diluyó ni por un segundo.
Eran hijos de la misma madre y sus padres eran hermanastros, pero el padre de Yell murió muchísimos siglos atrás mientras que el de Yelli no quería saber nada de ella. Y la madre de ambos… murió debido a una fuerte depresión mágica en la que la sumió saber que Yelli debería ser sacrificada con solo catorce años. Sumado al aislamiento en el que vivía Yelli, él y Kristofinno eran los únicos que se podía decir que habían estado suficiente tiempo a su lado como para criarla. Yell era el único familiar directo que le quedaba.
-Muy buenas noches, hermana, señorita Campbell –hizo un saludo con la cabeza a cada una de ellas.
Yelli fijó la mirada en la espalda de él, su camiseta amarilla rezumaba sangre.
-¿Qué...?
-Nada grave… -siguió sonriendo-. Pasé un tiempo en la sala de “juegos” de Kristofinno como una parte de mi castigo, nada más, al fin se convenció de que no sé el paradero de Alec –se apartó del santuario-. No te preocupes, tu hermano es un demonio suficientemente fuerte como para soportar unos latigazos; pronto estaré bien –dijo revolviéndole el pelo.
-¡¿Alec?! –Susurró Campbell mientras Yelloween seguía hablando y corrió a los pies de éste- ¿qué sabéis de él, amo Yell? Amo, por favor os pido que me lo digáis, os lo suplico.
Yelloween le sonrió tiernamente; los Seamair siempre tenían un aspecto tan alegre y dulce… pero en aquella familia cuanto más inocentes parecían, más se reían al torturarte. -Sabemos poco salvo que se encuentra con los Guardianes, pero desconocemos en qué calidad o si permanece todavía vivo. Dime, ¿tiene allí aliados?
-Sí… creo que sí. Él estará vivo, seguro. Esto… -y también estaba Nicky, quién la había llamado aquella tarde dándole noticias no muy buenas, pero mientras pensaba en cómo explicarle a Yelloween cómo y porqué estaba con los Guardianes la conversación había cambiado de dirección.
-Perdimos la pista de Kaila en dirección al Norte; usó un portal, pero lo detonó para que no pudiéramos conseguir las coordenadas de a dónde se dirigió. Sin embargo sabemos que fue herida por las flechas de una Guardiana en un brazo y pierna, de modo que deberá amputárselas para que la Luz no se extienda por su organismo. Ahora estamos en busca del médico que necesitará para hacerlo –le explicaba a su hermana.
-¿Y qué ha ocurrido con la cadena de su maldición? Con ella podéis rastrearla e invocarla –Yelli se sentó recatadamente junto al altar, ella siempre era demasiado seria y formal.
-Cierto… salvo porque la pierna de la que te hablo era precisamente en la que llevaba atados los grilletes. La Luz los rompió… y ahora es libre… A Kristof le emociona esta situación –rió pues también podía apreciar la tensión y violencia de aquello como un plato muy dulce.
Yelli no rió, era incapaz de entender la diversión de aquellos juegos, incluso los de los humanos tales como videojuegos o danzas le parecían insulsos y sin sentido. -¿Y la tía Anara?
-Desolada… y deseosa de emboscar a los Guardianes y convertir en su esclavo al Guardián que ejecutó a su hermana. Por el momento está encerrada hasta que se apacigüe su rabia.
-Kristoffinno se vengará de ti por ayudar a Alexander el Traidor. Hiciste que murieran muchos de nuestros aliados con aquella emboscada.
-Sin duda, pero sigo siendo una pieza clave en la organización. Por mi pasan todas sus cuentas y planes, de modo que aún debe buscarme un sustituto y trazar un plan para eliminarme sutilmente –se encogió de hombros-. Mientras no pueda dejarlo todo bien atado para el cambio de manos no me pasará nada –volvió a reir como si ese “cambio de manos” no implicara su muerte.
-¿No te importa?
-Soy un demonio muy, muy anciano, hermana. Seis siglos son muchos, ya va siendo hora de que algo me ponga fin.
-No te vayaspor favor. Agarró a Yeloween del brazo, clavándole las uñas. Habían cometido un gravísimo error en la educación de Yelli Marie, sí que tenía personas que la ataban a la vida. No quería ver en peligro a su hermano.
Yell la miró en silencio y volvió a revolverle el pelo a su hermana. Los dos hacía rato que ignoraban a Campbell, vestida de criada les costaba tenerla en cuenta; los criados eran intercambiables y por un motivo o por otro nunca duraban más de unas semanas en un sitio (no eran amenazas que merecieran su tiempo, de lo contrario los mataban).
-Estaré mientras tú lo estés, lo prometo –aquella frase iba con segundas: se mantendría vivo mientras la hora de Yelli Marie no llegase, sólo hasta entonces-. Pero por el momento será mejor que me mantenga alejado de Kristof una temporada, hasta que su ira se temple un poco.
-Las promesas de un Seamair no valen nada, pero sus amenazas sí. Deja de ayudar al bastardo de la Sagrienta, para o…
-¿O qué? –la miró amenazante. Debajo de aquel aspecto despistado y bonachón Yell era mortífero, con él no se podían hacer juegos de peleas pues siempre iba a matar. Podía incluso acabar con ella de un solo movimiento si así lo decidía.
Yelli apartó la mirada, podía sentir el escalofrío de la muerte en su espalda. Y aún no estaba preparada para ese momento.
-Adiós, hermana –le dio un beso en la frente-. Y… señorita Campbell, me vendría bien una nueva criada ya que no es conveniente volver a mi casa –descolgó su pala encantada y le tendió la mano.
-¿Irme con usted, amo Yell? P-pero yo ahora estaba al servicio de la ama Yelli Marie –la miró suplicante.
-De acuerdo, accedo al cambio de manos y te concedo su préstamo. Adiós, hermano… -pero éste ya había saltado a través de una de los respiraderos agarrando a Campbell por la cintura.
Otra vez sola. Y cada día era un día menos de vida hasta Sambain que de nuevo tendría que pasar en soledad.

viernes, 18 de mayo de 2012

Encantamiento 66: Impedimento universal de la felicidad: ese eterno “si…”.


La enfermería estaba en penumbra. Una mujer se encontraba sentada a mi lado, tomando mi mano con la suya.
-Hola –sonrió tristemente al verme despierto.
Gruñí intentando desperezarme. -¿Qué hacéis aquí?... ¿Y Campbell?
Se apartó un rizo rubio de la cara, volviendo a ponerse las gafas.
-Ella está bien, en Irlanda con Kristofino; me mandó un mensaje esta tarde. He intentado no preocuparla… pero te avasallará a preguntas en cuanto pueda. Al parecer por allí todos asumieron en el acto que ya estarías muerto, habiendo sido atrapado  por Guardianes y tan malherido… –Hizo una pequeña pausa-. Y por aquí también. Pero sabía que siendo tú, habrías sobrevivido… Acerté -sonrió. En cierta manera me agradó que aún alguien me diera su voto de confianza.
Me senté un poco para no sentirme tan patético y vulnerable, aunque para ello se me escapó una mueca de dolor. -¿Volvisteis por voluntad?
La Cucaracha asintió. –Más o menos… Muchos me odian ahora, pero como no sabían que estuvimos contigo casi todo este tiempo… fue fácil convencer a la mayoría para que me perdonaran mi huida con Campbell-chan; ya sabes, soy la prometida de Robert… Se me puede pasar por alto haber sido compasiva de más con la cría de una bestia o que haya escapado. Lo achacan a la presión de la boda y mi corazón excesivamente bondadoso… ésas cosas –su sonrisa se volvió amarga y dolorosa. Odiaban haber vuelto, aunque no lo fuera a admitir. A Nicole no le gustaba ir de víctima, pero solía hacerlo sin ser consciente de ello.
-Tendríais que haber salido corriendo. Ni que echarais de menos esta prisión.
Se humedeció los labios. –Las dos lo preferimos así. Volvimos porque te vimos caer… y no hubiéramos estado tranquilas hasta comprobar por nosotras mismas que te encontrabas sano y salvo. Además, sabemos que cuando quieras volverás a escapar y entonces podremos seguirte –alegró el tono para que se notara que bromeaba-. Pero esta vez –me miró con sus brillantes pero oscuros ojos- estaremos para ayudarte.
Me acarició la muñeca con el dorso de la mano, eran unas cosquillas muy agradables.
Resoplé. No tenían remedio. ¿De verdad tenían esperanzas de ser mis aliadas a pesar de todo, de cómo las traté (si las mandé a la mierda, me burlé de ellas y todo)? Bueno… para qué engañarnos, ya me había planteado que lo fueran más de una vez (eran relativamente competentes, al menos mucho más que los que ahora me rodean). Sólo que me negaba a tener cerca a alguien que me quisiera… precisamente para no acabar correspondiendo. No quería volverme tan dependiente y ciego como la otra persona. Y ahora volvía a planteárseme la misma pregunta: ¿debería aprovecharme de sus sentimientos y manipularlas en mi favor? Podría tener muchos daños colaterales…
Entrelacé mis dedos en los suyos sin mirarla, con cuidado para no apretar las quemaduras vendadas. Casi podía sentir el pulso en su muñeca y sentirme tan cerca de alguien me resultaba muy incómodo. Estaba nervioso, repitiéndome que las posibilidades de ser atacado ahora mismo eran suficientemente escasas como para tenerla cerca.
-¿Cuánto tiempo lleváis por aquí?
-El mismo que tú… Sí –contestó a la pregunta que le hice con la mirada-, te vi “discutir” con Rob… -su voz se volvió pesarosa. Le apenaba mi decisión de morir y quería remediarla pero no sabía cómo (mientras no me de la vara, que haga lo que quiera).- ¡Ah! Flor quería decirte un par de cosas; está enfurruñada con que tu inconsciencia no le dejara visitarte en sueños.
-Pues resulta que esto de dormirme ahora mismito está complicado, así que como no me lo diga a través de ti…
-Lo suponía. Pero está empeñada en que no quiere que yo lo oiga.
Desvió la mirada a los pies de mi cama. Estaba intentando calmar su respiración; se peleaban.
-Flor, dímelo de una vez, cabezota –le espeté. Puse los ojos en blanco y me hice a un lado en la cama reprimiendo una queja para dejarle espacio-. Venid aquí –a ver si así se decide; si yo no podía escuchar la discusión resultaba algo aburrido que la tuvieran.
Nicole me miró sin creérselo pero no dudó en descalzarse y se tumbó de costado junto a mí, sin soltarme una sola vez la mano. Olía realmente bien, igual que un prado de flores silvestres en primavera.
Nos quedamos mirando el techo unos pocos segundos.
-Humm, bueno… Que… “el cabezota lo serás tú”, eso para empezar. “¿Cómo se te ocurre tratarme de esa manera, plebeyo? –Aguantó la risa, al parecer la forma en que Flor decía la palabra le divertía- ¡Yo antes era una diosa!” –también imitó el pavoneo y la cara de altivez con la que Floreada se me había presentado en sueños-. Y “no vuelvas a asustarnos o te daremos una paliza”.
Solté una carcajada que se convirtió en tos. –Llegas tarde entonces.
-Estaba más asustada de lo que vaya a admitir.
-¿Sólo ella?
-Ya sabes la respuesta. Alec… -cerró los ojos con fuerza- todo lo que te dijimos en aquella habitación iba en serio… Lo que tú nos dijiste también, es lo que sientes, ¿verdad? –esperó largo tiempo a mi respuesta pero esta no se produjo, no sentía la necesidad de contestar porque en realidad ella no me había pedido que lo hiciera. Suspiró-. Es lo que piensas, lo sabía… pero nos dolió tener que escucharlo.
Fruncí el ceño teniendo que contenerme para no apoyar su cabeza en mi hombro. No entendía cómo una mujer como aquella podía estar tumbada a mi lado sonriéndome. La creía más razonable.
-¿Por qué te gusto? ¿Eres de esas personas que solo sienten interés por los chicos malos porque creen que pueden cambiarlos? Morbosa…
-¿Quéee? Idiota –me golpeó de broma, con suavidad-. Cambiarte sería una estupidez… -Suspiró.- Nos gustas porque eres astuto, realista, discreto, decidido y realmente valiente… -susurró algo avergonzada, esto se podía considerar casi como una declaración. La Cucaracha-Floreada sabía lo del suero de la verdad, por eso estaba intentado ser completamente sincera, para que yo no fuera el único en sentirse vulnerable (va muy en su línea eso de perder el tiempo siendo considerada). Pero mientras yo unía cabos Nicole siguió hablando:- ¡Bueno, vale, y también porque eres guapo, no voy a negar que eso nos atraiga! Pero me he dado cuenta de que aunque esas cicatrices que tienes no desaparecieran, no nos importaría lo más mínimo …No importan las cosas malas; conocemos tus defectos, son demasiado evidentes y nos los has hecho padecer más de una vez. Pero son también los que te hacen cómo eres y no desearíamos que fueras de otra manera, de ningún modo. –Guardó silencio. Ya no podía mirarme a la cara-. El problema es que soy la clase de persona que ama incluso si sabe que la otra persona me hará daño por ello… Parece que siempre me enamore de quién de mí no se enamora… ¡mierda, eso es de una canción!
Alzó de nuevo sus ojos, intentando parecer decidida y valiente. Las pestañas rubias le brillaban como hilos de oro, igual que la cascada de pelo, y tenía las mejillas ligeramente ruborizadas y los labios carnosos y redondeados fruncidos.
Bésala. Maldita sea, ¿tan malo sería lo que viniese después? Pero sí que lo era. Era perfecta, demasiado, tanto que me sacaba de quicio. Y hubiera podido ser ideal… si no fuera tan buena persona.
Un momento, ¿qué acabo de pensar? ¿”Bésala”, iba eso…? Rápido, no dejes que esto siga por este camino, di algo desagradable, ¡ya! -Genial, ya no eres solamente la bondadosa, solidaria, dramática, famosilla –fui contando con los dedos-, sexy, trabajadora, justa, adorada, idealista y, en definitiva, socialmente considerada como perfectísima Nicole (& Flor de fondo), la chica 10 –y encima de verdad, con diez adjetivos “positivos” la describo-, AHORA TAMBIÉN ERES CURSI –asentí con ímpetu para reafirmas mis palabras. No soportaba los momentos íntimos/sentimentales, sabía moverme mucho mejor en el mundo de las pullas.
-¿Cómo…? ¿¡Qué has dicho!? –se me lanzó encima y empezó a apretarme con los codos en todos los cardenales que me vio en la cara.
-¡Ay, ay, no, ay, ya para! ¡Que estoy malherido, sé buena!
-¡Aprendo de ti! –Fui a engancharle las muñecas quemadas y retorcérselas para que sufriera, pero, un segundo antes de hacerlo… Automáticamente la empujé a un lado. Se cruzó de brazos y volvió a sentarse.
Resoplé y las miré unos segundos en silencio. No era un momento incómodo a pesar de que ninguno sabía qué decir, se notaba que la Cucaracha no estaba enfadada. -¿No me odiáis por cómo os trato?
-Desde el día en que empezaste a hacerme putadas te he detestado, pero… -cerró los ojos e imploró fuerzas- Puede que te odiemos más, pero no te queremos menos.
Me hundí en el colchón. Ya no podía estar más incómodo (cuidado con lo que dices, Alec, he demostrado que las cosas siempre pueden (y van) a peor). -¿Veis cómo sois cursis…? Vale, vale, dejemos la violencia para otro día. –Suspiré-. ¿Pero y ese “nos”?
-¿Qué?
-Has dicho “nos gustas”; eso incluye a Flor –Vaya, vaya, esto no me lo esperaba (¡al fin algo sorprendente en esta tediosidad!). -Ya me había olido que yo le interesaba a Flor de las pocas veces que hablamos, pero… Apenas me conoce.
-Compartimos recuerdos, así es como… le has caído bien, supongo, o algo parecido. Es difícil…
-Pero… -pero acaso era yo una de las continuas peleas internas del dúo… o no llegaba a tanto. De ser así no quería saber cómo se lo habría tomado la Cucaracha el tener una contrincante tan cercana, era un tema demasiado espinoso para mi gusto (más complicaciones, genial… Todo lo interesante siempre las trae consigo).
Con una simple mirada ellas entendieron mi pregunta.
Sonrió inclinando la cabeza, la cortina de pelo se le deslizó por la espalda. –Al principio, pero porque discutíamos absolutamente por todo. Pero hemos empezamos a entendernos. Flor se ha pasado la vida encerrada en una caja por sus protectores y ahora quiere divertirse y pasarlo bien, y ha decidido que, ya que no puede suprimirme –puso los ojos en blanco, debía de haberlo intentado un par de veces-, lo más rápido es que las dos seamos felices juntas.
-Al fin habéis asumido “la fusión”…
-Eso me temo… -me miró a los ojos.- En realidad hasta ahora lo único que nos ha puesto de acuerdo para colaborar has sido tú…
Tragué saliva, me sentía el corazón pesado contra las costillas y el estómago intentando flotar fuera de la boca. Y para colmo de males, pensamiento estúpidos e infantiloides bombardeaban mi juicio como meterme debajo del colchón, tirarla a ella fuera o salir corriendo. Esto empezaba a ser demasiado… arg.
-Ya que sabes lo del suero, me dirás tú también la verdad si te pregunto –amenacé; si intuía alguna mentira me las pagaría.
Asintió.
-Creía que Rob te gustaba, al menos un poco, y aquí estás.
-Rob era un intento… de olvidarme de ti –admitió al borde de un ataque de “voy a morir de vergüenza, ¡tierra, trágame!”-. Él defendía todo en lo que yo creo, la justicia, el bien, la lealtad… por eso pensé que con él podría conseguirlo.
-¿No intentabas pasar página de lo de Kevin (aunque en esa época aún eráis pareja de manera oficial)?
Profirió un gran suspiro.
-Con Kevin las cosas llevaban años yendo mal, pero me negaba a darme por vencida… Y apareciste tú.
-¡A mí no me eches ahora las culpas de tu ruptura, eh!
-¡No iba a hacerlo, ¿vale?! Es que…, agrf, ¡que tú… resultaste… lo más interesante y fascinante de toda mi vida…! –alcé una ceja- No me mires así, ya sé que estoy chalada, ya me doy cuenta. Pero va en serio, yo te odiaba por cómo me jodías la vida pero… no sé cómo empecé a encontrarte virtudes y… y me negaba a acabar enamorada de un ser tan despreciable y cruel como lo eres tú.
-Vaya, gracias.
-Pero Flor me ha obligado a ver la verdad y ya no hay más remedio: te amo. Y Flor estaría encantada de poder “polinizar a lo mamífero” contigo el primero –rió mirando al techo, ya puestos no importaba dejar sin orgullo a alguien más.
Seguía sin creérmelo por muy sinceras que sonaran tus palabras, tenía que ser una broma o que la Cucaracha se confundía. A pesar de todo, habiéndose dado cuenta de todos los obstáculos, admitía quererme. ¿¡Dónde está el orgullo de esta periodista con ideales bohemios que yo conocí!?
¿Pero y si era cierto? Si así fuera… ¡pues ella se habría convertido en una masoquista y se comprobaría su mal gusto para los hombres! Pero después de todo, como decía Krisofinno, “el amor vuelve loco hasta al más cuerdo”. Podía ser verdad…
Agaché la cabeza para que el flequillo y las sombras ocultaran mis mejillas calientes. Odiaba sentirme así: agradecido por el amor de alguien. Era realmente penoso, siempre acababa tentándome la misma trampa. Pero no iba a dejarme caer nunca más, ya amé una vez y ya supuso demasiado dolor.
Necesitaba distraerme para no seguir pensando estupideces.
Le tomé ambas manos y con cuidado le fui deshaciendo las vendas. Se asustó e hizo ademán de apartarlas pero se contuvo; parecía avergonzada y dolida. ¿Tanto le costaba enseñar sus heridas? Puede que precisamente fuera porque no tenían buen aspecto. Eran casi todas quemaduras de tercer grado, las más graves. Y además presentaba grandes cortes, algunos de los cuales le atravesaban la mano horizontalmente de lado a lado, muchos aún abiertos a pesar de las costuras.
-¿Qué tal los calmantes?
-Drogadísima. ¿Por qué te crees que te estoy contando todo esto? –bromeó. Volvió a fijar la vista en sus muñecas. -Gin dice que, al ser Luz lo que me hirió, nunca cicatrizarán las quemaduras. ¿Es cierto? –alzó la mirada, las gafas se le escurrieron.
-Y lleva razón; yo y los Guardianes éramos la única excepción a esa norma. Pero recuperaras la movilidad –eso era lo importante-. Siempre puedes usar guantes si tanta vergüenza te da que te las vean.
-Bien mirado, para Halloween pueden serme muy útiles; seguro que asusto a los niños. Puedo vestirme de chica quemada, de zombi… -su voz terminó por apagarse-. Y bueno, ¿y cuándo nos darás las gracias?
-¿Por ser tan estúpidas, locas, dramáticas y tan vosotras como siempre y venir a rescatarme… (otra vez)? Já. Nunca.
-Ya me lo esperaba. ¡Encima que te salvamos…! –se irguió e hizo el ademán (pues hacerlo de verdad le hubiera dolido demasiado) de poner las manos en jarras mirándome con el ceño fruncido. Me empujó. Aguanté una carcajada, me encantaba cuando se picaba.
-Yo no os pedí nada, ibais a vuestra bola.
-Al menos el gesto de cortesía...
-No puedo mentir, ¿recuerdas?
Refunfuñó y bufó volviendo a desplomarse en la cama. Esta vez no me aguanté la risa, lo que amenazó con convertirse en una nueva tos. Me apartó la cara, aún más mosqueada, así que la apreté contra mi costado aprovechando el brazo que había quedado bajo ella y sus mejillas enrojecieron.
Suspiré con una sonrisa en los labios.
La verdad es que me sentía obligado, si no a confesarme yo también, al menos responderle. Le tomé una de las manos y posé mis labios en la base de su muñeca. -Me desquicias; las dos. Y antes os odiaba (por la tirria que te tenía, Nicole). Pero cada vez estoy menos seguro de si sigue siendo así. A veces incluso os aprecio… Y me alegro de que estéis aquí ahora.
-Ahora nos tratas bien –suspiró y se abrazó las piernas-. Lo haces para darnos esperanzas y torturarnos más tarde… Eres cruel… -susurró muy bajo y con la respiración alterada, todavía sin mirarme y de morros. Me encantaba meterme con ella; en momentos como estos, al contrario de lo que muchos pensarían, llegaba realmente a parecerme hasta mona.
-Es que me resultáis muy graciosas cuando os cabreáis –se me escapó una carcajada maliciosa-. ¿Ni siquiera eso cambiaríais de mí?
-¿Estás de broma? De lo contrario difícilmente serías un adorable cabronazo… ¡pero ten por seguro que te las devolveremos! Ya verás…-pero qué ganas de darle un mordisquito en la mandíbula para ver cómo se altera.
-Oh, si dices que os gusto así, lo tomaré como un alago.
-¡Te las devolveremos…!
Pero sus amenazas entre dientes sólo me hacían reír más fuerte.
Si nunca me hubiera reencontrado con Lena, tal vez a estas alturas nosotros hubiéramos estado juntos. Puede que al final hubiera conseguido hacer un trato con ella para que no publicara sobre la magia y ya no tendría que haber seguido puteándola por trabajo... y sabía que no me hubiera importado volver a verla por voluntad. O si las hubiera conocido de otra manera. No sé lo que hubiéramos durado, todo amor es finito, pero habría estado dispuesto a intentarlo. Podía imaginarme esa vida, habría sido tan fácil… si las cosas no hubieran tomado este rumbo. Pero ya nada de eso pasaría, no valía la pena pensar en lo que nunca pasó.
Lo nuestro hubiera sido perfecto sin ese eterno “si…”, siempre acompañándonos.

lunes, 14 de mayo de 2012

ENTREVISTA 4

Y aquí tenemos a…

GIGIAN KENSINGTOM


Supervisora: Hola, chiquitajo, ¿qué tal?

Gigian: Bien, pero no esperaba esta entrevista ^^’’ Un poco nervioso…

S: Tú tranqui, chico! :D *dándole golpes muy fuertes en la espalda*

G: S:

S: Aunque C.Lence dijo que sería “un varon, con sangre de los Guardianes, muy guapo y con el pelo negro”. *Lo mira más fijamente* Me esperaba a alguno de tus hermanos. Bueno, pero C.Lence vive en el futro como ella dice, ¿será entonces que de mayor estás cañón está comprobado que los hombres de esa familia mejoran con la edad: Albert, Alec…)?

G: Pues puede ser ^^

S: ¿Te has visto a ti mismo en el futuro?

G: Sí, reflejado en un espejo.

S: ¿Y cómo eres? *excesivo interés* :D

G: Pues… tengo el pelo más corto, por detrás, y flequillo para un lado, las raíces muy canosas… Creo que en esa visión tenía sobre unos 30… me dejo perilla.

S: ¿Alto? ¿Más que Alec (=1’77)?

G: diría que sí… ^^ Y uso traje, se me veía way.

S: ¿¡Pero y de cara!? ¡¡¡Dime que al menos te pareces a tu s hermanos o a Alec (él chiquillo aún no sabe que es su hermanastro, no se lo vamos a destapar)!!!

G: P-pues… *incomodo y nervioso* sí, más o menos, un poco como mi hermano Daniel y Alec, sí, más bien.

S: :D ¡¡Me conformo!! Dime, ¿tienes fotos?

G: Sí, un dibujo de C.Lence. Yo ahora y cuando tenga 15 ^^



S:  Humm, ya veo, ya. ¿tú aún eras pequeñín cuando tu hermano mayor murió?

G: Sí, apenas lo recuerdo.

S:¿Y cómo es eso de ser el pequeño de la familia?

G: Está bien, me cuidan mucho.

S: ¿No sientes presión? Siendo tu hermano Rob tan influyente… no te sientes un poco menospreciado, después de todo lleváis la misma sangre.

G: ¿Eh? No, ¿menospreciado, por qué? Mi hermano es mi héroe, me gustaría poder ser como él. :)

S: ¿Y cómo llevas lo de hacerte un Adivino?

G: Pues… me tuve que dejar la escuela y a todos mis amigos, ya no me dejan verlos U_U y ya no podré ser como mi hermano, un guardián *triste*

S: pobrecillo…. Qué ternura *n* Venga, chico, ánimo. Seguro que te haces nuevos amiguitos.

G: Ya, pero… mi tutora (C.Lence) me ha advertido de lo peligroso que eso será, pues puede que tenga que sacrificarlos o traicionarlos si el Destino me lo exige. Y yo no quiero tener que hacerle eso a mis amigos. También me ha pedido que abandone a mi familia, pero… yo tengo miedo, no quiero tener que hacerlo. El futuro me asusta, no quiero tener que tomar todas esas decisiones :S

S: Entiendo, aún eres muy joven… ¿Y es muy perturbador? ¿Es igual que en el caso de C.Lence?

G: ¿Eh? No… no, C.Lence es que es buenísima, demasiado… Pero yo no, nunca seré demasiado… esto, buen adivino. Sí que marea un poco, pero apenas tengo visiones. Me han dicho que podré tener una vida casi normal ^^

S: En estos temas es mejor no tener demasiado talento o acabas loco, entiendo. ¿Y en tu familia cómo se lo han tomado?

G: …no muy bien…

S: CUENTA, CUENTA.

G: P-pues… no será nada, pero…  Mi madre llora mucho desde que supo que no sería Guardián y apenas me habla. Y mi padre suspira cada vez que me ve, me acaricia el pelo y se va. Rob parece que se enfada cuando me mira los ojos, no quiero que lo haga, me hace sentir mal, pero luego se comporta normal, más o menos… El único que me pregunta cómo me va con los poderes es Dani, cuando hablamos por teléfono… pero creo que también lo lamenta.

S: ¿Y eso te molesta?

G: Un poco, pero no es culpa suya.

S: Y tampoco tuya.

G: ya… es el Destino.

S: ¿Te gusataría que Alec fuera tu hermano?

G: no sé… Me gustaría que fuera mi amigo, porque él mola mucho para ser un demonio. Pero él me odia, ¿no?

S: Seguro que no te odia tanto. ¿Quién es tu mejor amigo?

G: Salmón, nuestro gato ^^ Aunque en realidad se llama Skeberest Skebrest.


G: *no entendiendo nada*

S: Sólo un simple futuro… ¿Te gustan los videojuegos?

G: Cuando fui a casa de mi amigo Ethan el año pasado me lo pasé muy bien con su consola.

S: ¿Es que no juegas más a menudo a ellos?

G: Mi madre no me deja.

S: ¿Y a qué te gusta jugar?

G: *se encoge de hombros* me encanta jugar con Salmón (Skebrst Skeberest)

S: oyoyoyoyoy *cara de perversión* Esto… seriedad, ¿tú ya naciste y has vivido siempre en América, ¿cierto?

G: Sí, pero he ido a Europa a visitar a mis abuelos.

S: ¿Pero sabes algún idioma aparte del inglés?

G: No… es que mis padres apenas hablan otra cosa que no sea inglés, incluso cuando están en casa, así que me cuesta entenderme con los abuelos.

S: Bueno, creo que ya es suficiente. ¡QUE EL PÚBLICO PREGUNTE!

jueves, 10 de mayo de 2012

ENTREVISTA 3

Gracias a la ayuda de GambaGirl, llegó el turno de…
¡¡C.LENCE!!



Supervisora: Hola, C.Lence, ¿quieres…?

C.Lence: Sí, tomaré un té verde.

S: Claro que sí. Dime…

CL: Sí, mi plato favorito es el té, lo considero una delicatesen y lo tomo siempre que tengo oportunidad.

S: cierto, de vez en cuando sales bebiendo té ^^ Pues dime…

CL: Nací en Francia como humana en una familia de clase media hace más de 70 años. Mi nombre completo es Camila Lence y la abreviatura se pronuncia “sailens”, igual que “silencio”; pero los lectores leen según les viene en gana.

S: ¿Me vas a dejar hacer las preguntas antes de que las contestes? Que puedas ver el futuro inmediato no quita lo cortés.

CL: ¿Cortés? Yo no estoy siendo descortés.

S: Claro que no… =_= Pues dinos qué ves exactamente del futuro, es como una súper intuición que tu cerebro transforma en imágenes, ¿no?

CL: Exacto. Veo las POSIBILIDADES según los acontecimientos pasados y presentes, los caminos en los que puede desembocar la vida.

S: ¿Y no te aburres? Ya sabes, de saber siempre esas cosas que son invariables.

CL: No. Si viviera en el presente me aburriría pues siempre sabría el paso que se va a dar, es lo que tú supones. Pero yo vivo en esos futuros que aún no existen y que no hacen si no variar.

S: ¿Y no es difícil? Después de todo, estás obligada a moverte también en el presente.

CL: *se encoge de hombros* Cierto, el presente es más perturbador porque a veces lo confundes con el futuro inmediato.

S: Antes eras humana, ¿cierto? Entonces…

CL: No deseo hablar de mi vida pasada, como he dicho, yo vivo en el futuro.

S: pero me gustaría saber sobre tu historia anterior.

CL: No tengo. No me interesaba, así que la deseché.

S: De algo te debes acordar. ¿Tus padres murieron?

CL: Imagino. Cuando empecé a servir al Destino me independicé tajantemente.

S: ¿Entonces ya no sabes nada de nada sobre qué les pasó? Qué desalmada, cada vez me recuerdas más a una serpiente, mujer viperina. Venga, pasemos a otro tema. Tu estilo, se sigue viendo algo anticuado, no mientas. Y que siempre vayas tan clarita… ¿te gusta ser desteñida?

CL: ¿¿¿Desteñida??? Yo no voy desteñida, señorita Supervisora. Aunque es cierto que mi visión ha empeorado mucho, tal vez ello haya influenciado en mi elección de las prendas con los tiempos.  Uno de los problemas de convertirse en adivino es la perdida de definición en la vista. Ya sólo veo los colores vivos dentro de mis visiones.

S: ¿Ser adivino te atrofia la visión? Vaya, qué cosas. ¿Entonces ves el presente en blanco y negro como los perros?

CL: *un poco desagradada por la comparación*  Casi…

S: ¿Alguna vez has intentado cambiar un futuro porque afectaba a un ser querido?

CL: Yo no tengo seres queridos, en esta profesión suponen sólo un inconveniente de igual modo que debemos mantenernos neutrales en todo conflicto. Yo únicamente me mantengo con los Guardianes porque soy la adivina que el Destino ha decidido facilitarles, otros bandos tienen la ayuda de otros adivinos.

S: ¿Ni siquiera tu discípulo, Gigian?

CL: El destino me pidió que instruyera a su nuevo apóstol.

S: Y nada más. *gran suspiro* ¿Ha habido amores o los habrá en tu vida?

CL: No, yo sólo vivo como instrumento de las acciones del Destino.

S: Pues qué sosería. ¿Te gusta la juerga? ¿La música?

CL: No. Mi oido tampoco es bueno ya y algunas notas llegan a ser realmente dolorosas

S: ¿Pero tienes aficiones, hobbys?

CL: Ninguno.

S: Si dibujas muy bien.

CL: Sí, para así tener pruebas gráficas de las visiones, son necesarios esos dibujos que se hacen en el trance para que no se pierdan los detalles.

S: Pues las malas lenguas hablan, y conspiran sobre si tú y Albert…

CL: Albert Derek Kensingtom es una pieza importante dentro de la Orden de la Luz y por ello quiere tener mis visiones siempre presentes a la hora de tomar sus decisiones. Pero me temo, ávidos de cotilleos, que en su futuro no estaré presente muy pronto.

S: sssssssssssssssssssssssssh, SPOILERS NO.

CL: :)

S: Y también se rumorea que posiblemente hayas sido el primer amor de tu discípulo Gigian.

CL: De esto no sabía, lo que quiere decir que ni siquiera llegará a descubrirse. En mi visión se han augurado nebulosos futuros en los que, con la magia e intervención de su medio-hermano Alexander, acaba enamorado de una encarnación femenina del espíritu que protege la casa de los Kensingtom: Skrebrest Skeberest.

S: EL GATO PELUSA???? :D *emocionada con la posibilidad*

CL: Pero aún es muy probable que no suceda nada ni lejanamente parecido.

S: Un momento, entonces tú eres la persona ideal para preguntar por los acontecimientos posibilidades. ¡Perfecta para desvariar sin spoilear! Y también… Hablemos de esas cosas que pudieran haber sido, los caminos alternativos que quedaron atrás.

QUIEN QUIERA PUEDE SALTARSE ESTE TROZO, PUES NO SE CUENTA NADA ÚTIL PARA LA HISTORIA, son simples cuentecillos que no sucederán.

Si Mihory, la madre de Alec, no hubiera muerto… (esperemos no estar rompiendo los esquemas que sobre ella se han podido formar los lectores)

CL: Alexander hubiera tenido que crecer lejos de las amenazas de los otros Seamairs, y debido a su propia madre, siempre a caballo entre la sobreprotección asesina y el descontrol total. Ella hubiera sido una madre, como poco, cuestionada y la vida de Alexander habría estado en serio peligro más de una ocasión.

S: ¿Y si su madre hubiera muerto pero Albert hubiera decidido cuidar de Alec?

CL: Se lo hubiera llevado a alguna rica casa de su propiedad en Rusia, lugar donde se produjo la aventura de ambos. Aún así habría intentado que otros Guardianes y conocidos no supieran de su existencia, tal vez Gin sí… Pero sin duda la relación entre ambos habría sido mejor.

S: Si Alec no se hubiera reencontrado con Lena en aquel armario…

CL: Alexander no habría sido llevado a la Orden como prisionero y ya nunca lo hubieran podido atrapar de modo que tampoco se hubieran podido producir otra clase de reencuentro. Si Lena y Alexander no se hubieran visto en ese momento, ya nunca más lo hubieran hecho. Alexander habría seguido con su vida tranquilamente, consiguiendo a los tres meses llegar a un trato con Nicole para que no publicara sobre la magia, pero tendría que enseñarle sitios y costumbres mágicas. Así la habría llevado al Trébol de las Cuatro Hojas, donde Nicole hubiera entablado amistad con Campbell de todas formas. Poco después Nicole rompería con Kevin y otros tres meses más tarde, Alexander y Nicole habrían empezado a salir…

S: ¿Hubieran durado?

CL: El futuro se pierde ahí.

S: Entonces… ¿qué más hubiera pasado de no acabar Alec con los Guardianes? (pero evita los Spoilers, no cuentes más allá de lo que hubiera podido pasar hasta este momento).

CL: Para empezar Colyn no hubiera recibido ayuda médica y habría muerto. Lena, rota de dolor por la pérdida de su primo, se hubiera dirigido hacia los laboratorios de su padre durante mucho tiempo, dejando a Robert solo. Ella nunc hubiera recuperado sus recuerdos ni el délito de su padre se hubiera sabido jamás, manteniendo su prestigio en la Orden intactos. Las torturas en esos laboratorios hubieran seguido, incrementandose el número de prisioneros. Robert y Alexander hubieran vuelto a encontrarse en unos disturbios en un mercado mágico, provocando que Nicole y Albert volvieran a estar involucrados en la historia como ocurre ahora. Yell hubiese ayudado a Alexander hiriendo de gravedad a Albert en ese mismo disturbio. Tras eso, Alexander se hubiera dirigido a Irlanda, junto a Yell, para dirigir las tropas que Kristof tenía allí y dejando su relación con Nicole en pausa

S: ¿Y Flor? ¿Ella hubiera reaparecido?

CL: Difícilmente, habría seguido prisionera varios cientos de años más.

S: BIEN YA PODÉIS VOLVER  LEER LOS QUE OS QUE HAYÁIS DECIDIDO SALTAROS ESE TROZO
¿Y sabrías decirnos quién será el próximo entrevistado?

CL: Claro *saca un dibujo del interesado en cuestión*. Es un varon, con sangre Guardiana en sus venas, muy guapo y de pelo oscuro.

S: (oye, que ellos no pueden ver el retrato… -_-‘’) ¡Pues ahora es el turno de los lectores!

miércoles, 9 de mayo de 2012

Encantamiento 65; 2ª parte: Exceso de productos de limpieza para seguir habiendo tanta mierda.


-¿Tú estás tonto? ¿Yo disculparme, por qué? –me salió del alma, ni siquiera pensé en que Lena estaba delante.
Volvió a engancharme del pijama, consiguiendo levantarme del suelo. –Discúlpate por todo lo que le has hecho a ella y su padre, ¡ahora!
Puse mala cara, tenía demasiada rabia acumulada y este idiota me la sacaba a flote. ¿Y a este qué le pasaba ahora, se le suicidó la última neurona? Tanto Lena, tanto escoria… agh, vale que le joda que haya algo entre Lena y yo aunque lo que hay es muy chungo. Si Lena pasa de mí ¡asunto zanjado! Joder, cualquiera diría que le gustaba Lena o yo qué sé.
-No tengo porqué disculparme –lo aparté de un empujón-. Por lo que a mí respecta estamos casi en tablas. Hay una cosa llamada VENGANZA (y que estoy seguro de que a ti te encanta), ¿te suena? Mira que llegas a ser tonto de verdad –seguí hablando antes de que me diera un puñetazo en la cara-. Y si nos ponemos… bien que me dejasteis ahí tirado en mitad del tinglado, muriéndome; sí, en plena fiesta me desplomo sobre Lena, to’ tronchado –hice el gesto de tronchar sobre mi estómago-, y luego os vais. Muy bonito… -la verdad es que no me importaba demasiado (yo también hubiera hecho lo mismo y, además, en ese momento lo que quería era morir), pero había encontrado un filón para dejar en ridículo al héroe éste (el caso ahora era echarle algo en cara).
- ¿Qué qué…? ¡No respirabas! ¡¡No iba a dejar que Lena se quedara junto al cadáver de un asqueroso demonio en mitad de una batalla!!
-¿¡Cómo que no respiraba!? ¡Yo respiro a todas horas (que lo haga flojito no es motivo para darme por difunto, joder)!¡Abrase visto, ¿a caso os dignasteis a comprobarlo tomándome el pulso o lo que fuera?! –se quedó en blanco; no, hasta ahora ni siquiera se le había ocurrido la posibilidad-. Menuda falta de cortesía, pues, ahora, si te desangras yo también me iré, ¡já!
El-que-se-hace-el-héroe apretó los dientes y alzó el puño. Lo esquivé por muy poco (a la pata coja, un salero con el que me muevo…).
-Chulo mierda –le solté sin pensar-. No vayas de creído, ¡me irritas! Primero no me golpeas porque estoy malherido y lo consideras rebajarte a mi nivel, y ahora sí porque te crees que así te será más fácil acertarme. ¡A ver si te aclaras! –puse las manos en jarras, al final también había perdido la otra muleta por culpa de los zarandeos del-que-se-hace-el-héroe-. Espero que te quede claro incluso con tu escasez de mente, brabucón, NO ME OBLIGARÁS A ARREPENTIRME, VOLVERÍA A HACERLE LO QUE LE HICE AL DR. DANDE Y LO DISFRUTARÍA –sonreí cruelmente-. Una lástima que no haya muerto… Si al menos no me hubierais interrumpido…
-¿Y Lena? –C.Lence metió baza aprovechando que estaba en una posición segura (difícilmente le acertarían los golpes si permanecía detrás de Lena).
-¡Eso! –Rob recordó que no había venido aquí sólo para descargarse conmigo- ¿¡Y Lena qué!? –volvió a agarrarme del cuello, me hacía daño.
-¿Lena qué de qué? –la voz me salió muy rara al intentar contrarrestar los efectos del suero de la verdad y disimular.
-¡¡Ella era tu amiga, ¿no?!! ¿¡No es eso lo que dicen!? ¡¡Vas a traicionarla y herirla sin piedad, ya lo has hecho…!
Gruñí de dolor. Si no afloja me dejará más marcas.
-¿Se te hace difícil mentir, Alexander? –C.Lence siguió metiendo cizaña.
Maldita desteñida…
-Sí… -gruñí muy bajo.
El-que-se-hace-el-héroe lanzó una mirada a la adivina exigiendo explicaciones, se le daban muy bien ese tipo de caras (como es idiota y siempre tienen que explicarle las cosas… pues ya tiene experiencia).
-Suero de la verdad; nuestro querido híbrido no puede mentirnos durante un tiempo. Toda una novedad, sin duda…
-¿Es eso cierto, escoria?
Me mordí la lengua hasta sentir la sangre. No iba a hacerlo por mucho que sintiera la necesidad física de contestar.
-¡¡Responde!! –me sacudió por el cuello dejándome sin aire unos segundos. Luego chilló su frustración y me arrojó como a una basura. Di con todos mi huesos en el suelo; no hacía falta tener muchas luces para ver lo que me consideraba. Y la verdad es que me sentía como tal, en más de un sentido. Hubiera sido mejor que me dejaran morir.
Miré a Lena de refilón, estaba hecha un asco lo que empezaba a hacerse habitual. En cuanto se percató de que la miraba actuó como de costumbre: se sonrojó y encogió, retrocedió y me apartó la mirada con expresión de estar revolviéndosele el estómago (cualquier hombre se sentiría alagado con semejante comportamiento…).
Agaché la cabeza. El-que-se-hace-el-héroe gritaba cosas, quejándose. Apreté las mandíbulas. Soy escoria, ya lo sé, dejad de repetírmelo; siempre lo he sido y nunca estaré a vuestra altura, uff, cansinos. Siempre lo seré, ¡eso ya lo sé!
-¡Maldita sea, escoria, te mataré como no…! –el-que-se-hace-el-héroe desenvainó su espada, por supuesto sabía que sus compañeros se lanzarían a contenerlo (de lo contrario seguro que ni la hubiera tocado, sólo se estaba haciendo el chulito…), y así fue.
Me puse en pie a una velocidad que enmudeció y me mareó, pero no perdí el equilibrio. -¡PUES DEJA LA CHÁCHARA BARATA Y HAZLO, MÁTAME! –Todos empalidecieron abriendo mucho sus ojos, odiaba ser el centro de atención, era horrible sentirme el blanco de todos los presentes; me hacía sentir como si todos ellos fueran a atacarme de repente. Volví a aprovechar el desconcierto para moverme en un parpadeo y agarrar su espada por el filo. Tiré del-que-se-hace-el-héroe colocándole el arma contra mi garganta, de tal modo que la nuez me rozaba con su borde cada vez que tragaba saliva. -Hazlo, venga, ¿a qué esperas? Mátame… -La piel se me puso de gallina, pronto empezarían a temblarme las manos por la adrenalina; lo sabía.
Robert se quedó petrificado, con la boca muy abierta. Intenté hacer una sonrisa socarrona pero resultó más dolorosa que ora cosa; también era consciente de eso.
-¿No puedes? Decías que me matarías… pues hazlo. Atraviésame la garganta. Venga. Me estoy poniendo ofrecido, qué más necesitas. ¿Valor? –mi tono era de burla. Me sentía bien metiéndome con otros, en especial con idiotas como él. Y a estas alturas poco me importaba lo que los que miraban pensaran de mí.
Intentó apartarla, de modo que la apreté más fuerte, produciéndome cortes en las manos. Tuve que aguatar para no chillar y alejarme; pero en mi cara se reflejo perfectamente el dolor. Mi sangre empezó a descender por su filo, haciendo que la Luz brillara al consumir mi magia.
-No juegues conmigo.
-Jo, este es casi mi único entretenimiento; me aburro mucho… demasiado. Venga… ¿No querías? Creía que lo estas deseando. –Resoplé de mal humor, torciendo la expresión con una mueca. Con las mismas me aparté la espada de un empellón-. Sois todos unos mierdicas arrogantes, cobardes, hipócritas; eso es lo que sois. ¡A la hora de la verdad todos suplicáis y gemís como niños! Y yo me rió, ¡siempre!, aunque no sea en voz alta, pero me alegro y pienso “que os jodan, sufrid, ¡sufriiid!” –Me reí a carcajadas como un completo psicópata-. ¿Sabes cómo lo sé, que los gallitos siempre suplicáis antes de morir? Yo maté a tus compañeros, más de cinco y menos de diez –volví a reírme-. ¿Recuerdas aquellos Guardianes que se vinieron conmigo en una misión, los que no volvieron? Los empujé al vacio… y me quedé mirando cómo los descuartizaban; eran ellos o yo –sonreí ampliamente, admirando cómo las venas de su cuello se hinchaban. Volvió a levantar el arma tan rápido que esta vez sus compañeros no pudieran preverlo y evitarlo. La apretó con fuerza, hundiéndome la punta en la yugular. Una gota de sangre se me deslizó cuello abajo; así me gusta, decídete de una vez, no me aburras-. He matado a muchos, he matado niños, a indefensos; la diferencia es que a mí no me tiembla el pulso para hacerlo. ¿He de hacerte una lista de mis pecados para que te decidas, igual que en las películas? ¿En serio? –Esperé a que reaccionará, pero tras un buen rato suspiré y empecé con aquella idiotez-: …He robado y he mentido un montón, ¡pero es que me encanta de modo que seguiré haciéndolo (a no ser que me detengas)! Y he estado presente en un montón de delitos y vejaciones a terceros, pero en los que no me interpuesto nunca si no suponía un beneficio para mí; vosotros eso lo consideráis inmoral, ¿no? He torturado, me he comportado como Dande… Y he llegado a disfrutar con ello. –Sonreí ampliamente. El estómago se me revolvió al pensarlo; aunque fuera cierto ese camino me dejaría psicológicamente peor de lo que estaba-, ¿Jugamos a las adivinanzas? Los que han muertos por mis manos son más de cien pero menos mil, venga, adivina la cifra, jaja. Este es un buen momento para ajustar cuentas, ¿no te parece?
Chirrió los dientes, indeciso entre apartarse o degollarme allí mismo. No entendía por qué tanta reticencia.
-Estoy tullido, soy un blanco fácil. Lo sabes –le insté-.  Y rodeado de los tuyos. ¿Qué podría hacer, tirarme al suelo? Entonces sí que sería sencillo de ensartar.
-Estás loco.
-Sí. ¿Ahora te das cuenta? Un poco tarde…
-¿Hablas en serio, de verdad pretendes provocarme para que te mate? –no, no, no, mientes, yo no esperaba que esto llegara a pasar; se leyó en sus ojos.
Me encogí de hombros. –Tal vez… No me lo he pensado mucho. Espera –alcé un dedo-, hummm, ¡por mí vale! –me encogí de hombros- Estoy esperaaaandooo –canturreé y a continuación susurré casi con suavidad: -Nadie aquí nos va a interrumpir.
-¿Por qué? -Me miró a los ojos, parecía estar sufriendo un conflicto interno (repito: es el héroe salvador, no puede ir ejecutando aunque sea a los malos; su imagen se resentiría. Y su Imagen lo es todo). Los míos se reflejaban en los suyos… puede que nunca hubiera visto una mirada tan hueca, tan vacía de ganas, tan lejana. Me sentía roto. Párteme de una vez en dos.
-La vida ya me aburre. No me merece la pena y estoy cansado, muy cansado de todo… así que he desistido. Ya tienes tu respuesta, ahora… ten el valor para hacerlo lo que yo no soy capaz.
-No… ¡no te ayudaré a suicidarte, eso es pecado! –me empujó con fuerza contra la pared dónde rebotó la parte trasera de mi cabeza. Me deslicé hasta el suelo.
-Pfff, ¡si me matas tú, no cuenta como suicidio! Estas navidades te debería conseguir un diccionario…
-Tu contrato con la Orden me obliga a tratarte como a mi hermano…
-¿Tu hermano? Son excusas, todos lo sabemos… Cobarde –añadí mordazmente-. ¡Cobarde! –de repente la furia me poseyó; había depositado muchas esperanzas en este momento, ¿por qué, por qué me torturaba? La vida es decepción, una detrás de otra; Robert no era una excepción. Seguí hablándole; sólo quería expandir mi dolor, hacerle sufrir-: ¡Eres un cobarde sin autoestima, si no te alagan a todas horas no eres nadie! ¡Débil! ¿¡En ti confían para salvarse!? No tienes lo que se necesita, ¿qué harás cuando debas renunciar a tus maravillosos principios para conseguir tu objetivo? O mejor, ¿qué harás cuando tengas que quedarte solito y prescindir de todos los lujos con los que vives? ¿Taparte  bajo tu mantita? Tú no conoces el hambre, duermes a diario en tu camita de sábanas de seda. No sabes lo que es estar sólo, ¡ni siquiera eres capaz de darte cuenta de que te mantienes tan alto gracias a todos los que se están dejando pisotear por ti! -¿y por qué a mí me tuvieron que dejar siempre de lado? ¿De verdad sois vosotros los “justos”?- Yo te mataría, lo haría sin dudar…
-No te escucharé. Eres patético –esperaba algo más de ti; añadió con la mirada.
Esa mirada me heló la sangre. Recuperé el aliento:
-Ya lo sé, me lo dicen a todas horas… Pero esto es un progreso, ¿no? –alce la mirada-, de “escoria” a “patético”, ¡he subido de nivel! –volví a reírme como un robot pues evidentemente le sacaba de quicio.
El-que-se-hace-el-héroe enganchó a Lena del brazo y se la llevó a rastras.
Me quedé allí riendo macabramente mientras el-que-se-hace-el-héroe se alejaba con Lena, los Guardianes le iban abriendo camino a su paso.
Luego, simplemente me quedé en silencio, tirado en el suelo y con la mirada perdida minutos enteros hasta que Albert llegó.
-Anda, vayámonos –me tendió la mano pero yo lo ignoré por completo, sin embargo no opuse resistencia cuando me puso en pie tirándome del hombro. Me llevó a parte, a su despacho, y me hizo sentarme en la silla frente a su escritorio.
-Has dado un buen espectáculo –se apoyó en su mesa y me observó fijamente-. ¿Estás bien?
-No –todos hacían la misma pregunta, qué coñazo, joder.
Me restregué la sangre  de las manos en el pijama hospitalario. Luego la que salía del corte en el cuello con el dorso de la mano, pero esté era pequeño y muy superficial así que enseguida me olvidé del escozor que provocaba.
Suspiró.
-¿Me consideras el culpable?
-Puede, más o menos.
-…Algo es algo. –Guardó silencio mientras memorizaba las cuatro esquinas de su mesa, estaba realmente incómodo conmigo delante-. ¿Quieres hablar de ello?
-No.
-De acuerdo. Llamaré a Gin… seguro que te está buscando. –Fue a descolgar su teléfono pero frenó en seco- ¿Un trago?
-¿Whisky?
-Ron.
Resoplé y me encogí de hombros. -Vale.
-Mi padre y yo siempre tomábamos algo cuando queríamos… esto… tener una conversación… -tragó saliva- de padre a hijo. Lo que ha pasado hace un momento, creo que es algo bastante… grave, que tú quieras… Si estás tan mal para plantearte la muerte tal vez sea el momento… de que pidas ayuda a…
-Vete olvidando de tener esta conversión conmigo, apenas te considero mi padre.
Después de ese corte Albert se quedó sin saber qué decir ni qué hacer. Me miraba con unos ojillos de cachorro como diciendo “pero quiero serlo” que me sacaron aún más de quicio; llegaba un poco más que tarde.
Por suerte llamaron a la puerta dándole una excusa para no permanecer estático como un idiota. Albert abrió y allí apareció Lena, cabizbaja. Nos miramos, Lena me apartó la cara como siempre pero esta vez hizo el esfuerzo de volver a mirarme directamente.
-¿Qué ocurre, Lena? –le preguntó Albert con suavidad medio apoyándose en el marco de la puerta.
-¿M-m- o-ia-? –murmuró tan bajito que no se le entendió una palabra. Fruncí el ceño, ¿qué? -¿¡Me odias, t-tú me odias… a-a mí… Alec…!?
Abrí los ojos y alcé las cejas, Albert hizo lo mismo.
-¿Me odias por mi padre?
Apreté con fuerza mi vaso hasta que los nudillos se me quedaron blancos y giré la cabeza hacia el escritorio, con la mirada fija en mi licor.
-Odio a tu padre, pero tú no eres él… -tomé aire- No te odio más que a cualquier otro.
Asintió y volvió a salir corriendo. Me pareció escuchar que me daba las gracias.


(Aspecto físico actual de Alexander)